Antonio Guayre: Una carrera truncada (2005)
Biografía
BiografíaAntonio Guayre Betancor Perdomo (1980) nació en Las Palmas de Gran Canaria y, tras destacar en el filial de la UD Las Palmas, debutó en el primer equipo de la mano de Sergio Kresic, ya en la máxima categoría, con sólo 20 años. En su primer curso en la élite fue el pichichi amarillo y el Villarreal lo adquirió por seis millones de euros. Militó cinco temporadas en el conjunto levantino y, aunque acumuló casi 150 partidos ligueros, no terminó de explotar. Marchó al Celta, donde vivió un descenso a Segunda División y un calvario de lesiones. En el Numancia padeció otro descenso y en la actualidad, otra vez castigado por las lesiones, intenta recuperar su carrera en la UD Las Palmas.
Una carrera truncada
Una carrera truncadaAntonio Guayre alcanzó el cielo. Llegó a tocarlo con sus manos y lo disfrutó durante cuatro días que se sintetizaron luego en sólo 15 minutos. Tardó mucho más en recorrer el camino hacia la gloria que en ver cómo ésta se le alejaba. En el mejor momento de su carrera deportiva, Luis Aragonés lo juntó con la generación de futbolistas españoles más destacada de la historia. Pero el dulce sabor del sueño cumplido le duró muy poco. Y no por su calidad, siempre fuera de toda duda. El fútbol, que se lo había dado todo, no fue justo con el de La Isleta a partir de aquel mes de febrero de 2005. Consolidado como titular en el pujante Villarreal de Manuel Pellegrini, el grancanario recibió con enorme alegría la llamada para la selección absoluta. “Era algo que se venía rumoreando porque el equipo estaba muy bien y me estaban saliendo las cosas, pero la convocatoria no terminaba de llegar”, cuenta el jugador.
Finalmente, Guayre es citado para un partido de clasificación para el Mundial de 2006 ante San Marino en el estadio de los Juegos del Mediterráneo (Almería). En aquella lista de Luis Aragonés, junto al grancanario, figuraban por primera vez dos ilustres del fútbol español: Iván de la Peña y David Villa. Lo pelat, que salió de inicio, sólo repetiría cuatro veces más con el combinado nacional. El guaje, que entró en el descanso sustituyendo a Raúl, se quedaría para siempre. Guayre, que debutó en el minuto 76 entrando por De la Peña, no volvería más. “Tardé 25 años en llegar a la selección, la disfruté apenas 15 minutos y luego desaparecí”, recuerda el delantero grancanario, que explica que “cuando llegué de vuelta de la selección al Villarreal participé en los dos partidos siguientes… y después dejé de contar para Pellegrini, algo que me perjudicó mucho de cara a poder estar en la selección”.
“El mismo Luis Aragonés me dijo que si volvía a jugar en mi equipo tendría muchas posibilidades de regresar a las convocatorias, pero…”, agrega el futbolista de La Isleta. Lo cierto es que Pellegrini apostó por un once tipo en el que no le daba cabida al grancanario y Guayre no supo nada más de Aragonés ni de la selección española. “Fue una experiencia única después de tantos años soñando con ese momento. Llegué hasta arriba, pero me queda la pena de no haberme podido mantener allí porque en la roja había un grupo muy bueno en el que estaba entrando mucha gente nueva porque Aragonés le daba oportunidades a futbolistas más jóvenes. Pasé cuatro días inolvidables de concentración, jugué contra San Marino y ahí se acabó todo”, explica Guayre, que con el Villarreal acabó en la tercera plaza esta temporada 04/05, con un equipo en el que estaban Reina, Gonzalo, Sorín, Arruabarrena, Senna, el mejor Riquelme jamás visto, José Mari, Forlán y un jovencísimo Cazorla.
Nacido el 23 de abril de 1980, en la Isleta, su barrio, la mayoría del vecindario apostaba porque Antonio Guayre Betancor llegaría a ser un gran jugador de Primera División. No había muchas dudas. De pequeño ya demostraba su clase al superar siempre al pequeño grupo de amigos con los que jugaba en la calle. Todos, los diez miembros de aquel clan de pequeños jugadores, pasaron las pruebas para entrar en las categorías inferiores de la UD Las Palmas cuando Guayre apenas había cumplido los nueve años. Once años más tarde ninguno de aquellos amigos de La Isleta jugaba. Todos se fueron quedando atrás salvo Guayre, que lo que dejó por aquel camino fue un reguero importante de goles, convirtiéndose en uno de los máximos realizadores históricos de las categorías inferiores de la escuadra amarilla. Tantos goles hacía que su padre tenía que llamar muchos lunes a los rotativos canarios para recordar que en las clasificaciones de máximos realizadores le faltaban un par de tantos a su hijo.
En sus años en la cadena de filiales se juntó una gran generación de futbolistas, encabezada por Jorge Llarena, Rubén Castro, Ángel López y el propio Guayre, que sucedieron a otra gran hornada que comandaba Pedro Vega. “Aquel equipo jugaba muy bien y demostraba una gran superioridad a nivel canario”, recuerda. Acomodado ya en la plantilla del segundo equipo amarillo, el de La Isleta espera su momento haciendo lo que le ha llevado hasta allí: marcar goles. Su facilidad de cara al marco contrario, unida a la velocidad, el regate y un cambio de ritmo descomunal animaron a Sergio Kresic a hacerle debutar con sólo 20 años en la máxima categoría del fútbol español. Aquel día Las Palmas venció (2-1) al Málaga y el escurridizo delantero grancanario dejó detalles de crack. Poco tardó en demostrarle al técnico balcánico que no se había equivocado.
A la semana siguiente, en San Mamés, marcó su primer gol en la élite y condujo a Las Palmas a una histórica victoria (0-3) ante el Athletic. “Guayre vivía para el fútbol, era un jugador impresionante y sólo faltaba que alguien le diera el empujón para que triunfara”, relata su compañero Ángel López, que ascendió al primer equipo al mismo tiempo que el delantero. “Aunque era un jugador que tenía poco peso y parecía flojo físicamente, tenía mucha potencia y, sobre todo, muchísima calidad”, agrega. Y ese talento que ya había avanzado en el filial, explotó en su primer curso en la elite con ocho goles, alguno tan espectacular como el que hizo en el Camp Nou tras agarrar la pelota en el centro del campo, regatear a Frank de Boer, Sergi y Cocu, para encarar a Pepe Reina y batirle con una vaselina que da la vuelta al mundo gracias a la televisión.
Fue uno de los tantos que consiguió aquella temporada de su debut en la que disputó un total de 31 partidos de la competición liguera. “Lo hizo tan bien aquel año que con una sola temporada entre los grandes le dio mucho dinero a Las Palmas”, recuerda Ángel. El emergente Villarreal no se lo piensa a la hora de poner seis millones de euros encima de la mesa para llevarse al futbolista por cinco temporadas. El equipo castellonense lo tuvo tan claro que ni hubo negociación y Guayre se enteró el último del traspaso. Apenas había cumplido 21 años y ya se embarcaba en una aventura entre los grandes. Y es que ese Villarreal ya se atrevía a discutir al poder establecido y tiraba de talonario. Y de competencia para Guayre con delanteros como Palermo, Víctor Fernández o Craioveanu, a los que el curso siguiente se añadirían Aranda o el fallecido Antonio de Nigris. Pero el técnico, Víctor Muñoz, supo darle al talentoso jugador grancanario un papel diferente.
“Yo siempre había jugado como mediapunta, detrás del delantero, pues ahí es donde me ha sentido más cómodo y es mi puesto natural, pero desde entonces empecé a coincidir con grandes futbolistas y me tuve que adaptar a jugar muchas veces en la banda derecha”, relata Guayre, quien completa un notable papel en su primer año en El Madrigal. El Villarreal acaba decimoquinto, pero se inscribe en la Copa Intertoto y casi alcanza la Copa de la UEFA, pero es eliminado por el Málaga en la ronda final. Mediado el curso siguiente, Víctor es sustituido por Benito Floro, pero el equipo vuelve a finalizar decimoquinto y obtiene una nueva invitación para disputar la Intertoto. Esta vez la experiencia es positiva y el Villarreal accede a la Copa de la UEFA coincidiendo con la llegada de Juan Román Riquelme, cedido por el FC Barcelona. Con el genial enganche argentino en la plantilla, el Villarreal 03/04 sigue creciendo. Y Guayre, también.
El equipo acaba octavo en la Liga y sólo el Valencia de Rafa Benítez, a la postre campeón, es capaz de eliminarlo en la Copa de la UEFA. El mundo del fútbol enloquece con el submarino amarillo, ese equipo creado desde la modestia que es capaz de cuestionar la hegemonía de los grandes y que en la campaña 04/05, tras fichar a Forlán –y con Senna y Riquelme en mediocampo– se convertiría también en un grande por méritos propios, ya con Manuel Pellegrini en el banquillo. Y aunque el equipo no empieza bien (tres victorias en las primeras 14 jornadas, con sólo cuatro goles de Forlán, luego bota de oro), acaba el campeonato en la tercera plaza. “Es el mejor recuerdo que tengo de mi estancia en Villarreal”, admite Guayre, que reconoce que “aquel equipo jugaba muy bien al fútbol y era un gran grupo de compañeros”.
Su buen rendimiento, ya se ha dicho, sirvió para que Luis Aragonés lo llamara para el choque contra San Marino, pero tras su debut internacional Guayre fue desapareciendo poco a poco de las alineaciones. Pellegrini dejó de apostar por él sin darle explicaciones “y, aunque me quedaba todavía un año de contrato, ya empezaba a tener claro que mi carrera iba a seguir en otro equipo”. El curso siguiente aún juega menos (sólo siete partidos como titular), aunque disfruta con la aventura europea del submarino amarillo, que hunde a clubes o como Manchester United, Glasgow Rangers o Inter de Milán antes de caer en las semifinales de la Liga de Campeones frente al Arsenal, después de que Riquelme fallara un penalti en el último minuto que le hubiera dado el pase a la prórroga y, quizás, a la final ante el Barça de Ronaldinho.
Guayre apenas juega en Europa, pese a lo cual recibe una interesante oferta del Celta, que ese año iba a disputar la Copa de la UEFA con dos grandes amigos de su etapa en Las Palmas, Ángel López y Jorge Larena. Pero en la pretemporada sufre una rotura muscular y tarda más de dos meses en debutar. Y en su segundo partido, ante el Recre en Balaídos, vuelve a lesionarse. Y llega la frustración. “No era yo. No podía entrenar bien, ni jugar bien. Lo hacía al 30% y no buscaban soluciones a mi lesión. Sólo me pagaban el sueldo, sin preocuparse por mí”. El Celta gana los tres últimos partidos, pero acaba por descender de categoría. Guayre es de los que se queda para tratar de devolver al Celta otra vez a la máxima categoría. Pero la temporada 07/08 es aún peor que la anterior. Los gallegos terminan decimosextos en Segunda División y el calvario de Guayre con las lesiones musculares no tiene fin.
En el verano de 2008 vuelve a Primera División al aceptar una oferta del recién ascendido Numancia, pero no debuta hasta la decimoctava jornada y sólo puede disputar seis encuentros, ninguno de ellos completo. “Seguía sin estar bien y no encontraba ninguna solución. Era desesperante porque a mí, cuando no estoy bien, se me nota mucho porque no tengo velocidad ni cambio de ritmo”. Así que, tras un nuevo descenso, opta por operarse por su cuenta, ya que el Numancia no se quería hacer cargo de una intervención quirúrgica ni del proceso de recuperación. “Yo siempre he sido muy exigente conmigo y estaba sufriendo porque no podía dar todo lo que yo sabía que podía dar”. La operación resulta un éxito y Guayre se pasa las vacaciones entrenando en solitario en Barranco Seco. Es entonces cuando la UD Las Palmas le traslada una oferta para regresar a casa y Guayre la acepta.
Es el rencuentro con su equipo y con Sergio Kresic, el mismo técnico que le dio la oportunidad de debutar en Primera División. Pero los problemas físicos no le abandonan. Esta vez es una fractura en un dedo y una latosa dolencia de abductores. Pero al menos tiene la oportunidad de cantar un gol a sus aficionados. Fue ante el Rayo Vallecano y en el nuevo Estadio de Gran Canaria. Pero Antonio Guayre Betancor Perdomo no se conforma. Aún tiene muchas cuentas pendientes por saldar.
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