Hace tiempo que grandes capitales europeas como Berlín, Londres o París empezaron el camino hacia modelos de ciudad más verdes y habitables con proyectos de naturalización, pacificación del tráfico, zonas de bajas emisiones y medidas para el fomento de la biodiversidad, pero Madrid va en dirección contraria y copia las costumbres más polémicas para implementarlas de la peor forma posible.
Una mascletà en pleno febrero y en un entorno naturalizado como Madrid Río es la tormenta perfecta para una catástrofe ambiental.
En primer lugar, porque hablamos de una zona particularmente sensible donde se han registrado más de 134 especies de aves según la Sociedad Española de Ornitología, además de anfibios, peces y otros animales silvestres. Se trata de un espacio crucial para la biodiversidad que ha vivido un delicado proceso de restauración desde el año 2016, cuando el Ayuntamiento de Madrid puso en marcha un proyecto de Ecologistas en Acción con el objetivo de recuperar la función del río como corredor ecológico, reconectando las zonas aguas arriba y aguas abajo. Así, vimos cómo la vegetación iba colonizando los suelos, empezaron a crecer arbustos, plantas acuáticas, sauces y fresnos, y la ciudad asistió a una completa explosión de vida: aves, peces, anfibios, insectos, hierbas, árboles y hasta la famosa nutria, especie que volvió después de 50 años desaparecida en la zona. El río es hoy un corredor verde que pudo autorregularse cuando recibió protección y se tomaron las decisiones políticas oportunas.
Solo un descerebrado o un necio pondría en peligro el delicadísimo equilibrio de este entorno por unos minutos de diversión, pero tal parece ser el empeño del alcalde de Madrid. Resulta que de todos los elementos culturales fabulosos que podríamos importar para nuestra ciudad, elige una mascletà, es decir, la pirotecnia en su máxima expresión, una de las actividades más problemáticas por su impacto acústico sobre los animales silvestres, de familia y domésticos, además del daño para las personas y los riesgos para la salud pública. Pero no contento con eso, va y la planta en el lugar más vulnerable de la ciudad en el peor momento del año: en pleno río y al inicio de la época de cría.
Los efectos de la pirotecnia sobre los animales son devastadores: estrés, ansiedad, huidas descontroladas que ponen en peligro su vida y ocasionan accidentes, desorientación, crías solas en nidos o madrigueras porque sus padres se han perdido por el pánico y no podrán volver, infartos, quemaduras, lesiones oculares o auditivas y problemas respiratorios por las micropartículas que libera la combustión, un polvo fino que puede resultar venenoso para los animales y para personas con asma o enfermedades respiratorias, además de ser altamente contaminante.
Y como nosotros también somos animales, sufrimos de forma muy similar a nuestros compañeros de otras especies: lesiones auditivas, problemas respiratorios o traumatismos físicos; también son comunes los accidentes como quemaduras, cortes, contusiones e incluso amputaciones, y pueden ser graves, además de los efectos psicológicos del estruendo repentino y la luminosidad intensa que pueden provocar ansiedad, ataques de pánico, trastorno de estrés postraumático (TEPT) y desencadenar crisis u otros problemas mentales en población especialmente sensible o vulnerable.
Desde que se anunciara la intención del gobierno de Almeida de celebrar esta mascletà el próximo 18 de febrero, la movilización ciudadana exigiendo su retirada no ha parado de crecer. Asociaciones vecinales, ecologistas y animalistas, además de colectivos y particulares, se han puesto en acción para impedir que se lleve a cabo lo que puede ser un desastre ecológico de consecuencias difíciles de calcular.
Esta petición ciudadana ha recogido más de 11.400 firmas solo en los primeros días y está impulsando un importante debate tanto en las redes sociales como en los medios de comunicación. Mientras, centenares de personas están enviando sus quejas directamente al Ayuntamiento de Madrid a través del portal de reclamaciones e invitando a toda la ciudadanía a hacer lo mismo para expresar su rechazo. Y para el próximo 17 de febrero, un día antes de la fecha prevista para la fatal celebración, la ONG Animanaturalis convoca una protesta a las 12h frente a Cibeles.
El Ayuntamiento de Madrid está a tiempo de poner sensatez y dar marcha atrás a una ocurrencia que jamás debió salir de un despacho institucional. Talas de árboles, plazas duras llenas de hormigón, fuentes cerradas en agosto, espacios clave sin sombra en plena emergencia climática y ahora una mascletá en el entorno más sensible y biodiverso de la ciudad. ¿Cuántos coches viniendo en dirección contraria tendrá que ver Almeida para darse cuenta de que igual el problema es él?