Los perros desfilan a buen ritmo. Y no es casual que sea así: más de 16.000 de ellos de 250 razas diferentes han de pasar delante de jueces venidos de todo el mundo, que evalúan escrupulosamente el grado de pureza de los canes basándose en sus características físicas. Hay ocho categorías: Baby, Cachorros, Joven, Intermedia, Abierta, Trabajo, Campeones y Veteranos. También conferencias, talleres y exhibiciones, como las de los perros policía o los perros guía, en las que los animales muestran su estricta obediencia bajo una lluvia de aplausos. Es el World Dog Show, la mayor exposición canina a nivel mundial. Del 23 al 26 de junio, Madrid acogerá un evento organizado por la Real Sociedad Canina de España (RSCE), la Federation Cynologique Internationale (FCI) e Ifema. Una competición con medio siglo de historia que recae en España por tercera vez, tras pasar por Valencia en 1983 y 1992.
Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre, y no hay duda de que su mera contemplación nos provoca deleite. Es normal que así sea: nos llaman la atención sus distintas formas, tamaños y personalidades. Su belleza y su carácter. Son animales asombrosos, nobles y leales, y queremos tenerlos cerca, pues a menudo son la mejor de las compañías.
Se calcula que en España viven más de nueve millones de perros, según datos de ANFAAC, la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía. Una cifra que no ha parado de aumentar en los últimos años, y que incluso ha llegado a generar curiosos titulares, como el que llenó los periódicos apuntando que en nuestro país hay ya el doble de mascotas que niños menores de 15 años. Desde que estalló la pandemia, el número de mascotas ha crecido un 44%, según la propia ANFAAC.
Una historia en común
Perros y humanos hemos caminado juntos desde tiempos inmemoriales. Según un estudio de la Universidad de California publicado en la revista Science, los primeros perros surgieron en Europa hace aproximadamente 18.000 años a partir de lobos domesticados por los cazadores-recolectores. Poco a poco se creó algo parecido a un acuerdo no escrito entre ambas especies: alimentación y cobijo para ellos a cambio de protección, ayuda en las labores de caza y compañía para nosotros. Ambas partes ganaban.
De aquella génesis fueron surgiendo, en base a las distintas necesidades humanas, las diferentes razas de perros. El ser humano comenzó a poner énfasis en la cría de perros que cumplieran con las características que le fueran más útiles. Con el paso del tiempo, los resultados acabaron siendo tan dispares como vemos hoy. Una variedad que dio lugar a que, a finales del siglo XIX, se crearan en Europa los primeros clubes y asociaciones dedicadas a la preservación de las distintas razas, a menudo vinculadas con la aristocracia y las clases más pudientes. En nuestro país, la Real Sociedad Canina de España fue fundada en 1921 bajo la protección del rey Alfonso XIII. No en vano, desde la propia web de World Dog Show se presume de su “especial relación y vinculación con la Familia Real española”.
No es ningún secreto que, a lo largo de la historia, con los perros se han llevado a cabo auténticas aberraciones. Una vez su utilidad en labores de caza, defensa, pastoreo o vigilancia fue dando paso a su papel como animal de compañía, los sucesivos cruces en busca de perros más mansos, estéticos o singulares dieron como resultado toda clase de razas. A veces, incluso, con graves problemas de salud. Un buen ejemplo son los perros tipo pug o carlinos: su morfología los condena a dificultades respiratorias, lesiones en los ojos o infecciones cutáneas, entre muchas otras. Tanto, que un estudio llevado a cabo por el Real Colegio Veterinario de Reino Unido concluyó que “no pueden ser considerados un perro típico desde una perspectiva de salud”, dado que tienen casi el doble de probabilidades que otras razas de experimentar uno o más trastornos al año. Para Dan O'Neill, profesor asociado de epidemiología de animales y autor del estudio, es esencial “centrarse en la salud del perro en lugar de los caprichos del dueño cuando estamos eligiendo qué tipo de perro tener”.
Ese tipo de caprichos son, precisamente, los que fomentan eventos como el World Dog Show. En un país como España, que se sitúa a la cabeza de Europa en materia de abandono de animales (cerca de 700 al día, 258.300 al año según cifras de la Fundación Affinity correspondientes a 2020), exaltar las singularidades de cada raza y hacer desfilar a los perros como si de maniquíes en un desfile de moda se tratase hace, a todas luces, un flaco favor a los propios animales. No hay amistad posible con un perro al que se exhibe como un producto, ni respeto alguno por un can al que se somete a toda clase de frivolidades para mayor regocijo del estúpido y ancestral afán humano de destacar en algo.
Las consecuencias de esta manera de entender nuestra relación con los perros las vemos en las calles de las ciudades, primero, y en las protectoras, después. Perros que se ponen de moda acaban desapareciendo misteriosamente al cabo de pocos años, menos incluso de los que vive un perro. Pastores alemanes, pit-bulls, huskies, bull-dog franceses… Un largo listado de razas que en origen surgieron para satisfacer una necesidad humana concreta hoy se crían en serie en negocios para los que lo último que importa es el beneficio del animal, y lo primero es la rentabilidad económica del explotador. Una labor que, desde eventos como el World Show Day, justifican con rimbombantes frases como que “algunas razas están en riesgo de desaparición”, en un retorcido argumento que recuerda al que esgrimen los defensores de la tauromaquia.
A día de hoy, la crianza sin control de perros de raza, así como su compraventa, no tiene sentido alguno y resulta contraproducente para todo aquel que se considere a sí mismo amante de los animales. No lo tiene, al menos, hasta que se erradiquen por completo el maltrato y el abandono y el último de los canes sobre la tierra disfrute de unas condiciones de vida dignas. Sólo en ese escenario, tan improbable como el propio final de la explotación animal, podría tener cierto sentido la cría de determinadas razas, siempre bajo una serie de estrictas regulaciones que priorizasen los derechos del animal. Hasta que ese día llegue, los defensores de los animales habremos de estar enfrente de eventos que, como el World Dog Show de Madrid, caminen en la dirección opuesta a sus derechos e intereses como seres sintientes.
Los perros desfilan a buen ritmo. Y no es casual que sea así: más de 16.000 de ellos de 250 razas diferentes han de pasar delante de jueces venidos de todo el mundo, que evalúan escrupulosamente el grado de pureza de los canes basándose en sus características físicas. Hay ocho categorías: Baby, Cachorros, Joven, Intermedia, Abierta, Trabajo, Campeones y Veteranos. También conferencias, talleres y exhibiciones, como las de los perros policía o los perros guía, en las que los animales muestran su estricta obediencia bajo una lluvia de aplausos. Es el World Dog Show, la mayor exposición canina a nivel mundial. Del 23 al 26 de junio, Madrid acogerá un evento organizado por la Real Sociedad Canina de España (RSCE), la Federation Cynologique Internationale (FCI) e Ifema. Una competición con medio siglo de historia que recae en España por tercera vez, tras pasar por Valencia en 1983 y 1992.
Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre, y no hay duda de que su mera contemplación nos provoca deleite. Es normal que así sea: nos llaman la atención sus distintas formas, tamaños y personalidades. Su belleza y su carácter. Son animales asombrosos, nobles y leales, y queremos tenerlos cerca, pues a menudo son la mejor de las compañías.