Aprende el Tenerife semana a semana a sacar una victoria tras otra si marca primero. Por esta vía, dejando de paso su puerta a cero, firmó este lunes el grupo de Garitano su quinta victoria del curso. Anota antes que el rival y luego defiende el resultado para ampliarlo (Huesca, Albacete) o para encastillarse en una ventaja mínima que le resguarda los puntos. Y así, ni este Espanyol sobredotado –de juego espléndido a ratos– puede con un equipo que crece con el viento a favor y exprime hasta dejar seca su línea de atacantes, un cuarteto de éxito que se reparte el rol de solista con poco egoísmo como tanta efectividad.
Hoy le tocó a Enric Gallego, sacando petróleo de un control al límite de Pacheco. Enfrentado al delantero, se pasó de confianza, intentó un regate imposible y dejó que delantero pusiera sal a la herida: un robo plácido y un toque suave encarado a una puerta vacía. El mérito era provocar el error; lo otro, un trámite.
El 1-0 regalado por el portero revolucionó el Heliodoro en lo que el Tenerife se armaba para otro partido una mijita más cómodo, sometido como venía a seis minutos asombrosos del equipo perico, un arranque insultante de superioridad con tres ocasiones de oro a cual más clara. Dos desbaratadas por este Soriano afinado, la siguiente sin que cogiera rumbo franco.
Fue hacerse con el balón el Espanyol y meter al Tenerife en cuarenta metros entre su puerta y Gallego. Le negó la posesión, se tiró vertical hacia el fondo de General y le asomaron las oportunidades después de tres saques de esquina seguidos en lo que se masticaba una tragedia: un tiro en la frontal envenenado de Melamed (m.4), medio minutos después, un balón prolongado al área y un cabezazo de Pere Milla al que volvió a responder Soriano. Y antes de que cayera el minuto 10, una segunda jugada que dejó a Bare sin marca en el área para tirarla por fuera.
Andaba entonces el Tenerife con el punto de inocencia del que sube el ring sintiéndose, inconsciente de sus límites, capaz de pegar igual de fuerte que el contrario. Olvidaron los locales que sin dominio del medio juego y sin meterle pausa podía caerles la mundial y salieron mal parados del primer partido de los varios que tiene un partido cuando no es uno de esos en los que no pasa nada. Este de un día impropio para el fútbol fue un ejercicio que dignifica la Segunda División.
El Tenerife comenzó a abrigarse mejor y a encontrar los apoyos con Roberto López para hacer más larga la circulación. Pisó el campo del Espanyol, tiró la presión hacia la zona habitual y entre Pacheco y Gallego roló el viento hacia el rumbo que querían los locales. El error grosero del meta colocó al Espanyol en una situación tan repetida en su sexta vuelta a la categoría. Marcador abajo, le sobraban tiempo y recursos para dejar en anécdota semejante metedura de pata. Pero enfrente estaba este Tenerife y este Heliodoro.
No desmereció hasta el descanso el equipo perico. A ratos hizo virtud del juego directo, obligó al Tenerife a jugar con laterales y extremos basculados hacia dentro y cargando las conducciones por el interior la salían llegadas entre los centrales o pelotas cuando se desdoblaban los laterales, casi sin marca que les llegara.
Es verdad que toda esa producción no obligó a nada sobresaliente de Soriano, pero tiene tanto y tan bueno Luis García de Lozano y Baire adelante que el Tenerife solo respiraba cuando recuperaba la posesión –inmensos Sergio y Corredera entre líneas, sobresaliente León, firme a su modo Amo y crecido Medrano– y armaba un ataque con el punto de solvencia que le da Roberto López, la velocidad de Waldo en la siniestra y los arranques en diagonal de Luismi Cruz. Tres maneras de entender la ofensiva que hacen a este Tenerife diferente.
Superado el entreacto, se acularon lo justo los de Garitano para cerrar mejor por dentro y esperar al Espanyol en un tercio de campo. Aparecieron más faltas lejos de Soriano –entre alguna lateral que no sacó de pobre al rival– y se quedó un partido de ida y vuelta que no mató el resultado. Entró Mo Dauda en el último sexto, insípido como siempre este verano, así que tuvo que ser antes (m.63) otro esprint de cuarenta metros de Waldo el punto de inflexión que no fue.
Hizo lo más difícil ganando una carrera a Calero que dejó exhausto al central, pero encarado a Pacheco le salió un remate con demasiado arco en lo que el portero le achicaba el tiro. Y al poco, otra parada de mérito enfrentado a Roberto López (m.78), cuando los locales ya pedían las sales.
Tardó Garitano en oxigenar el once, a tiempo de complicarle el tramo final al Espanyol, ahora fiado al balón llovido al área, viendo si raseando comprometía, que no, a Soriano. Con el tiempo alargado cinco minutos, pudo debutar, incluso, Jesús Belza. Elegido el canterano por delante de Buñuel, no se derrumbó el Tenerife por su flanco. Y salió vivo y reafirmado de un partido de exigencia superior que le deja en números solo mejorados por el del equipo del ascenso de 1961. No es poca cosa para ser un sexto de campeonato, no.
(1) CD TENERIFE: Soriano; Mellot, León, Amo, Medrano; Luismi Cruz (Teto, m.81), Alexandre, Sergio González (Bodiger, m.90+2), Waldo (Mo Dauda, m.73); Roberto López (Jesús Belza, m.90+2) y Enric Gallego (Ángel, m.82).
(0) RCD ESPANYOL: Pacheco, El Hilali, Cabrera, Calero (Sergio Sánchez, m.64), Oliván (Ramón Ramos, m.72); Puado, Pol Lozano (Edu Expósito, m.64), Keidi Bare (Aguado, m.82), Nico Melamed (Salvi, m.72); Braithwaite y Pere Milla.
GOL: 1-0, m.15: Enric Gallego.
ÁRBITRO: Dámaso Arcediano Monescillo (Comité castellano-manchego). Amonestó a los locales Luismi Cruz (m.79), Soriano (m.82) y Bodiger (m.90+5) y a los visitantes Bryan Oliván (m.12), Pere Milla (m.82) y Ramón Ramos (m.84).
INCIDENCIAS: Partido de la séptima jornada de LaLiga HyperMotion (Segunda División) 23-24 disputado en el estadio Heliodoro Rodríguez López ante 18.158 espectadores.