El pasado 26 de agosto, el colectivo alicantino que organiza el Vegan Fest lanzó la campaña de publicidad ideada y creada por la agencia Utopicum. En dicha campaña se hacía una comparación entre distintas injusticias cometidas tanto contra animales como contra personas humanas. ‘Todos los andaluces son unos perros’. ‘Todos los catalanes son unos ratas’. ‘Todos los tíos son unos cerdos’. O la frase sobre la que más vueltas se ha dado: ‘Todas las tías son unas zorras’. Frases que denigran tanto a los animales como a los humanos porque se utilizan, popularmente y desde hace años, como insulto. En todos esos carteles las frases iban correctamente entrecomilladas y el eslogan real de la campaña podía leerse bien claro: ‘Cualquier uso es un abuso’. Terminaban la explicación de cada cartel (poniéndolo muy fácil para que se pudiera entender el conjunto de la campaña publicitaria), con un breve texto que completaba cada analogía: “El lenguaje es duro, pero más dura es la muerte de más de 495.000 animales solo por su piel. Defiende sus derechos en el Día Mundial de los Animales”.
Preguntamos a la portavoz del Vegan Fest, Laura Jiménez, para que, tras el acoso recibido en redes (hasta por el propio alcalde de Alicante, recién abanderado de la causa feminista), nos explicara su punto de vista al intentar una campaña así: “Te puede gustar más o menos estéticamente, o no gustarte por las formas, pero no puedes tachar una campaña de sexista o machista, cuando precisamente lo que se intenta denunciar es el mal uso de las palabras que, además, sirven para enlazar y usar como ejemplo de cómo todos esos animales que aparecen en los carteles no solo son víctimas de nuestro mal uso del lenguaje, sino que mueren cada día”.
Desde la agencia Utopicum nos aseguran que en ningún caso pretendían ofender. Nos explica Pau, su ‘copy’, que buscaban provocar para lograr un cambio respecto a los animales. Cuando le preguntamos por los titulares, Pau nos dice:“‘Estábamos aprovechando lo vulgares que somos todos cuando hablamos (de ahí que entrecomillásemos los famosos titulares, dando a entender que esa clase de frases, desgraciadamente, son cosas que se oyen) para darnos cuenta de una realidad que va más allá del lenguaje, del insulto y de la provocación entre personas: millones y millones y millones de animales son explotados y asesinados diariamente. Muy duro esto”.
Gabriel Echávarri, alcalde de Alicante, se pronunció rápidamente en Twitter contra la campaña: “Este tipo de campañas no tienen cabida ni justificación. No vale todo. El lunes exigiremos retirada”.
Sorprende, y mucho, ver cómo algunos colectivos feministas, militantes como nosotras en la lucha diaria contra la discriminación, perpetuada desde tantos sectores de la sociedad, fueron también los primeros en exigir la retirada de la campaña. La Concejala de Igualdad de Alicante, María José Espuch, en sus declaraciones a la cadena SER, la tacha de “agresiva e innecesaria”.
Tanto el Vegan Fest como la empresa publicitaria comprendieron que el boca-boca había sido más fuerte que la explicación clara y contundente de sus carteles: al final, la gente entendemos lo que queremos entender. Retiraron la campaña, en una demostración de civismo y de talante magistrales. Recibieron, sin embargo, el apoyo del concejal de Cultura, Daniel Simón, y de la concejala de Protección Animal, Marisol Moreno, quienes también pertenecen a la Plataforma Feminista de Alicante. No era justo para un encuentro como el Vegan Fest, que el año pasado reunió a más de cinco mil personas, que su magnífica labor se viera empañada por los malos entendidos provocados por esta cultura subyacente del ‘corre-ve-y-dile’ que aún tenemos en nuestro país.
Tras su comunicado en redes de reitada de la campaña, me surgen muchas preguntas. ¿Qué hay, exactamente, de agresivo e innecesario en denunciar la doble problemática de opresión en una sociedad? Una sociedad que, como sabemos, discrimina sistemáticamente a las mujeres y, además, permite el asesinato de animales para beneficiarse de todo lo que su muerte conlleva: piel, carne, huevos, leche, etc. ¿No es más agresivo dotar de una connotación negativa a la semántica de las palabras “perro” o “rata”? ¿Qué hay de malo en ser una zorra o un gallina?
Los perros, las ratas, las zorras, los cerdos y las gallinas son seres sociales, inteligentes y capaces de formar lazos familiares duraderos. Los perros, además, como muchos andaluces, son sagaces, leales y simpáticos. Las ratas son curiosas y sensibles. Las gallinas son unas madrazas y disfrutan con los baños de arena al sol. Los cerdos son más listos que un niño de tres años. Y las zorras... Las zorras son astutas, hacen manada y defienden lo que es suyo, como haríamos cualquiera.
¿Por qué, si desde los colectivos queer nos hemos apropiado de las palabras para hacerlas nuestras -y ya no molestan ni bollera, ni maricón-, no podemos hacer lo mismo con los animales?queer ¿Es tan malo ser un animal? Biológicamente, lo somos. Que no se olvide nadie. Somos animales mamíferos y es nuestra responsabilidad cuidar de nuestros hermanos de planeta. No solo de cambiar el paradigma del significado de sus nombres, para que nuestros congéneres no se ofendan, sino de protegerlos para siempre de todo daño o discriminación. Esa es la base sobre la que se sustentan tanto el movimiento feminista como el antiespecista: el de crear un mundo mejor para todas las que lo habitamos, independientemente de nuestro sexo, género o especie.
Los medios se hicieron eco de lo sucedido, alimentando así una polémica que podía haber sido perfectamente zanjada si todas nosotras, como mujeres, como andaluzas, como catalanas o como tíos, hubiéramos ejercitado por un momento la empatía que nos caracteriza como animales. Este ejercicio de empatía hubiera servido para que sacáramos la cabeza del culo y nos pusiésemos de una vez por todas en la piel de los animales. Si el alcalde de Alicante, en lugar de azuzar a las masas desde su púlpito 2.0, se hubiera puesto en el suave pelaje de un perro, quizás hubiera sentido las heridas del abandono y el maltrato. Si la Plataforma Feminista de Alicante hubiera realizado este ejercicio de empatía, quizás hubiera sentido el dolor de ser despellejadas y electrocutadas. Si todas, como humanas y como animales, sintiéramos por un momento el dolor de los animales, no soportaríamos seguir viviendo esa terrible existencia. Cuando decimos que nos están matando, como grito feminista, lo estamos diciendo de verdad. Nos están matando a todas. A todas las hembras de todas las especies. Estamos consintiendo que la forma prevalezca sobre el fondo y nos estamos tirando los trastos las unas a las otras cuando el enemigo es otro.
Si el problema de ser una zorra es ser una más en la manada cuando está siendo zarandeada por comentarios parciales y censores, me declaro una zorra y una más en la manada de todas las animales oprimidas. Sí, de la tuya también.
El pasado 26 de agosto, el colectivo alicantino que organiza el Vegan Fest lanzó la campaña de publicidad ideada y creada por la agencia Utopicum. En dicha campaña se hacía una comparación entre distintas injusticias cometidas tanto contra animales como contra personas humanas. ‘Todos los andaluces son unos perros’. ‘Todos los catalanes son unos ratas’. ‘Todos los tíos son unos cerdos’. O la frase sobre la que más vueltas se ha dado: ‘Todas las tías son unas zorras’. Frases que denigran tanto a los animales como a los humanos porque se utilizan, popularmente y desde hace años, como insulto. En todos esos carteles las frases iban correctamente entrecomilladas y el eslogan real de la campaña podía leerse bien claro: ‘Cualquier uso es un abuso’. Terminaban la explicación de cada cartel (poniéndolo muy fácil para que se pudiera entender el conjunto de la campaña publicitaria), con un breve texto que completaba cada analogía: “El lenguaje es duro, pero más dura es la muerte de más de 495.000 animales solo por su piel. Defiende sus derechos en el Día Mundial de los Animales”.
Preguntamos a la portavoz del Vegan Fest, Laura Jiménez, para que, tras el acoso recibido en redes (hasta por el propio alcalde de Alicante, recién abanderado de la causa feminista), nos explicara su punto de vista al intentar una campaña así: “Te puede gustar más o menos estéticamente, o no gustarte por las formas, pero no puedes tachar una campaña de sexista o machista, cuando precisamente lo que se intenta denunciar es el mal uso de las palabras que, además, sirven para enlazar y usar como ejemplo de cómo todos esos animales que aparecen en los carteles no solo son víctimas de nuestro mal uso del lenguaje, sino que mueren cada día”.