Los Cahorros, el enigma del grado

Pablo Gómez / Fotos: José Padial y Pablo Gómez

Enclavados en pleno Parque Natural de Sierra Nevada, bañados por las aguas procedentes del deshielo, que con el paso del tiempo han modelado con formas caprichosas este singular entorno paisajístico repleto de roca caliza, Los Cahorros se encuentran a escasos nueve kilómetros de Granada. Aunque el acceso es relativamente sencillo, resulta increíble la diferencia respecto al bullicio y el gentío de la ciudad nazarí. Esta cercanía propicia que casi a diario haya escaladores en sus paredes, hasta el punto de contar con visitas relámpago de algún fanático que, después de su jornada laboral, ha aprovechado los últimos rayos de sol para un encadenamiento.

Los Cahorros eran empleados como escuela de escalada por aquellos escaladores y alpinistas que buscaban un lugar para practicar situaciones similares a las que se encontrarían durante las aperturas de gestas de mayor compromiso en paredes de Sierra Nevada u otros lugares de alta montaña. Era aquí donde se familiarizaban con el material, aprendían a colocar fisureros y se enfrentaban a pasos con estribos en aquellos tramos donde no era posible pasar de otra forma.

Locos años 30

Las primeras escaladas en Los Cahorros acontecieron allá por los años 30, época en la que a los pioneros se les catalogaba de locos. En realidad, algo de razón tenían los críticos, pues las fisuras y lugares más evidentes para escalar se aseguraban con empotradores caseros, tacos de madera y trozos de cuerda que rodeaban piedras y puentes de roca en el mejor de los casos. Fueron esos escaladores de botas robustas y con la cuerda rodeando su cintura, abrieron vías tales como La chimenea del Palo, El mirador y Directa de las eras, entre otras.

Con la aparición del famoso buril se amplió el abanico de escalada en la zona, desviando las miradas de los primeros aperturistas hacia tramos de roca que en el momento resultaban inaccesibles. Las vías intercalaban tramos en los que se escalaban fisuras y era posible asegurarse mediante fisureros, con otros lisos en los que los artificiales equipados no interrumpían el avance hacia la cumbre.

En la actualidad, Los Cahorros ofrece hermosas líneas donde emplazar fisureros y demás artilugios de autoprotección. Muy recomendables son Los tacos, El faraón, Cleopatra y La araña, en las que es posible respirar parte de la historia vertical de la zona.

Casi todos los escaladores que visitan Los Cahorros se preguntan el porqué de su peculiar graduación, considerablemente más baja que en el resto de zonas de escalada. La respuesta la podemos encontrar en que estamos ante una escuela de escalada pionera, donde se llevaron a cabo las primeras ascensiones en libre de la Península. Este cambio de mentalidad llegó importado de los países anglosajones por escaladores granadinos que realizaban sus estudios en países extranjeros, que rápidamente se pusieron manos a la obra para aplicarla sobre las vías de artificial aparentemente imposibles de liberar. En un principio, y por el desconocimiento de la escala francesa, casi todo lo liberado se graduaba quinto superior, cuando en realidad estaban realizando 6a o más dificultad. La cosa siguió con rutas de mayor graduación, subiendo proporcionalmente con respecto a las rutas de quinto ya graduadas. Actualmente continua esta forma de graduar, que para algunos se ha convertido en una tradición y para otros es una protesta contra lo absurdo del grado, pero en todo caso no sabremos la verdadera dificultad de una ruta hasta que logramos subirla sin caídas.

En un principio, estos pioneros se encargaban de liberar rutas expuestas aseguradas mediante empotradores de todo tipo, en las que el emplazamiento de uno o varios buriles en los pasos de mayor dificultad daba respiro al miedo real. En poco tiempo, los estribos dejaron de formar parte del material imprescindible del escalador, abriéndose hueco en la mochila los primeros modelos de pie de gato procedentes de otros países de Europa.

El número de vías liberadas aumentaba progresivamente, gracias al trabajo de Juan Ignacio Martín, Manuel Del Castillo, Eloy Linares y demás escaladores del momento. Surgían los primeros sextos superiores tras la realización en libre de Placa de Om, Placa Culopollo, Placa Carlos, Espolón del Palo, siendo en su momento hazañas al alcance de muy pocos. Ni qué decir tiene que un hito histórico considerable fue la liberación de Fandango, pues se trataba del primer octavo de Los Cahorros y uno de los primeros del país. Esta vía graduada con un 7b de la escala local fue encadenada por Juan Manuel García. Este escalador revolucionó la escalada a mediados de los años ochenta con el sorprendente encadenamiento de Otavía (Rambla Seca, Dílar), un 7b+ que resultaría ser el primer octavo encadenado en España, tras traducirlo a la graduación habitual.

Se equiparon un gran número de rutas de escalada a golpe de martillo y burilador, que agotaron los antebrazos de los equipadores, pero no las ganas de seguir completando con vías los sectores de moda. Con la llegada del taladro proliferó el equipamiento de nuevos sectores, aumentó el deseo de superación y las ganas de equipar nuevas rutas de alta dificultad deportiva. Escaladores y equipadores del momento, como Javier Morales y Francisco Hermoso, entre otros, adornaron con chapas aquellos paramentos verticales de roca dolomía, planteados en un principio de imposible escalada en libre. Fruto de este trabajo fueron dos nuevas vías: Extremaunción (8a) y Hellraiser (8a/a+) de graduación local, convirtiéndose en el primer octavo y la vía más dura de Los Cahorros respectivamente, ambas equipadas y encadenadas por el inagotable Javier Morales. Pero escaseaban los aficionados al taladro, y sería una nueva generación de escaladores la que impulsaría nuevas rutas en los nuevos sectores. Roberto Martín, Juan José Hidalgo, Paco Sánchez, Pablo Gómez y David Gálvez, entre otros, dieron un respiro a los anteriores equipando bonitas escaladas, como El sexo de los ángeles (6b), Demolition (7a), Nametianos (7a), Chévere (6b+) o El que no llora no mama (7b).

Actualmente el número de taladros y equipadores es mayor, y cada cual con su imaginación contribuye a que Los Cahorros continúe siendo una fuente inagotable de interesantes proyectos.

Guía práctica

Ubicación

Los Cahorros están situados en el término municipal de Monachil, a solo 9 kilómetros de Granada y unos 28 de la estación de esquí de Sierra Nevada.

Aproximación

Situándonos en Granada y más concretamente en la circunvalación que rodea la ciudad, la A-44, nos dirigimos a Sierra Nevada por Ronda Sur. De esta autovía nos desviamos hacia Monachil, es la segunda salida de Ronda Sur. Desde aquí la llegada al pueblo es muy fácil, siguiendo las indicaciones que nos llevan al mismo. Una vez en Monachil seguiremos la señalización que nos lleva a Los Cahorros. Desde aquí es ya muy evidente.

Dónde dejar el vehículo

Hay varias posibilidades. En épocas de más afluencia de visitantes, el aparcamiento del final del carril se completa a principio de la mañana. Es aconsejable estacionar en la Era de Portachuelas, unos 100 metros más arriba del bar El Puntarrón, o en la central hidroeléctrica, justo al otro lado del río y accediendo por la vertiente contraria.

Otras zonas de escalada

Además de Los Cahorros, hay otras zonas de escalada en la provincia de Granada. Por ejemplo:

- Los Vados, a unos 60 kilómetros de la capital.

- Alfacar, a unos 15 kilómetros.

- Loja, a unos 55 kilómetros.

- Diezma, a unos 50 kilómetros.     

Tipo de escalada

Se desarrolla sobre placa vertical, aunque también hay rutas ligeramente desplomadas y con algún que otro techo.