Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Mazón calca la estrategia del PP en otras catástrofes y sigue sin explicar su comida
La riada se llevó 137.000 vehículos en horas y comprar uno es casi imposible
Regreso a las raíces: Trump, gobierno de “delincuentes”. Por Rosa María Artal

Marta Bogdanska y la explotación militar de los animales

31 de agosto de 2022 06:00 h

0

Desde que pudieron domesticarse, los animales han vivido junto al ser humano en los tiempos de paz y también en los de guerra. O más bien, han sido obligados a participar en sus guerras y, por lo general, a llevarse mucho de la peor parte de éstas. Caballos, elefantes y camellos fueron vehículos decisivos en campañas y batallas. En Ricardo III, Shakespeare hace que el rey grite desesperado: “Mi reino por un caballo”. Pero además de medios de locomoción, cuando era necesario también podían servir de alimento. Hoy sabemos que, lamentablemente, estos usos no agotan la enumeración de sufrimientos animales en conflictos bélicos.

Hace poco en Ucrania, Patron, un Jack Russell terrier de dos años, ha recibido la medalla de honor por detectar más de doscientas minas explosivas del ejército invasor y salvar así muchas vidas. Pero la “participación” militar de la mayoría de los animales ni ha sido tan dulce ni han tenido tan claro reconocimiento como (por ahora) la hazaña de Patron.

La fotógrafa, cineasta, filósofa y artista visual polaca Marta Bogdanska ha realizado una monumental investigación sobre ese tema que ha plasmado en Shifters, una obra a la que PhotoEspaña 2022 ha otorgado el Premio Mejor Libro de Fotografía del Año, en la categoría Internacional. El libro, por cierto, está a la venta en la web de la artista.

El proyecto Shifters completo lo componen el libro de 850 páginas, dividido en 14 capítulos, un vídeo de 12 minutos y una serie de registros sonoros creados en talleres dictados por la misma Bogdanska, quien durante años se ha dedicado a recopilar, cotejar y organizar material de archivo, principalmente de cuerpos y fuerzas de seguridad e inteligencia militar occidentales desde finales del siglo XIX. Hasta el 25 de septiembre, parte de ese material puede verse en Madrid, en la exposición colectiva Híbridos. Forjando nuevas realidades como contra-narrativa.

El título: Shifters (contracción de shapeshifters, que podría traducirse literalmente como los que cambian de forma), y alude a la presentación absurda del uso de los animales como soldados, espías o armas, como si se tratase de una participación voluntaria. Pero también al blanqueamiento de estas prácticas crueles por los medios de comunicación al presentarlas con tonos humorísticos.

Bogdanska cuenta en el epílogo del libro que su proyecto surgió cuando reparó en que los medios occidentales ridiculizaban noticias de medios de Oriente Medio, del Norte de África o de Asia sobre la detención de animales acusados de ser agentes secretos de países enemigos. Lagartos y ardillas acusados en Irán de espionaje nuclear, una paloma atrapada en India bajo la sospecha de ser una espía Pakistaní, un delfín interceptado en aguas libanesas considerado un espía israelí, un cisne espía arrestado en Egipto.

La reformulación cómica presentaba como remota la posibilidad de que un animal pudiera ser usado como un espía. Pero al investigar, Bogdanska descubrió que nada es imposible en la larga historia del despotismo y la arrogancia humana sobre el mundo animal, y que había precedentes de usos similares en occidente, no solo numerosos sino también aterradores.

Así comenzó un trabajo de investigación y documentación cuyos resultados superan lo que cualquiera hubiera podido imaginar tanto en cantidad como en variedad de crueldades. Los ejemplos van desde gallinas introducidas en minas para calentarlas y facilitar su detonación, hasta murciélagos con cargas explosivas liberados de contenedores para instalarse en hogares y explotar dentro.

En el proyecto Shifters, Bogdanska ha clasificado y presentado estos materiales desde una perspectiva científica, pero también con la sensibilidad expresiva y estética propia de una artista. En el epílogo del libro, ella afirma que este trabajo también es un intento de abarcar “el incalculable sufrimiento infligido a los animales en su trabajo bajo el mando del ser humano. El trabajo animal: no retribuido, infravalorado, dado por sentado, está ante nuestros ojos y al mismo tiempo es invisible. Después del trabajo de los esclavos y las mujeres, esta es la mayor área masiva de explotación laboral. Sus cuerpos son entrenados, disciplinados, moldeados para uso humano”.

Shifters (el proyecto y el libro) se limita adrede a un tipo específico de explotación animal: la que se ha hecho en las guerras modernas, que es una dimensión del fenómeno del que pocos somos conscientes, y además se ha circunscrito al mundo occidental, ese al que pertenece la artista, para subrayar que el occidente “civilizado” ha participado desde siempre en esta “barbarie”. De este modo las burlas occidentales sobre noticias de otras culturas donde los animales fungen de agentes secretos cobran otra dimensión.

Con esta investigación audaz, la artista despliega una historia multifacética que conduce a plantearse preguntas éticas sobre el uso de los animales y la protección de sus derechos. ¿Cuáles son los límites de la intervención humana en el comportamiento animal? ¿Cuáles son las condiciones en que viven los animales y cuál es la ley que determina qué se puede hacer o no con ellos? Tales preguntas cobran importancia en las teorías materialistas posthumanistas que incorporan los sentimientos y experiencias de agentes no humanos en su ámbito de reflexión. Algunos filósofos han buscado cambiar su paradigma para ver al otro no sólo como un ser humano sino como una entidad viva, considerando al ser como especie.

En cada capítulo de Shifters presenta testimonios gráficos sobre el uso de uno o más animales: perros, palomas, gatos, caballos. La edición evita limitar la cantidad y variedad del material, y tan solo organiza su avasallante profusión, para enfrentar al lector a la escala y el alcance de la insensible dominación humana. Además del uso propiamente militar, se muestra la labor de perros de apoyo y de rescate, o la crueldad subyacente en estudios científicos como los de Eadward Muybridge.

Junto al prólogo del historiador francés Eric Baratay —especialista en la historia de la relación entre hombres y demás animales desde el siglo dieciséis hasta nuestros días—, se incluyen textos de Helen Korpak, Stefan Lorenzutti, Samuel Tchorec Bentoll y Jon Shubin, que contextualizan el contenido de algunos de los capítulos, o describen otras prácticas no suficientemente documentadas con fotografías.

Eric Baratay señala en su texto la urgente necesidad de reescribir la historia desde la perspectiva de los animales, considerándolos sujetos y no solo reflejos del contexto humano. Y además evidencia que Bogdanska trasciende la tradicional escisión entre arte y ciencia (en este caso historia, antropología y etología) invitando al espectador a pasar desde la perspectiva humana a la de los animales retratados, lo cual lleva a pensarlos como sujetos agentes y no como objetos.

Loable que PhotoESPAÑA 2022 haya incluido dos potentes proyectos relacionados con los cambios que se suceden en la mentalidad humana respecto al mundo animal —lo que se ha llamado en el pensamiento contemporáneo “la cuestión animal” que pasa a ser un asunto ético insoslayable—. Lo ha hecho presentando y premiando la obra de la polaca Marta Bogdanska y también al incluir la imponente exposición de Estela De Castro The Animals, recogida también en parte en su libro con introducción de Ruth Toledano y textos de Nerea Goikoetxea y Eduardo Mesa.

Queda poco tiempo para visitarlas. No se las pierdan.

Desde que pudieron domesticarse, los animales han vivido junto al ser humano en los tiempos de paz y también en los de guerra. O más bien, han sido obligados a participar en sus guerras y, por lo general, a llevarse mucho de la peor parte de éstas. Caballos, elefantes y camellos fueron vehículos decisivos en campañas y batallas. En Ricardo III, Shakespeare hace que el rey grite desesperado: “Mi reino por un caballo”. Pero además de medios de locomoción, cuando era necesario también podían servir de alimento. Hoy sabemos que, lamentablemente, estos usos no agotan la enumeración de sufrimientos animales en conflictos bélicos.

Hace poco en Ucrania, Patron, un Jack Russell terrier de dos años, ha recibido la medalla de honor por detectar más de doscientas minas explosivas del ejército invasor y salvar así muchas vidas. Pero la “participación” militar de la mayoría de los animales ni ha sido tan dulce ni han tenido tan claro reconocimiento como (por ahora) la hazaña de Patron.