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La Biblioteca del Bosque

Íñigo Jáuregui Ezquibela

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Aunque llevamos bastante tiempo y bastantes artículos tratando de demostrar que el mundo de la montaña excede con creces el marco físico – deportivo en el que solemos recluirlo, no estamos del todo seguros de haberlo logrado… Las montañas, cualquier montaña por modesta que sea, entraña aspectos, valores y significados que van más allá del que acabamos de mencionar. Las montañas están atravesadas y revestidas de simbolismo religioso, mitos y leyendas, hábitos productivos y prácticas económicas, instituciones sociales y relaciones económicas, lenguas y variantes dialectales, literatura, poesía y… arte. Sí, también poseen una dimensión artística y si no que se lo pregunten a Miguel Ángel Blanco, un creador tan comprometido como inclasificable que a lo largo de las tres últimas décadas ha desarrollado un proyecto artístico extraordinario, que también es un proyecto de vida, alrededor de la naturaleza, los bosques y las montañas que los albergan.

Su opera omnia, titulada Biblioteca del Bosque (http://www.bibliotecadelbosque.net), no es de dominio público, ni ha obtenido un gran reconocimiento institucional o mediático. Sin embargo, ninguna de estas circunstancias empañan el valor, interés o trascendencia de este work in progress grandioso e inclasificable. La prueba la tenemos en el espacio y en los comentarios repletos de elogios que Robert Macfarlane empleó en Las viejas sendas, uno de sus ensayos más populares, para referirse tanto a su autor como a su obra.

La Biblioteca del Bosque no es una biblioteca al uso. No está ordenada ni por temas, ni por autores, ni obedece a ningún sistema de catalogación convencional. Por no tener, no tiene ni libros, si por libro entendemos un objeto de papel compuesto por hojas impresas y encuadernadas. Su lugar ha sido ocupado por lo que Blanco denomina libros – caja. Estos libros tan peculiares constan de dos partes. La primera está formada por una serie variable de hojas de distintos tipos de papel en las que, tras al título del volumen, se reproducen imágenes, figurativas o no, realizadas con toda suerte de técnicas (pintura, frotación, línea de fuego, grabado, fotografía, marca hídrica, estampación digital, aspersión de tinta, etc.). La segunda consiste en una caja sellada y acristalada en la que se exhibe una selección de objetos recolectados por el autor en el curso de sus excursiones por la naturaleza. Estos objetos no están dispuestos ni han sido seleccionados al azar sino que obedecen a la creatividad y planificación dictadas por el artista. Son, por decirlo de otra manera, una especie de collages tridimensionales en los que las imágenes son reemplazas por objetos orgánicos o inertes recogidos en el campo que él mismo enumera en la presentación de su página web: “musgos, líquenes, cortezas, acículas, piñas, pólenes, zarzas, hongos, cera, raíces, minerales o resinas”. Finalmente, después de ensamblar y encuadernar ambas mitades, el libro – caja resultante se guarda en un estuche de madera abierto por uno de sus extremos y, tras ser marcado con un número de registro, es depositado en los anaqueles y estanterías donde reposan el resto de volúmenes de esta biblioteca. De este modo, cada caja atesora la memoria de un paisaje, una ruta, un encuentro, un estado de ánimo y se convierte en un relicario, depósito, santuario, recordatorio, cofre, cápsula del tiempo o gabinete repleto de curiosidades que trata de reflejar la complejidad, la riqueza, el misterio y la maravilla que presiden el mundo que nos rodea. La naturaleza alcanza, en palabras de Blanco, la condición de “experiencia trascendente”, de “medio para que el hombre rescate su grandeza oculta (…) crezca espiritualmente y penetre en lo oscuro”.

El primer libro de la Biblioteca del Bosque está fechado en el invierno de 1985 y lleva por título Deshielo; el último, Espejismos en la nieve, a finales del mes de abril de 2022. Durante los 37 años transcurridos desde el inicio de este magno proyecto, M. A. Blanco ha producido un total de 1.218 libros diferentes en los que, no conforme con dar rienda suelta a su creatividad plástica, ha intentado construir un registro o diario personal en el que volcar todos sus pensamientos y sentimientos relacionados con la naturaleza o, más precisamente, con cada vivencia y contacto con la misma. La inspiración, el germen que ha desencadenado la totalidad de su obra, surgió a finales del año 1984 y fue fruto de una tormenta invernal que le sorprendió en el valle de la Fuenfría, en plena sierra de Guadarrama. Tras su paso y la devastación ocasionada por la misma –miles de pinos fueron derribados o perdieron sus copas–, Blanco sufrió una especie de epifanía que no solamente le llevó a documentar la destrucción provocada por la borrasca a través de la recogida de testimonios materiales sino a consagrar su vida a la ampliación y extensión de esa idea y trabajo iniciales. Por ese motivo, la mayor parte de los elementos que contribuyen a la existencia material de la Biblioteca del Bosque están fabricados a partir de papel y madera, y por eso mismo no deja de crecer y de hacerlo orgánicamente, como los árboles que dispersan sus semillas para volver a fructificar, multiplicarse, conquistar nuevos espacios y cautivarnos con su silenciosa presencia. ¡Larga vida a la Biblioteca del Bosque y a quien la ha hecho posible!

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