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Condromalacia rotuliana o rodilla de corredor Parte I

Por Pablo Terrón, Director de Fisioterapia de la Universidad Francisco de Vitoria, en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón.

El término de condromalacia rotuliana hace referencia a un estado patológico del cartílago rotuliano que recubre la cara interna de la rótula, comienza en las capas más profundas de éste y se desarrolla de profundidad a superficie, al contrario de la osteoartritis que lo hará de superficial a profundo. El término más adecuado es el de síndrome de dolor patelo-femoral, que hace referencia a una de las dos articulaciones que configuran la articulación de la rodilla, descrita por la articulación patelo (rótula) femoral y femorotibial, ambas articulaciones son indisociables anatómico y funcionalmente.

La rótula es un pequeño hueso que encontramos en la parte anterior de la rodilla. Durante los movimientos de ésta, la rótula se desliza sobre los cóndilos del fémur. Entre los dos se forma un surco denominado tróclea femoral o escotadura intercondílea, que es por donde se desliza la rótula. Por su cara posterior, la rótula está cubierta por cartílago articular.

El cartílago articular es un tipo de tejido que se encuentra presente en todas las articulaciones del cuerpo humano. Este tejido recubre las facetas o bordes articulares evitando el roce entre las superficies óseas. Las células que lo forman se llaman condrocitos, y su disposición microscópica se distribuye en forma de mosaico. Este tejido no tiene terminaciones sensitivas, interpretando que ni los traumatismos ni el desgaste resultan dolorosos en sí. De superficial a profundidad el cartílago recubre el hueso subcondral evitando el roce del hueso de la rótula con los cóndilos femorales en los movimientos de flexo-extensión de la rodilla. Si bien el cartílago no tiene terminaciones sensitivas nociceptivas el hueso subcondral sí las posee y es éste el que va a provocar el cuadro doloroso. Interpreten con cuidado este concepto pues es de vital importancia entender correctamente la repercusión que tiene la incapacidad del cartílago de establecer señales dolorosas (al no poseer terminaciones nerviosas sensitivas nociceptivas) lo que se traduce en un pronóstico inexorable nada positivo. Cuando aparece el dolor en la rodilla, el hueso subcondral está afectado por lo que el cartílago ha sufrido una destrucción previa.

Hoy por hoy, el desgaste del cartílago articular supone un gran hándicap para la traumatología y reumatología, pues este tejido no se regenera. La artrosis por definición es la pérdida de cartílago articular que permite el roce de hueso con hueso y por consiguiente el sufrimiento articular, se la considera como parte normal del proceso de envejecimiento o como una reacción del cartílago articular frente a fuerzas anormales.

La incidencia de lesiones del cartílago rotuliano aumenta con la edad, sobre todo durante y a partir de la tercera década de la vida. La condromalacia está asociada a la práctica deportiva desarrollada en superficies duras o en aquellos deportes en los que mecánicamente la articulación patelofemoral sufra estrés cíclico por mecanismos de flexoextensión repetida, obviamente un grupo de alto riesgo lo constituyen los corredores de fondo. No debemos olvidar aquellos gestos deportivos implícitos en la práctica deportiva o en el entrenamiento que imprimen fuerzas de compresión y cizallamiento intensas al compartimento de la articulación de la rodilla.

Grados de la condromalacia rotuliana

La condromalacia rotuliana está clasificada en cuatro grados que pueden ser o no evolutivos:

Grado I: encontramos el cartílago blando y edematoso. Si pudiéramos presionarlo con el dedo se hundiría. Este grado es la real condromalacia y al que nos referiremos principalmente en el cuadro clínico.

Grado II: aparecen fisuras en un área no mayor a una pulgada.

Grado III: fisuración en un área mayor a una pulgada. Las fisuras llegan al hueso subcondral, el cartílago presenta aspecto de “carne de cangrejo”.

Grado IV: erosión del cartílago que permite visualizar el hueso subcondral (artrosis), por lo tanto el cartílago desaparece y el hueso subcondral queda expuesto y erosionado.

La clínica de esta lesión es muy caprichosa; puede aparecer al principio de la actividad deportiva, simulando una falta de calentamiento, inmediatamente finalizada la misma e incluso 24 horas después de esta. Con frecuencia los pacientes se quejan de dolor en la cara anterior de la rodilla, típicamente relacionado con la actividad física y que empeora con actividades como bajar escaleras o correr por terrenos inestables.

La respuesta más frecuente es que comience con una ligera molestia inespecífica, no a punta de dedo, en el fondo de la articulación y de forma progresiva evoluciona invalidando actividades tan cotidianas como retomar la marcha tras un período de tiempo sentado o ponernos en cuclillas.

El síntoma más característico es la rigidez de la rodilla después de permanecer tiempo con la rodilla flexionada seguido de un dolor agudo al extender (síndrome del espectador de cine). Puede existir una sensación de compresión arenosa, como una crepitación por debajo de ésta (signo del cepillo) al pasar de sentado a de pie.

El dolor aumenta cuando nos ponemos en cuclillas o nos arrodillamos y duele más bajando pendientes o escaleras que subiéndolas. Todo ello debido al aumento de presión entre el cartílago y el fémur.

La conexión entre las causas y el cuadro clínico son todavía un tema de discusión. En muchos de los casos pueden ser las verdaderas causas, pero existe un porcentaje de casos que quedan fuera de esta clasificación.

Los desequilibrios de la estática de la pierna, como una pelvis ancha, valgo de rodillas (rodillas en X) o pronación del pie provocan una desalineación de la rótula y un aumento de la presión en su cara interna, pero sinceramente y espero que no valoren mi comentario como una forma de eludir el tema, interpretar los mecanismos de riesgo de la condropatía es excesivamente arriesgado. Los diversos signos que a menudo acompañan a la condropatía rotuliana y/o síndrome fémoro-patelar varían según los distintos autores.

Esto no hace más que confirmar, y al igual que en otros muchos casos de clínica deportiva la importancia de una buena evaluación del paciente para ¡no estandarizar el tratamiento, sino individualizarlo y personalizarlo!

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