El descenso
Habitualmente se considera que las hazañas de alpinistas, montañeros o himalayistas está en conquistar o ascender una montaña, ya sea subir por una vía determinada, progresar por un corredor, escalar en roca o hielo… Por ello, toda nuestra preparación física se centra en el ascenso.
Éste, al igual que todos los entrenamientos físicos y psíquicos que realizamos, tiene varios objetivos: mejorar nuestras capacidades, adaptarnos mejor al medio y al esfuerzo, incrementar el grado de rendimiento físico, etc, pero creo que ante todo, dichos objetivos tienen un denominador común muy claro como es el de reducir el riesgo de quien participa en una actividad.
Casi tendríamos que asumir que éste es nuestro primer objetivo y en función de él, nos preparamos físicamente, utilizamos el material, aprendemos la técnica necesaria, realizamos diferentes acciones, entre ellas la de la preparación física, que aseguran más el éxito de la actividad.
Dentro de esta preparación física el tiempo de trabajo que se dedica a ascender, subir y progresar es superior al que se destina al descenso, siempre y cuando se contemple, puesto que en una gran mayoría de los casos ni siquiera le prestamos la atención debida a una acción física tan importante como es el descenso o la vuelta a nuestro punto de origen.
Reconociendo que la gran mayoría de los accidentes, casi tres cuartos de los mismos, se originan en este descenso o regreso, no queríamos dejar pasar la ocasión de dedicar este número a esa actividad olvidada y a su entrenamiento.
Factores físicos influyentes en la actividad de descenso
Uno de los más determinantes es el propio cansancio, lo que supone que la preparación física que realizada ha sido llevada hasta el límite de nuestras posibilidades. En muchas ocasiones esa sensación de agotamiento o de cansancio es la que tendríamos que haber sentido al finalizar la jornada o al llegar al punto de origen.
La sensación de haber terminado, que muchas veces nos embarga equivocadamente al llegar a una cima, es lo que provoca que a la hora de regresar bajemos la guardia. Así mismo este sentimiento de relajación al haber finalizado con la ascensión, determina muchos accidentes. En ningún caso se debe bajar la guardia y para eso debemos tener fuerzas y energía suficientes como para poder mantener nuestras capacidades de reacción y para poder afrontar los esfuerzos que la etapa de descenso nos exija.
El dejarnos llevar y permitir que la fuerza de gravedad domine nuestro descenso son dos factores importantísimos, ya que determinan la falta de tono muscular, lo que resulta en lesiones de tobillo y rodilla, además de otras lesiones que se puedan producir por una caída. La sobrecarga, producida por un sobreesfuerzo, influida por una mala hidratación o por una falta de preparación física, incrementa el nivel de riesgo de un descenso. Sólo como recordatorio: “Los servicios médicos de urgencia de Aragón comentan que el setenta por ciento de los accidentes que se producen en montaña son bajando”.
En relación con la musculatura que interviene en esa actividad, comentaremos que existen dos grupos musculares: los agonistas y los antagonistas. Los agonistas son los grupos musculares o músculos principales de la acción, mientras que los antagonistas son aquellos que contrarrestan la acción o complementarios a la acción principal.
Esto nos hace deducir que los que durante la ascensión han sido agonistas en el descenso se convierten en antagonistas y los que en la ascensión han sido antagonistas se convierten en agonistas.
En esta tabla continuaremos con la preparación física del número anterior pero prestaremos más atención a los grupos musculares dominantes en el descenso.