Elady Zorrilla acudió al rescate del Tenerife para redimirle del pecado del miedo que hizo peligrar su novena victoria del curso lejos del Heliodoro, ahora frente al Sanse. El máximo goleador blanquiazul del curso decidió la victoria con un cabezazo espléndido cuando moría el partido, arrumbado a un empate que permitió el grupo de Ramis cuando se achicó para conservar la ventaja que le había dado un gol temprano de Mario González.
El Tenerife no otra tenía que ganar este sábado para empezar a olvidar un mes de marzo desgraciado y reclamarse como equipo de promoción. Y tan expeditivo que fue para golpear con la primera pelota limpia que tuvo para rematar, luego se encontró un camino cada vez más cómodo para anular la propuesta de los donostiarras. Tanto que los cambios le encerraron en su área y concedió el empate en el último sexto. Atisbando la tragedia, se apareció Elady.
Al cabo del curso, Elady seguramente lo finalizará como el mejor goleador del Tenerife. Sin ser un nueve puro, jugando a veces con molestias y pagando una crisis de juego y aciertos que casi le dejó sin crédito. Pero los tipos de área se reclaman con goles. El definitivo contra el Sanse da al grupo oxígeno y otro humor para no caerse del tren de la promoción y al futbolista uno de sus trabajos sobresalientes de la temporada, un vuelo suspendido –entre los mejores gestos de su catálogo– para sincronizar salto y golpeo hasta batir a Ayesa.
El 1-2 con el partido muriendo arregló el follón en el que se metió sin necesidad el Tenerife, a punto de comprometer el guion de Ramis, lógico en el primer acto y timorato con la segunda ventana de cambios, cuando quiso protegerse tanto de un equipo blando como el Sanse que acabó por meter en cuarenta metros a los suyos y perdió presión y espacios por delante.
Así que jugó con fuego el Tenerife, efectivo en el planteamiento de arranque: Sipcic por Sergio como central diestro, Larrea escoltando a Aitor Sanz, cambiando los flancos de su línea de medios –suplentes Andrés y Elady– para acumular más trabajo de cobertura con Mollejo y Bermejo. Y arriba, Mario y Gallego –cerquita de la segunda línea en un ejercicio más propio de lo que quiere el técnico–, guardándose de arrancar la presión contra la salida jugada del Sanse en su media parcela.
Sin desalambrarse, afanado en corregir el empeño del Sanse en jugar vertical por el interior a la espalda de medios y zagueros, el Tenerife hizo virtud de la necesidad de no meter la pata. Ni concedió ocasiones ni se hizo largo. Primero defendió con éxito y a la que tuvo una buen con balón –fiel al retrato del verano que le hizo un equipo letal– no perdonó.
Gallego escapó de su zona natural para hacer de extremo izquierdo y puso un centro roscado y medido al área, donde Mario González la cazó sin chocar mientras Blasco y Ayesa intentaban ponerse de acuerdo quién iba al balón cruzado. El 0-1, amaneciendo el partido, fue balsámico. El Sanse progresó como equipo previsible –ni una mala patada, ni un balón rifado–, aseado como un yerno ideal, estéril para hacer daño a un rival suficiente para manejarse con el marcador en ventaja.
No necesitó más el Tenerife tras su gol, así que entre la ingenuidad del uno y la suficiencia del otro, se madrugó uno de esos partidos demasiado cómodos que esconden un susto cuando menos lo esperas, aunque tuviera tiempo para contras mal negociadas y remates blandos que no mataron el partido.
Intuyendo el riesgo en lo que se consumía el segundo acto, Ramis obró con la lógica del que quiere arriesgar nada a cambio de otro gol. Antes metió a Elady en el campo y luego tiró una segunda línea con cinco –Corredera y Larrea a los flancos de Aitor– y un solo delantero. Y a poco que recularon los suyos, Cristo Romero cazó una pelota larga a la espalda de Mellot para ponerla al área chica, donde Navarro llegó antes que el resto y no perdonó.
El empate premió al Sanse y castigó la especulación del Tenerife, aunque en cinco minutos demostró que sin los demonios de marzo, incluso entre la premura de un final agónico, tenía recursos para evitar una tragedia innecesaria. Un centro preciso de Mollejo y un portero demediado que la ve venir y venir en lo que el verbo de Elady se hacía carne.
(1) REAL SOCIEDAD B: Ayesa; Blasco, Clemente, González de Zárate (Roberto López, m.73), Jonathan Gómez (Romero, m.55); Turrientes, Gabilondo (Lobete, m.55), Olasagasti; Robert Navarro, Alkain y Karrikaburu.
(2) CD TENERIFE: Soriano; Moore (Mellot, m.74), Sipcic, José León, Pomares; Mollejo, Aitor Sanz, Larrea (Corredera, m.85), Bermejo (Andrés Martín, m.85); Mario González (Sergio, m. 74) y Enric Gallego (Elady, m.66).
GOLES: 0-1, Mario González (m.10). 1-1, Robert Navarro (m.81). 1-2, Elady (m.86)
ÁRBITRO: Rubén Ávalos Barrera (Comité catalán). Amonestó a Olasagasti (m.68) y al visitante Bermejo (m.29).
INCIDENCIAS: Partido de la 35ª jornada de LaLiga SmartBank 21-22, jugado en el Reale Arena. 4.941 espectadores, de los que cerca de un centenar eran seguidores del CD Tenerife.