El reto de la eficacia parte I
En muchos foros, o a pie de camino, sendero, ascensión, vía de escalada o río, cuando nos preguntamos por la técnica de una actividad nos cuesta discernir entre el gesto analítico de un ejercicio y lo que la técnica en global implica. No nos resulta difícil reconocer que existen diferentes tareas que podemos desarrollar para mejorar y ampliar nuestra adaptación a la actividad que practicamos: un entrenamiento físico, un entrenamiento mental, trabajo de táctica de la ejecución... Y, como no, técnica. Es decir, poseemos cuatro campos en los que podemos intervenir para mejorar nuestro rendimiento y, por ende, los resultados, o simplemente para mantenerlos.
Por grado de importancia podemos decir que lo que más se suele trabajamos es la parte física, si bien es la más tangible y la que en muchos casos desarrollamos por medio de la propia práctica de la actividad. En cuanto al entrenamiento mental, hay que admitir que es un trabajo cuya importancia se está empezando a reconocer, de acuerdo a su relevancia en el desarrollo y mejora de cualquier trabajo físico. Algo así está empezando a ocurrir con la técnica, que en muchos casos se ha ido descubriendo tras a años de experiencia y en mayor medida por medio de los resultados más que por una estructura conceptual bien desarrollada.
ROMPIENDO TÓPICOS
Antes de explicar cómo se puede mejorar hay que hablar de lo que supone el trabajo técnico. En contra de lo que asegura un tópico demasiado extendido, la técnica no se adquiere necesariamente, con años de experiencia, sino gracias a una mentalidad de mejora constante, por lo que podríamos decir que se trata de una actitud de adaptación del ejercicio físico a la obtención del mejor resultado posible en su ejecución. Esto nos deja ver que la técnica se aplica desde el grado de conciencia de mejora, y se desarrolla independientemente del tiempo que estemos practicando una actividad física determinada.
Tenemos que ser conscientes de que el trabajo técnico potencia el resultado de nuestras actividades y prácticas deportivas, permitiéndonos disfrutarlas más y mejor. Así pues, el trabajo técnico y su entrenamiento es de vital importancia, porque implica la potenciación de las capacidades físicas y su aplicación en las actividades que practicamos. En todo caso, no podemos olvidar que existe un equilibrio entre trabajo físico y técnico, simplemente debemos saber de qué parte cae la balanza para luego ser capaces de poner remedio si fuera necesario.
La falta de técnica implica:
- Mayor desgaste físico.
- Falta de concentración.
- Anticipación del umbral físico.
- Desmotivación.
- Ausencia de trabajo.
La presencia de técnica implica:
- Dosificación del desgaste energético en función de las necesidades.
- Mayor eficacia y eficiencia.
- Mucho trabajo consciente.
Siempre que aprendemos una disciplina deportiva nueva, sobre todo siendo ya adultos, nos detenemos poco en la profundización de sus ejercicios y en cómo los asimilamos, lo que a la postre va a limitar los resultados del ejercicio. Este trabajo de descubrimiento sería un trabajo de técnica.
Pero la técnica no es un valor absoluto, partiendo de que cada persona tiene unas características diferentes, debe asumirse que la capacidad de asimilar un nuevo concepto varía en función del individuo, lo que hace que existan personas que en poco tiempo desarrollen unos gestos técnicos brillantes y otros, pese al mucho trabajo que hagan y tiempo que dediquen, sólo adquirirán experiencia, que no llega a suplir a la técnica.
Son diversas las opiniones de los autores a la hora de hablar sobre el dominio de la técnica, pero nos fijaremos en este caso en Durán y Navarro, que hacen una división de la asimilación de la técnica en tres fases, lo que no debe confundirse con el estadio del deportista (principiante, avanzado y dominio).
Primera Fase. Desarrollo de la coordinación global:
-Construcción del movimiento de forma general. Ejemplo: asimilar la forma de desplazarnos por la roca, realización del paso en esquí de travesía, desplazarnos por corredores...
- Eliminación de la rigidez intentando que ese desplazamiento que realizamos sea lo más dinámico y continuado posible.
Segunda Fase. Desarrollo de la coordinación específica:
- Búsqueda de movimientos más exactos. Se da a la hora de realizar un agarre, saber adaptarnos a ese agarre, en el desplazamiento, la búsqueda del paso eficiente...
- Reducción progresiva del gasto energético. Si nuestros movimientos en la roca o en la nieve son más finos lograremos tener mayor precisión, lo que a su vez implica un menor gasto y un mayor provecho.
Tercera Fase. Estabilización de la coordinación específica:
- Los movimientos técnicos aprendidos
se encadenan y se ejecutan de forma precisa. En la escalada no sólo debemos mover los brazos para realizar un agarre, sino que también utilizamos los pies y controlamos el desplazamiento del centro de gravedad. En el esquí ejecutamos ciclos completos de desplazamiento, nos adaptamos a los diferentes terrenos y a su ritmo. Igualmente, al practicar el senderismo no sólo hacemos un paso, sino que realizamos desplazamientos aplicando el paso concreto según el terreno y la condición física.
-La consecución de la automatización. Una vez asimilados todos estos procesos realizamos la actividad sin pensar la forma de hacer el movimiento, sino ejecutando dicho gesto técnico.