Un cese presidencial
El CD Tenerife prescindió el domingo de los servicios de su entrenador contra el criterio del director deportivo, la oposición mayoritaria de una plantilla que abogaba por su continuidad y sin que la grada reclamara esa destitución ni siquiera mínimamente. Se trata, por tanto, de un cese exclusivamente presidencial, una decisión cuya única responsabilidad –y sus consecuencias futuras, para bien o para mal– recae en Miguel Concepción.
El despido de López Garai abre además un peligroso precedente en un dirigente como Concepción que, hasta ahora, excusándose en su desconocimiento, había delegado todas sus decisiones deportivas en los responsables de esta faceta. Y que, sin embargo, esta vez ha prescindido de la opinión de Víctor Moreno, lo que debilita la figura del director deportivo y sus futuras decisiones. Y en estas circunstancias, no parece el hombre ideal para construir el futuro.
Lo incomprensible de una destitución que no reclamaba la afición ni la plantilla ni la dirección deportiva y ni tan siquiera los resultados, mejorables pero no alarmantes, es que debilita al club en un momento de zozobra institucional. Y que Concepción la ha tomado de forma consciente, sabiendo que, cesado López Garai y debilitado Víctor Moreno, se iba a convertir en el centro de la diana con una petición de convocatoria electoral a la vuelta de la esquina.
Y entonces, cuando por mucho que se busca no se encuentran las razones lógicas a una decisión, se abren camino las elucubraciones. Y aquí va la mía: Concepción ha apostado por el cese de López Garai para evitar el adelanto de esa convocatoria electoral que se debe votar las próximas semanas en la Junta General de Accionistas. Y lo ha hecho sabiendo que, a partir de ahora, su cabeza será la próxima que se exigirá en el Heliodoro y en muchos medios de comunicación.
Porque es cierto que el despido de López Garai no tiene el apoyo de los responsables deportivos ni respaldo social... pero no hay que rebuscar mucho para encontrar una, dos, tres o tropecientas declaraciones contra López Garai –y contra Víctor Moreno, por cierto– del empresario Amid Achi. Y tampoco hay que hacer muchas cuentas para saber que Achi cuenta o puede reunir acciones suficientes para inclinar hacia un lado u otro la petición de adelanto electoral.
Es posible que ese líquido blanco que está en la botella no sea leche... pero les prometo que no encuentro otra razón que explique un cese incomprensible. Y lo digo sabiendo que el Tenerife está cerca de la zona de descenso y lleva ocho jornadas sin ganar. Pero no olvido que las sensaciones eran mejores que unos resultados que tampoco eran desastrosos: una derrota en las cinco últimas citas y sólo dos goles en contra en las cuatro apariciones más recientes.
O lo que es lo mismo, un equipo con dificultades, pero no desahuciado. Ni roto. Ni condenado. Ni que exigiera un relevo inminente en el banquillo. Salvo que la razón no sea futbolística.
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