El de Carlota Saorsa es, como el de otras muchas personas que deciden ponerse del lado de los animales, un nombre ficticio. Un escudo para mantener el anonimato y, así, protegerse ante las posibles consecuencias legales y personales de sus acciones. Y sin embargo, ese será el nombre que aparezca hoy en muchos medios de comunicación: ella es la nueva ganadora del Premio Lush, el mejor dotado del mundo en materia de lucha contra la explotación animal, con 50.000 libras esterlinas (algo más de 57.000 euros). El jurado reconoce así su valentía y determinación al sacar a la luz las imágenes del laboratorio en el que trabajaba, Vivotecnia, y que puso en conocimiento de la organización Cruelty Free International, con cuyo abogado, Carlos Contreras, comparte el premio.
El caso se remonta al mes de abril de 2021, cuando la ONG publicó en el diario The Guardian (y un día después, en España, en El Caballo de Nietzche) las imágenes grabadas por Saorsa durante más de un año en el laboratorio de Tres Cantos, en Madrid. En ellas se podían ver actos de crueldad deliberada hacia los animales, así como toda clase de malas praxis. Conejos, perros, cerdos o monos sometidos a auténticas torturas, gritando de puro terror y agonía ante la indiferencia, la hostilidad o las burlas del personal del centro. Algunas frases eran especialmente sangrantes: “¡Muérete, hijo de puta!, ¡Estoy hasta la polla de conejos y conejas!”; “¡Me cago en el puto perro!”; “¡Hijo de puta el mono!”; “Déjale que se rompa la columna. No pasa nada”; “¡Cerda psicópata!” o “Como Hitler: ¡Pasajeros al tren!”.
El infierno difundido por Carlota Saorsa tuvo un enorme eco mediático, provocó el espanto unánime de la opinión pública y desató una oleada de protestas a las puertas del laboratorio que han continuado hasta hoy. De hecho, la última manifestación del 5N Antiespecista tuvo precisamente a Vivotecnia entre sus principales reivindicaciones. Pero nada ha cambiado, y el laboratorio sigue funcionando a pleno rendimiento y sigue firmando contratos con organismos públicos. Tras el escándalo, la Comunidad de Madrid decretó una suspensión temporal de sus actividades, que levantó poco tiempo después, el 1 de junio de 2021, al considerar que la empresa había implementado las medidas preventivas y correctoras solicitadas.
A día de hoy, el caso Vivotecnia se encuentra aún en fase de instrucción y podría llegar a archivarse, aunque fuentes de la investigación han confirmado a El Caballo de Nietzsche la existencia de informes emitidos por especialistas que ponen de manifiesto que en este caso existen indicios de prácticas compatibles con el delito de maltrato animal recogido en el articulo 337 del Código Penal, por lo que es de esperar que haya juicio, al menos contra algunos de los trabajadores de Vivotecnia.
Víctimas en vano
El escándalo de Vivotecnia ha vuelto a poner encima de la mesa la siempre controvertida experimentación animal. Una práctica que despierta un amplio rechazo en gran parte de la sociedad pero que, sin embargo, sigue siendo justificada por muchos en base a los supuestos beneficios que arroja para los seres humanos. Más allá de que haya quien crea que algunos fines justifican cualquier medio, la realidad es que los datos apuntan en la dirección contraria. Diversos estudios científicos aseguran que el 96% de los experimentos en animales fracasan, o que sus conclusiones no son aplicables a los humanos. Pese a ello, se estima que actualmente se emplean 115 millones de animales al año en experimentos de toda índole.
Ante el rechazo cada vez mayor de una parte importante de la sociedad hacia la experimentación animal, galardones como el Premio Lush suponen un aliciente para quienes se oponen a ella frontalmente. Empezando por la propia empresa de cosmética Lush. En su página web, Lush recuerda que la mayoría de las pruebas de seguridad realizadas con animales “se llevan a cabo sin anestesia o analgésicos, y las sustancias tóxicas pueden causar inmenso sufrimiento durante largos períodos de tiempo. Incluso cuando las regulaciones requieren normas mínimas de alojamiento y cría, estos no pueden eliminar el miedo y la angustia que experimentan los animales de laboratorio a diario”, explican.
Del mismo modo, la compañía, con sede en Poole (Reino Unido), denuncia la ineficacia de estos experimentos. “La bioquímica, la fisiología, el tamaño y la vida útil de los animales varían según las especies (e incluso razas) y afectan a la toxicidad de las sustancias de prueba. Las sustancias seguras para los ratones o ratas pueden no serlo para los humanos y viceversa. Algunos productos químicos, aprobados como seguros en ensayos con animales, han demostrado ser perjudiciales para los seres humanos y han tenido que ser retirados”, recuerdan desde Lush.
En materia legislativa, las últimas dos décadas han traído consigo avances y retrocesos. Por un lado, la Unión Europea, en la línea de países como Brasil, Nueva Zelanda, India o Israel, ha prohibido el ensayo con animales para la industria cosmética, aunque hay constancia de que estas prohibiciones no se cumplen, como es el caso de la Unión Europea. Por el otro, gigantes como China siguen exigiendo que este tipo de productos se prueben en animales antes de ser comercializados.
La batalla se prevé larga, y para ganarla harán falta muchas personas valientes y anónimas como Carlota Saorsa. Por el momento, su mero reconocimiento con premios como el que hoy le otorga Lush suponen un atisbo de luz al final del túnel. Y, al mismo tiempo, sirven para poner en el foco mediático y social algunas de las prácticas más crueles e innecesarias que tienen a los animales como víctimas.
El de Carlota Saorsa es, como el de otras muchas personas que deciden ponerse del lado de los animales, un nombre ficticio. Un escudo para mantener el anonimato y, así, protegerse ante las posibles consecuencias legales y personales de sus acciones. Y sin embargo, ese será el nombre que aparezca hoy en muchos medios de comunicación: ella es la nueva ganadora del Premio Lush, el mejor dotado del mundo en materia de lucha contra la explotación animal, con 50.000 libras esterlinas (algo más de 57.000 euros). El jurado reconoce así su valentía y determinación al sacar a la luz las imágenes del laboratorio en el que trabajaba, Vivotecnia, y que puso en conocimiento de la organización Cruelty Free International, con cuyo abogado, Carlos Contreras, comparte el premio.
El caso se remonta al mes de abril de 2021, cuando la ONG publicó en el diario The Guardian (y un día después, en España, en El Caballo de Nietzche) las imágenes grabadas por Saorsa durante más de un año en el laboratorio de Tres Cantos, en Madrid. En ellas se podían ver actos de crueldad deliberada hacia los animales, así como toda clase de malas praxis. Conejos, perros, cerdos o monos sometidos a auténticas torturas, gritando de puro terror y agonía ante la indiferencia, la hostilidad o las burlas del personal del centro. Algunas frases eran especialmente sangrantes: “¡Muérete, hijo de puta!, ¡Estoy hasta la polla de conejos y conejas!”; “¡Me cago en el puto perro!”; “¡Hijo de puta el mono!”; “Déjale que se rompa la columna. No pasa nada”; “¡Cerda psicópata!” o “Como Hitler: ¡Pasajeros al tren!”.