Pablo Milanés tituló así una de sus canciones: 'La vida no vale nada''La vida no vale nada'. Desconozco si cuando la escribió también pensaba en perros como víctimas, pero de lo que estoy seguro es de que se refería a humanos como criminales cada vez que la cantaba. Y que como tú lloraba de tristeza, y que como yo se mordía los labios de rabia porque, efectivamente, hay vidas que no valen absolutamente nada y es más corto el precio por arrebatarlas que la agonía de los que la perdieron.
Ciento cincuenta segundos de terror, de espasmos y asfixia son sin duda muchísimo más largos que dos semanas y cuatro días de una condena que, además, jamás tendrá que cumplirse. El sufrimiento y la muerte en unos dos minutos y medio sí fueron reales para todos y cada uno de ellos.
Alicia N., una mujer de Ponteareas (Pontevedra), el 4 de septiembre de 2014 introdujo en el agua a los cinco cachorros que había parido su perra, hasta ahogarlos. Después echó los cuerpecitos en una bolsa y la arrojó a un contenedor. La jueza del Juzgado de Instrucción nº 2 de esa localidad consideró que la vida de cada uno de los perrines que, intentando meter oxígeno en sus pulmones sólo lograron llenar de líquido su laringe, su tráquea y sus bronquios, valía dieciocho días, por lo que la fórmula de la justicia quedó así: 18 días/asesinato x 5 asesinatos = 3 meses de cárcel, pero como pena .
Una de las estrofas del tema del cantautor cubano dice: “La vida no vale nada / si escucha un grito mortal / y no es capaz de tocar / mi corazón que se apaga”.
Ya sé que sólo eran perros en un mundo donde la especie que siempre comete los crímenes es la misma que decide cuándo y con quién esos crímenes lo son; perros en una sistema donde nadie ha pisado nunca una prisión por matarlos; perros en un país donde el maltrato de animales es afición de nobles y plebeyos, y en el que su tortura es bien de interés cultural y tradición.
Pero porque también es la España de la PAH, del 15M, de La Marea Blanca o de La Marea Verde, porque a muchos se nos hincharon las narices de tanto miedo y tanta sumisión, espero que la indignación no sea sólo cuando el grito es grito sino también cuando el grito es ladrido, maullido, mugido, rebuzno, gruñido o silencio, porque no hace falta ser un humano ni tener voz para sentir el sufrimiento, pero sí es necesario ser muy perverso para ahogar a cinco cachorros, muy miserable para sentenciarlo con una condena de tres meses de no prisión, y muy insensible para no revolverse ante un Código Penal en el que la crueldad extrema con animales está en la sección de saldos y oportunidades. Cualidades las tres, perversión, miseria moral e insensibilidad, que únicamente es posible encontrar en nuestra especie.
En el rato que ha tardado usted en leer este texto esos cinco cachorros sólo llevaban cumplida la mitad de su agonía. Por favor, vuelva a leerlo una vez más para saber el tiempo total que tardaron en morir ahogados dentro del agua.
(Si el diccionario de la RAE admite la palabra 'almóndiga', yo aquí puedo usar 'asesinato').