Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El PP explota la división parlamentaria para tumbar los impuestos a banca y rentas más altas
La vuelta a la rutina de las familias de los desaparecidos en la DANA
OPINIÓN | Feijóo y el cinismo de ‘Inside Out’, por Lucía Taboada
Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

La pirotecnia causa un gran sufrimiento a humanos y otros animales

Nor, un cachorro de diez meses rescatado en Logroño por la protectora Ocho Vidas, murió tras la ansiedad sufrida a causa de la explosión de petardos durante la Nochevieja de 2017.

Victoria Lacalle Díaz

Érase una vez el mundo al revés. Hace muchos años, existía un mundo donde no imperaba la lógica de la razón ni tampoco la del corazón. En aquel lugar, los seres con poder dañaban a los vulnerables en lugar de protegerles. Existía una práctica con la cual, de forma absolutamente incoherente e irresponsable, algunos decían divertirse. Consistía en lanzar explosiones por la calle para hacer mucho ruido y asustar a los demás, causando graves daños a todos los niveles. Los niños y las niñas lloraban asustados por el miedo que les generaba escuchar un fuerte estruendo de repente, al pasear por la calle. Las personas que sufrían trastornos como autismo o epilepsia, por ejemplo, tenían que ser llevadas al hospital al sufrir crisis nerviosas por su elevada sensibilidad a los ruidos y por la respuesta de angustia que en ellos provocaba.

Pero sin duda los animales eran los que más perjudicados salían. Pasaban días y semanas presas de ataques de pánico, temblando y jadeando, escondidos, pensando que iban a morir, con su corazoncito a punto de explotarles en el pecho. Para los perros, por ejemplo, pasear por la calle tranquilamente (algo necesario en su caso) era completamente imposible durante la época de fiestas, ya que era cuando mayor número de este tipo de artefactos, llamados petardos y cohetes, se explosionaban. Sus familias no podían celebrar las fiestas como el resto, ya que sufrían viendo cómo un ser muy querido por ellos padecía el más elevado estrés, a consecuencia de un trauma que vivían repetidamente. Los pájaros morían junto a sus crías cuando un artefacto pirotécnico les explotaba cerca. Era una auténtica masacre física y psicológica, permitida social y legalmente pero sin ningún tipo de sentido.

Además, la poca conciencia y responsabilidad de los que utilizaban esta peligrosa y violenta forma de divertirse, hacía que en ocasiones demasiado frecuentes terminaran ellos mismos lesionados (con amputaciones de manos o con quemaduras graves). También hubo muertes humanas, víctimas de esta tradición tan peligrosa, ya que cuando se tiraban en espacios llenos de gente el miedo tras la explosión generó en ocasiones avalanchas en las que fallecieron personas, presas del pánico al pensar que su vida corría peligro o porque desconocían lo que estaba pasando. Otras veces los que fallecían eran animales que, o bien por un ataque cardiaco o bien porque huían desesperados sin saber a dónde ir, terminaban perdidos y con frecuencia, atropellados.

Sin embargo, a pesar de lo inconcebible de esta situación, todo esto era permitido por las autoridades que gobernaban ese lugar, ese mundo lleno de sufrimiento injustificado. No existían leyes que controlasen dichas explosiones y el manejo de pólvora deliberadamente por cualquier persona e incluso por niños. No se protegía a la sociedad del daño que provocaba esta peligrosa actividad.

Hasta que, un día, un grupo de personas, cansadas de soportar esta situación (ya que eran muchas las que no compartían esta filosofía nada ética de divertirse causando dolor y sufrimiento a los demás), decidieron levantarse y luchar contra ello de forma pacífica. Emprendieron acciones encaminadas a concienciar y a sensibilizar acerca de que todo aquello no podía seguir permitiéndose. Exigieron, con sus actos y con sus voces, el fin del sufrimiento de las innumerables víctimas que esta negligencia social ocasionaba. Propusieron soluciones y, con mucho esfuerzo y sobre todo coherencia, consiguieron que esta situación cambiara.

Tras su lucha, lograron que una nueva ley estatal produjese un cambio radical en la vida de muchas personas y animales. Se acabaron los temblores, los jadeos, las taquicardias, las muertes, los llantos, las búsquedas desesperadas. Al principio se encontraron con mucha gente en contra, aferrada a tradiciones sin sentido. Pero poco a poco fueron enseñándoles que existen otras formas de divertirse sin causar sufrimiento en los demás. Y esto, además, supuso un impacto social muy positivo, porque aumentó la empatía, alejando a quienes quieren hacer daño gratuitamente de los más vulnerables. Generó un aumento de la conciencia social y permitió a los niños y las niñas aprender a divertirse respetando al resto.

Desgraciadamente, esta historia no es un cuento con final feliz. Es la triste realidad que vivimos actualmente en España. Una historia que hemos decidido parar mediante una correcta regulación de la pirotecnia, restringiendo su uso al máximo, asegurando la protección de las víctimas y siempre garantizando el mínimo impacto en los demás. Son muchísimas las personas que están en contra de esta práctica y, a nivel legal existen un vacío y una inconsistencia importantes. Por ello, resulta absolutamente incoherente que, habiendo tanta gente en contra y tantísimos seres que sufren de manera cruel e injustificada, algo así se siga manteniendo y permitiendo, simplemente porque nadie hace nada. Ha llegado la hora de cambiarlo mediante una regulación legal y lo justificamos a continuación, detallando la situación actual en este sentido.

Tanto en fechas señaladas como en días sin relevancia en ciudades y pueblos encontramos locales que, sin cumplimiento de ninguna normativa de seguridad, venden sin control artefactos explosivos a menores y adultos.

Esta situación ha causado infinitos problemas, que quedan escondidos bajos dos situaciones:

1. Respecto de los que lo sufren. Se trata de daños privados que se generan por ansiedad o dentro del domicilio. Existen miles de personas con ligirofobia, así como personas afectadas de autismo o problemas de conducta que sufren de manera extrema cuando se encuentran en una zona de explosiones. En este grupo de damnificados podemos incluir a los propietarios de mascotas, así como las propias mascotas y la fauna urbana, que no pueden comprender qué sucede. Ante el estallido, se produce un pánico que puede causar crisis de angustia, infartos, ansiedad. No olvidemos que todos los años cientos de perros escapan por pánico ante explosiones de petardos y pueden causar accidentes de tráfico, con independencia de su posible fallecimiento.

2. Respecto de los agentes que deberían controlar dicha situación. Cuando llegan al lugar en el que se ha cometido la infracción, los artífices de la misma no continúan allí, ya que parte de la diversión es generar ruido provocando sustos a quienes deambulan por la zona, por lo que las detenciones por estas infracciones son mínimas o nulas (tal y como hemos comprobado en las estadísticas de la Policía Municipal).

Tampoco existe un control real respecto de su compra, que puede efectuarse en miles de tiendas sin acreditar si es un menor o no quien lo adquiere.

El problema de internet no es menor, dado que permite compras automáticas en las que no se especifica siquiera la cantidad de pólvora o explosivos que se usa, ni se controla el método de envío, que puede ser perfectamente por correo, sin que el cartero o mensajero sea consciente de que está transportando una cierta cantidad de explosivos sin precaución. Tengamos en cuenta que un petardo normal lleva 0,5 gramos de pólvora, un cohete entre 0,5 y 15 gramos y una traca 20 gramos. Y que pueden ser adquiridos por menores de 18 años. Un cartucho de caza de 34 gramos de peso lleva tan sólo 2,17 gramos de pólvora (cinco petardos pequeños que pueden ser adquiridos por internet).

Los resultados reales son tremendos. Hay que tener en cuenta que los perros son capaces de oír hasta los 60.000hz, mientras que los humanos no llegan a oír nada a partir de 20.000hz. Los petardos y otros instrumentos crean directamente lesiones en nuestras mascotas, que en ocasiones acaban en fallecimiento por paro cardiaco y situaciones de escape (se calcula que la noche de San Juan hay entre 3 y 4 veces más avisos que una noche normal), pero es importante mencionar que el grupo con más bajas, aunque menos contabilizado, es el de las aves, que caen de los nidos, huyen desorientadas falleciendo por paros cardiacos o se golpean.

En los humanos tenemos crisis de ansiedad que implican doblar la medicación durante las fiestas “previsibles”, más de cien muertos directos en 25 años por causa de la pirotecnia, miles de heridos y amputados, entre los que encontramos lesiones estéticas (quemaduras) pero también amputaciones de dedos y manos, y vaciamiento de ojos, entre los daños más “comunes” (en Valencia podemos recordar 138 heridos en 2011 en un único día de fiesta; 165 en 2006, incluyendo un bebé de 15 meses; un niño de 9 años desangrado tras la explosión de un petardo en alicante en 2013, etc).

Estimamos que el control de la pirotecnia, circunscribiéndolo a situaciones puntuales autorizadas, es no sólo posible sino imprescindible, dada la situación real en la que nos encontramos, el peligro social que conlleva, la falta de control existente, la imposibilidad de su control de otra forma y sus consecuencias totalmente nocivas e innecesarias, teniendo en cuenta que en otros lugares del mundo está directamente prohibido (más de mil localidades en Italia o cientos de ciudades y varias provincias en Argentina son solo dos ejemplos).

Por todo lo expuesto anteriormente, realizamos la siguiente propuesta de modificación legal a nivel estatal sobre la venta y uso de la pirotecnia:

  • Se prohíbe hacer estallar en la vía pública o en cualquier espacio al aire libre petardos, cohetes, tracas y artificios pirotécnicos similares sin que exista autorización previa administrativa y con los controles pertinentes.
  • Cualquier actividad pirotécnica en fiestas populares requerirá la preceptiva autorización de la administración competente, que incluirá un proyecto con las medidas para evitar accidentes y molestias a las personas y animales o daños a las cosas. En cualquier caso, los establecimientos de venta de productos pirotécnicos no podrán vender los artículos pirotécnicos sin la presentación de la preceptiva autorización otorgada al comprador, que siempre ha de ser mayor de 18 años, debiendo colocarse en lugar visible la autorización administrativa de venta de productos explosivos.
  • Para garantizar la seguridad pública se autorizará con carácter preferente el uso de artificios pirotécnicos sin ruido y se potenciará el uso de los mismos frente a otros artículos que no reducen las molestias acústicas.

La campaña que hemos iniciado en este sentido se compone de la recogida de firmas para enviarlas al Ministerio del Interior, mostrando el gran número de personas que rechazan esta práctica, así como una concentración convocada para el próximo 21 de octubre, en la plaza de Jacinto Benavente de Madrid a las 12:00 horas.

Para que todo lo descrito anteriormente se convierta en un “cuento” y deje de ser real. La diversión no puede implicar dolor y sufrimiento.

Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Etiquetas
stats