Hay un autor de enorme influencia en el estudio de la Comunicación llamado Gregory Bateson. Antropólogo y etólogo, estudioso del comportamiento animal, gran experto en el concepto de información, dio una base profunda y filosófica al estudio de la comunicación animal. Y desde que su obra llegó a la madurez abogó por lo que él denominaba una 'ecología de la mente', es decir, la búsqueda de modos de pensamiento que tuvieran efecto directo en acciones humanas para mejorar nuestra relación con la naturaleza y para prevenir el riesgo de extinción de nuestra especie y de desaparición del planeta. Bateson escribió en los años 60 del pasado siglo. Se adelantó muchísimo a su época y leerle hoy supone auténticamente ver la mente de un profeta.
Bateson pronunció en los años 60 una Conferencia en homenaje a su amigo el psicoterapeuta Eric Berne, fallecido tempranamente. En ella, el británico reflexionaba con hondura sobre la necesidad de trascender el nivel de pensamiento humano actual para llegar a solventar los grandes problemas que aquejan a la humanidad. Él consideraba que la cultura y la comunicación humanas debían servir para esto, pero lo que entendía por trascendencia era algo mucho más amplio de lo que hoy solemos atribuir a esta palabra.
Bateson se dio cuenta de que una de las motivaciones fundamentales del ser humano es la dependencia incontrolable, la adicción. Así, consideraba que, en muchísimos aspectos y situaciones, el ser humano vive envuelto en adicciones, que van desde las propias drogadicciones al tabaquismo, al consumo o a la necesidad de incidentes o de reconocimiento por parte de los demás. Para este autor, toda la literatura, la cultura y la comunicación de mayor calidad, lejos de entretenernos o divertirnos, no hacen otra cosa que mostrarnos las consecuencias y las claves de nuestras adicciones y dependencias y, sobre todo, cómo podemos superarlas. Ese es su verdadero valor y función, y no la de hacernos pasar el rato o encandilarnos con su belleza.
Bateson consideró que las adicciones son problemas psicológicos, y no sólo bioquímicos. Una persona adicta tiene lo que él definió como doble vínculo: aquello que necesita es también lo que lo aniquila. O bien: quiere y no quiere algo a la vez. O bien: desea dos cosas contradictorias completamente entre sí. Los dobles vínculos son terribles para la mente humana y están relacionados con el desarrollo de la esquizofrenia.
En realidad, toda la civilización humana, según Bateson, está marcada por el doble vínculo, y no solamente los enfermos mentales aquejados de distorsiones. El doble vínculo aparece en la comunicación cuando emitimos un mensaje que rompe la confianza con los demás; por ejemplo, cuando a la pregunta “¿me quieres?” respondemos con la pregunta “¿qué es querer?”. El doble vínculo destruye las soluciones afectivas y la libertad humana, aparece en una relación rota con el entorno, coloca a personas, grupos o a la civilización entera en posiciones imposibles en las que la satisfacción de un deseo lleva a la aniquilación, o la obtención de placer conlleva el castigo del dolor, o la elección de una alternativa conduce irremediablemente al deseo de la contraria.
Como decimos, en la teoría de Bateson hay reflexión en profundidad. Porque el genial experto se dio cuenta de que vivimos asediados por la paradoja según la cual no podemos superar los dobles vínculos estando como estamos inmersos en sus contradicciones lógicas. Es imposible que superemos una dependencia si nos situamos dentro de ella, como es imposible que un componente de una clase lógica sea a la vez el contenedor de esa clase lógica. Hay un aspecto filosófico y lógico del doble vínculo, que puede ser superado mediante el uso de cierto tipo de abstracción. Hay, además, otras maneras de superar un doble vínculo contradictorio que anula nuestra libertad, la capacidad de pensar o de actuar sin sufrimiento.
Uno de los aspectos que más le interesó de todo esto era cómo superar una de las más devastadoras y contradictorias paradojas planetarias, como es la sociedad de consumo acelerado, una de las adicciones más peligrosas de nuestro tiempo, que nos está conduciendo a la aniquilación del planeta.
Bateson se dio cuenta de que es posible superar las paradojas aplastantes de la lógica del doble vínculo mediante diversos modos de lo que él llamaba “trascender”. Y para explicarlo, contaba esta historia de delfines marsopas a los que había conocido trabajando sobre el comportamiento animal en Hawaii.
Bateson era experto en la capacidad lingüística y metalingüística (cuando hablamos acerca del propio lenguaje) de los animales. Se dio cuenta de que los mamíferos son capaces de comunicarse al respecto de la propia comunicación mediante las representaciones de conductas y uso de los signos de maneras graduadas. Así, estudiando a los monos jugando, se dio cuenta de que podían graduar la intensidad de sus gestos y cambiar lo que significan. Pero observando a los delfines vio algo extraordinario.
Los delfines entrenados por los humanos suelen responder de manera excelente a los ejercicios de prueba y recompensa (como hacer una acrobacia y recibir un pescado por ello). Para los entrenadores de delfines, dado que en muchos casos se busca una acrobacia o ejercicio diferente cada vez, no fue difícil hacer comprender a los delfines que es necesario cambiar de acrobacia o de acción de vez en cuando. Bateson pidió a los entrenadores que propusieran a los delfines algo diferente: se premiaría solamente el “cambio” o la innovación en un ejercicio. Así, los delfines empezaron a seguir las órdenes de sus entrenadores, y en lugar de recibir el típico pescado por cada acrobacia, solamente lo recibían al hacer algo específicamente diferente. En las primeras intentonas, los delfines no comprendían nada en absoluto y manifestaban su confusión y nerviosismo. Pero pasadas unas horas, una de las hembras fue hacia su entrenador y emprendió una tras otra una serie completa de acciones distintas y diversas, reclamando finalmente su pescado. Lo que aquella marsopa hizo, según Bateson, fue “trascender”. Efectivamente, entendió el concepto del cambio que el entrenador le estaba pidiendo para darle el pescado.
Esto significó, para Bateson, que estos delfines, como tantos otros animales, tienen la capacidad de saltar el tipo lógico, de modo que pueden trabajar con abstracciones, igual que los monitos que definen el juego o la pelea según la intensidad con la que mordisquean al adversario, o del mismo modo que los perros lo hacen cuando juegan entre ellos -de hecho, es posible proponer el juego a un animal graduando las señales que definen una relación distinta a la de pelea, y los animales en general son expertos definidores de situaciones por su uso de los signos en su nivel lógico-. Lo que nos interesa aquí, sobre todo, es que los delfines consiguieron salir de la confusión creada por una paradoja de doble vínculo trascendiéndola al pensar en ella y superarla.
Para Bateson hay algunas maneras de superar las trágicas consecuencias de los dobles vínculos, que nos llevan directamente al psiquiátrico, a la tumba o a la extinción como planeta. Una de ellas, la que muestra el caso de los delfines, es la superación de nivel lógico. Esta forma nos conduce a mirar los problemas desde arriba, desde la abstracción, de modo que vemos cómo actuar como si subiéramos a una montaña y entendiéramos la relación entre elementos.
Bateson indicaba que una mente capaz de ver la relación entre los elementos está arriba en el nivel de relación y puede solucionar los problemas. Pero esto rara vez ocurre cuando somos adictos a algo, es decir, cuando nuestro comportamiento supone a la vez nuestra destrucción o la destrucción de lo que deseamos y la satisfacción de lo que deseamos. Cuando estamos apresados por un doble vínculo adictivo no podemos trascender. No pensamos.
Otra manera de trascender es establecer una relación de nivel superior a través del afecto y de la empatía que sea capaz de superar los dilemas y contradicciones de una situación de doble vínculo. El amor y el afecto, la empatía y comprensión profundas, aniquilan en muchas ocasiones los problemas sin solución aparente en los que estamos apresados por nuestra propia conducta. El autor inglés aplicó toda esta teoría al campo general de la humanidad, y se dio cuenta de que podía aportar una 'ecología de la mente' que contribuyera a paliar los desequilibrios humanos que están destruyendo el planeta. Su óptica es acertadísima.
Bateson vio que en la sociedad consumista de producción desenfrenada, la carrera armamentística y la explotación animal y natural son facetas de una relación adictiva para con el mundo en el que vivimos. Tenemos una relación enferma, una relación psicológica rota con el ecosistema en el que habitamos. Consumimos y explotamos sus alimentos y riquezas y con ello, a la vez, lo aniquilamos. Dependemos absolutamente de una conducta de explotación que nos hace terriblemente ineficaces e infelices, que nos lleva a la absoluta extinción y a los modos más nefastos de supervivencia. Es exactamente lo mismo que hace un adicto al tabaco, dice Bateson: consume algo de modo que se mata a la vez.
Es bastante ineficaz, plantea Bateson, que al adicto le razonemos o nos comuniquemos con él de maneras racionales o lógicas, porque, apresado como está en una jaula férrea de adicción, no es capaz de no responder a su deseo e interés ciegos, aunque sabe -e incluso porque sabe- que ello lo mata. Nuestra situación en el planeta, hoy por hoy, es más obvia aún que cuando Bateson lo planteó: sabemos muy bien que con nuestro ritmo de producción y consumo no podemos sostener la vida en la Tierra y a pesar de saberlo, o porque lo sabemos incluso, seguimos actuando igual, sin tomar las medidas oportunas. Y a la humanidad se le hace un mundo cambiar su conducta y dejar de consumir masivamente, dejar de producir desaforadamente o dejar de matar animales y agotar recursos y elementos esenciales de los que no puede prescindir a la vez. Cuando, precisamente, todas las señales apuntan a cómo solucionar este asunto, parece que la humanidad fuera, como dice Jorge Riechmann, más inepta que una ameba.
No somos ineptos, somos adictos. Debemos empezar a considerar, como hizo Bateson, que la solución al problema, al doble vinculo, de extinguir o extinguirnos, está en trascender, como tan bien hacían los delfines marsopas de Hawaii. Subir de tipo lógico, ascender a la capacidad de establecer relaciones y de conservarlas, deshacer el lazo venenoso de comer matando o de vivir aniquilando el planeta. ¿Y cómo?
Bateson planteó muchos modos de superar los dobles vínculos adictivos. Mediante un salto mental, mediante la empatía y relación de amor, mediante una operación de escalada, en un salto evolutivo. Trascender un doble vínculo es superar su contradicción mostrando que no nos apresa: la libertad de la mente humana le permite no depender de sustancias o de afectos, y graduar o hacer desaparecer la esclavitud de una vida destructiva. Es posible superar la culpa y el dolor de ser responsables de la muerte de los animales, protegiéndolos y ayudándolos. Es posible dejar de relacionarnos de manera destructiva y sangrienta con aquello de lo que dependemos y, en su lugar, construir una relación positiva y vital de cooperación evolutiva. En todos los casos, la elevación del nivel mental no la producen ni las luchas violentas ni el razonamiento elemental, pues superar una adicción es un trabajo arduo, penoso e incierto, en el que el amor, el cambio de mentalidad o la maduración son claves. La comunicación, la cultura y los medios que la humanidad siempre usó para explicar y ayudar a superar sus tragedias puede transmitirnos ese impulso.
Quizá debamos introducir, en los mensajes anti-exterminio del planeta y en el sentido de la comunicación animalista y ecologista, mensajes trascendentes que ayuden ante los terribles efectos inmovilizadores de la adicción mundial al consumo productivista y agresivo. Una trascendencia mayor hacia comunicaciones con un nivel superior tiene que llevar a un salto de mentalidad, es decir, a una nueva mente humana, ecológica y sostenible. Esto se puede conseguir con activismo constante y firme, con intenso esfuerzo, con innovaciones en la relación con la naturaleza que surgen constantemente reforzando el lado positivo de la superación; sobre todo, con un lenguaje que muestre que no necesariamente debemos vivir matando, con el temible peso adictivo que ello genera.
Sin duda, una parte esencial del oscuro panorama que vivimos tiene que ver con la escasa capacidad de esas formas de comunicación cultural para llegar a grandes grupos de la humanidad, encenagados como están en un mundo de comunicaciones rastrero y simple en el que nada puede ayudar a elevarse al ser humano por encima de sus propias dependencias creadas. Y raro sería que pudiera darse ese milagro trascendental con una humanidad que no piensa, no tiene una relación afectiva con el mundo y no puede sentirlo sin cegarse ante culpa e ira.
Bateson, como tantos otros, consideraba que era posible salir de las adicciones. Aquellos que han superado alguna saben muy bien que ese esfuerzo no es racional ni puede apelar al interés del adicto. No se trata de convencer a nadie, ni de hacer caer del caballo a ningún ignorante. La adicción al sistema consumista actual no se vence con lógica. Se vence con ánimo, relación, constancia y convicción de que otro mundo nos espera ahí, más allá de este terrible panorama.