Es compositora, pianista y cantante. Nació en Argentina y reside en México desde 1977. Huyó del terrorismo de Estado de la dictadura militar, que secuestró y asesinó a su hermana y a su cuñado, quienes habían tenido una hija 25 días antes. Tiene el cuerpo atlético y el alma rota. Parece fría y distante, hasta que descubres que guarda en su interior el calor de todos los cachorros del mundo. Como las ceibas que cultiva, del tronco que se defiende con espinas nacen las flores más hermosas. Nunca dice “yo pienso”, sino “yo siento”. Vive con la dramaturga Jesusa Rodríguez, que ha tomado posesión como senadora en el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Su boda en 2007 fue un acto político: la primera pareja de lesbianas que se casó en México. Convive también con tres burros y una yegua rescatados y con tres perros adoptados. Es vegana y antiespecista.
Eres música, artista, y con Jesusa Rodríguez fundaste en Ciudad de México el mítico cabaré político El Hábito, pero el activismo se ha convertido en tu vida.
Sí. Pasé del activismo por los derechos humanos al activismo por los derechos de todos los animales, en especial los no humanos. Cuando yo tenía 24 años desaparecieron a mi hermana, Ester Felipe, a mi cuñado, Luis Mónaco, y a 30.000 personas más en Argentina. Empecé a trabajar por eso, para tratar de entenderlo, cosa que hasta el día de hoy no he logrado. Pero hubo un momento muy importante: estuve en Córdoba [Argentina] en el juicio que se llamó ‘megacausa La Perla’ porque en ese campo de concentración mataron a 8.000 personas, entre ellas mi hermana y mi cuñado, y vi a los asesinos. Eran unos viejitos cualquiera y no entendí cómo esas personas podían haber causado tanto dolor. Me fui con esa sensación, diciendo, qué extraño, qué raro, y hubo un momento, al poco tiempo, en que sentí que era igual que con los matarifes. Ahí fue cuando hice la conexión más fuerte con el antiespecismo.
Sin embargo, una de las grandes acusaciones que se vierten sobre las personas activistas en defensa de los otros animales es que nos ocupamos de ellos pero no de los humanos.
Mi hermana era conocida en el campo de concentración de La Perla porque cuando la secuestraron acababa de ser madre hacía 25 días y sus pechos estaban mojados. Empecé a pensar en todo eso. Ella fue secuestrada como secuestran a las vacas, fue separada de su hija como separan a las vacas de sus terneros. Empecé a relacionar todo. A nadie le gusta esa relación pero yo la tengo muy clara, para mí es exactamente lo mismo, y tiene que ver con el grado de discriminación que tú seas capaz de tener en tu vida. Mi hermana fue asesinada como asesinan a las vacas. Fue torturada, violada y todo lo que imagines, como hacemos con las vacas, las cerdas o las gallinas.
Es fundamental que esa relación la hagas tú, una persona que ha vivido una experiencia así.
Lo que más me preocupa es cómo incidir en las maravillosas personas que conforman nuestros movimientos de izquierda, en las maravillosas y buenas conciencias que conforman los movimientos elegebeteteté [LGTBI], en las maravillosas personas que conforman los movimientos feministas. Creo necesario que feministas como Silvia Federici o Rita Cegato, nuestra cordobesa fantástica, que son voces de referencia, reflexionen sobre el terror que provocamos en las otras especies. Encuentro cierta luz en personas como Catia Faria, que dicen que no será posible el feminismo sin antiespecismo. Ya lo tuvo claro Angela Davis en 1976. Cómo es posible que nadie la escuche. Cómo hacer para que las buenas almas se den cuenta. No lo sé y me atormenta. Por eso me gusta tanto esa cita de Marx que encabeza el poema de Antonio Gamoneda de vuestra antología de poesía Capital Animal: “La vergüenza es un sentimiento revolucionario”.
Hay una canción que hicimos hace poco y que me gusta porque siento que moviliza a la gente. Dice: “No me daba cuenta y como no me daba cuenta no me daba cuenta de que no me daba cuenta. Y cuando no me daba cuenta no era una imbécil, solo era una idiota que no me daba cuenta. Hay mucha gente que se muere sin darse cuenta y hay otras como yo que nos dimos cuenta tarde pero nos dimos cuenta y hay muchos que no quieren darse cuenta y los peores, que ya se dieron cuenta y siguen boludeando como quien no se da cuenta”. Cuando ya el público se ha reído, repito esa misma canción con la imagen de un cerdito, una foto muy famosa de Aitor Garmendia, un cerdito solito esperando en un rincón oscuro. Esa cosa de que no te das cuenta. ¿De qué no te das cuenta?
¿Por qué crees que la gente no reacciona, teniendo hoy tanta información?
Por un lado, siento que la masculina es la parte mayoritaria que no reacciona porque es la beneficiario de todo. Con sus excepciones, lo sabemos, y también con sus excepciones del lado femenino. Y no debemos confiar en que reaccionen. Pero sí siento que hay que exigírselo a las mujeres, a los negros, a los que han sufrido directamente el dolor. Decirles, lo que tú estás sufriendo es exactamente lo mismo que provocamos. ¿Quieres hacer algo o no?, ¿quieres seguir provocando lo que te dolió o no?, ¿quieres seguir siendo cómplice?, ¿no quieres hacer nada con el dolor de otros? Personas de colectivos tan maltratados y vulnerados como el LGTBI no se dan cuenta del dolor que provocan, de que son violadores, de que están incurriendo en una discriminación sistemática que conduce a sus víctimas a la muerte. No quieren verlo, no quieren que se lo muestres, dicen que les horroriza mientras se comen un chuletón. Me parece muy doloroso.
El poder se basa en hacerte cómplice de la misma discriminación que has sufrido. Cuando los militares cometieron ese desastre en Argentina o en México hicieron cómplice a todo su aparato, incluido el aparato civil, hicieron beneficiarios. En Argentina, las autoridades locales, en los pueblos, no veían lo que estaba ocurriendo. Estaban siendo cómplices. En México, si eres parte de la maquinaria de la corrupción, si te beneficias de eso, de que el ejército proteja a los narcos, participas. En México y en el mundo, si comes cualquier animal o con sumes cualquier producto de procedencia animal, perpetúas la violencia.
En la Alemania nazi iban desapareciendo los vecinos y resulta que nadie sabía nada tampoco, pero se apropiaban de los bienes de esos vecinos que desaparecían.
Por eso siempre digo a la gente que deja de comer animales que hablemos pasado cierto tiempo, dos o tres meses. Porque hay cosas que no puedo hablar contigo si todavía no lo has hecho. Tu cerebro aún está engrasado. Hay cosas de las que solo se puede hablar después. Antes no, porque ni siquiera vas a poder darte cuenta de lo que estamos hablando. Ya ni lo intento.
¿Confías en que el nuevo Gobierno mexicano de López Obrador pueda hacer algo por los otros animales?
He podido mandarle cosas a nuestro nuevo presidente, Andrés Manuel López Obrador. Es una buena persona y yo estoy muy emocionada con su llegada, pero aún no ve el tema. Su discurso es ese de que primero hay que dar de comer a los pobres. Yo le digo que si a los pobres les das pollos, cerdos, peces, animales eternamente torturados, eternamente tristes, simplemente los vas a enfermar más, los vas a volver más crueles y vas a generar más pobres en el mundo. Por el contrario, puedes cambiar su dieta y volverlos más saludables, más sanos, más justos. Ojalá podamos avanzar en México hacia una dieta más saludable y sobre todo a entender que los animales no son comida.
¿Qué estás haciendo desde Elmasallá?
Estamos haciendo productos veganos que no sea fácil elaborar en casa. Es una experiencia interesante. Siento que es evidente que a través del comer, de la boca, la gente se cuestiona. Si comes algo y no sientes ninguna diferencia tenga o no tenga animal, significa que lo que te gusta es el condimento, no que tenga animal. Es interesante meterte en la mente de gente que nunca había pensado en lo que hacía o en que podía cambiar su dieta.
Aquí en Elmasallá también trato de calmarme. Siento que lo más difícil es darte cuenta y, después de haber hecho el cambio, sobrevivir en este mundo tan engrasado, tan indiferente y tan ignorante. A veces me desespero. Quisiera hacer las canciones que pudieran ayudar.
Todo lo que compones, tu discurso, tiene que ver con la conciencia de una causa que no puede desligarse de todas las demás.
Absolutamente. Pero cada día encuentro cosas nuevas. Me ayuda mucho la filosofía vegana, me hace entender. El otro día un monje budista dijo algo que me ayuda para los conciertos: todas las desgracias que vivimos, los grandes dolores de la migración, de los feminicidios, del hambre en el mundo, de los desaparecidos, son equivalentes al dolor que provocamos diariamente a los animales. Una frase así me ayuda, me explica algo, es un estímulo. Porque entiendo que si yo eso se lo digo a la madre de un desaparecido, al principio le va a ser muy difícil. Pero lo puede entender. Porque el dolor que vivimos es proporcional al que infligimos. ¿Tú quieres seguir formando parte de esa maquinaria o tienes ganas de buscar una salida? Porque hay una salida: o eliges esta dieta o sigues haciendo daño. No hay otras.
¿Confías en que haya salida?
Sí. Siento que por muchos lados me llegan cosas que me entusiasman. Prefiero confiar en eso. Si no, tendría que despedirme un poquito de la vida porque sería insoportable. No sé… No sé ni cómo hacer… Por ejemplo, ahora mismo tú podrías ayudarme. Porque sí me gustaría mucho hacer algo sobre qué soñamos los que soñamos dentro de este mundo. ¿Soñamos que abrimos todas las jaulas de todos los zoológicos del mundo? ¿Soñamos que abrimos todas las jaulas de todos lo pájaros encerrados? Pero, ¿qué más? Sigue dándome ideas.
¿Soñamos que ayudamos a los animales en la naturaleza? ¿Que empezamos a comunicarnos con ellos de otra manera, desde la solidaridad? Pensamos que los animales en la naturaleza están bien por definición, pero no es así, sufren soledad, enfermedad, abandono, desastres. Entre otras filósofas, lo plantea la mencionada Catia Faria. Y sueño con que no haya animales troceados y empaquetados en cada metro de cada ciudad y de cada pueblo de cada país del mundo. Es algo…
Aterrador. ¿Y qué podemos hacer? Porque si yo quiero derrocar a Trump no lo voy a lograr, pero hay cosas que sí puedo hacer, como cambiar mi consumo. De repente, en esta ciudad que es muy pequeña, 150.000 habitantes, ya somos un grupo de personas que planteamos y diseñamos cosas. Seguro que no alcanzo mi ideal, que no sabría cómo hacerlo más grande, pero es algo posible. Como hacer felices a Juan Inés, a Sancho, a Crijyina, a Madiba y a Lucho. Juana Inés era una burrita que no se te acercaba jamás porque estuvo toda la vida atada y sufrió el maltrato, y ahora es alguien que se acerca a ti, que se está recuperando. Podemos hacer felices a estos animales. Pero me pregunto constantemente qué más podría hacer.
¿Crees que el mundo llegará a ser vegano algún día?
Sí. Mira, no es una cuestión de soberbia, pero siento que cuando desengrasas el cerebro y dejas de estar colonizado desde tu panza, puedes empezar a transformarte tú y a cambiar el mundo. Mientras tienes el cerebro engrasado no puedes entender otra posibilidad.
En realidad, abriendo el estómago, abres los ojos de la conciencia.
Por eso me impactó tanto ese movimiento de los Voladores de Papantla, que aquí es una tradición (esa palabra que tantos dolores nos causa), una tradición que no daña. Queremos tradiciones éticas, no corridas de toros, ni ninguna de las crueldades que provocan los hombres aburridos. Ese sector beneficiario de toda esta tragedia tortura animales para desaburrirse. Los hombres debieran meditar y dejar paso a otras cosas.
Es lo que hoy impulsa con fuerza el feminismo.
Sí, pero si el movimiento feminista no es antiespecista, no acabará nunca con eso. Por eso son tan interesantes las jóvenes feministas antiespecistas porque me angustia mucho el discurso de feministas a las que admiro, como Federici.
¿Crees que ese discurso pertenece a un viejo feminismo, que está superada la visión feminista de alguien como Federici?
No es posible que ella, que hace un análisis tan brillante del capitalismo, no vea la explotación especista.
Jesusa y tú impulsasteis en Ciudad de México el proyecto de activismo cultural Capital Animal.
Cada día se hace más claro que ninguna obra, ningún poema, ninguna música, nada vale la muerte de un animal. Cuando entiendes eso, el arte cambia de sentido, deja de ser esta máquina también productora de crueldad. Todos los palacios de Bellas Artes han sido hechos con el sufrimiento animal. Los pianos son árboles caídos y las cuerdas son crines de caballos. Hay que decir a los artistas que lo que hacen está bien si lo hacen sin dañar y que no vale nada si para hacerlo cargan sobre sus espaldas con el dolor o la muerte de un animal.
¿Entonces crees que el arte puede ser un vehículo para la justicia?
Claro. Con más razón porque eres sensible y tu trabajo te ha llevado precisamente a desarrollar esa sensibilidad.
¿Tienes nuevos proyectos artísticos relacionados con el activismo cultural?
Trato de poner en claro mis pensamientos para lograr ser efectiva, para poder ser eficaz. A lo mejor es poco, pero intento conseguir que haya personas que transformen su dieta y sus hábitos. No creo que yo tenga mucha injerencia pero no tengo otra posibilidad. Hemos hecho varias obras explícitas: La mujer que mató a los peces, que son canciones para niños, u otra sobre Kafka, que empieza con él ante una pecera. Toda mi música ya está relacionada con los animales. Incluso se lo digo a la gente que me invita a hacer algo: si no toca el tema animalista, si no es antiespecista, ni me invites porque no me interesa. Es otra forma de influirles, porque al menos van a ver qué es, y siento que eso es bueno. Pero hay personas con las que no lo logro, incluso gente que era muy importante para mí. Es como con las adicciones: cuando se deja una adicción te das cuenta de que dejan de tener sentido las cosas sin las que creías que no podías vivir. Eso mismo sucede cuando cambias tu dieta y tus hábitos de consumo, que son una adicción también. Una adicción extremadamente fácil de cambiar cuando te pones en su lugar. Somos también ese pollo, esa vaca, ese cerdo, ese pez.