Hace casi treinta años que Paola Cavalieri y Peter Singer publicaron El Proyecto Gran Simio (1993), reuniendo los argumentos de numerosos filósofos y científicos en favor de que se reconociese el derecho de nuestros hermanos evolutivos a vivir, sin ser torturados ni encarcelados. Desde entonces, se han hecho muchos descubrimientos científicos, han cambiado las leyes, la situación de los simios y, también, la argumentación moral. Por ello, la defensa de los simios necesitaba una actualización científica, jurídica y filosófica, que se recoge, con fotos y mapas incluidos, en Los derechos de los simios, de Paula Casal y Peter Singer (Trotta, 2022). Los beneficios económicos del libro se han donado íntegramente al Proyecto Gran Simio.
Para empezar, ahora ya no se habla de “las tres especies de gran simio”, porque todos los simios hemos sido reclasificados como homínidos y somos diez especies: las tres del género Homo (humanos, bonobos y chimpancés), los orangutanes de Borneo, de Sumatra y Tapanuli, y los gorilas occidentales, orientales, de montaña y del Río Cross. Los Neandertales y Denisovans, ya extintos, son homininos. Hay más especies, pero menos individuos: los humanos hemos dejado a todas las demás al borde de la extinción, especialmente desde que empezó la pandemia. Trágicamente, esto ocurre justo cuando hemos descubierto que tienen muchas más capacidades que las que suponíamos y que, como han demostrado los neurocientíficos Lori Marino y Bob Jacobs, el cautiverio produce un profundo daño cerebral a quienes poseen esas capacidades, por lo que la conservación en zoos no es una opción.
Mientras que los simios libres son masacrados y sus culturas se extinguen, las campañas para defender a los simios cautivos han ido dando frutos. En 1997, el Reino Unido suspendió las licencias para realizar investigaciones invasivas, y el Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos puso fin a los programas de reproducción de las instalaciones del Instituto Nacional de Salud por motivos éticos. También promulgó la Ley de Chimpancés en 2000, otorgando la jubilación, en lugar de la eutanasia, a los chimpancés ya utilizados.
En 1999, la Ley de Bienestar Animal de Nueva Zelanda prohibió la investigación biomédica sin probables beneficios netos para los grandes simios, y el centro donde esta se realizaba en Holanda la abandonó en 2002 por falta de resultados. Suecia prohibió esta investigación en 2003, Austria en 2004, Suiza en 2006 y la Unión Europea en 2010. En Estados Unidos, el interés en la experimentación se redujo debido a sus altos costos y escasos beneficios. En 2011, el Instituto de Medicina de la Academia Nacional de Ciencias publicó el informe Chimpanzees in Biomedical and Behavioral Research. Assessing the Necessity, describiendo los experimentos como innecesarios. Como el estrés agudo continuado no solo produce depresión, sino que puede comprometer el sistema inmunitario, los resultados, además de escasos, son poco fiables.
Al principio, los hispanoparlantes nos limitamos a observar la lucha por los derechos homínidos de los angloparlantes. Pero luego, el Proyecto Gran Simio de España y Brasil comenzó a difundir el mensaje con más constancia y dedicación que los demás, hasta que, finalmente, Latinoamérica comenzó una auténtica revolución legal hacia el reconocimiento de los derechos homínidos.
El docutrhiller de Alex Cuéllar y Rafa Sánchez Persona (no) humana (2022) sigue los procesos de Habeas corpus de la orangutana Sandra (2014) y de la chimpancé Cecilia (2016). Pero muchos otros procesos legales -como el de Suiza (2005), Lilly y Debby (2008), y Jimmy (2009) en Brasil; Toti (2013 y 2020), Monti (2014), Toto (2014), Martin, Sasha y Kangoo (2017) en Argentina; o Tommy (2013), Kiko (2013) y Hércules y Leo (2013) en Estado Unidos- han presentado a un chimpancé como sujeto de derechos y persona legal. Filosóficamente, la concepción más plausible de la persona es como concepto racimo (cluster), es decir, como una lista ponderada de características no arbitrarias y relacionadas que no son individualmente necesarias ni suficientes. La memoria, por ejemplo, es propia de las personas, pero puede haber personas con amnesia, y no personas con memoria. Otros conceptos racimo son el arte, la democracia, la especie y la prueba matemática. El arte, por ejemplo, no es necesariamente algo bonito, ni una representación de la naturaleza.
Los procesos legales y sus defensas han ido cobrando vida propia en la cultura jurídica internacional y cada vez los casos son más frecuentes, implican más especies y variedad de procedimientos, y alcanzan tribunales más altos. Por ejemplo, en 2019, la Corte Constitucional de Colombia me llamó a declarar como experta en el Habeas corpus de Chucho, el oso andino. Este es un ejemplo de cómo, una vez que logramos romper la barrera de la especie, y se reconocen los derechos legales de los simios, la puerta queda abierta para que puedan ir considerándose los casos de otros animales, que el concepto racimo no excluye.
De hecho, estos tipos de defensa no solo se han aplicado ya a otros primates, como la mona Estrellita de Ecuador (2022), u otros animales con consciencia de su identidad, como las orcas (Tilikum, Katina, Corky, Katatka y Ulises en 2012) y los elefantes (Kaavan de Islamabad en 2020 y Happy del Bronx en 2022). En Costa Rica, se han reconocido ya los derechos del león Kivu (2022).
¿Y qué hemos hecho en España? Los voluntarios, especialmente Pedro Pozas, no hemos parado. Pero, a nivel estatal, no se han hecho prácticamente nada, pese a que España ha sido el único país del mundo en cuyo Parlamento se defendió, y con éxito, la adhesión al Proyecto Gran Simio.
Hace catorce años que se aprobó la Proposición No de Ley que el diputado Joan Herrera (IC-Verdes) presentó el 25 de junio de 2008, recogiendo las dos Proposiciones que había presentado antes, en el Congreso de Disputados, el diputado Francisco Garrido (PSOE-Verdes) en 2005 y 2006, y que el Parlamento Balear había aprobado en 2007. José Luís Rodríguez Zapatero no lo ratificó en plazo, pese a que esta había sido una iniciativa de su partido, que había anunciado públicamente su apoyo a Herrera y que todos los puntos de la proposición se habían aprobado por unanimidad o mayoría absoluta. Perdimos una gran oportunidad de hacer historia como país. El relevo podría tomarlo ahora, y con el éxito asegurado, cualquier partido, sobre todo, con algunos cambios de formulación y argumentación filosófica que Los derechos de los simios explica. Y también se podría crear directamente la Ley de Grandes Simios que nos ha prometido el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030.
Desde que emprendimos esta marcha con Proyecto Gran Simio España en 1998, la necesidad de esta ley ha sido clarísima. Para empezar, en España ni siquiera hay una ley que prohíba la tenencia particular de homínidos. Así que hemos tenido que emprender largas batallas legales para rescatar simios que la gente tiene escondidos en sus casas, sin asistencia veterinaria, a veces sin dientes para que no muerdan y hasta sin dedos, por la automutilación, seguida de infección, a la que puede llevar un dolor mental tan intenso y continuado.
A veces nos ha llevado dos años lograr rescatar a un individuo de una jaula inmunda, porque al no ser animales domésticos, ni agrícolas, ni de laboratorio, ni fauna autóctona, ni proceder de un país extranjero, los simios quedaban en una especie de tierra de nadie legal y no podíamos apelar a la legislación que da cierta protección a estos colectivos. Ahora, gracias a la Dirección General de Derechos de los Animales (DGDA), han mejorado las cosas y hay una nueva definición legal de “doméstico” que podríamos intentar estirar.
Pero es absurdo que para poder defender a seres con las capacidades de niños de dos a tres años tengamos que insistir en que son “animales domésticos”, cuando el problema es precisamente la aberración que supone tener a un homínido como mascota o animal doméstico. Ahora que hay quien propone des-extinguir a los Neandertales o Denisovans, sería un disparate que para defenderlos hubiera que decir que son animales domésticos. Ni son animales domésticos, ni deben serlo. Son tribus a las que hay debemos proteger de la masacre y la extinción a manos de verdugos como las mafias del coltán y el aceite de palma, así como quienes los cazan para venderlos como animales domésticos.
Por todo ello, es importante que escribas una carta a la DGDA en favor de una Ley de Homínidos o Grandes Simios, y la envíes a direccionpgransimio@gmail.com. Haz historia. Tus primos primates te necesitan.
Hace casi treinta años que Paola Cavalieri y Peter Singer publicaron El Proyecto Gran Simio (1993), reuniendo los argumentos de numerosos filósofos y científicos en favor de que se reconociese el derecho de nuestros hermanos evolutivos a vivir, sin ser torturados ni encarcelados. Desde entonces, se han hecho muchos descubrimientos científicos, han cambiado las leyes, la situación de los simios y, también, la argumentación moral. Por ello, la defensa de los simios necesitaba una actualización científica, jurídica y filosófica, que se recoge, con fotos y mapas incluidos, en Los derechos de los simios, de Paula Casal y Peter Singer (Trotta, 2022). Los beneficios económicos del libro se han donado íntegramente al Proyecto Gran Simio.
Para empezar, ahora ya no se habla de “las tres especies de gran simio”, porque todos los simios hemos sido reclasificados como homínidos y somos diez especies: las tres del género Homo (humanos, bonobos y chimpancés), los orangutanes de Borneo, de Sumatra y Tapanuli, y los gorilas occidentales, orientales, de montaña y del Río Cross. Los Neandertales y Denisovans, ya extintos, son homininos. Hay más especies, pero menos individuos: los humanos hemos dejado a todas las demás al borde de la extinción, especialmente desde que empezó la pandemia. Trágicamente, esto ocurre justo cuando hemos descubierto que tienen muchas más capacidades que las que suponíamos y que, como han demostrado los neurocientíficos Lori Marino y Bob Jacobs, el cautiverio produce un profundo daño cerebral a quienes poseen esas capacidades, por lo que la conservación en zoos no es una opción.