La Peña Oroel, también conocida popularmente como el “León dormido” o la “Esfinge”, es probablemente, junto con Collarada, la montaña más famosa de la región de Jaca.
No en vano, desde cualquier punto de Jaca, su visión está siempre presente, con su boscosa y rocosa cara norte, y su altiva vertiente noroeste, rocosa, con un espolón de más de 200 metros verticales que, especialmente en los atardeceres, se colorea de un atractivo color naranja-rojizo que te hipnotiza. Es especialmente llamativa al amanecer y al atardecer, cuando ofrece unos tonos rojizos hechizantes que te obligan a admirar casi hipnotizado la montaña. Te hacen sentir la llamada de su cima…
Una cruz de 9 metros de altura, levantada por el Cuerpo de Forestales a principios del siglo XX es visible desde cualquier punto que diste unos pocos kilómetros de la Peña Oroel. Sin duda, un elemento imprescindible en las fotos de la montaña, ya que cuenta con más de 100 años de antigüedad.
En cuanto a su nombre, hay muchas opiniones acerca de su origen. Unos afirman que proviene del conde Aureolus, al igual que otros apellidos como Oriol o Uriol. Otros aseguran que deriva de la raíz “ur”, que significa agua, por sus numerosas fuentes o la cercanía con el río Aragón. Otros que proviene del griego “oros”, que significa monte. También hay quien piensa que viene del supuesto oro que, según la leyenda, contenían las minas de carbón que existían en la propia montaña. Es por ello que esta montaña siempre ha estado envuelta en un halo mágico que ha dado lugar a numerosas leyendas, como la del dragón que habitaba en una de sus cuevas, la anteriormente mencionada de sus minas de oro, o la de la Virgen de la Cueva.
Cuatro opciones para todos los niveles
La vía normal de ascenso discurre por su cara norte, la vertiente jacetana. Se trata de una ruta fácil de unas dos horas de duración, con una distancia de 7 kilómetros en total y 600 metros positivos de desnivel, y que comienza en el Parador Oroel, a 9 kilómetros de Jaca. Para llegar a él, cómodamente accesible en automóvil, tendremos que ir desde Jaca hacia el Puerto de Oroel, y un par de kilómetros antes de llegar a él, tomar un cruce a mano izquierda señalizado que nos indica el camino.
Una vez allí se debe seguir a pie por un sendero balizado (S-7) que conduce a la cima y su gran cruz de hierro. Durante la ascensión atravesaremos bosques de pinos silvestres y abetos hasta llegar al collado de Las Neveras, donde encontraremos unos grandes hoyos neveros usados antiguamente para recoger nieve en invierno a fin de trasladarla a Jaca, Huesca y Zaragoza. Desde ese punto, hasta la cima, el camino se hace más cómodo y muy poco inclinado. Iremos disfrutando de las extraordinarias vistas que nos ofrecen todas sus vertientes.
En la vertiente sur hay otra ruta de ascenso, menos cómoda de acceder en vehículo, pero igualmente recomendable, especialmente en invierno. Además, nos encontraremos por el camino con una bonita y antiquísima ermita, la de la Virgen de la Cueva. Heredera de la huida hacia el norte tras la invasión mora de 711, se trata de una de las numerosas ermitas socavadas en el típico conglomerado aragonés, llamadas en la zona “almendrones”, que jalonan los puntos de resistencia cristiana de la edad media en el Prepirineo. También es posible visitarla bajando desde la normal norte por la senda que sale entre la cima y el collado de las Neveras.
Una tercera vía de ascenso es la Mayencos. Una ruta “escondida” que surca desde el Parador Oroel hasta la mismísima cruz toda la cara norte, buscando caminos imposibles, y salvando una chimenea de unos 10 metros con algún paso de IIIº y un último resalte bajo la cruz de IIº.
Esta ruta no es un sendero apto para senderistas, si no que ya hablamos de una vía fácil de escalada, en la que para la mayoría de los usuarios precisará el uso de material de escalada.
El acceso a los hitos, que van marcando aquí y allá el recorrido, arranca desde una pista que nace bajando del Parador Oroel por la carretera a Jaca unos 100 metros a la izquierda. Seguirla hasta que se acaba, unos 200 metros más arriba, y coger el sendero que sin dar respiro nos va llevando por el bosque hacia una pedrera y la base de un primer resalte, corto, fácil y descompuesto. Descompuesto como está toda la roca en la montaña. Necesario estar alerta siempre. A partir de ahí, seguir los hitos y trazas de senda hasta que llegamos bajo una chimenea, de aspecto más difícil de lo que realmente es. Hay varios clavos sikados para proteger la escalada si así lo deseamos. Para los que llevan material de escalada y lo quieren usar es el momento de empezar a hacerlo funcionar. Desde abajo, por debajo del primer clavo, unos 20 metros hasta el árbol de la salida, el mejor sitio sin duda para montar la reunión, pues la cuerda ahí no tirará piedras y controlaremos a los compañeros.
Una vez fuera seguiremos de nuevo hitos y trazas de sendero, siempre hacia el oeste, y casi siempre en subida, aunque en algún momento se pierden unos metros y hay que ir atentos si no nos queremos embarcar.
Clavos aquí y allá nos van marcando el camino en los sitios más expuestos hasta llegar a una zona donde se ve la parte superior de la cruz de Oroel. En ese punto, seguir por trepadas muy fáciles en roca muy descompuesta hasta dos árboles muy característicos en pleno espolón bajo la cruz, donde encontraremos clavos. Seguir rectos por el espolón hasta la cima. Vía muy fácil, pero ciertamente expuesta para gente sin experiencia, que excede un poco el límite del senderismo al uso.
Y como cuarta opción, la más difícil a la par que vistosa y llamativa: el Espolón Noroeste o Rabadá-Montaner.
Hablamos de una vía histórica, abierta en junio de 1961 por esos dos grandes montañeros aragoneses que usaron unos materiales que hoy posiblemente nos echarían incluso para atrás simplemente viéndolos en algún museo. Está reequipada con clavos antiguos en su totalidad. Clavos sellados químicamente, con lo cual, la escalada hoy en día se reduce a una vía de corte deportivo de largos en Alta Montaña.
La realidad es que el trabajo que han realizado los reequipadores ha sido ingenioso y laborioso. Nunca sabremos si la vía que surcamos es la misma que recorrieron los aperturistas, pues no dejaron nada en su camino y se perdió en la noche de los tiempos.
Una ‘Montaner-Rabadá’ para el León Dormido
El jacetano Rafael Montaner relataría, en un tono personal e intimista, las peripecias vividas durante aquella apertura, en el Boletín de Montañeros de Aragón número 64, correspondiente a abril-junio de 1961, bajo el escueto título de Peña Oroel, y que reproducimos a continuación:
“Si bien por su altura de 1.900 metros escasos (tiene 1.770 metros) y por su situación apartada de la cadena pirenaica, peña Oroel tiene una importancia secundaria como montaña, para mí, que he nacido a su sombra y, durante muchos años, ha sido la primera visión del día, su mole, que alguien comparó con la silueta de un león dormido, es algo muy querido: por donde se iniciaron mis aficiones montañeras en numerosas ascensiones.
Luego, con el transcurrir de los años, las visitas a la gran cruz metálica que corona la montaña se multiplicaron, con divertidas ascensiones veraniegas con pandillas de amigos, donde el mayor aliciente era un extravío previsto o una tormenta repentina. También subidas solitarias, matando la monotonía de un domingo invernal en Jaca, cuando la cadena se mostraba cubierta por el blanco manto invernal, desde los primeros picos del Pirineo navarro hasta las estribaciones del catalán.
Es quizás allí, en su cima, solo, donde se corta el tupido bosque de abetos de la ladera norte contrastando con la aridez de la sur, a la vista de las mayores cimas del Pirineo, donde he pasado momentos que solo se han vuelto a repetir en escaladas difíciles o cuando los elementos arremeten en la alta montaña. Momentos quizás de depresión, al verse tan pequeño ante “Tanto”, o quizás de oración, como he sostenido a veces, admirando calladamente la inmensa obra del Creador, que es tanto como admirarlo a Él.
Pero, tras bastantes años de ausencia en Jaca, dos sueños tenía sin realizar. Posiblemente el más bonito, pasar una noche de luna invernal en su cima, aún no lo he realizado. El otro, escalar la impresionante proa de roca que surge provocativa de un mar de vegetación, es lo que realicé con mi compañero Alberto Rabadá a primeros de este verano [de 1961], aventura que trataré de explicar a continuación…
Habíamos dejado el taxi que nos condujo desde Jaca y tomado una vaguada empinada que subía derecha hacia el espolón. El día de calor se preveía ya a aquellas horas de la madrugada, y la gran cantidad de aliagas y arbustos espinosos hacían más agobiante la subida. Afortunadamente, al hacer la aproximación por la vertiente oeste, la misma peña nos libraba del incipiente sol naciente que, aunque no mucho más, hubiese aumentado el sudor producido por el esfuerzo.
Sin que cediese la pendiente, alcanzamos la base de la pared por un retorcido itinerario entre pinos arrasados por la procesionaria y carrascas, salvo cuando buscábamos alivio a los arañazos por empinadas canales de tierra dura, no sé si de peor trato que los matorrales y árboles bajos.
Al pie de la pared descansamos, mientras trazamos vía en el vertiginoso espolón de doscientos metros que nos separa de la cima, eligiendo una fisura diagonal a su izquierda que parecía el punto más vulnerable, pero que se perdía en la altura deformado por la perspectiva desde el pie, dejando en una incógnita la parte superior. No obstante, la formación de la roca, de conglomerado descompuesto en la superficie, pero con base sólida, y varias canales más apartadas, dejaban entrever una solución sin dificultades extremas.
Los dos primeros largos de cuerda, con buena roca y profusión de cornisas, no nos entretuvieron demasiado. Fue la tercera en la que peña Oroel nos empezó a enseñar los dientes, pues la chimenea, base del itinerario, con el principio en franco extraplomo, muy descompuesto además, opuso un serio obstáculo, difícil y arriesgado de pasar. Más arriba, decayendo algo la dificultad, requería todo el esfuerzo para poder subir. Otro extraplomo brusco lo sorteamos por la izquierda en un largo de cuerda aéreo pero fácil, quedando en la base de la segunda parte de la chimenea, cuyo principio obstruía un bloque acuñado de aspecto muy poco tranquilizador.
El paso de este bloque fue otra de las cosas serias de esa escalada, solo de ésa, pues una vez arriba, con unos golpes de martillo, la piedra salió disparada, produciendo un ruidoso alud que escuchamos con la tranquilidad que daba que ocurriera por debajo.
Otro extraplomo nos forzó a salirnos a la pared, esta vez a la derecha, por donde tras salvar un par de panzas pequeñas, alcanzamos una gran faja que cruza las paredes norte y oeste, a dos tercios de la altura. Allí descansamos un buen rato, sabiendo que de la cima solo un trozo corto de pared nos separaba, a la que además se le veían posibilidades de ataque por varios sitios.
Elegimos para seguir una fisura en la parte oeste del espolón, en principio trabajosa y difícil por lo estrecha, pero pasados los primeros metros, convertida en una chimenea muy buena que se acabó en la misma tirada bajo una serie de cornisas. Aprovechamos éstas para volver a la cara norte, ganando altura entre una y otra sin esfuerzo, hasta que nos reunimos en el collado de una pequeña aguja adherida a la pared. Un muro sobre ella de pocos metros, que suponía la última dificultad, y desembocamos en un escalonamiento de cornisas sin pasos intermedios de dificultad que nos condujeron directamente a la cima.
Un buen rato de descanso a la sombra de la cruz, comiendo hasta que apuramos toda el agua, y el calor, más que otra cosa, nos hizo emprender el camino de descenso, contemplando, mientras cruzábamos el lomo cimero, las airosas siluetas de las cumbres pirenaicas que habían servido de marco incomparable en aquella jornada de escalada“.
Guía práctica PEÑA OROEL
Espolón Noroeste (220m/6b (IV+/A0obl))
Vía equipada con químicos (clavos).
16 cintas + “R” (alguna larga).
Roca muy decompuesta.
Grado amable, pero no subestimar.
Alejes en tramos fáciles.
Dificultad obligada, IV+/A0.
Si hay cordadas en la vía, mejor dejarlo para otro día.
APROXIMACIÓN
De 45´ a 1h.
Desde el cruce de la carretera del Puerto de Oroel al Parador, continuar un kilómetro aproximadamente hasta llegar a una zona en curva, con sitio para aparcar y una senda hacia Oroel muy marcada. Seguirla, y a unos 100 metros continuar por otra senda recta menos marcada, dejando a la derecha la senda más marcada, que es más llana y se va bordeando la Peña.
Seguir los hitos y lazos rojos, en franca y fuerte subida, hasta llegar a una zona bajo unos contrafuertes, donde encontraremos unas cuerdas fijas para salvarlos. Comprobarlas antes de colgarse como un chorizo. Cuerdas viejas y anclajes de dudosa fiabilidad, usarlas como ayuda, no como progresión. Se llega a una primera cima, que hay que bajar e introducirse en el bosque para llegar a la base del espolón. Buscar los clavos, poco visibles ya que están oxidados y se confunden con la roca.
VÍA DE ESCALADA
Primer largo. (30m IVº)
Primer tramo muy roto. Da desconfianza, pero no desanimarse, que mejora con la altura. Tantear todo. Clavos alejados en lo más fácil.
Segundo largo. (30m IVº)
Salida delicada si no nos movemos bien en el típico “barro aragonés”, después mejora notablemente, resultando una escalada sobre arcilla hasta casi firme. No chapar el clavo bajo el desplomillo de salida de la vira si no queremos dejar de movernos a los pocos metros por rozamiento.
Tercer largo. (40m, V+)
Largo muy bueno. Nos saltaremos una “R” que hay en una repisa a unos 10 metros de la R2. Recomendable alargar el seguro. Pasos finos en la zona de V+, con roca buena para lo que hemos tenido entre los dedos más abajo. Clavos muy cercanos en el V+, acerables fácilmente. “R” en un nicho a la izquierda al salir de lo difícil, no seguir los clavos rectos.
Cuarto largo. (20m, IVº)
Salir hacia la derecha buscando los clavos por lo más evidente y menos roto. Una vez en la “terraza” intermedia, montar “R” donde más nos plazca, hay clavos y árboles de sobra. Quizás lo más cómodo es hacerlo al borde del tajo que acabamos de escalar, evitando así que la cuerda tire piedras y controlando al compañero, y acercarse después tranquilamente a la base del siguiente muro, ligeramente a la izquierda.
Quinto largo. (45m, 6b (IV+/A0obl))
Es el mejor largo de la vía sin duda. Comienza por un terreno de IVº con buena roca, quizás la mejor de la vía, pero con los clavos alejados. Una vez en la vira, saltarse la “R” que nos encontramos y continuar recto por la panza. Clavos acerables con un apretón. Si no llegamos, poner una pedala. Tramo corto y explosivo. Salida a terreno más fácil hasta la “R”.
Sexto largo. (40m, IVº)
Salir hacia la izquierda a buscar la chimenea. Evidente.
Séptimo largo. (5m, IVº)
Corto resalte, con algún clavo, a la izquierda de la salida de la vía, que nos da acceso, tras unos 80-100 metros andando, y nos deposita a escasos metros de la cima.
DESCENSO
De 35´ a 45´
Por la vía normal de ascenso, sin pérdida, senda hacia el este y una vez en el Collado de las Neveras, hacia el norte por el marcado camino entre pinos y abetos (ver vía normal de ascenso).
MATERIAL NECESARIO
16 cintas exprés. Recomendable alguna larga, para evitar roces. Cuerda de 45 metros. Recomendable doble si somos propensos a tirar piedras.
MEJOR ÉPOCA
Todo el año, pero es más agradecida de marzo a noviembre. En invierno, evitar días de mucho viento y horas tempranas o tardías.
En verano, evitar horas centrales. La escalada de tarde-noche, llegando con la puesta de Sol y últimas luces a la Cruz, es increíble.