El ‘cumple’ del presi
El 15 de febrero de 2006, en Junta General Extraordinaria celebrada en el Recinto Ferial de Santa Cruz de Tenerife, los accionistas allí presentes –en su nombre o con acciones delegadas– acordaron “por unanimidad” elegir como presidente del CD Tenerife SAD al entonces máximo accionista de la institución, Miguel Concepción Cáceres (La Palma, 1953). Aunque por el enunciado anterior así lo parezca, no le estaban haciendo un favor a este empresario. Todo lo contrario. Lo designaban para dirigir un club con un oscuro futuro deportivo, una situación económica alarmante y un escasísimo apoyo social. Vayamos por partes, que diría Jack 'el Destripador'.
En el plano deportivo, después de un trienio de disparates, el equipo había perdido su estilo. Durante la 'era Pérez Ascanio', apenas tres años, por el banquillo habían pasado siete técnicos diferentes (uno de ellos en dos etapas), varios directores deportivos y, lógicamente, un centenar de jugadores distintos. Y aunque no ha transcurrido mucho tiempo, a la mayoría de los aficionados blanquiazules le costaría ponerle cara a figuras como Andrade, Rogerinho, Ismael, Baines, Kelemen, Dimitri, Limones, Bombarda, Linarés, Almirón, Alberman, Joao Paulo, William Fabro, Cocito… Con esos mimbres, la máxima aspiración era la permanencia en Segunda División.
Y la permanencia era el objetivo cuando Concepción llegó a la presidencia. De no lograrla, algo que podía ocurrir muy probablemente, el destino no era la Segunda B, sino la desaparición. Eso sí, la desaparición también podía ser el destino de no resolver su desesperada situación económica. La entidad debía casi sesenta millones de euros, los acreedores hacían cola en el callejón del Combate y los jugadores no siempre cobraban a fin de mes. Los proveedores, ni soñaban con hacerlo. Y el único patrimonio de la entidad, la Ciudad Deportiva de Geneto, había sido generosamente ofrecido a tres empresarios isleños: Antonio Plasencia, Ignacio González y Ambrosio Jiménez.
En el plano social, el apoyo era escaso. Ni entre las élites políticas o empresariales, ni entre los aficionados. Rara vez acudían más de seis mil espectadores al Heliodoro y todas las puertas en las que se tocaba para solicitar ayuda (sobre todo si era económica) permanecían cerradas. Además, el prestigio de la entidad era nulo y todo el fútbol español –con los jugadores, los técnicos y los representantes a la cabeza– sabía que Tenerife no era un buen destino. Se pagaba tarde (cuando se pagaba) y los problemas eras siempre más que las satisfacciones. Y de cara al exterior, tampoco se transmitía una buena imagen: la página web se había desactivado, la tienda oficial estaba cerrada…
Por el camino, los consejeros abandonaban el barco a cuentagotas... cuando llegaban a tomar posesión del cargo. Todo cambió el 15 de febrero de 2006, cuando Miguel Concepción se hizo cargo de ese club. Desde entonces han pasado 14 años y Concepción ha cometido errores. Es posible que muchos errores. Y es posible que hace doce meses, doce semanas, doce días o doce minutos el Tenerife estuviera mejor que en el momento de leer estas líneas. Pero a la hora de juzgar, convendría hacer un análisis a medio plazo.
(*) Capítulo del libro ‘El CD Tenerife en 366 historias. Relatos de un siglo’, del que son autores los periodistas Juan Galarza y Luis Padilla, publicado por AyB Editorial.
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