Midi D'Ossau, muñeco de trapo con casco naranja
Llevo dándole vueltas al tema una y otra vez…
No es la primera vez que sufro, veo en directo, o llego recién ocurrido un accidente en montaña. Son muchos años frecuentando un medio tan inhóspito y “cabrón” como es la montaña. Varios miles de días en terreno abrupto, roca, nieve, hielo, hierba, piedras, bosque, solo, acompañado, recibiendo formación o impartiéndola, por gusto o profesionalmente, con civiles o con militares…
Pese a la mítica frase atribuida a Napolén sobre lo imposible (“la palabra imposible no está en mi vocabulario”), considero imposible no sufrir, ser testigo o colaborar en un accidente en montaña cuando tu medio habitual, si no estás en casa, es el medio natural.
Hay accidentes que, hablando mal y rápido, “se veían de venir”. Pero hay otros, como es el que nos trata hoy, que aparte de imprevisibles, son altamente improbables. Pero sí son posibles. Lo imposible solo existía para Bonaparte, y aún siendo tan contundente en sus afirmaciones, terminó perdiendo...
Pero comencemos por exponer los antecedentes y situarnos para poder después recapacitar sobre el total, y no solo sobre el resultado...
Miércoles 26 de julio de 2023. Nuevo cumpleaños de Camarón.
Un servidor, Adriano, o Pincho, como más gustéis, queda con tres amigos para ascender al afamado pico Midi d´Ossau, al cual ellos no han subido nunca y les hace mucha ilusión. Tanta, tanta, que uno de ellos viajó el día previo desde Almería y se volvía según bajásemos. “Ahí es na”.
Dos de ellos son padre e hijo. De los tres, el padre es experto en montaña, el almeriense casi y el hijo un atleta que también ha salido mucho a la montaña.
A las 4 en punto de la mañana, perfectamente pertrechados y con todo el material necesario en las mochilas, salimos del parking francés del Portalet hacia nuestro objetivo.
El hecho de salir de noche y pronto no es más que el intentar subir solos sin estrés por las tres chimeneas que interrumpen la pindia senda que las une y lleva hasta la cima, y poder descenderlas cuando el resto de visitantes esté ya de subida y esté más relajado el tema.
La ascensión al Midi d´Ossau, para mí, se puede considerar una actividad técnica, expuesta y comprometida.
Seguramente, la mayoría se echará las manos a la cabeza por considerar eso de unas “sencillas trepadas” de II/IIIº entre sendas empinadas… Después hay que rapelarlas, o destreparlas.
Bueno, aquí mi desglose:
Técnico: terreno desde el inicio de la primera chimenea que exige en otros dos resaltes (segunda y tercera chimenea) escalar sobre roca pulida y con pocas posibilidades de protección artificiales, autoprotección necesaria si se diese el caso. Descenso por el mismo sitio.
Expuesto: cualquier tropezón implica caída con detención incierta excepto en tramos muy tumbados, los menos. Tanto en el ascenso como en el descenso.
Comprometido: una vez superemos la primera chimenea, la salida está por nuestros medios normalmente por ella, y si superamos la segunda, resolver cualquier incidente hacia abajo dependerá de terceras personas casi con total certeza, especialmente si no llevamos cuerda o la hemos perdido.
Nuestro horario previsto, en el mejor de los casos, sería el siguiente:
04:00. Inicio del movimiento desde Portalet.
06:00. Inicio de la primera chimenea.
08:00. Cima.
11:00. Senda bajo la primera chimenea.
13:00. Llegada al coche.
Puede chocar que asigne más tiempo al descenso que al ascenso (destrepe/descuelgue Vs trepada), pero la experiencia me dice que en este tipo de terreno, en el que el “menos experto” va delante del “más experto”, el movimiento se hace más lento, delicado y laborioso.
Aparte que en la cima, involuntariamente, en general la gente se relaja, y eso implica más tiempo... y precauciones.
Efectivamente, a las 06:00 estamos equipándonos bajo la primera dificultad del día, la pulidísima primera chimenea.
He encordado a mis tres amigos, subo rápidamente, y les aseguro la trepada desde una reunión (R) que monto porque no veo la de parabolts. Continuamos un poco por el Contrafuerte Oriental para dar un poco de “ambiente” a la ruta, y cruzamos hacia la Normal y su segunda Chimenea.
De lejos veo a tres montañeros que suben por la senda ya cerca de la trepada como motos.
En la segunda chimenea repetimos maniobra, subo yo, busco la “R” que esta vez sí recuerdo y encuentro, y suben los compañeros.
Mientras coloco mi asegurador en la R, una voz aterciopelada y socarrona me dice lindezas desde el pie de la trepada… Reconozco al madrugador tenor.
Llamémosle Chicano. Y viene con otros dos amigos, también míos, digamos que les llamamos Camarón y Frigo. Les pongo un “mote” para poder contextualizar y analizar el percance después.
Nosotros cuatro seguimos hacia la tercera chimenea sin encordar pues es un tramo fácil con algún resalte que se hace bien y ellos van cómodos.
Detrás van los otros tres amigos, a su ritmo, y los vamos viendo en la distancia, ya que nunca llegan a pillarnos. Yo no voy a vista, y ellos sí, y en este terreno eso te da ventaja, unido a la experiencia por este tipo de terreno, en el que hay que leer y navegar bien para no dar algún bandazo.
Una vez bajo la última chimenea, repito procedimiento por tercera vez, y nos plantamos arriba los cuatro, donde les muestro la cruz de hierro que hay allí y les explico que es la marca para situar el descenso, especialmente en caso de baja visibilidad, marcando un waypoint (WP), ya que nunca se sabe lo que nos depara la vida…
A nuestros perseguidores hace un rato que no les veo. Me imagino que estarán de cháchara por abajo y dando algún bandazo.
Ya por la cresta cimera les veo aparecer, les saco unas fotos e incluso grabo un vídeo diciendo sandeces y gracietas varias.
Un poco antes de las 8 estamos en la cima. Perfecto. Lo estamos bordando. Foto, trago, bocado. Padre e hijo emocionados por estar juntos arriba y a la vez. Se chocan las manos efusivamente y me las ofrecen a mí que, sin reaccionar a tiempo, choco los cinco con ellos, arrepintiéndome al lanzarla sin margen de maniobra. ¡Mierda, eso no lo hago nunca hasta llegar al coche…! Se lo digo entre risas. Casi todos los marrones que he sufrido en mi vida han sido en los descensos. Mierda, nos queda lo más delicado, y más en esta montaña, la bajada. Técnica, delicada, expuesta…
Se miran entre ellos, y me dan la razón. Queda lo más importante, llegar abajo tal como empezamos. Quizás más cansados, pero amigos y sanos.
El orden debería ser: llegar abajo sanos, amigos, y a poder ser con cima. La primera ya la tenemos, ahora nos queda rematar la faena.
Llegan Camarón, Frigo y Chicano. Risas... “¿Qué coño hacéis hoy por aquí?. No nos habéis pillado, paquetes, ¿qué coño habéis hecho?”
Me dicen que me reconocieron por la voz desde lejos, también suave, fina y aterciopelada como la de Chicano. Han subido sin encordar ni asegurar, y en la tercera chimenea pegaron brujulazo y han debido subir por una variante surcoreana o cuarta chimenea…
También que como fue una idea de última hora, al llegar al parking no tenían linternas, pero al ser senda muy marcada, fueron como topos hasta el refugio de Pombie que amaneció bien.
Antes de irme me hago un selfie con Camarón, muy amigo y ex-alumno, de los buenos. Se la enviamos a Don Julio, amigo común que no ha venido porque se le olvidó avisarle a Camarón. Menos mal. No era el día. Pudo ser la última. Y eso que lo estamos bordando…
Llegamos a las inmediaciones de la cruz. Inicio de las “hostilidades” del descenso.
Encuerdo a mis tres amigos, y les aseguro el destrepe. Mientras ellos bajan, aparecen los tres mosqueteros y les indico un lugar un poco escondido y en paralelo desde donde yo bajo cuando hay mucha gente. No lo encuentran, y van destrepando a nuestra par con cuidado.
Camarón es el líder natural, ya se veía según subían, y de nuevo va buscando el descenso e indicándoselo a sus compañeros ahora.
Llego a la base de la chimenea, y pregunto a mis tres amigos como van. No hace falta hablar, seguiremos en cuerda corta y progresaremos con cuidado por este terreno, en el que subir es fácil, pero bajar…. ¡Ay bajar! Eso es otro tema. No me veo los pies en los resaltes, bajo de cara o de culo, ver la pendiente, la caída, el fondo del barranco…
En un momento dado, los otros tres se van por la izquierda, y yo sigo por donde subí, más a la derecha. Les perdemos de vista...
Mientras destrepamos un resalte pequeño, de repente, oímos un grito aterrador. ¡Quietos parados! Vemos algo caer sobrepasando un espolón por encima a velocidad.
Es una persona.
Lleva casco naranja.
Da vueltas.
Da vueltas y rebota.
Va directo a los cortados de la vertiente NE.
Pone brazos rectos e intenta detenerse.
Rebota.
Rebota mucho.
Rebota muy alto.
Es un muñeco de trapo sin control.
Para, para, para por Dios…
Sigue rebotando el muñeco de trapo con casco naranja.
Cae desde muchos metros de altura en la vertical y, tras el brutal enésimo golpe parece que ha disipado la energía y quiere pararse.
No se para.
Rebota, para, no para, rebota y por fin para en una especie de hondonada a 4 metros del precipicio.
Mierda. Mierda. Mierda.
Es Camarón. El color del casco le delata.
Mierda. Mierda. Qué coño ha hecho el muy imbécil.
PAS: Proteger, Avisar, Socorrer.
De forma autómata, comienzo con la P de Proteger. Mientras intentamos comunicarnos con el caído, que no responde, y sus dos compañeros están intentando llegar al lugar del accidente, meto un par de piezas y monto una “R” para estar seguros y no tener más sustos.
Cuando voy con gente, y especialmente si voy actuando como “guía”, aunque sean amigos, siempre llevo unos mínimos para imprevistos, y eso incluye unos fisureros pequeños, un micro y un friend. Mejor no tener que usarlos, pero hoy tocó.
Contactamos con Chicano, que está bajando hacia Camarón.
Sin esperar a ver si tenemos funeral o no, continúo con la A de Avisar, llamo al 112. Maquinita automática. Tecla 2, español. Maquinita automática, me cago en las “putas maquinitas automáticas”. Es una operadora y solo habla francés. Por suerte, viví de pequeño en Francia y sé hablar su idioma. Le cuento lo sucedido Hay que ponerse en situación, y decirle lo primero que estamos en un lugar de montaña en el que es imposible, sí, otra vez imposible, que acceda una ambulancia. Incluso sería terriblemente complicado el rescate terrestre. Será necesario el rescate aéreo. Hay que decírselo para que vaya tomando consciencia de la situación.
“Accidente en el Midi d'Ossau, helicóptero necesario, caída entre la 3° y 2° chimenea, unos 50-70 metros como un muñeco, quedándose parado, inerte e inconsciente a un par de metros de los precipicios de la vertiente noreste”.
Llega Chicano junto a Camarón e inicia valoración de “salud”, o quizás de “insalud”.
La S de Socorrer comienza a funcionar de forma cuasi profesional. Para algo ha recibido formación en enfermería y medicina de montaña desde hace lustros.
Frigo, francoparlante también, llama desde el lugar del herido, y toma el control de la comunicación, pues está junto al herido, y así yo me puedo ocupar de bajar junto a mis tres acompañantes.
La providencia a veces se cruza en tu camino y aparece por allí un guía con sus clientes que, habiendo visto el percal, deja en un lugar seguro frente a las caídas al personal, y se hace cargo de la situación sanitaria.
Como es de manual, y en concreto es lo que haría cualquier persona normal, y especialmente un profesional de la montaña, ASISTE al herido.
ASISTE en mayúsculas. De lejos hablo con él y le reconozco. Es un viejo conocido, Esko, y mientras desciendo a mi gente, pienso que dentro de la mala suerte, tener a un profesional del sector ahí es un lujo.
Y efectivamente, usó su botiquín para lo que hace falta, le estabilizó y auscultó, inspección pulmonar, detectó posibles y graves lesiones, en fin, profesionalidad y capacidad exquisita...
Manta térmica, ese artefacto de un solo uso y que no gusta ver en los accidentes si tapa la cara.
Allí la tenía puesta Camarón evitando perder el calor corporal, tan necesario para vivir.
Así a simple vista:
- Inconsciente un minuto.
- No tiene pérdida de pulso y no se aprecian hemorragias.
- No parece tener lesiones internas. No descartable neumotórax.
- Cara muy hinchada con tres cortes profundos (frente 3 cm, 2x1cm en nariz).
- Cuello dañado.
- Tibia derecha.
- Brazo izquierdo.
Saca su botiquín para lo que haga falta, y cuando lo veo a lo lejos, me viene a la cabeza el mío. Siempre llevo botiquín, más o menos completo según la actividad, pero de repente recuerdo que al rematar en el aparcamiento la mochila la última imagen mental que tengo de él es en la mano… Espero no habérmelo dejado en la bandeja del coche y que haga falta ahora… ¡Mierda. Mierda de nuevo!
Nosotros bajamos con cuidado hacia el sitio, ya que además de tener que ir a ayudar, el hueco sobre el que ha parado, y le ha salvado la vida, es la propia senda.
Los clientes que quedaron allí a la espera de la estabilización del herido en ese momento están en nuestra línea de plomada, cualquier piedra que tirásemos les podría dar.
Les aviso. No me hacen caso. Insisto. Me increpan. Hay nervios. Normal. Les intento explicar que con que se muevan cinco metros arriba o abajo por la senda es suficiente. Nervios, me gritan. Tranquilidad. Empatía. Bastante tienen con haber visto en directo el accidente y quedarse sin líder. Les explico la situación a los amigos y, con mucho tiento, vamos en diagonal a buscar otra bajada para no complicar la cosa.
Cuando llegó un servidor al lugar, le di el relevo a Esko, ya que él iba trabajando y lógicamente sus clientes estaban nerviosas y él debía ir a sus menesteres.
Vaya relevo. Flipé, literalmente, de los datos y tecnicismos a transmitir a los rescatadores cuando llegasen.
Sangre, mucha sangre.
La sangre es muy escandalosa. No hay que dejarse llevar por ella. Te distrae la atención y pone nervioso, y mata más la que no se ve que la que sí.
Al día siguiente fue un amigo mío, guía, con clientes, y hablando un par de días más tarde con él y contándole el tema me dijo con la boca abierta: ¡coñoooo, así que el charco de sangre de la senda entre la segunda y tercera chimenea era de eso, jooder!
El casco.
¡Por Dios, como está el casco! Si no lleva casco, se mata. Pero mira como tiene la cara, y la cabeza en general, parece una sandía reventada. Casco salvador. Otro pensamiento que sigo teniendo, el casco… Hay cascos en 190 gramos, por qué no usarlo. Hay gorros que lo pesan, y solo sirven para postureo y bacilar.
Durante la espera, la inmensa mayoría de gente que subía a cima, casi nos pisaba para ver al herido.
Personalmente puedo ser bastante cortante con la gente que estorba más que aporta, y así actué. Alguno incluso intentó sacar fotos con un palo selfie, y cuando le pedí por favor con mi voz aterciopelada que no lo hiciera, casi se le cae el chisme balate abajo. La curiosidad mató al gato, dice el sabio refranero español.
El tiempo en esas situaciones parece que se para, el reloj va más lento.
Mierda. Mierda.
Se le duermen los brazos.
Joder. Toma apretón en el roto, a ver si se te saltan las lágrimas.
Cuello inmóvil y tieso. Chicano lleva un buen rato en una posición imposible para inmovilizarlo.
Relevo. Descanso.
Vuelve a coger el cuello.
Mierda, ¿Estará reventado por dentro? ¿Estará desangrándose y no lo vemos?
Quién eres, no te duermas, no cierres los ojos. El helicóptero ya viene. Tranquilo.
Toma apretón en el brazo roto.
¿Tienes frío? ¿Notas algo raro interno, Camarón?
¡Ahhhhh, mi pierna, mi pierna. Joder. Se ve la tibia!
No te duermas, toma apretón en el brazo roto.
Frigo, en su mejor francés, para hablar por teléfono no vale con subir el tono de voz y gesticular para hacerte entender, sigue llamando cada 15 minutos a ver cómo va el tema del helicóptero. Habla con el médico-rescatador. Viene de camino.
De repente, ¡mierda, a este se lo llevan a Francia, al hospital de Pau, fijo!
¿Camarón, estás federado? No.
¿Tienes otro seguro? No
¿Tienes la Tarjeta Sanitaria Europea? No
Mierda. Relevadme con el cuello, que voy a hacer un par de llamadas. Solucionado. Bendita cobertura. Contactamos con el rescate, y ahora podemos llamar a gestionar el asunto sanitario en Francia.
Por fin, sobre una hora después, llegaba el helicóptero. ¡Camarón, abre los ojos coño, que viene la caballería, intenta poner cara de guapo aunque no la tengas!
Nos rodean, visualizan, el viento no ayuda, se van, vuelven, toman tierra tres rescatadores en una maniobra de patín en un espolón a 50 metros y parece que la vida se comienza a ver de otra manera.
Asisten al herido dos rescatadores y un médico que re-evalua al herido (tras escuchar el doctor lo que evaluó Esko por nuestra boca), pulsioxímetro, O2 y pulso OK. Parece que no hay neumotórax ¡Bien!
Tras una maniobra complicada para inmovilizar al amigo, cuello, espalda, camilla y algo de droga para atenuar dolores, le conseguimos colocar en un movimiento coordinado a 12 brazos en la camilla y se lo lleva el helicóptero.
Mientras el doctor estabilizaba a Camarón, el helicóptero ha bajado a Frigo hasta el coche en el aparcamiento del Portalet para que vaya yendo al Hospital de Pau, dónde se hará cargo de las gestiones administrativas y de coordinación con la familia, y recoge al otro rescatador que había dejado en tierra para liberar peso durante la maniobra.
Por fin, por fin, vuelo al hospital de Pau.
Nosotros para seguir bajando por nuestros medios seremos cinco, nosotros cuatro más Chicano, que lógicamente se une y utilizará nuestra cuerda para rapelar las chimeneas. Con un susto por día tenemos bastante.
Descenso recapacitando sobre lo que puede cambiarte la vida en un tropezón, y paso a paso para llegar todos sanos al suelo tras el estrés, especialmente para los amigos que se encontraron con algo así y no son habituales del medio y nunca habían vivido una situación similar.
Me dice el más veterano de mis amigos, con muchos años de monte y puestos de responsabilidad con muchas personas a su cargo, que lo primero que se le vino a la cabeza cuando ocurrió el accidente fue la “celebración” de cima chocando las manos en cima. Me imagino que el resto lo va rumiando en su cabeza…
Un tropezón, un miserable e indigno tropezón al darse la vuelta mientras hablaba con los amigos para indicar el camino a seguir parece ser lo que provocó la caída. Pero las piedras no saben a quién hacen tropezar, si es guía, si es un escalador profesional, si es un entusiasta dominguero que va por primera vez a una montaña en su vida...
Si habéis llegado leyendo hasta aquí, quizás es porque os interese saber lo que tiene Camarón al final y, sobre todo, aparte de que se recupere bien, conocer las reflexiones que sacamos sobre la necesidad de mantener (o mejorar) las capacidades de PRIMEROS AUXILIOS, IDIOMAS Y GESTIÓN de un ACCIDENTE EN MONTAÑA.
Pero también las necesidades de preparación de las actividades, en las que nos garantizaremos llevar lo mínimo para realizarlas, y poder gestionar una emergencia en caso necesario,
Lesiones:
- Rotura de cervicales C5 y C6, operado de urgencia fijándolas con placa.
- Rotura de muñeca izquierda.
- Rotura de todos los ligamentos de todos los dedos de la mano izquierda.
- Rotura de gemelo izquierdo.
- Herida de scalp en tibia izquierda, 5cm, sutura.
- Herida profunda de 5cm en frente, sutura.
- Herida 1cm en nariz superior, sutura.
- Herida de 1 cm en nariz-labio, sutura.
- Policontusiones por todo el cuerpo. Espalda menos.
Casco:
Sin atreverme a afirmar que le salvó la vida, creo que así fue. El neurocirujano que le operó le dijo literalmente que si no llega a llevar casco, se hubiese roto desde la C5 a la C2, quedando parapléjico.
Por mi parte, y a la vista del estado del casco según lo vi allí y por las fotos del mismo, y como quedó su cara, estoy seguro que la gran caída de morros, en la que a la par que frenó su caída con ella destrozó la misma y casco por frontal y lateral, y las múltiples vueltas de campana que dio, no puedo pensar otra cosa que está vivo gracias al casco. CASCO SIEMPRE.
Mochila:
Él llevaba una mochila media, de las que tapan toda la espalda, con una cuerda de 60 metros y ropa que la llenaban casi completamente.
De los dolores que le van apareciendo por todo el cuerpo, en la espalda es donde menos. Tampoco tuvo más lesiones en la columna vertebral, pese a las repetidas caídas. Quizás el hecho de llevar la mochila y servirle de amortiguador y disipador de energía le libró de más lesiones.
Es el quinto accidente similar que veo y/o conozco, y en los otros casos, que aún fueron más metros, también libraron la espalda por ello. Conclusión, una mochila pequeña con algo de ropa, que proteja algo la espalda, puede ser un buen complemento incluso en días de calor. En fin, cosas que todos sabemos y hacemos, pero no está de más recordar, y unos apuntes para no olvidarnos cosas importantes.
PAS, no necesitamos más incidencias...
Proteger
Avisar
Socorrer
- Medio de comunicación/localización con batería cargada.
- Botiquín siempre. La manta térmica doy por hecho que va también.
- Linterna al fondo de la mochila aunque no haga falta.
- Formación y/o reciclajes de Primeros Auxilios.
- Reforzar/estudiar idioma (francés Pirineos/Alpes).
- Comprobar seguros asistencia antes (federativa, privado, TSE…) .
- Prever comunicaciones con agencia/contacto/familiares en función de gravedad y complejidad de la situación.
- No ser complaciente con los curiosos... asertividad... ¡Si no ayudas, estorbas!
- “Cuidar” al resto de gente que hay que bajar, aunque no digan nada ahí, la procesión posiblemente vaya por dentro...
Y sobre todo, “keep calm & haz lo que sabes lo mejor que puedas”
¡Un saludo y ojalá que no le pase a nadie nunca!
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