Anda que no nieva con ganas en el campo base del monte este! Y lo lleva haciendo desde hace quince días, exactamente todo el tiempo que llevamos acampados aquí, al modo heróico de los ingleses en la Antártida. Obviamente, un grueso manto lo cubre todo, y no hay relieves que se distingan. Sólo nieve y más nieve. Más de dos metros y medio, sumando todo lo que ha caído un día tras otro. Y además no tiene ninguna pinta de parar. Nosotros nos conformamos con no matarnos mucho, lo de subir a la cima pertenece a una realidad que no es la nuestra.
Entonces aparece él, en persona; el auténtico y verdadero Mister Proper. Bueno, no sólo llega él, también vienen otros siete de su misma nacionalidad, un lejano país asiático donde nace el sol cada día. Por supuesto, les acompaña una hermosa banda de sherpas, alrededor de quince. Mister Proper, que además resulta ser un tío majísimo, lleva años empeñado en limpiar el Himalaya. Ya lo hizo en el Everest, y ahora le toca al Manaslu. Y le va de maravilla, con generosos patrocinadores que pagan los gastos de la escalada y de la supuesta limpieza. El asunto es sencillo, pero inteligente. Primero, uno utiliza a los medios de comunicación para asegurar que el Himalaya está lleno de mierda y que los himalayistas son unos cochinos asquerosos. Después se organiza una expedición, pesada y absolutamente tradicional, y se la denomina “de limpieza”. En último término, se dirige uno a la montaña en cuestión, se le meten 3.000 metros de cuerda fija y, si se puede, se sube uno a la cumbre usando oxígeno en botellas, lo que debe ser el colmo absoluto en una expedición tan ecológica... Eso sí, durante un par de días de descanso en el base, del mes y pico que dura la historia, uno ha de darse una vuelta por los alrededores con una bolsa de basura y un palo, cara de susto y muchos fotógrafos. A los sherpas se les encarga además que, si no es mucho pedir, se bajen restos de por arriba, si se encuentran.
Y esa es la clave, ¿qué basura van a encontrar éstos por aquí? Nada. Todo lo que haya, si lo hay, se encuentra enterrado varios metros bajo nieve. Y de cualquier modo, aunque hubiera basura y estuviera a la vista, nunca conseguirán demostrar cuánto contamina, aparte de visualmente, una vieja botella de oxígeno abandonada o los restos de una tienda destrozada por el aire. La basura de verdad está aquí, en Occidente, a nuestro alrededor, y tiene más que ver con las empresas multinacionales que contaminan y vierten sin control, o pagando multas ridículas. También necesitaría una buena limpieza el hecho de que cada uno de nosotros coja el coche para todo y conduzca a mil por hora. Y mejor no me pongo a hablar del modo como expoliamos nuestras montañas para vender casitas y nevados paraísos terrenales, a pagar en cómodas hipotecas de cuarenta añitos de nada.
A mí no me engañan. Para las expediciones de limpieza, de lo que se trata es de subir a la cumbre, y la única limpieza se produce en los bolsillos de los patrocinadores. Aún así, Mister Proper me pareció un buen tío, y bastante ingenuo, pero otros de su especie son unos caraduras profesionales. Una vez más me descubro ante la creatividad de algunos, y constato nuevamente que la jeta humana no conoce límites. Se nos va acabando eso de la fe.
Columna publicada en el número 35 de Campobase (Enero 2007).