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“Canarias debe escuchar a los inmigrantes que llegan. Las torturas durante el camino cada vez son mayores”

Las Palmas de Gran Canaria —
2 de octubre de 2020 09:16 h

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“Bienvenidos. Han llegado a Canarias, un territorio que está en Europa. A los jóvenes que están por emigrar, estas islas son una tierra de futuro”. Son palabras que no ha pronunciado ningún representante político. Txema Santana, técnico de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), lleva años notificando cada una de las pateras o cayucos que llegan a Canarias. También aquellas a las que España no llega a tiempo y son engullidas por el mar. Hace justo un año, los avisos comenzaron a ser diarios. Hasta ocho en un solo día. De alguna forma,  el periodista ha estado presente en el viaje de las más de 6.000 personas que han sobrevivido a la ruta migratoria canaria hasta el momento. Sin embargo, en todo este tiempo, nunca ha escuchado a ningún miembro del Gobierno dirigirse a un inmigrante. Las administraciones estatales y regionales, según Santana, han huído de los principios de solidaridad y paz que vertebran su Estatuto de Autonomía. Han hecho de la inmigración un problema, de los migrantes un “ganado” y de las Islas una plataforma de expulsión sin mirar siquiera a los ojos de los deportados. Mientras tanto, la travesía en el mar es cada vez más dura y las mafias en origen, día a día más peligrosas. 

Pero Canarias aún está a tiempo de aprovechar las oportunidades que le ofrece ser un punto de unión entre continentes. La comunidad autónoma puede ser “la vanguardia del mestizaje”, estar presente en la creación de nuevas políticas migratorias y aprender de las personas que recibe. “Todavía podemos empezar a ver a personas. Socorrer, escuchar, tratar de comprender. Incluso convertirnos en un laboratorio de estudio de cambio climático a partir de las historias que pasan por aquí”. En esta entrevista concedida a Canarias Ahora, Txema Santana aporta nuevas perspectivas y dibuja un futuro sin personas abandonadas en el suelo de un muelle o de una nave sucia, sin Centros de Internamiento de Extranjeros. Un escenario en el que la población canaria y la africana abracen su historia haciendo de las barricadas en el sur de Gran Canaria solo un mal sueño. 

¿Cómo puede cambiar Canarias la gestión migratoria desde sus competencias?

El Gobierno de Canarias tiene que pensar en que hay que activar otro discurso. No vale con decir que no es su competencia y que, por eso, es mejor repatriarlos. Creo que Canarias tiene que cambiar su visión sobre el asunto, sobre su rol en África. Hace 50 años nadie imaginaba un Archipiélago turístico, global, con un sistema tan desarrollado como el que tenemos hoy. Nosotros no nos imaginamos que dentro de 50 años Canarias será más mestiza, y que tenemos una oportunidad de desarrollo para ser la París del siglo XXI. No tenemos que ser plataforma de expulsión, sino de solidaridad y paz. Lo dice el Estatuto de Autonomía. No es solidaridad ni paz repatriar sin mirar a los ojos. Canarias debe estar en la toma de decisiones trascendentales para los asuntos migratorios de las Islas, y no lo está. Ni siquiera ha participado como invitada algún año en la Unión Africana. No veo que fortalezcamos estas relaciones con el continente vecino. Las Islas pueden ser incluso un laboratorio de estudio de cambio climático con las personas que pasan por aquí, y ser vanguardia de los derechos humanos. Pero si tratamos las migraciones como un problema, serán un problema. 

¿Qué prácticas deberían corregirse?

Lo primero que hay que hacer es escuchar a las personas, saber más. No hay que bloquear el paso de las personas a la Península Ibérica. Tenemos que empezar a ver a personas. Socorrer, escuchar, tratar de comprender. Explicarle la crudeza de la realidad de su situación administrativa. A partir de ahí, tratar de tener una acogida que sea humanitaria de verdad. Dejar de hacer de Canarias una cárcel, porque eso no le conviene a nadie. Ni a Canarias, ni a España, ni a Europa. Sobre todo, no le conviene a las personas que quieren un futuro mejor. También hay que pensar en los que vendrán en el futuro. ¿Seguiremos con los CIE dentro de cinco años? ¿Cuál es la propuesta de Canarias para el futuro? Como territorio afectado, aunque no tengamos competencias directas podemos hacer propuestas cercanas a las personas, que dignifiquen y reconozcan lo afortunados que hemos sido por estar en este lado de la cara. Es nuestra obligación en este momento hacer una propuesta más compañera y menos verduga. Tenemos un cuarto de siglo gestionando una ruta migratoria, y diría que el conocimiento adquirido acumulado en Canarias es más bien poco, más allá del rescate y la primera atención. La administración canaria se ha dormido en los laureles por no tener competencias.

Si no conviene a nadie hacer de Canarias una cárcel, ¿por qué no se plantean las derivaciones a la Península?

Eso se le puede preguntar al Ministerio del Interior y a la Comisión de Asuntos de Interior de la Unión Europea, que están muy interesados en dar una visión desde esa perspectiva. Entender Canarias como una cárcel es un error histórico monumental que nos puede costar muy caro, incluso en nuestra propia autoestima. Estamos apresando a personas y rompiendo sueños. No es algo de lo que nos debamos sentir orgullosos. Devolvemos a personas a puntos donde hay mafias peligrosas. Hacer de los territorios aislados lugares de los que no se pueda salir es lo menos creativo, pero lo más fácil. 

En 2019, Interior expulsó a nacionales de Malí a Nuakchot alegando que habían salido o transitado por Mauritania. ¿Cuáles han sido los principales puntos de partida este año?

Es difícil dar el punto exacto de salida de las pateras. En lo que va de 2020, mayoritariamente han salido del Sáhara Occidental (Dajla, El Aaiún y Cabo Bojador) y de Marruecos. Siete de cada diez aproximadamente. Hay un contingente de salida al sur de Marruecos y otro al norte de Mauritania. El convenio con este país no es laxo solo a la hora de admitir a personas de países terceros, sino que en su contenido explicita que no solo admite a personas que hayan salido de Mauritania, sino que también a las que hayan transitado por este país. Es decir, también son susceptibles de ser expulsadas. Pero no vamos a estar con estas pequeñeces cuando el Gobierno de España ha intentado expulsar a personas de Malí que han estado ya en los CIE después de que reabrieran tras la pandemia. Van a expulsar a todas las personas que puedan. 

¿Son muchas las personas que vuelven a intentarlo?

Las que proceden de Marruecos sí. De Malí no son muchas las personas expulsadas que después lo vuelven a intentar. Burkina Fasso es el país con más víctimas de África Occidental, pero a Canarias no llegan personas de este país. Para poder migrar hay que tener la oportunidad de poder hacerlo. Hay que tener un mínimo para poder hacerlo. Los desplazados de Burkina Fasso son de tal pobreza que ni siquiera lo pueden intentar. A las personas que tienen ese mínimo y lo intentan y llegan, nosotros estamos respondiendo de malas formas. África Occidental es una región dinámica, donde las personas se mueven muchísimo. 

¿Cómo valora que sea la Consejería de Seguridad la que actúe en ocasiones como portavoz del fenómeno migratorio?

He escuchado a distintas personas hablar de este tema. Presidencia, Derechos Sociales… Pero el consejero de Seguridad ha ejercido de portavoz sobre este tema aunque no sea algo específico del área. Que se analice por la perspectiva de la seguridad nos da una idea de qué tipo de interlocución existe con el Gobierno de España. Nunca he escuchado al Gobierno de Canarias hablarle a los inmigrantes. Estaría bien que alguien les diera la bienvenida, que les hablara de que Canarias es una tierra de futuro. Por el contrario, se habla de ellos como objetos que trasladamos de un lado a otro. El “ganado” va al juzgado, al CIE, los políticos se sacan fotos con ellos… En ningún momento se han planteado que se trata de gente a la que quizás se tengan que dirigir. 

Viendo la seguridad desde otra perspectiva, ¿qué garantías hay para los migrantes una vez están en el mar?

Salvamento Marítimo hace un trabajo destacable, y da una lección de humanidad que no se ve respaldada desde el Ministerio de Fomento. Hay que preguntarse por qué no la respaldan y por qué en sus redes sociales nunca aparecen las migraciones. España es uno de los pocos países que tiene un dispositivo de salvamento como este. Pero ha habido ONG dispuestas a prestar sus barcos y aviones en esta zona y no ha interesado. Creen que se puede hacer con los recursos de aquí, pero ha habido picos a los que no hemos llegado, y las pateras han llegado a tierra con facilidad. En especial, a Lanzarote y Fuerteventura. Lo fundamental es que lleguen vivos, y hay que reforzar el salvamento en esta zona o, al menos, tenerlo listo. Sé que Salvamento Marítimo tiene un Salvamar nuevo, en previsión de que la ruta pueda continuar con la actividad estival. 

¿Qué riesgos tiene la ruta en origen?

La situación antes de la huída es más arriesgada que nunca. Las personas que gestionan su salida, a las que le pagan por poder salir, son más arriesgadas que antes. Hay más torturas. Es conveniente atajar cuanto antes esa red de dinero negro que se mueve y pone en riesgo a personas. El otro día la policía marroquí detuvo a nueve personas en Dajla por torturar a dos personas de Costa de Marfil cuando intentaban ir a Canarias. Para eso, hay que crear vías administrativas. Mientras no haya alternativa, esta es la única que tienen. Una vez aquí, las personas que llegan manifiestan ansiedad por verse encerrados en una Isla. Creen que todo el esfuerzo comunitario que han hecho ellos y sus familias para llegar hasta aquí se puede haber perdido. Esto genera una gran frustración. Toda su energía está en salir de las Islas. A veces no prestamos atención a lo que pasa antes porque estamos más pendientes de la acogida y recepción. 

¿A qué se debe el aumento de personas marroquíes en la ruta canaria?

Desde la segunda quincena de julio se ha producido un incremento de población marroquí entre los migrantes llegados a las Islas. También se ha registrado un alto porcentaje de nacionales de Malí. Entiendo que, en el primer caso, se debe a las secuelas de la pandemia. Marruecos es un país dependiente del turismo y sus habitantes ven la posibilidad de venir porque la ruta está abierta y la vigilancia por parte de Marruecos es escasa en el sur, sobre todo desde Safí hacia abajo. Para los marroquíes, Canarias es su región vecina y entienden que pueden venir aquí para después partir hacia Europa. De ahí el interés de España en expulsar, para vender la imagen de España como país expulsador.

¿Se han producido picos de llegadas en puntos concretos de cada mes?

De septiembre de 2019 a junio de 2020 el cuadro migratorio era uno. De julio de 2020 en adelante está siendo distinto. En el primero sí que había unos picos a finales y a principios de mes. La media siempre está por unas 50 personas diarias. Nos queda por ver si estamos en un repunte respecto al ciclo anterior o si estamos en la puerta de un nuevo aumento más intenso. La preocupación de agentes transnacionales e internacionales que han estado presentes en Canarias en los últimos meses, en Mauritania o en Malí, es ver si la ruta va a absorber la inestabilidad del Sahel. Si esto es así, 2020 será solo un calentamiento de lo que pasará en 2021. En este sentido, las decisiones políticas influirán directamente en lo que ocurra. Conviene tomar decisiones de acuerdo con las cifras actuales, no los datos de hace tres meses. En septiembre han llegado más de 2.000 personas, en junio llegaron 214.

¿Ha provocado la descoordinación entre administraciones rechazo a la inmigración en la sociedad canaria?

Hay muchas personas que al día escriben cosas odiosas. Veo cómo se va deteriorando la opinión pública porque no hay explicación. No hay un plan. Todo va cayendo en el azar. Es muy injusto para las personas migrantes que la mala gestión acabe estigmatizándolas. Nadie da explicaciones a la ciudadanía de por qué y cómo funciona el fenómeno migratorio. Nadie les habla de cuántas personas de las que llegan se quedan aquí, que son muy pocas. Hay un esfuerzo muy grande de muchas organizaciones que llevan trabajando con las personas mucho tiempo. Muchas personas migrantes se han integrado, han respetado, y conviven con nosotras. Es una grave irresponsabilidad que por la mala gestión se tire por la borda todo esto. 

¿Cómo pueden favorecerse las relaciones entre los migrantes y la población canaria?

Actualmente hay un sistema de acogida humanitaria con las ONG. Hay proyectos de acogida en pueblos que han podido funcionar y la relación es fundamental. Sin embargo, por otra parte, en recursos de acogida de emergencia diseñados para 15 o 21 días, las estancias se han prolongado durante meses y ni siquiera las personas han tenido acceso a clases de español. Es fundamental el idioma, y lo vemos con los chicos que aprenden español rápidamente. La integración es mucho más fácil. Su vida empieza a cambiar. Creo que se puede intentar formular modelos de acogida distintos a los actuales, pero para eso hace falta una comprensión del fenómeno distinta a la actual. Si la comprensión actual culpabiliza, pretende expulsar, deja personas tiradas en el muelle durmiendo en el suelo, te lleva a una nave industrial sin ventilación… ¿Cómo va la sociedad a comprender el fenómeno?

“Bienvenidos. Han llegado a Canarias, un territorio que está en Europa. A los jóvenes que están por emigrar, estas islas son una tierra de futuro”. Son palabras que no ha pronunciado ningún representante político. Txema Santana, técnico de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), lleva años notificando cada una de las pateras o cayucos que llegan a Canarias. También aquellas a las que España no llega a tiempo y son engullidas por el mar. Hace justo un año, los avisos comenzaron a ser diarios. Hasta ocho en un solo día. De alguna forma,  el periodista ha estado presente en el viaje de las más de 6.000 personas que han sobrevivido a la ruta migratoria canaria hasta el momento. Sin embargo, en todo este tiempo, nunca ha escuchado a ningún miembro del Gobierno dirigirse a un inmigrante. Las administraciones estatales y regionales, según Santana, han huído de los principios de solidaridad y paz que vertebran su Estatuto de Autonomía. Han hecho de la inmigración un problema, de los migrantes un “ganado” y de las Islas una plataforma de expulsión sin mirar siquiera a los ojos de los deportados. Mientras tanto, la travesía en el mar es cada vez más dura y las mafias en origen, día a día más peligrosas. 

Pero Canarias aún está a tiempo de aprovechar las oportunidades que le ofrece ser un punto de unión entre continentes. La comunidad autónoma puede ser “la vanguardia del mestizaje”, estar presente en la creación de nuevas políticas migratorias y aprender de las personas que recibe. “Todavía podemos empezar a ver a personas. Socorrer, escuchar, tratar de comprender. Incluso convertirnos en un laboratorio de estudio de cambio climático a partir de las historias que pasan por aquí”. En esta entrevista concedida a Canarias Ahora, Txema Santana aporta nuevas perspectivas y dibuja un futuro sin personas abandonadas en el suelo de un muelle o de una nave sucia, sin Centros de Internamiento de Extranjeros. Un escenario en el que la población canaria y la africana abracen su historia haciendo de las barricadas en el sur de Gran Canaria solo un mal sueño.