Los 32 futbolistas canarios de la selección española (1925-2010)

Francisco Arencibia: el divino calvo (1942)

Canarias Ahora Deportes

Santa Cruz de Tenerife —
31 de marzo de 2020 19:05 h

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Biografía

BiografíaFrancisco Martín Arencibia (1911-2004) nació en Alquízar (Cuba). Hijo de emigrantes, regresó muy joven a Tenerife y a los 16 años ya deslumbraba en el Real Hespérides. En la campaña 30/31 se incorporó al CD Tenerife, en el que estuvo cinco temporadas. En 1935 fichó por el Atlético de Madrid y, aunque la guerra civil interrumpió su trayectoria, conquistó los dos primeros títulos de Liga del equipo rojiblanco. En 1947 marchó al Granada, fue el primer entrenador de la UD Las Palmas y regresó al CD Tenerife como jugador-entrenador, sin poder lograr el ascenso a categoría nacional. Empleado de Avición Civil, falleció en Las Palmas de Gran Canaria.

El ‘mosquetero’ canario

El ‘mosquetero’ canarioCayol; Llombet, Morera; Arencibia, Cárdenes, Arocha II; Felipe, Rancel, Chicote,  Semán y Luzbel. Éste es, para los aficionados más veteranos, el mejor equipo que ha tenido el CD Tenerife en su ya casi centenaria historia. Y muchos de ellos aún son capaces de recitar de memoria un once que, al principio de los años treinta, dominó el fútbol canario, tuteó a algunos de los mejores equipos del mundo que pasaron por la Isla y asombró a todos en sus giras por la Península. Con algún mínimo cambio, ese Tenerife le ganó dos veces en 1932 al Real Madrid de Zamora, Ciriaco, Quincoces, Hilario Marrero y los hermanos Regueiro, que salió trasquilado de sus primeras visitas al Stadium de la calle San Sebastián. Y al año siguiente, tras embarcar en la motonave Villa de Madrid, los blanquiazules se lucieron con espectaculares victorias ante el Athletic de Madrid en el Metropolitano y contra el FC Barcelona en Les Corts.

La mayoría de estos futbolistas, tinerfeños de nacimiento o adopción, acabaron por hacer carrera en el fútbol profesional. Y el líder de todos ellos, Pancho Arencibia, formaría parte durante una década de un irrepetible Atlético de Madrid, entonces denominado Atlético Aviación, para componer con el grancanario Paco Campos la mejor pareja de interiores de la posguerra. Dirigido desde el banquillo por el mítico Ricardo Zamora, el equipo colchonero logró sus dos primeros títulos de liga y dejó para la historia un once que los viejos aficionados rojiblancos también recitan de memoria: Tabales; Mesa, Aparicio; Gabilondo, Germán, Machín; Manín, Arencibia, Pruden, Campos y Vázquez. Cuatro de esos futbolistas (Mesa, Arencibia, Machín y Campos) eran canarios. La hazaña sólo la repetiría una década después, con Helenio Herrera en el banquillo… y media docena de canarios en el césped.

Nacido el 28 de diciembre de 1911 en Alquízar (La Habana, Cuba), Arencibia era hijo de emigrantes canarios que pronto regresaron al Archipiélago y se establecieron en Icod de los Vinos. Estudiante de bachillerato en La Laguna, con sólo 15 años ficha por el Real Hespérides y llama la atención por su calidad, lo que le lleva en 1930 a comprometerse con el CD Tenerife. Con su nuevo equipo se proclama campeón de Canarias y participa en la primera aventura nacional de la entidad al tomar parte de la Copa de España de 1932, en la que el Tenerife es eliminado por el Betis tras jugar en Sevilla y en Valencia en calidad de local. Tras cinco temporadas de extrema brillantez como blanquiazul, fichó por el Atlético de Madrid iniciado ya el curso 35/36 y dio el salto al profesionalismo con una ficha de 35.000 pesetas (lo que valía entonces una casa en Santa Cruz) y un sueldo de 1.500 pesetas mensuales.

Futbolista de una técnica deslumbrante y con ricos conocimientos tácticos, Arencibia sería considerado hoy un todocampista con gol. Sin embargo, su trayectoria con la selección española quedó limitada a una única presencia, pues la Guerra Civil y la II Guerra Mundial limitaron la disputa de contiendas futbolísticas entre países. Así, durante casi un lustro, entre 1936 y 1941, en el mejor momento futbolístico de nuestro protagonista, España no jugó compromisos internacionales. Y cuando la roja (que entonces vestía de azul) recuperó la actividad, se limitó a disputar seis partidos en cinco años ante el vecino Portugal (en dos ocasiones), la neutral Suiza, la ocupada Francia y dos combinados afines al régimen de Franco, la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini. Y además, el interior colchonero competía en su puesto con monstruos como Herrerita (Oviedo) o Chus Alonso (Real Madrid).

En 1945, cuando se recuperó la normalidad y España pasó a disputar sus dos-tres partidos anuales, para Arencibia ya había pasado su mejor época. Analista parcial por su condición de primo carnal de don Pancho, la voz de Juan Arencibia de Torres es igualmente válida por ser uno de los más profundos estudiosos de la historia del fútbol canario. “Tenía buena planta, gran visión de juego, buen remate con los pies y un espectacular juego de cabeza. Se distinguía además por su buena colocación en el campo, por estar siempre en el lugar preciso y mandar pases que parecían trazados con tiralíneas. Jugó de medio, de interior derecho y de delantero centro y fue un caballero dentro y fuera de la cancha. Formó con Campos la mejor pareja de interiores de su época y ha sido uno de los jugadores más importantes de la historia del Tenerife”, sentencia Arencibia de Torres tras haber visto fútbol durante casi siete décadas.

Eso sí, a Pancho Arencibia le quedó el consuelo de ser una vez internacional. Fue el 12 de abril de 1942 en el Estadio Olímpico de Berlín en presencia de casi cien mil espectadores “de nuestra querida nación hermana”, entre los que había “cientos de simpatizantes españoles, componentes de la gloriosa División Azul”. El rival fue una Alemania que se había anexionado a Austria y contaba en su selección con los mejores futbolistas de aquel país, un equipazo ante el que España logró “un meritorio empate a un gol” gracias a un penalti transformado por el grancanario Paco Campos (aunque algunas crónicas dan el gol al valencianista Epi). Arencibia sustituyó en los minutos finales de la primera parte a Chus Alonso, el extraordinario interior del Madrid nacido también en Cuba. Y aunque cumplió con su cometido y “creó peligro por su banda”, no volvió a jugar con la selección española.

Una semana después, en Milán, estuvo en el banquillo en el choque que España perdió (4-0) ante Italia. Recuperados Alonso y Mundo, el seleccionador Teus optó por repetir el mismo once que en Berlín, pero esta vez no hubo lesionados que dieran opción a hacer sustituciones. El siguiente compromiso internacional no llegó hasta 1945 y para entonces Arencibia contaba ya con 33 años. Y aunque su aportación al combinado nacional no fue extensa, su contribución al Atlético de Madrid le convirtió en uno de los grandes mitos rojiblancos de todos los tiempos. Y eso que su estreno como colchonero no fue bueno. El 8 de diciembre de 1935 y en Vallecas, al estar el Metropolitano en obras, debutó con derrota (1-2) contra el Athletic de Bilbao, entonces dominador absoluto del fútbol español. Su gol no bastó ante los Blasco, Zubieta, Bata, Iraragorri, Gorostiza y compañía.

Arencibia jugó en su debut junto a otro tinerfeño ilustre, Ángel Arocha. Ese curso disputó nueve partidos de Liga, en los que marcó cinco goles, pero desapareció del equipo tras una derrota (0-3) ante el Barça. Y el campeonato acabó con un increíble descenso a Segunda División de un Atleti que tuvo tres técnicos diferentes a lo largo del curso y que estaba compuesto por figuras ilustres (Elícegui, Chacho, Arocha o Marculeta) y jóvenes promesas (Ipiña, Gabilondo, el grancanario Mesa o el propio Arencibia). La guerra civil española y la posterior renuncia del Oviedo a la Primera División, al quedar destruido su campo durante la contienda bélica, daría al llamado entonces Atlético Aviación la oportunidad de dejar sin efecto el descenso. Y la aprovecharía al imponerse (3-1) a Osasuna, el otro descendido antes de la guerra, en un partido de promoción disputado en Valencia.

El interior tinerfeño no jugó ese choque, pero dos semanas después, con la liga recién iniciada, el nuevo técnico del Atleti, el mítico Ricardo Zamora, apuesta por recuperar a Gabilondo y Arencibia pese a sus tres años de inactividad. Y aunque tardan en acoplarse, su aportación es creciente y los rojiblancos despegan en la tabla con una delantera (Enrique, Arencibia, Elícegui, Campos y Vázquez) que totalizaría todos los goles de su equipo, excepto los siete que anotaría Gabilondo… cuando abandonó la línea media para incorporarse al ataque. Y es que entonces el fútbol era muy ordenado. Para el recuerdo queda el derby ante el Real Madrid, resuelto con victoria colchonera (2-1) gracias a un gol de Arencibia “en clamoroso offside” a falta de ocho minutos. Poco después, una rotura de peroné sufrida en Mestalla le impide jugar la recta final del campeonato… aunque no celebrar el título desde el hospital.

El Atlético Aviación repite título la temporada 40/41. Arencibia, ya recuperado, juega todos los partidos y forma parte de ese once ya citado que se aprendieron todos los niños de la posguerra. El equipo rojiblanco sólo pierde dos partidos en el campeonato, se mantiene invicto toda la segunda vuelta y suma 70 goles en 22 encuentros. Arencibia no sólo ofrece un fútbol de altísimo nivel, sino una imagen singular. Así, se distingue por su escasa cabellera, por usar un fino bigote y por jugar siempre con un pañuelo sujeto en un lateral del pantalón. Apodado el divino calvo, gozará siempre del favor de la grada por ser además un jugador de equipo, proclive al sacrificio. Eso sí, no podrá conquistar más títulos con el Atleti, que en el curso 41/42, ya sin su ariete Pruden, lidera la tabla durante casi todo el campeonato hasta que una goleada (6-0) en San Mamés a falta de siete jornadas deja vía libre al Valencia.

Eso sí, Arencibia vuelve a disputar todos los partidos y al acabar el campeonato recibe el premio de la internacionalidad. No ocurriría lo mismo el curso siguiente, en el que una lesión le resta protagonismo, aunque acaba la temporada como titular. Rebasados los treinta años, sus condiciones físicas no son las mejores, pero aún jugaría un lustro más como rojiblanco hasta totalizar 113 partidos de Liga y 25 de Copa. Su último partido liguero con el Atlético de Madrid, que ya había recuperado su antiguo nombre, lo disputó un 13 de abril de 1947 y se saldó con derrota (2-3) ante el Real Madrid, formando en la delantera con dos paisanos, el tinerfeño Manuel Jorge y su inseparable Paco Campos, en una plantilla en la que también había otros futbolistas canarios como Farias o Pedro Núñez.

Arencibia aún jugaría dos temporadas más con el Granada en Segunda División, con el que estuvo a punto de ascender en la campaña 48/49. Retirado del fútbol, aceptó la oferta para convertirse en técnico de la recién creada UD Las Palmas y el 16 de septiembre de 1949 dirigió el primer entrenamiento realizado por la escuadra amarilla. Motivos laborales le llevaron a presentar su dimisión a los dos meses de hacerse cargo del equipo. Un año después, a petición de su amigo Ángel Capote y sin cobrar un céntimo, regresa al CD Tenerife para compartir la dirección técnica con Andrés Llombet, con el que había jugado dos décadas antes. Y llega a jugar algunos partidos como blanquiazul en un intento de ascender al equipo a categoría nacional. No lo conseguirá y se desvincula poco a poco del fútbol para trabajar como empleado de Aviación Civil en Gran Canaria, donde fallecerá el 9 de febrero de 2004.