Tres salidas y tres derrotas, con cero goles a favor y siete en contra. El Tenerife 56-57 tampoco se salía del guion habitual que habían exhibido los blanquiazules en sus desplazamientos desde su acceso a las competiciones nacionales tres años antes. Y eso que ese curso había introducido una novedad: la presencia de Diego Lozano como entrenador-jugador. Lateral zurdo de gran solvencia, había jugado durante una década en el Atlético de Madrid, pero ya estaba próximo a cumplir 33 años. Pese a todo, se alineó a sí mismo como titular en 30 partidos ligueros durante el único ejercicio que estuvo en la Isla.
Antepenúltimo en la clasificación tras la disputa de seis jornadas, la inminente visita al estadio Heliópolis –que un lustro después ya se llamaría Benito Villamarín– no parecía el mejor escenario para romper la negativa racha blanquiazul como visitante. Allí, el 21 de octubre de 1956, esperaba uno de los gallitos de la categoría: el Real Betis Balompié. Recuperado Antonio el Loco, que no había podido jugar el domingo anterior en Murcia, el Tenerife alineó un once compuesto por: Cuco; Tosco, Isal, Lozano; Villar, Padrón; Tomás, Julito, Antonio, Alejandro y Herrera. Sin hacer un gran fútbol, el Tenerife contuvo al rival en mediocampo.
La clave fue incrustar a Alejandro entre la pareja Villar-Padrón, para colocarse Julito como enlace con los tres puntas, “lo que dio superioridad al Tenerife en el centro del campo”. Además, el Betis no aprovechó las dos únicas ocasiones de gol que tuvo, provocadas por errores del conjunto blanquiazul. La primera, al dejar el propio Lozano un balón muerto; y luego, después de que Cuco saliera en falso. De hecho, el Betis debió recurrir a un fotógrafo para inaugurar el marcador. Fue a los 25 minutos, cuando Luis del Sol, que luego sería figura mundial en el Real Madrid y la Juventus, lanzó un duro disparo que Cuco desvió a córner.
¿Fin de la historia? Pues no. Antes de que el balón saliera, un fotógrafo que estaba tras la línea de fondo y próximo a la portería, lugar habitual en aquel tiempo, devolvió el balón al terreno de juego. Sobre el césped, los jugadores del Tenerife se quedaban parados, mientras Sobrado recogía el balón y se lo pasaba a Cela, quien marcaba el 1-0 a puerta vacía. Y aunque los futbolistas blanquiazules protestaron en masa, el árbitro Pinar Roig dio por válido el tanto. Hasta la prensa andaluza reconoce que el tanto fue extraño, aunque usa un eufemismo para encubrir la acción del fotógrafo: “… desvió la pelota Cuco, saliendo ésta a córner, aunque inopinadamente regresó al césped y…”.
La injusticia encendió al Tenerife, que al término del primer tiempo volvió a reclamar de forma vehemente al colegiado. Ni caso. Tal vez por eso, en la segunda mitad, Julito sólo tardó dos minutos en empatar el encuentro al aprovechar un servicio de Tomás. Con los andaluces mermados por la lesión de Ramoncito, que permaneció sobre el césped en busca del ‘gol del cojo’, el Tenerife terminó por adueñarse del encuentro. A la hora de juego ya tenía ventaja, después de que Antonio superara la entrada de Villa y la desesperada salida de Eugenio, el meta local. La puntilla la puso Alejandro a diez minutos del final, al regatear a Portu, fusilar al guardameta y establecer el 1-3 definitivo.
Sin la ayuda del fotógrafo, el Betis no hubiera marcado. Pero es muy posible que, sin recibir ese gol tan humillante, no hubiera reaccionado un Tenerife que ese curso no volvió a ganar como visitante hasta su última salida.