- El Observatorio de Violencia Hacia los Animales / Programa VioPet recaba firmas para pedir al Gobierno que los animales de familia puedan ser alojados en las casas de acogida con las mujeres víctimas de violencia machista
Elegir entre tu vida o la suya, entre tu seguridad o la suya
¿A quién consideras ‘tu familia’? Esa es la pregunta que cada vez más personas se hacen cuando ni los protocolos ni la Administración consideran la protección de una parte de los miembros del hogar. Son muchas las situaciones en las que nos podemos encontrar con el problema de que parte de nuestros familiares se quedan fuera de la protección: una situación de emergencia, un desahucio, un ingreso médico imprevisto, las circunstancias de los transeúntes o sin hogar… Y entre ellas destaca también otra situación que siguen viviendo demasiadas mujeres: la violencia machista.
La sociedad se va concienciando cada vez más de la lacra que aún sigue arrebatando la vida de mujeres por el simple hecho de ser mujeres. Las víctimas mortales de la violencia machista (que se extiende más allá de los asesinatos cometidos por parejas o exparejas) son la sangrienta punta del iceberg del patriarcado. Un sistema que normaliza la dominación, la agresión y el considerar a unas personas inferiores a otras solo por su género. Nadie mata a su pareja por un arrebato: al acuchillamiento y al tiroteo le preceden humillaciones, amenazas y agresiones. Verbales y/o físicas. Y muchos agresores saben que la forma de hacer daño a su víctima muchas veces va más allá de su propia persona y están dispuestos a herir lo que ella más quiere: sus hijas e hijos, su padre, su madre, su perro o su gata.
“En episodios de violencia machista –indica la doctora Núria Querol, de Observatorio de Violencia Hacia los Animales (OVHA)– es habitual que el maltratador haga daño a los animales para causar más dolor a la perjudicada”. Hay documentados malos tratos en los que el agresor ha dañado, dejado sin comer, agredido sexualmente o ahogado con sus propias manos a los animales con los que convive la familia. Muchas veces delante de la propia mujer o de sus hijos, para hacerles sufrir más. Si bien el interés del animal y su sufrimiento no es relevante para las actuales leyes, al menos debiera serlo como indicativo para la prevención de la violencia machista.
“Desde los años 90 empezamos a recoger estadísticas relativas al maltrato a los animales en mujeres víctimas de violencia machista. En Estados Unidos, las cifras arrojan una correlación con el maltrato a animales de entre el 71 y el 86% de los casos. En España, en una muestra de 54 mujeres, obtuvimos que el 94% de ellas reflejaba algún tipo de maltrato al animal por parte de su agresor”, explica esta médica, que además es consultora del FBI para este tipo de casos.
No es una realidad que pasen por alto los profesionales que tratan a las víctimas, pero muchas veces no encuentran mecanismos con los que paliar esta situación. “En nuestro trabajo diario es fundamental atender no sólo las necesidades básicas (de alojamiento, alimentación, económicas), sino también conocer, comprender y abordar las necesidades emocionales. Para muchas personas ese vínculo con un animal de otra especie es uno de los ejes fundamentales de su vida”, explica Patricia Ballester, técnica social en Zaragoza, quien añade que el problema está sobre la mesa desde hace mucho tiempo.
“Mujeres víctimas de violencia de género para las que sería necesario acceder a una casa de acogida y no lo hacen por no dejar a sus animales con su agresor; personas mayores que no pueden mantenerse en su domicilio y que retrasan la entrada a un centro residencial porque no pueden ir allí acompañadas de su animal; transeúntes a los que se les niega la entrada en un albergue por ir con su perro y que prefieren pasar la noche a la intemperie con temperaturas bajo cero antes que separarse de él; o personas con enfermedad mental que necesitan un internamiento hospitalario en periodos de crisis y se niegan a ingresar porque entonces nadie podrá cuidar de su gato”, enumera Ballester. Tiene claro cuál debería ser el papel de los Servicios Sociales en este asunto: “Ser capaces de comprender cuáles son las necesidades de estas personas y ponerlas en valor es fundamental para no fracasar en nuestra intervención”.
Una falta de medidas que aumenta el riesgo de mujeres
Además de las impresiones y los testimonios, hay datos sobre el efecto de la falta de alternativas en cuanto a violencia de género y los animales de familia. “Sabemos que hasta un 59% de las mujeres pueden retrasar o negarse a ir a un recurso de emergencia o una casa de acogida si no se admite a su animal de compañía. Debemos tener en cuenta que estas mujeres son las que hemos clasificado de alto riesgo y, no tomando en consideración su demanda o sus necesidades, las estamos poniendo en peligro, a ellas y a sus animales”, añade Querol. Ante esta emergencia social, se celebra cualquier paso adelante para acabar con la situación de estar entre la espada (de su agresor) y la pared (de la Administración).
Ese fue el caso de Zaragoza. “En diciembre del año pasado se firmó un convenio entre la Concejalía de Educación e Inclusión, de la cual depende el Servicio de Igualdad, y la Sociedad Municipal Zaragoza Vivienda, habilitando once viviendas para mujeres víctimas de violencia de género y sus hijos, en los que se admite la entrada de animales al ser consideradas alojamientos del parque de vivienda pública del Ayuntamiento. Todavía no es posible esta admisión en el resto de alojamientos alternativos para estas mujeres, pero es algo en lo que se está trabajando”, comenta una esperanzada Ballester. No es casualidad que esta técnica social se haya involucrado en el trabajo de VioPet, un proyecto del OVHA que acoge temporal o definitivamente a los animales domésticos víctimas de la violencia familiar, y que se esfuerza en que las Administraciones busquen soluciones.
También VioPet está detrás del logro de que en Arrecife se ponga en marcha un programa para que las víctimas puedan estar en pisos de acogida con sus animales de familia y que, en caso de no ser posible, se busque una solución con las protectoras de animales para hacerse cargo de ellos el tiempo que sea necesario. Una solución que, según la concejala de Servicios Sociales de la localidad canaria, Victoria Sande, afectará directamente y en positivo a la salud de la víctima. “En muchas ocasiones el animal se convierte en objeto de venganza o control sobre la pareja, hijos u otras personas del entorno familiar. La víctima retrasa su marcha del hogar por miedo a represalias con el animal”.
Los animales de familia también son víctimas de la violencia
Sant Cugat también es otro punto de interés. Allí, ERC y Movimiento de Izquierda han pedido a los Servicios Sociales que implementen un protocolo de actuación en los casos de violencia machista en los que haya animales implicados. Esto pasa por que el Ayuntamiento ponga en marcha en el menor tiempo posible las medidas necesarias para que perros y gatos puedan entrar en los hogares de acogida pensados para mujeres víctimas de malos tratos. “En los últimos años se ha dado más visibilidad a estas situaciones y creo que desde la Administración vamos comprendiendo que es necesaria una escucha activa, mayor flexibilidad y amplitud de miras, aunque el camino sea largo. Tenemos que modificar nuestra forma de dar respuesta a unas necesidades que van cambiando, al igual que deben cambiar las respuestas si queremos ser efectivos”, reflexiona Ballester.
Pero la reparación de estas familias va mucho más allá de poder huir juntos. Según VioPet, mantener unido el núcleo del hogar –madre, hijos, animales– ayuda a la superación del periodo de violencia. “Un niño me confesó que el único momento en que se sentía seguro era cuando el perro iba a su cama y dormía abrazado a él”, recuerda la doctora Querol. Muchos y fundamentales motivos para reconsiderar quién es nuestra familia en una situación de peligro.