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La culpa de todo la tiene Yoko Ono

Entre partidos soporíferos, ligeros destellos de futbolistas como Messi, Robinho, Forlán, Özil o Villa, la expectación por los cruces de cuartos de final entre las ocho mejores selecciones y el insufrible zumbido de las vuvuzelas, la cutoa ridícula del Mundial de Sudáfrica la han protagonizado un puñado de trogloditas que habitan bien lejos del Cabo de Buena Esperanza y que, impulsados por sus instintos más machistas, la han tomado con Sara Carbonero (periodista de Telecinco y pareja sentimental de Iker Casillas).

Abrió la veda The Times, presunto referente de la prensa seria en el Reino Unido, que culpó a la reportera de la derrota inaugural de España ante Suiza (0-1). Y tras, el ilustre parapeto del rotativo británico, aparecieron más iluminados para generar una estúpida controversia: entre ellos Fernando González Urbaneja, presidente de la Asociación de Prensa de Madrid, que consideraba “una vergüenza” la ubicación de Sara Carbonero cerca de la portería que defendió Casillas aquel día en Durban.

Desconocía Urbaneja, más atrevido de la cuenta al afirmar que “si ella quiere ser una buena periodista no debería dejarse empujar hacia la mala práctica” al interpretar que Telecinco buscaba cierto morbo al situarla cerca de Casillas, que la ubicación de los inalámbricos de radio y televisión en los partidos del Mundial los elige la FIFA. Y allí, junto a Sara Carbonero, se colocaron el resto de periodistas españoles acreditados para hacer su trabajo a pie de campo.

No me imagino ni a The Times ni a Urbaneja culpando a Juanma Castaño (redactor de Cuatro e inalámbrico de Canal+ en los partidos de España) de una posible mala racha goleadora de David Villa. Cierto, no son pareja, pero les une una buena amistad desde los tiempos del periodista en Cadena Ser Gijón y del futbolista en el Sporting de Gijón. Y es que, si nos da un ataque de responsabilidad y sinceridad, nos daremos cuenta que el problema generado alrededor de Sara Carbonero es, simplemente, una cuestión de machismo.

En un mundo como el fútbol, tan necesitado de héroes para liderar épicas victorias como de culpables para explicar la derrota, la presencia de una mujer, la aparición de Sara Carbonero, ha servido para que unos cuantos retrógrados alimenten sus frustraciones. Por desgracia, la estrategia machista no es nueva: la culpable de la decadencia política de Julio César fue Cleopatra; la culpable de la división del cristianismo fue Ana Bolena; la culpable de cualquier epidemia en Europa durante siglos fue alguna bruja a quemar en la hoguera; y la culpable de la separación de los Beatles fue Yoko Ono. Así nos va.