Desde noviembre de 2021 y hasta mayo de 2023, España ha recibido más de trescientos perros Beagle destinados a la experimentación animal. Distribuidos entre el laboratorio Vivotecnia y Anapath Research (empresa anteriormente conocida como EnVigo), los canes procedentes de Marshall Bioresources (MBR), un criadero con sede en Estados Unidos y con localizaciones repartidas por todo el mundo, hacen escala en Copenhague hasta llegar a su destino final. Los animales recorren en avión más de siete mil kilómetros de distancia, para acabar en diferentes laboratorios de toda Europa.
Tras la polémica de las imágenes obtenidas del interior del laboratorio de Vivotecnia en abril de 2021, donde se veía a un perro de esta raza desangrado en el suelo, llegó el caso de los 32 cachorros Beagle en la Universidad de Barcelona, un experimento que fue encargado a Vivotecnia, laboratorio que hoy en día continúa en un proceso judicial sin resolver.
Ahora, gracias a los datos obtenidos mediante una petición de libre información por parte de un ciudadano europeo, descubrimos cómo los laboratorios españoles compran perros en criaderos internacionales, al otro lado del mundo, haciendo escalas y saltándose los principios y recomendaciones de organismos como la SECAL (Sociedad Española para las Ciencias del Animal de Laboratorio), la entidad más destacada en el ámbito del animal en laboratorio de nuestro país.
En la guía para el transporte de animales para laboratorio, publicada por la Asociación de Ciencia de Animal de Laboratorio (LASA, en sus siglas en inglés), y que SECAL tradujo al castellano, reconocen que “el transporte es un factor de estrés significativo que puede tener un impacto tanto en el bienestar animal como en la validez científica de cualquier estudio futuro que implique a los animales o sus camadas”.
Una extensa tabla recoge minuciosamente toda la información referida al transporte de beagles hasta Europa que se ha llevado a cabo durante estos años desde el criadero estadounidense MBR, con sede en Nueva York. El número de perros que llega en cada vuelo, la compañía de transporte o las empresas y laboratorios a los que van destinados los beagles son algunos de los datos facilitados. Un total de siete países implicados, a través de empresas como Bayer, EnVigo, Charles Rivers, Janssen o Vivotecnia y Anapath Research en el caso de España, conectan a Italia, Reino Unido, Francia, Alemania, Hungría, Bélgica y Dinamarca en esta red internacional de transporte de animales para ser usados en laboratorios.
Marshall Bioresources, beagles con marca patentada
La industria de la experimentación animal es compleja, opaca y global. Se construye en base a muchas otras empresas donde los animales son meros productos y los eslabones conectan a nivel internacional. Antes de llegar a un laboratorio, estos son criados y luego transportados. Por tanto, para entender este hermético negocio en su totalidad, es necesario conocer a los diferentes actores que intervienen y que lo conforman.
Marshall Bioresources es una empresa norteamericana de ámbito internacional. Desde su criadero de North Rose, en Nueva York, con capacidad para más de 23.000 perros, parten los beagles que reciben los laboratorios europeos, pasando antes por el aeropuerto de Newark en el estado de New Jersey, en Estados Unidos, y aterrizando en Copenhague, Dinamarca. Propietarios de la patente del Marshall Beagle, la empresa ofrece a los perros por ser “el mejor modelo canino para desarrollar nuevos medicamentos veterinarios y vacunas comercializadas para mascotas”, según puede leerse en su web, donde aparecen como mero producto, arrebatándoles así el derecho a existir como seres sintientes que son.
Los perros Beagle son conocidos en el mundo científico por su buen comportamiento y carácter dócil. Su tamaño manejable y sus cualidades anatómicas y fisiológicas tan similares a los humanos son reseñadas en muchas revistas científicas desde mediados del siglo XX, haciéndoles sujeto de crueles experimentos. Entre 1962 y 1967 se gestó la colonia de Marshall Beagle que MBR lleva ofreciendo a los laboratorios de todo el mundo durante más de cincuenta años. Además de su mayor criadero, situado en Nueva York, la compañía tiene diferentes emplazamientos en países como Japón, China, Francia y Reino Unido. Este último, conocido como MBR Acres, con capacidad para más de dos mil perros y que, tras el cierre del criadero que había en Italia, donde fueron condenados por maltrato animal, cambiaron de nombre y trasladaron su sede un año más tarde a la isla británica, destino donde las leyes parecen adaptarse mejor a sus necesidades.
Además de perros, MBR también se especializa en criar gatos, cerdos y cobayas bajo la misma patente, aunque en los datos ofrecidos en esta petición de libre información solo se han obtenido los envíos que realizan con beagles.
Según la guía de transporte para animales de laboratorio de LASA, “es probable que los viajes de larga distancia tengan más efectos negativos en el bienestar de los animales que los viajes cortos. Aunque el tiempo del viaje y la distancia deberán ser lo más cortos posible, desde el punto de vista de los animales, la calidad del viaje es extremadamente importante. Un viaje sin interrupciones es preferible a uno con paradas o con periodos de descanso, especialmente si se necesita realizar la descarga y volver a cargar. Los procesos de carga del animal, las etapas iniciales del viaje y la descarga son los momentos más estresantes puesto que conllevan el manejo por parte de personas, la mezcla o percepción del olor de animales y ambientes extraños”.
Sin embargo, la realidad parece estar en las antípodas de estas afirmaciones cuando MBR envía de forma asidua perros a los laboratorios europeos haciendo escala en la capital danesa, cargando y descargando transportines con perros y pasando por alto las recomendaciones emitidas por las asociaciones que promueven la vivisección. En el caso de los beagles, especifican, además, que “el transporte también resulta estresante para animales más grandes, como los beagles de laboratorio, los cerdos y los primates. En el Beagle, la frecuencia cardiaca alcanza sus máximos niveles durante el proceso de carga y descarga”. E insisten en que “invariablemente, es preferible elegir vuelos directos, trayectos sin paradas y en un solo avión, si fuera posible” .
A pesar de los intentos y esfuerzos que hacen asociaciones como la SECAL para blanquear el uso de animales en la experimentación, vemos cómo la teoría queda a años luz de la práctica habitual que desarrolla MBR. Aunque esta empresa tiene un criadero de beagles en Reino Unido, los perros recorren miles de kilómetros desde Estados Unidos hasta llegar a los laboratorios europeos, contradiciendo las mínimas recomendaciones que aportan y demostrando así lo poco que parece importarles la vida de estos animales, que en todo este proceso queda reducida a mera mercancía.
Más de 7.000 kilómetros de Newark a Copenhague
Siguiendo la cadena de eslabones que dan forma a la estructura de la industria de la experimentación animal, y analizando los datos que recoge la tabla de transporte de beagles ofrecidos por la petición de libre información, ponemos ahora el foco en las empresas responsables del transporte de animales.
Mediante la ruta diaria de Newark, New Jersey, en Estados Unidos, a Copenhague, la Scandinavian Airlines Systems (SAS) es la responsable de transportar a los perros de un continente a otro. En el caso de los laboratorios españoles, son abastecidos por dos empresas de transporte diferentes. Por un lado, la compañía Leman, como proveedora completa de transporte y logística para la industria farmacéutica, con envíos a China, Reino Unido, Dinamarca y demás países nórdicos. Por otro lado, Biotrans Logistic, una empresa de transporte especializada en animales vivos radicada tanto en Estados Unidos como en Dinamarca y Alemania, acreditada por organismos como la Asociación Estadounidense para la Ciencia de los Animales de Laboratorio (AALAS, en sus siglas en inglés) o la Asociación de Zoos y Acuarios (AZA, en sus siglas en inglés), por lo que se intuye su gran experiencia en encerrar animales y transportarlos de un lugar a otro del planeta para su explotación.
En las imágenes obtenidas por Anima Denmark en el aeropuerto de Copenhague, los beagles son descargados de un avión con el ruido ensordecedor de la pista de fondo. Los transportines con perros se deslizan por una cinta y dentro de la bodega se escuchan los ladridos de temor, mientras algunos perros se mueven intranquilos en el interior de las cajas. Estas imágenes, que la industria de la experimentación animal no suele mostrar, son el día a día de miles de animales que son transportados con el único fin de ser usados y explotados.
Según la guía para el transporte de animales en laboratorio, “los cambios son estresantes para los animales, y el transporte es un factor de estrés muy potente que debería considerarse como un acontecimiento importante y que debería producirse, sólo, si es absolutamente necesario”. Si a este factor de estrés le sumamos además la falta de normativa que regule de forma específica el transporte de animales de laboratorio, los animales quedan expuestos a las necesidades económicas y empresariales de las compañías de transporte, antes que a las necesidades del propio animal en una situación tan vulnerable.
Como advierten desde las propias asociaciones científicas de animales de laboratorio, “la respuesta fisiológica y comportamental al estrés afecta a un determinado número de sistemas y funciones biológicas. Si el estrés es prolongado o extremo, hace falta un esfuerzo considerable para mantener un estado de equilibrio y el animal puede llegar a ser consciente de este esfuerzo y, como consecuencia, sufrir. Este esfuerzo se compone de los efectos del miedo, náuseas, hambre, sed o dolor, dependiendo de las especies y las circunstancias bajo las cuales son transportadas”.
Continuando con la lectura de esta guía, llama la atención este fragmento: “Existen pocos requisitos nacionales específicos de carácter regulador que estén relacionados con el transporte de los animales de laboratorio. Sin embargo, los viajes que implican a animales de laboratorio deberían planificarse con el mismo cuidado que los de cualquier otro área en la que se aplique la legislación sobre transporte animal. Las empresas profesionales que pretendan transportar cualquier especie animal en un viaje cuya duración o complejidad sea considerable, por ejemplo, más de 50 km, o que implique cambio de medio de transporte, deberían preparar un plan de viaje que ponga de manifiesto todas aquellas incidencias y problemas que pudieran darse”.
En este caso, los animales recorren miles de kilómetros y, según la tabla de datos obtenida por la petición de libre información, se observa cómo todos los Beagle Marshall llegan a Dinamarca desde Estados Unidos sin tener en cuenta otras rutas, donde las empresas de transporte tienen sede o en el mismo país donde se encuentra el laboratorio, como en el caso de Alemania o Reino Unido, o estando estos puntos más cercanos del resto de laboratorios, como en el caso español de los laboratorios de Vivotecnia y Anapath Research.
Una planificación de viaje que parece estar a expensas de fines económicos y de los intereses empresariales más que en favor de los animales, ya que, como se expone en la guía de transporte, “incluso aunque se realicen todos los esfuerzos posibles para minimizar el estrés durante el transporte, se planifiquen los viajes cuidadosamente y se garantice que todo el personal implicado posee la formación y disposición adecuadas, los animales que se someten al transporte experimentan, al menos, algunos de los factores de estrés mencionados”.
Además de la escasa y deficiente normativa para el transporte de animales de laboratorio expuesta en la guía traducida y publicada al castellano por la SECAL, la formación del personal para desarrollar el trabajo del transporte de animales de laboratorio parece no ser una prioridad en la mejora de las condiciones de los animales. Por un lado, se dice que “actualmente no se necesita formación reglada para los implicados en el transporte de animales de laboratorio”, pero a la vez y en la misma página de la guía se dice que “las deficiencias en el bienestar pueden deberse frecuentemente a la falta de formación por parte de aquellos responsables del cuidado animal”.
Mientras que en este mismo extracto de la guía se habla del desarrollo de planes de actuación para quienes participen en el transporte de caballos de carreras y de animales que incluyen un certificado de competencia. Un ejemplo que usan para dejar abierta la posibilidad de que en un futuro se establezcan cursos similares para el transporte de animales de laboratorio, pero sin especificar ni concretar mucho más en este campo. Esta actitud laxa y relajada frente a los vacíos legales y formativos de profesionales nos demuestra una vez más la falta de compromiso que tienen estas sociedades, que supuestamente velan por los animales mientras favorecen su libre circulación, fagocitando el beneficio de las empresas que orbitan alrededor de la experimentación animal y que se lucran con la venta de animales con fines supuestamente científicos, a pesar de que su incorrecto transporte pueda afectar directamente a los resultados de las investigaciones.
A pesar de que nada de lo que aparece en los vídeos de Anima Denmark pueda suponer un delito, ni se infrinja ninguna ley, es evidente que los animales usados en la experimentación animal sufren. Desde las celdas de los criaderos donde pasan la mayor parte de sus días, hasta las pruebas a los que son sometidos en manos de los vivisectores, pasando por el transporte y el tránsito de criaderos a laboratorios. La falta de normativa es cubierta por vagas recomendaciones sugeridas por las asociaciones de vivisectores. Organismos y entidades que dicen velar por el bienestar animal, pero lo que hacen en realidad es blanquear el negocio de la experimentación animal hablando de bienestar, promoviendo los principios de las tres erres (3R - Reduce, Reutiliza, Recicla) como solución fácil y cómoda, en lugar de buscar verdaderas alternativas a la experimentación animal que saquen a los animales de la ecuación de la ciencia.
Tanto los criaderos de animales que abastecen a laboratorios como las empresas de transporte dedicadas al traslado de éstos son empresas movidas por un fin económico. En sus webs y folletos se venden como aliadas por el bienestar animal, pero los animales para ellas son productos, objetos que llevan de un sitio a otro, o que venden a cambio de incrementar sus beneficios empresariales. Como negocio que son, funcionan bajo las normas del capitalismo y no atienden a los intereses de la vida, que vemos cómo decae cada día en el sistema en el que vivimos. Si los portavoces de la industria de la experimentación lanzan unas vagas líneas de recomendación para el traslado y cuidado de animales en la experimentación animal y ni siquiera son tenidas en cuenta, ¿quiénes son los responsables entonces de velar por el bienestar de los animales?
Sin duda, activistas y personas comprometidas con los demás animales seguiremos presionando para que la situación de millones de animales cambie y sus derechos prevalezcan frente a los intereses económicos y los beneficios que enriquecen a empresas que se lucran de su explotación.