La primera vez nunca se olvida. Y la fecha, tampoco. Fue el 30 de abril de 1961, en Almendralejo (Badajoz) y en presencia de unas decenas de valientes que se fueron hasta el fin del mundo para contar a sus hijos y sus nietos que estuvieron allí, que el día que el Tenerife ascendió por primera vez en su historia a Primera División ellos estaban allí, en el Francisco de la Hera. Con José Antonio Plasencia en el palco, con Heriberto Herrera en el banquillo y con un once inolvidable sobre el césped: Ñito; Colo, Correa, Álvaro, Villar, Borredá; Zubillaga, Santos, José Juan, Padrón y Santi González, que esa tarde, con 19 años, debutaba en el primer equipo para suplir al lesionado Domínguez y reforzar el centro del campo, tejiendo esa 'malla herreriana' que muy pocos adversarios supieron atacar aquel curso en el que los blanquiazules fueron, de largo, el equipo menos batido de la categoría.
Mientras, miles de tinerfeños permanecían pegados a la radio para vivir un domingo inolvidable. Y para disfrutar de unas sensaciones que una generación entera de 'birrias', con don Heliodoro Rodríguez a la cabeza, se quedó sin poder saborear: ver al Tenerife en Primera División. El Tenerife pudo ascender el domingo anterior cuando goleó (5-0) al Málaga con su once de gala y un 'hat trick' de José Juan. Pero Las Palmas no ayudó. Nunca lo hace. Tenía que empatar en Ceuta y perdió. Así que el Tenerife quedó obligado a sumar un punto en Almendralejo ante un Extremadura que necesitaba la victoria para eludir el descenso. Herrera no tuvo dudas: cerrojo y a esperar. Y aunque avanzada la segunda parte llegaron noticias de que el Ceuta caía ante el San Fernando, nunca se perdió la concentración. Sólo lo hizo cuando el señor Alfaro Toledo, del colegio andaluz, señaló el final del partido con el 0-0 inicial.
Entonces, la Isla se echó a la calle. Y lo volvió a hacer en la noche del martes, cuando una caravana con veinte autocares y cientos de automóviles se dirigió hacia Los Rodeos para recibir a la plantilla, que llegó a la Isla ya de madrugada. El alcalde de La Laguna, Ángel Benítez de Lugo, acompañado de la banda de música de la ciudad, agasajó a la expedición en la escalerilla del avión. Luego, la comitiva, que ocupaba tres kilómetros de largo, descendió por la carretera de La Cuesta hacia Santa Cruz: primero, los coches de los directivos; luego, el autocar con los jugadores; después, las 22 guaguas que habían subido a Los Rodeos repletas de aficionados; y por último, los coches particulares. Y en todo el recorrido, miles de seguidores que con las primeras luces de la mañana salían a la calle a saludar a sus héroes. Y así atravesaron General Mola, la Plaza de la Paz, Rambla Pulido, la Plaza Weyler, Imeldo Serís y José Antonio…
La apoteosis llegó en la Plaza de la Candelaria y en la Plaza de España, invadidas por miles de blanquiazules que vieron como Santiago Villar, el capitán, depositaba un ramo de flores a los pies de la Patrona de Canarias. Los que allí estuvieron aún no han olvidado ese día: el Tenerife, su Tenerife, acababa de subir a Primera División.
(*) Capítulo del libro “El CD Tenerife en 366 historias” de los periodistas Luis Padilla y Juan Galarza.