A menudo nos encontramos con la percepción de que el veganismo es un privilegio. Incluso dentro de los círculos más progresistas y de izquierdas, este movimiento es con frecuencia criticado, y tachado de estar alejado de las necesidades y recursos de las clases más bajas. Mientras que las personas que adoptan el veganismo pueden tener privilegios a nivel individual, y sus propias orientaciones políticas pueden llegar a ser muy dispares, el movimiento no conlleva intrínsecamente privilegios, y este artículo explicará por qué. Para ello, es necesario hacer una aclaración inicial.
Cabe destacar que el veganismo no es solo una dieta, sino una filosofía que abarca muchos otros ámbitos. Esto es importante, ya que muchas de las críticas al movimiento se basan fundamentalmente en su parte alimentaria que, pese a ser la más notoria y visible, no es la única en la que deberíamos centrarnos para poder determinar si realmente el veganismo conlleva privilegios. Mas comencemos con esta.
Alimentación
Hace unos meses, la revista feminista y anticolonial Afrofeminas publicaba un artículo que llevaba por título Del privilegio a la mesa, donde se exponía que “ser vegana es tener el privilegio de poder elegir lo que pones en tu plato”. Si bien es cierto que las personas que podemos escoger en mayor a menor medida con qué alimentarnos tenemos un privilegio sobre las que no pueden, este es independiente de la dieta que sigamos. Es decir, el privilegio existiría tanto si escogiéramos ser omnívoras como ser veganas, por lo que éste no subyace en el veganismo.
La asociación entre veganismo y privilegio o alto estatus social es verdaderamente reciente. No ha sido hasta la última década que los productos libres de elementos provenientes de animales se han convertido en un nuevo mercado. Esto se debe a un claro auge de la demanda; sin embargo, esta sigue siendo aún insuficiente para que los precios se democraticen a la misma altura que otros productos. Es justamente por eso que muchos podríamos asociar la dieta en sí a algo más costoso, pero sería un enorme error.
Y es que muchos de los productos más básicos que se han consumido desde siempre para mantener una dieta equilibrada son de por sí veganos, pese a que carezcan de cualquier símbolo de márketing plant-based. Hablamos de verduras, frutas, harinas o legumbres. Pero, ¿solo con esto es realmente posible estar sano? ¿Dónde están las proteínas?
Para sorpresa de algunos, no es necesario recurrir más allá de los productos que tradicionalmente hemos utilizado en el pasado, sino simplemente ajustar sus dosis. Andrea Calderón, profesora en el Grado de Nutrición y en el Grado de Enfermería de la Universidad Europea, nos explica que “una dieta vegana bien equilibrada y saludable puede cubrir el 100% de los requerimientos de cualquier persona en cualquier etapa de la vida y condición, sin necesidad de recurrir a productos procesados, ni tampoco a los mal llamados 'superalimentos'”. Además, asegura que “la legumbre y sus derivados, junto a otros alimentos como frutos secos o semillas, como la chía o el lino, cubren perfectamente los requerimientos proteicos en una dieta vegana”.
Teniendo en cuenta que para ser veganos no necesitamos consumir esos tipos de alimentos que tanto pesan en nuestros bolsillos, podemos ver que esta opción se va alejando más de la idea de privilegio. Es más, las dietas carentes de productos animales siempre han sido consideradas más humildes, y lo siguen siendo en el presente. Según datos de Statista, el precio medio por kilo de carne y de pescado estaría alrededor de los 10 euros, mientras que el de las legumbres se encuentra entre 1 y 2 euros por la misma cantidad.
Así que, no, dentro del ámbito de la alimentación, el veganismo no supondría un mayor coste económico, sino todo lo contrario. De hecho, si analizamos también el coste medioambiental y de recursos que supone la dieta, vemos patrones parecidos.
Le preguntamos de nuevo a la experta en nutrición Andrea Calderón, quien afirma que “las dietas veganas bien planificadas son más sostenibles que las dietas omnívoras, ya que tienen un impacto medioambiental y un consumo de recursos mucho menor que el de los alimentos animales. Por ejemplo, se requiere en torno a 10 veces más de agua, combustibles, tierras y pienso, pesticidas y fertilizantes para 1 kilo de proteína procedente de carne de ternera que procedente de legumbre”.
Esto es un hecho respaldado de manera unánime por la comunidad científica en diversos estudios. Porque, aunque es verdad que ciertas dietas veganas pueden contener alimentos que, por su integración o procedencia, no sean precisamente sostenibles, en términos generales su impacto sigue siendo menor. El coste ecológico de nuestra dieta es imprescindible en este análisis debido a que una peor situación medioambiental perjudicará enormemente a las clases más pobres. Por tanto, el veganismo no puede ser un privilegio, sino una posición en el camino hacia la justicia ambiental y social.
Moda
Partiendo de la idea de que los animales no deben integrar nuestro sistema de producción y consumo, sino ser libres, el veganismo también se opone, como es obvio, a la utilización de animales con fines estéticos y textiles. Cuando se habla del veganismo como privilegio se suele olvidar esta faceta, ya que es fácilmente visible que la afirmación no podría estar más lejos de la realidad.
La piel animal ha sido en los últimos siglos un símbolo de prestigio y privilegio, y lo sigue siendo en el día de hoy. No obstante, ésta no representa el privilegio tan solo debido a su alto coste económico, sino que, al igual que en el ámbito de la alimentación, lo hace también a través de su descomunal coste medioambiental.
El caso es que el proceso mediante el cual la industria peletera obtiene sus productos utiliza muchísimos químicos distintos para asegurar la conservación de las pieles, lo que, sumado a las toneladas de fósforo que desprenden los animales al ser despellejados, conlleva la contaminación de nuestro aire y nuestras aguas. De hecho, esta es una de las cinco industrias que el Banco Mundial considera que más contaminación de tóxicos producen, dejando ríos y lagos inhabitables para diversas especies y completamente extraídos de toda potabilidad.
Por tanto, el veganismo, en lo relativo a la moda, no es tampoco un privilegio. De hecho, la mayoría de las personas de clase humilde tienen un vestuario 100% vegano.
El resto
Respecto al resto de aspectos que abarca el veganismo, como podría ser el ocio, las fiestas culturales o la cosmética y la higiene, la respuesta es prácticamente la misma. Es cierto que en esto último, cosmética e higiene, sigue siendo complicado encontrar productos más accesibles que estén libres de experimentación animal, pero también es cierto que cada vez se comercializan más los ítems cruelty-free a precios bajos y en todo tipo de supermercados.
Dicho esto, la intención de una persona que decida adoptar el veganismo será la de llevar un estilo de vida lo más consciente posible con los animales y también con los recursos naturales de la tierra, en vez de asumir el privilegio humano de la despreocupación e indiferencia ante las consecuencias de sus acciones. Sin embargo, es importante que, pese a que haya sido demostrado que el veganismo es totalmente accesible para cualquier tipo de perfil socioeconómico, no caigamos en pensar que debe llevarse a la perfección. Desconocemos las condiciones materiales y sociales de todas las personas, y es posible que por alguna razón no les sea posible escoger qué productos consumir.
El poder escoger sí es un privilegio, independientemente de lo que escojas consumir. Lo que no es un privilegio es intentar deconstruir los hábitos y costumbres que te han sido impuestos desde tu infancia, enfrentándote a ser incomprendido e incluso recibir burlas por parte de tu familia, amistades o compañeros de trabajo. Porque eso es lo difícil del veganismo, no el hecho de encontrar productos económicos, sino el de hacer frente a una crítica y cuestionamiento constantes por parte de la sociedad.
Así que, no, el veganismo no es un privilegio, sino más bien una desventaja en el terreno social. Mas una desventaja que vale la pena asumir por el bienestar de los animales y por el del planeta. Los seres humanos hemos crecido con la idea de que nuestra superioridad genética respecto a los demás seres vivos nos legitima a ignorar lo que hacemos con ellos. Es esa idea de superioridad la raíz de la que emergen todos los privilegios y desigualdades existentes. ¿Por qué no cortarla?
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