Santa Cruz de Tenerife celebra cada 25 julio la gesta de la victoria, tal día de 1797, sobre la flota inglesa del almirante Nelson que pretendía apropiarse de la isla. Y lo simbólico de este día, en el que también se conmemora la festividad de Santiago Apóstol, explica que un 25 de julio –el de 1925– se inaugurara en la capital chicharrera el Stadium, un recinto que vio la luz solo tres años después de la fundación –el 12 de agosto de 1922– del CD Tenerife.
A un año de cumplir un siglo de vida, la casa de todos los birrias se mantiene como la quinta entre las más longevas del fútbol profesional español. Solo la superan en antigüedad, por este orden, El Molinón (Real Sporting de Gijón), Mestalla (Valencia CF), La Cerámica (Villarreal CF) y Mendizorroza (Deportivo Alavés).
El club representativo, que ya había nacido con un campo de juego propio ubicado en la capitalina calle de Miraflores, tuvo claro desde la primitiva presidencia de Mario García Cames que necesitaba de un recinto de mayor prestancia.
Y siendo esta una necesidad urgente, bajo el mandato de Juan Muñoz Pruneda se puso a la tarea. Ingeniero militar y constructor, había relevado a García Cames el 1 de febrero de 1924 y fue también –además de autor del proyecto de construcción del Stadium– el máximo responsable del comité supervisor de la obra junto a otros próceres del tinerfeñisimo de la época como Sixto Machado, el doctor Ángel Capote, Juan Yanes [primer presidente del Tenerife Sporting Club], Álvaro Ruiz y Cristóbal Bento.
Muñoz Pruneda concibió como método de financiación de la idea la constitución del Proestadio, una suerte de suscripción popular de tres mil obligaciones por un valor de cien pesetas [sesenta céntimos de euro] cada una que compraron decenas de empresas y aficionados del club para hacer frente a una parte del coste de adquisición de los 24 mil metros cuadrados que ocupaba la denominada finca Cañadas, colindante con la hoy –entonces camino– avenida de San Sebastián, salida natural de la ciudad hacia La Cuesta y La Laguna.
La compra de los terrenos era solo el primer paso. Las tareas de desmonte y alineación y la construcción de los dos graderíos laterales originales obligaron al club a endeudarse también con la Caja General de Ahorros por otras 300.000 pesetas. Los fondos propios y el empeño por que el Stadium fuera una realidad pronta hicieron el resto.
El sábado 25 de julio de 1925, siete mil personas –de chaqueta y corbata ellos, de domingo ellas, como era costumbre para asistir a los partidos de football de entonces–, llenaron por primera vez el nuevo campo. Jugaron para la ocasión el CD Tenerife y un invitado de lujo como el Marino grancanario, uno de los mejores rivales posibles. Histórico club de la isla vecina, con el tiempo acabó integrado como uno de los cinco fundadores de la Unión Deportiva Las Palmas en el verano de 1949.
Ganó aquella cita, hace hoy 99 años, el anfitrión. El Tenerife ya había dado la alternativa a su primera leyenda, un jovencito delantero de 18 años llamado Ángel Arocha, luego ídolo del FC Barcelona y primer internacional tinerfeño con la Roja. Arocha fue el autor del 2-1 final, aunque antes fue el madrileño Joaquín Pascual Jiménez (1896-1981) quien se quedó con el honor de marcar el primer gol de un partido en el Stadium. Con una particularidad: Pascual era portero. Aquel sábado, la recuperación de Baudet y la lesión del goleador Antonio Torres hicieron que jugara de ariete, anotando en el minuto 23 del segundo tiempo, al rematar de cabeza un córner tirado por Castellano.
Con el paso de los años, el primitivo Stadium cambió su aspecto hasta el actual con dos grandes reformas firmadas por arquitectos tinerfeños. La primera, tras recuperar el CD Tenerife la propiedad de la instalación –que había perdido a favor de la Caja General de Ahorros por no poder devolver el préstamo de los años 20–, respondía al proyecto de José Enrique Marrero Regalado (1897-1956) –autor del Palacio Insular, la Casa Cuna o el Mercado de Nuestra Señora de África, entre otros– y trajo consigo la construcción de una grada en arco (Herradura) que unía las dos tribunas laterales: San Sebastián y Preferencia (esta última ya cubierta). Llegada la década de los 50, el estado ya lucía casi igual a como se conoció durante cerca de cuarenta años.
La segunda reconversión responde al proyecto de Carlos A. Schwartz (1942), a quien debemos su aspecto actual. Encargado por el Cabildo como propietario del recinto, supervisó entre 1986 y 2001 una gran remodelación pese a no incluir algunas de las actuaciones previstas, como dos torres de evacuación en la grada de Anfiteatro o una pista de atletismo de seis calles. Schwartz concibió el Heliodorio de hoy, con un graderío armónico de dos niveles –con una acústica peculiar que añade presión al equipo rival–y se empeñó, con éxito, en que se conservara la estructura de la vieja puerta de entrada a la grada de Herradura para que quedara un testimonio del viejo Stadium concebido por Marrero Regalado.
También mutó el nombre del coliseo, que desde 1950 lleva el nombre de Heliodoro Rodríguez López (1889-1950), presidente que fue del CD Tenerife entre 1939 y 1950 y un birria como pocos hubo: benefactor de la entidad y del mismo fútbol isleño, tal es así que dos días después de su repentino fallecimiento, fue el Iberia, uno de los eternos rivales del Tenerife, el que propuso la redenominación.
Y del Real Unión, otro legendario oponente blanquiazul, partió la propuesta de crear un torneo en su memoria que aún pervive: la Copa Heliodoro Rodríguez López. Su huella se extendió un año después. En 1951, se le impuso su nombre a una de las calles próximas al campo, al tiempo que se descubría un busto en un pequeño monolito que hoy preside el palco de autoridades de su estadio.