Antonio Fraguas ‘Forges’ nos conmovió siempre con las lágrimas que, en sus viñetas, caían de unos toros que se preguntaban por qué. Con ellos, el muy querido Forges se preguntaba por qué los toros son torturados en los ruedos y en los festejos españoles, por qué se considera y protege como cultura esa tortura que nos degrada como sociedad: “sañas de identidad”, las llamó, de este país cuya historia él ha ido narrando cada día, durante décadas, con humor, ternura, agudeza e inteligencia únicas. Los suyos, como ha señalado El Roto, “eran personajes que se preguntaban y se respondían a sí mismos”.
Forges siempre estuvo al lado de los animales y hoy todos los toros del mundo lloran el adiós de un amigo, de un cómplice, de un aliado. Con una bondad que era capaz de que encarnara en sus dibujos, Forges nunca tuvo pelos en el rotulador para acusar a quienes permiten su tormento: “¡Y que solo sean capaces de ponerse de acuerdo con nuestro dolor!”, se lamentaba uno de sus toritos para denunciar que tanto PP como PSOE (representantes mucho tiempo de un bipartidismo alternante que nada hizo por ellos) rechazaran penalizar las fiestas donde se produce maltrato animal. Era uno de sus tantos toros tristísimos, perplejos, solos ante un destino horrible que no querían, un toro como ese otro que escribe a los Reyes Magos para que los toreros “os hundáis en el más profundo olvido colectivo”. Forges no ha podido llegar a verlo pero, cuando ese olvido sea, gracias también a él, una realidad, su magna obra, inmortal, seguirá siendo recordada. Y con ella los toros que lloraban.
Hay muchas maneras de ser activista. Forges lo fue en defensa de los animales. Lo fue haciendo el mejor activismo que él podría haber hecho: a través de sus geniales viñetas. Pero, en coherencia con su compasión por las víctimas sin voz y con su compromiso por una España que llegue a superar la barbarie, siempre estuvo disponible para apoyar a otras personas y organizaciones. Cuando en enero de 2016 presentamos en Madrid el proyecto Capital Animal, no dudó en apadrinarlo con su presencia en la rueda de prensa que se celebró en La Casa Encendida. Como no dudó en participar con una selección de sus viñetas antitaurinas en la exposición ‘Otras Tauromaquias’ de Calcografía Nacional. Ni dudó en involucrar al Instituto Quevedo de las Artes del Humor, del que era director técnico, para organizar la exposición ‘Los animales y nosotr@s. La gran familia’ en CentroCentro.
Allí estuvo siempre Forges, con su generosidad, su ironía bondadosa y aquella sonrisa que se contagiaba e iluminaba este mundo de injusticias y dolores. “Yo, en todo lo que pueda, voy a evitar la violencia como sea”, dijo en aquella presentación, mientras contaba la historia de la cotorra Blasa y nombraba, uno a uno, a los perros que han formado parte de su familia (una familia, por cierto, con un gen maravilloso que reproduce personas como los periodistas Rafa Fraguas, su hermano, y Toño Fraguas, su hijo, con quien Forges renombró a los pájaros).
Mariano Norgan, Doña Jimena, Él, Ella, Cora, Flanhagam O’Reilly, Tosca, Montse Guinda, Willy, Tirso, Zeta, Perrón, Luna, Cibeles, Pestosi, Canelo, Tula, Oiga… Estos son los perros de la familia Fraguas que inspiraron a los que, rabicontentos o flemáticos, perros con hábito lector, nos han ido lanzando mensajes de sensatez y amor desde las viñetas de Forges: “Cuanto más conozco a los hombres más me gustan los gatos”, reflexiona uno de sus perros sabios. Todos esos perros con los que Forges el agnóstico (“por no decir ateo”) se reencontrará en el cielo, “porque todos los perros, y en general todos los animales, sí merecen un cielo”. Dedicó parte de su trabajo y de su vida a “intentar por todos los medios que por lo menos aquí, en la tierra, no pasen por ningún purgatorio”.
En la presentación de Madrid Capital Animal, Forges se dirigió a los periodistas: “Vosotros, que tenéis en la mano el poder de la información, tenéis la obligación moral y ética de propalar esta nueva de lo que está pasando aquí en este momento. Porque si las capitales fueran mucho más animales, seguro que los países serían mucho más merecedores de ese cielo”. Desde este espacio periodístico que es El caballo de Nietzsche manifestamos nuestra firme y fiel obediencia al mandato del maestro, y conminamos a hacerlo al resto de la profesión. Periodista, no te olvides de Forges.
Si he querido contar aquí nuestra experiencia particular con Forges es para dar cuenta de su apoyo a la causa animalista, para que no se olvide que un grande como él nunca olvidó a los olvidados. Lo hago desde una profunda e infinita gratitud. Y en nombre de todos los animales a quienes él puso rostro y dio su voz, y que hoy le dicen: gracias, amigo Forges, nos vemos en el cielo, desde donde ¡nos van a oír!.
Antonio Fraguas ‘Forges’ nos conmovió siempre con las lágrimas que, en sus viñetas, caían de unos toros que se preguntaban por qué. Con ellos, el muy querido Forges se preguntaba por qué los toros son torturados en los ruedos y en los festejos españoles, por qué se considera y protege como cultura esa tortura que nos degrada como sociedad: “sañas de identidad”, las llamó, de este país cuya historia él ha ido narrando cada día, durante décadas, con humor, ternura, agudeza e inteligencia únicas. Los suyos, como ha señalado El Roto, “eran personajes que se preguntaban y se respondían a sí mismos”.
Forges siempre estuvo al lado de los animales y hoy todos los toros del mundo lloran el adiós de un amigo, de un cómplice, de un aliado. Con una bondad que era capaz de que encarnara en sus dibujos, Forges nunca tuvo pelos en el rotulador para acusar a quienes permiten su tormento: “¡Y que solo sean capaces de ponerse de acuerdo con nuestro dolor!”, se lamentaba uno de sus toritos para denunciar que tanto PP como PSOE (representantes mucho tiempo de un bipartidismo alternante que nada hizo por ellos) rechazaran penalizar las fiestas donde se produce maltrato animal. Era uno de sus tantos toros tristísimos, perplejos, solos ante un destino horrible que no querían, un toro como ese otro que escribe a los Reyes Magos para que los toreros “os hundáis en el más profundo olvido colectivo”. Forges no ha podido llegar a verlo pero, cuando ese olvido sea, gracias también a él, una realidad, su magna obra, inmortal, seguirá siendo recordada. Y con ella los toros que lloraban.