El CD Tenerife honró todas las virtudes elementales del fútbol, salvo una, hasta caer de la forma más cruel: un remate con el tiempo de la prórroga agotado, un gol de este Larin que simboliza el desnivel de recursos con el que el equipo de Garitano afrontaba el asalto a los cuartos de final de la Copa del Rey. Mató a los blanquiazules la defensa de esa última jugada fatal, pero cayó, al cabo, por la falta de pegada, un remate tras otro en situaciones de ventaja que no tomaron rumbo entre palos.
Regresa el Tenerife a la vida cotidiana tras un esfuerzo descomunal y un partido épico –un partido copero a todo o nada de los que hacen grande este deporte– del que debería salir reforzado. Teto firmó otra faena camino de la madurez, le asomaron los detalles a Álvaro Jiménez, le faltaron pelotas con espacio a Rahmani y regresó al rol de indiscutible su pareja lógica de centrales. Sin pólvora solo habría ganado en la tanda de penaltis, pero merecía al menos eso y no este desenlace hiriente.
Más que se echara de menos uno de más lustre, el Mallorca fue un rival que se tomó la velada con la misma consideración, más allá de los titulares ausentes y de que ande en la Liga con un ojo puesto en la zona roja. Con Aguirre puede echarse de menos el dominio del balón con el regresó a la Primera conducido por Luis García, pero habrá que convenir que con el Vasco cuesta horrores hacerle un gol. Tiene el equipo bermellón el punto de superioridad física en los choques y las carreras cortas –lo mismo con lo que el Athletic Club impidió el año del covid los cuartos blanquiazules que hoy tampoco fueron– y solo con eso –solo es un decir– obligó al Tenerife a un esfuerzo sostenido y descomunal que tras dos horas larguísimas le pasó la minuta de un gol macabro.
Sin imaginar la fatalidad del 0-1, Garitano mudó las costumbres y plantó una línea de cinco con Sergio en línea con los redivivos Sipcic y León. Por delante Aitor Sanz y Corredera, en los costados –más interiores que extremos– Roberto López y Teto. Y al fondo del todo Enric Gallego, que disfruta como pocos de estas noches de brega en las que meter el pie y pelear hasta el duelo más pequeño es un ejercicio inexcusable.
Aguirre cerró también con tres centrales y dos laterales y fio a Darder y Omar Mascarell el duelo de medios. Como lo que había en juego solo se decidía a una carta, nació un partido con tan pocos remates como miles de pugnas y balones divididos que le dieron el punto de tensión adecuado para hacer buena la mezcla de ingredientes. Así, este Teto que tanto le deshace una vuelta a su par como se empeña en guardarla para habilitar una salida desahogada. Quítenle el balón al muchacho si pueden.
O la solvencia de Sipcic y León para negociar casi todo menos un remate a bocajarro de Abdón y la primera mano prodigiosa de Tomeu Nadal (m.6), cuando andaba Amath desenfrenado, tratando de matar al Tenerife cayendo por los espacios vacíos. Antes, un aviso de Gallego arrimadito al palo largo de Greif (m.3).
Reducido el partido del Tenerife a un ejercicio inacabable de atención a los detalles que en la pizarra hacían superior al Mallorca, hizo muchísimo impidiendo la pegada de Abdón, desquiciando a Amath hasta arrancarle una tarjeta por una patada fea a Teto y empujando a Darder por el camino de la amargura. Salió indemne del desquicie Omar Mascarell, sin sobrepasarle el ambiente –tan cercano el Toscal donde los Mascarell que le antecedieron se hicieron querer en el barrio de las chicas guapas–, un seis elegante y solvente para una cita con tanta emotividad.
Aguirre, perro viejo, agitó el banquillo y mantuvo la tensión del primer acto con cinco cambios en lo que Garitano margullaba los suyos. Consumida media hora de la segunda fase, ya tenía dentro a Dani, Raíllo o Larin. Mudó la piel a dos líneas de cuatro y dejó a Abdón emparejado con el canadiense, ahora sí un desafío supremo para Sipcic y Löic, que respondió el valenciano tan poderoso en el cuerpo a cuerpo como dubitativo cuando tuvo que cortar de cabeza corrigiendo la posición.
Garitano refrescó en diez minutos medio equipo. Williams cerrando, Álvaro Jiménez y Rahmani en los costados, Bodiger doblado con Aitor y Luismi por la calle del diez, donde lució menos por más que intentara asociarse con los exteriores para que la naciera una conducción hacia Greif.
Ni con piezas nuevas evitó nadie la prórroga, como nadie dio el do de pecho en los primeros quince del tercer tiempo. Llegado el último cacho, un tiro con tino de Álvaro Jiménez casi arañando el poste. Y otra vez Tomeu defendiendo la puerta de Herradura, avisó el Mallorca del cataclismo final. Por orden, un tiro libre de Abdón y una mano abajo que evitó el 0-1. Al poco, una volea soberbia, lejana, de Giovanni desbaratada por el portero manacorí –de otros Nadal de Manacor–, dos augurios en lo que llegaba el remate de Larin, ganando la pugna a Buñuel, cayéndose en una media vuelta de nueve de área, ya imposible.
Una definición dolorosa, un premio justo para el que siendo mejor en el momento definitivo evitó que estos octavos de final, que el Tenerife pisó una de cada cinco Copas de las 67 que disputó, se resolvieran en la lotería de los penaltis. Qué menos que esta recompensa para la épica de los hermanos menores del fútbol.
(0) CD TENERIFE: Tomeu Nadal; Aitor Buñuel, Sergio González (Luismi Cruz, m.80), Sipcic, José León (Loïc, m.84), Medrano; Aitor Sanz, Alex Corredera (Álvaro Jiménez, m.84); Roberto López (Bodiger, m.80), Teto (Rahmani, m.74); y Enric Gallego (Ángel, m.104)
(1) RCD MALLORCA: Greif; David López (Antonio Sánchez, m.62), Nastasic, Copete (Dani Rodríguez, m.56); Giovanni, Darder (Samu Costa, m. 116), Mascarell, Van der Heyden (Toni Lato, m.56); Amath (Raillo, m.56), Javi Llabrés (Larin, m.72); y Abdón.
GOL: 0-1, m.120+1: Larin.
ÁRBITRO: Mario Melero López (Comité Andaluz). Amonestó al local Álvaro Jiménez (m.96) y al entrenador visitante Javier Aguirre (m.41), así como también a sus jugadores Amath (m.36), Raillo (m.73), Mascarell (m.79), Javi Llabrés (m.97) (en el banquillo), Dani Rodríguez (m.99) y Giovanni (105+2).
INCIDENCIAS: Partido de los octavos de final de la Copa del Rey disputado en el estadio Heliodoro Rodríguez López ante 20.176 espectadores.