Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Feijóo confía en que los jueces tumben a Sánchez tras asumir "los números"
Una visión errónea de la situación económica lleva a un freno del consumo
OPINIÓN | La jeta y chulería de Ábalos la paga la izquierda, por Antonio Maestre

De los negacionismos de Frank M. Mitloehner

  • En este artículo se replica al publicado en este medio por Frank M. Mitloehner, negacionista del cambio climático y del impacto de nuestra dieta y estrechamente ligado a la industria cárnica
  • La autora dirige el proyecto THINKClima en la Universitat Pompeu Fabra, financiado exclusivamente por una convocatoria pública y por lo tanto libre de toda sospecha de tener vínculos con industria alguna

En este periódico se ha publicado un artículo de Frank M. Mitloehner (Sí, la ganadería afecta al medio ambiente, pero dejar de comer carne no va a salvar el planeta) cuya principal argumentación, así como los intereses y motivaciones de su autor, han sido desmontadas en numerosas ocasiones desde su diseminación inicial hace ya una década. Sorprende que medios de comunicación críticos e independientes sigan dando pie a este autor, y escribo esto para ofrecer un poco de información contrastada al respecto de la manipulación de la verdad que suponen las tesis de Mitloehner, arquetípicas de la era de la posverdad. Tengo, no obstante, en primer lugar que aclarar algo importante: incluso si la principal tesis de Mitloehner fuera cierta (que dejar de comer carne no va a salvar al planeta), estaríamos igualmente impelidos a dejar de comer carne por cuestiones éticas. Sin embargo, su tesis no refleja la verdad, dejar de comer carne no es solo una obligación moral con respecto a los animales que son convertidos en comida, sino que, además, dejar de comer carne es imprescindible para dejar de calentar el planeta. No creo que nadie pueda afirmar si dejar la carne, lácteos y huevos es suficiente por sí solo o no, pero sin duda no existe ninguna fórmula para reducir el calentamiento global, y la destrucción medioambiental en general, que no pase por incluir abandonar la innecesaria y cruel práctica de la ganadería.

En primer lugar, el argumento básico de Mitloehner sobre el informe The Livestock’s Long Shadow de la FAO está presentado de forma groseramente manipulativa por su autor. La Organización para la Agricultura y la Alimentación publicó en 2006 este informe, que no fue el primero en denunciar la contribución de la ganadería al calentamiento global pero que, por causa de tratarse de una organización de Naciones Unidas, tuvo un enorme impacto. Este informe nunca fue desmentido por sus autores ni por la FAO, como afirma Mitloehner, sino simplemente corregido en el porcentaje que se daba para el impacto de tal contribución. La última cifra estimada por la FAO del impacto es, como indica Mitloehner, la de un todavía muy impactante 14,5% del total de emisiones procedentes de la ganadería según los datos de 2013. Es cierto que la FAO ha tenido desde la publicación del informe de 2006 enormes presiones para desmentirlo y retirar sus afirmaciones pero que no lo haya hecho, a pesar de ellas, es especialmente revelador. Y no solo no lo ha hecho, sino que sigue investigando para afinar esta cifra y proporcionar soluciones para mitigarla.

Es harto conocido en los Estados Unidos que Mitloehner ha construido la tesis del “error” y la “falsedad” del informe de la FAO sobre premisas puramente retóricas, no científicas, y que el éxito de difusión de esta tesis estuvo basado principalmente en la replicación que hicieron de la misma, de forma masiva, numerosas revistas, webs y blogs de la industria cárnica y ganadera. A lo cual le siguieron los medios conservadores, siempre tan receptivos en los Estados Unidos a las tesis negacionistas relacionadas con el cambio climático, y después el resto de medios. Todos ellos reportaron la tesis de este científico en exactamente la misma sesgada fórmula utilizada por el mismo. Y es que, efectivamente, el informe de la FAO contenía un error, pero en el cálculo, no en su afirmación esencial, que ni fue ni ha sido desmentida sino todo lo contrario, ha sido corroborada una y otra vez por numerosos estudios: que la producción de carne, huevos y derivados lácteos es una de las principales fuentes de gases de calentamiento global.

En segundo lugar, el argumento de este autor sobre las necesidades nutricionales humanas, que afirma requieren del consumo de proteínas animales para estar óptimamente cubiertas, ha sido rebatido por numerosos nutricionistas, además de por la realidad de cientos de miles de veganos que no solo no tienen carencias de salud sino todo lo contrario. Sin embargo, lo más sorprendente aquí es que un especialista en ciencia animal y calidad del aire se atreva a sentar cátedra sobre cambio climático y nutrición humana y los medios de comunicación le den credibilidad.

Lo cierto es que Frank M. Mitloehner merece atención mediática, y mucha, pero no por su tesis negacionista del impacto de la producción de proteína animal en el calentamiento global, sino por constituir un ejemplo muy relevante, probablemente el más relevante, aunque no único, de cómo la industria ganadera y alimentaria (en este caso de los Estados Unidos) ha adoptado la estrategia de los negacionistas del cambio climático para distorsionar el debate sobre el impacto de la producción de productos de origen animal sobre el medioambiente.

Esta estrategia consiste en sembrar la duda y la confusión entre la opinión pública a partir de utilizar a científicos como Mitloehner, que no tienen por qué estar necesariamente a sueldo de la industria, sino que simplemente se prestan al juego de la confusión por puro ego académico y profesional, cuando no también por arrastre ideológico (en Estados Unidos la correlación entre ideología y negacionismo del cambio climático es muy alta, de forma que ser o estar próximo a las tesis del Partido Republicano supone en un elevado porcentaje de personas ser automáticamente también negacionista o escéptico del cambio climático antropogénico). En el caso de Frank M. Mitloehner, sin embargo, las dos cosas, ego y dinero, son ciertas. Hace tiempo que son conocidos sus profundos vínculos con las industrias que explotan animales intensivamente. En concreto, para el informe que arrancó todo el ruido mediático (Clearing the Air), ha sido ya públicamente desvelado que el trabajo fue financiado directamente por el Beef Checkoff Program -un programa de la industria productora de carne de “vacuno” para “educar” a los consumidores- y que Mitloehner ha recibido al menos 5 millones de dólares en financiación para su trabajo, de los que al menos un 5% ha procedido de la industria ganadera (para más detalles ver este artículo de Leo Hickman en The Guardian).

Mitloehner contribuye además regularmente a publicaciones y charlas vinculadas con la industria ganadera e incluso ha sido premiado por ella. El profesor Vasile Stanescu ha recopilado algunos ejemplos en un texto titulado Cowgate que saldrá publicado en los próximos meses en un libro del que soy coeditora. Por ejemplo, es significativo que Mitloehner diera su apoyo al primer número de Beef Issue Quarterly en 2009, contribuyendo en él con un artículo en el que diseminaba su tesis negacionista -esta publicación fue creada por la California Cattlement Association abierta y explícitamente para influir en el debate sobre el consumo de carne. Y es significativo también que, en 2011, la industria láctea le premiara con el Outstanding Dairy Industry Educator/Research Award, para agradecerle su papel en la protección del negocio de la industria láctea (explícitamente así indicado en la nota de prensa de la organización que le premiaba, la Western Dairy Business). De hecho, Mitloehner se jacta a menudo ante la industria, en las numerosas charlas que acostumbra a dar para ella, de su contribución al negocio de la carne, y sus palabras son citadas a menudo en las páginas web de la industria ganadera y alimentaria cárnica y de sus lobbies.

Desgraciadamente, la tesis negacionista de Mitloenher no se limita a negar el impacto de la producción de carne, lácteos y huevos en el medioambiente sino que además profiere otras afirmaciones contrarias a todos los datos objetivos con los que contamos, además de al sentido común. Por ejemplo, defiende que la explotación extremadamente intensiva de los animales en las granjas estadounidenses (los llamados CAFO) debería ser usada como modelo de sostenibilidad y rentabilidad por el resto del mundo y que sin la industria ganadera el hambre en el mundo aumentaría. Sobre lo primero, el Natural Resources Defense Council, la Union of Concerned Scientists o la Pew Commission on Industrial Farm Animal Production, por poner solo algunos ejemplos, han ampliamente demostrado cuan devastador es el impacto medioambiental de los CAFO en los Estados Unidos y las desastrosas consecuencias de su exportación al resto del mundo. En lo relativo al hambre en el mundo, sorprendentemente Mitloehner no contempla en ningún momento que, al dejar de comernos a los animales y sus fluidos, estaríamos liberando porciones de tierra fértil enormes que servirían para cultivar cereales y legumbres, además de otros vegetales, para consumo de los humanos.

En definitiva, no se trata de que autores como Mitloehner mientan ni que toda su producción científica sea inservible. Se trata de la estrategia de la manipulación de la verdad para generar confusión que con tanto éxito han ejercitado los lobbies desde al menos la campaña de la industria del tabaco a mitad del siglo XX. Se trata de sembrar la duda para paralizar la acción política y el cambio social. Los medios de comunicación deberían verificar mejor quienes son los autores de determinadas informaciones y de sus motivaciones y fuentes de financiación. No deberíamos igualar la voz de un negacionista como Mitloehner, que ni siquiera es climatólogo y posee profundos y documentados vínculos con la industria ganadera, con la de una larga lista de científicos independientes que han alcanzado un gran consenso al respecto del enorme impacto de nuestro hábito de comer animales sobre el planeta. Lo que incluye la confirmación de que la industria ganadera es una de las principales, cuando no la principal, causa de emisiones de calentamiento global (además de la mayor fuente de contaminación del agua y del suelo, así como de erosión y deforestación). Solo los alrededor de 1.500 millones de vacas que hay en el planeta emiten más gas metano que ninguna otra fuente y numerosos estudios confirman que las dietas con proteína animal emiten como mínimo el doble de gases de efecto invernadero que las dietas veganas.

Este negacionismo expandido e interrelacionado, del clima a la carne, es precisamente uno de los ejes de investigación de diversos proyectos independientes en distintas universidades de todo el mundo. También aquí, en la Universitat Pompeu Fabra, la autora de este artículo dirige el proyecto THINKClima, financiado exclusivamente por una convocatoria pública y por lo tanto libre de toda sospecha de tener vínculos con industria alguna. Nuestra reflexión sobre lo que significa realmente el negacionismo del cambio climático nos ha llevado a confirmar que este va asociado en realidad a otros negacionismos impulsados por grupos de interés diversos (con y sin ánimo de lucro) con la ayuda de los medios de comunicación. De entre todos ellos destaca el negacionismo del impacto de nuestra dieta y que nuestro proyecto enmarca en el profundo carácter especista de nuestra sociedad.

  • En este artículo se replica al publicado en este medio por Frank M. Mitloehner, negacionista del cambio climático y del impacto de nuestra dieta y estrechamente ligado a la industria cárnica
  • La autora dirige el proyecto THINKClima en la Universitat Pompeu Fabra, financiado exclusivamente por una convocatoria pública y por lo tanto libre de toda sospecha de tener vínculos con industria alguna

En este periódico se ha publicado un artículo de Frank M. Mitloehner (Sí, la ganadería afecta al medio ambiente, pero dejar de comer carne no va a salvar el planeta) cuya principal argumentación, así como los intereses y motivaciones de su autor, han sido desmontadas en numerosas ocasiones desde su diseminación inicial hace ya una década. Sorprende que medios de comunicación críticos e independientes sigan dando pie a este autor, y escribo esto para ofrecer un poco de información contrastada al respecto de la manipulación de la verdad que suponen las tesis de Mitloehner, arquetípicas de la era de la posverdad. Tengo, no obstante, en primer lugar que aclarar algo importante: incluso si la principal tesis de Mitloehner fuera cierta (que dejar de comer carne no va a salvar al planeta), estaríamos igualmente impelidos a dejar de comer carne por cuestiones éticas. Sin embargo, su tesis no refleja la verdad, dejar de comer carne no es solo una obligación moral con respecto a los animales que son convertidos en comida, sino que, además, dejar de comer carne es imprescindible para dejar de calentar el planeta. No creo que nadie pueda afirmar si dejar la carne, lácteos y huevos es suficiente por sí solo o no, pero sin duda no existe ninguna fórmula para reducir el calentamiento global, y la destrucción medioambiental en general, que no pase por incluir abandonar la innecesaria y cruel práctica de la ganadería.