“Una persona que muere fuera de la actividad de la caza, de manera fortuita o intencionada, pero con un arma de fuego de caza, no está en las estadísticas. Incidimos especialmente en saber cuántos asesinatos machistas se han llevado a cabo con ellas, pero nadie tiene esos datos”. Así resume el parlamentario Carles Mulet para El Caballo de Nietzsche lo que ha pasado con su pregunta en el Senado sobre las víctimas humanas de la caza. Una respuesta por parte del Gobierno que fue tan ambigua que muchos medios la interpretaron como los datos de 2020. Un año en el que, debido al confinamiento deberían ser mejores, al haber disminuido la caza. Por eso, desde Maldita Hemeroteca profundizaron en las estadísticas públicas para averiguar el dato, pero el conteo es parcial.
Según estos datos, en 14 años, desde 2007 hasta diciembre de 2020, hubo al menos 63 personas que fallecieron y 483 heridos en accidentes de caza. Unos datos que no incluyen las cifras de Euskadi y Catalunya y que se limitan a los accidentes por arma de fuego en actividades de caza. Además, tirando de hemeroteca es fácil comprobar que muchos no están reflejados. Por ejemplo, figuran cero víctimas mortales en A Coruña cuando en una búsqueda simple por titulares en un buscador aparece un accidente mortal en Vilalba en 2012 y otro en Ordes en 2010. Lo mismo ocurre con Granada, donde tampoco aparece pero al menos hubo una víctima mortal en 2015 o en Cantabria en 2017. Ocurre de forma similar en provincias donde según los datos del Gobierno solo ha habido un accidente mortal y buscando aparecen más: en Málaga solo figura un fallecido y al menos se han difundido dos, uno en 2012 en el que la víctima era guarda de una finca de caza y otro en 2016, con un cazador furtivo. No cuesta seguir encontrado casos en otras provincias como Castellón, Teruel o Huesca.
No solo los titulares contradicen los datos de oficiales facilitados al senador de Compromís y miembro de la APDDA (Asociación Parlamentaria en Defensa de los Derechos de los Animales), sino que la mayor aseguradora de caza también lo hace. Según los datos de Mutasport publicados por la Federación de Caza de Castilla y León, desde el 2001 a 2017 hubo al menos 82 muertos y 123 víctimas con lesiones entre sus asegurados. Además, en base al número total de licencias otorgadas en España, estiman que los datos reales pueden ser de 656 fallecidos por arma de fuego y más de 80.700 siniestros con lesiones. Un conteo hecho a lo largo de 16 años, dos más que los datos facilitados por el Gobierno y en años con más actividad cinegética pre Covid.
Víctimas no contabilizadas: violencia de género, caídas o infartos
Además de no estar contabilizadas cuántas víctimas de violencia de género han muerto por armas de caza, tampoco están las personas que se hayan lesionado o muerto mientras practicaban la caza, pero no directamente por disparos, como caídas o infartos. “Son cifras que deben estar contabilizadas y entiendo que nadie quiera perseguir este tema, que mueve mucho dinero y muchos intereses. No está en la agenda política de nadie”, explica Mulet, que añade que la opinión pública solo se sorprende cuando hay víctimas mortales. “No hay ningún control -añade-, quién controla que vayan menores, qué se caza, si cazan animales protegidos, no hay suficientes agentes medioambientales para controlar esto”.
En este sentido explica el portavoz de la Plataforma NAC, David Rubio, que incluso se puede ir más allá a la hora de ver la fotografía completa de las consecuencias de la caza. Como los accidentes de tráfico. “Hay un porcentaje de accidentes por colisión con animales que ocurren cuando estos huyen de los disparos de las batidas. Cuando se cambió la ley en 2014 quitando la responsabilidad a los cotos de caza de estos accidentes viales, aumentaron”, comenta, a la vez que indica que aunque el conductor circule correctamente la culpa será suya, solo con la excepción de que haya habido una cacería mayor hasta 24 horas antes del accidente. “Como si un jabalí supiera si el permiso de caza va contra él o no cuando huye de los disparos y se cruza una carretera”, ironiza.
Desde NAC, que llevan una vigilancia de las noticias que salen en torno a la caza, destacan que muchos accidentes mortales incluyen a personas que no tienen nada que ver con esa actividad. “Muchos heridos o fallecidos son ciclistas, senderistas, personas que recogían setas o que estaban incluso vendimiando. También vemos muchos casos de perros que paseaban con humanos que han sido acribillados”, comenta. Uno de estos últimos casos es el del atleta de triatlón Francisco Montiel, que una hora y media antes de comenzar una competición recibió tres disparos mientras calentaba. “Yo no me lo quería creer. Que a 20 metros de mí hubiera un hombre cazando, cerca de la carretera”, explicó al diario Marca.
Menos licencias, más zonas de seguridad en los núcleos urbanos
Como “inverosímil” califica Aïda Gascón, directora de Animanaturalis, que con tantos fallecidos humanos, incluso menores, nadie actúe para evitarlo. “Son muchas muertes -explica-. En Catalunya, por ejemplo, se cambió la normativa de los castellers para llevar casco los menores solo con un caso de un menor herido. Solo atendiendo a la peligrosidad. Y en la caza no ocurre”. Preguntada sobre qué propone su organización para limitar, al menos, las víctimas humanas, Gascón apunta a reducir el número de licencias para evitar una concentración de cazadores en una misma zona, aumentar los test de alcoholemia y drogas y controlar las capacidades de las personas con licencia de armas. “Se dan licencias de una manera muy alegre”, opina.
Desde Animanaturalis, además, adelantan que están preparando una campaña que saldrá a finales de este año o principios del que viene para limitar el porcentaje de territorio que es coto de caza, ya que actualmente es mayor al 80% de toda la extensión estatal. Se hará aumentando las zonas de seguridad cerca de los núcleos urbanos o periurbanos y recuerdan que esto evitaría muchos de los accidentes que afectan a personas que nada tienen que ver con la caza. Esto contaría con la competencia de los ayuntamientos y beneficiaría, según esta organización animalista, no solo a las personas, si no también al medio ambiente (al reducir la presencia de plomo y otras formas de contaminación relacionadas con la caza) y a los animales salvajes (que tendrían espacios seguros en el campo).
Esta campaña pondría en el foco los problemas de convivencia que existen entre la actividad de la caza y cualquier otra que se lleva a cabo en el medio ambiente. “La coexistencia de la caza con el deporte y el ocio no está regulada ahora mismo”, explica Gascón. Algo que desde asociaciones como Ecologistas en Acción llevan tiempo denunciando, la privatización ‘ad hoc’ del campo cuando se abre la temporada de caza. “La caza condiciona el paso de las personas y aleja el contacto con las especies animales, limitando múltiples actividades que sí son ambientalmente responsables”, explica en la campaña de carnés de 'Persona no cazadora'.
Esta coincidencia entre ecologistas y animalistas es señalada por el colectivo antiespecista NOR. “Hay colectivos ecologistas que están en la misma línea muchas veces porque buscan otras alternativas a la muerte de los animales, aunque también hay ecologistas que defienden que se reduzca la población incluso con la caza. Pero creo que poco a poco el discurso va cambiando porque hay alternativas y es lo positivo, que nos estamos haciendo entender y saber que tenemos más coincidencias que diferencias”. Este colectivo, que trabaja en la zona de Euskal Herria, indica que aunque las víctimas humanas de la caza son un argumento más para acabar con ella, no debe ser el mayor. “Deben ser los animales no humanos. Lo que sí es importante es que estas cifras reflejan que los cazadores están dominando áreas tanto de animales como de otros humanos y tiene consecuencias violentas”.
Una actividad mortal subvencionada
“Uno de los pretextos para conseguir más licencias es el control de las poblaciones de animales”, explican desde NOR, y señalan que en lugares como Navarra se alían ganaderos y cazadores para acabar con las supuestas especies invasoras, que muchas veces son introducidas por la actividad cinegética o la peletera. “Se alían para supuestamente salvaguardar a los animales que tienen encerrados y explotados. Es que solo por tener una explotación ganadera ya estás recibiendo una ayuda pública por si pierdes alguna cabeza. Luego también se dan licencias”.
En este sentido, el senador de Compromís recuerda que además la caza es una “actividad subvencionada”, ya que muchas reciben fondos públicos al pasar como asociaciones culturales y otras son subcontratadas por la Administración para que hagan batidas contra jabalíes o contra otras especies. “Calificar como deporte la caza es como calificar cultura a los toros”, indica, y explica que “solo es una actividad sádica que consiste en disfrutar matando animales”. “Hace 50 años -reflexiona- igual se podría entender cuando las opciones de ocio eran muy limitadas,pero ahora no. Incluso si te gusta disparar puedes hacerlo a platos o hacer pinball”.
Preguntado el portavoz de NAC sobre si considera la caza un deporte, responde: “A muchos de estos cazadores les ponen un puesto de caza, les dan un arma, no se les hace control de drogas ni alcohol, ni supone ningún ejercicio físico. Podemos llamarlo de muchas maneras, pero deporte, no”. “No hay un deporte en España que cause tantos muertos o heridos muy graves como la caza”, finaliza. “No hay ningún plan para atajar este tema porque sería reconocer el problema”, concluye Carles Mulet, que recuerda que los partidos de extrema derecha se erigen como defensores de la caza y que incluso se han visto propuestas en el Senado del PP o del PSOE en apoyo a esta actividad. Incluso como motor económico de la España vaciada, algo que el senador define como “una tontería”.
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