El cielo dejaba salir el sol en el Estadio de Gran Canaria al inicio del encuentro, poco a poco, iluminando un césped que mostraba el mejor aspecto de la temporada, como si los astros hicieran presagiar un milagro contra uno de los mejores equipos de la historia.
Algo parecido era necesario para, ya no vencer, sino plantar cara a un equipo que ha logrado 32 victorias consecutivas en partidos oficiales y va camino de repetir e incluso mejorar la gesta del año pasado. Los de Luis Enrique traían toda la artillería, excepto a Busquets y Piqué, con la 'MSN' e la ofensiva.
Quique Setién auguró que haría hincapié en la defensa frente al FC Barcelona, lastrado por la lacra constante de las lesiones, se veía obligado a contar con David García y Garrido en los laterales por las bajas de David Simón y Garrido.
Sin llegar a los 30.000 espectadores, como se había dicho desde el club, los aficionados vibraron con el juego de los suyos. Sin amilanarse, con un Roque Mesa espectacular llevando la batuta del equipo, los amarillos encontraban espacios, tocaban la pelota y se acercaban a los dominios de Bravo con más peligro que ante equipos de 'su liga', cuando normalmente se encuentra sin ideas.
Todo pasaba por Roque, que buscaba a Jonathan Viera y a Tana (mucho mejor que contra el Sevilla, arriesgando menos y perdiendo poco balones, jugando fácil) para conectar con un William José muy activo, buscando siempre los espacios, controlando de espaldas, luchando contra el 'jefesito' y Mathieu.
A pesar de que se notaba que el Barca no jugaba ni al 60% de su capacidad, bastaban tres toques entre la 'MSN' para hacer un gol cuando mejor jugaban los amarillos. Incluso es posible aventurarse a afirmar que dominaban el choque.
Luis Enrique salía del banquillo, se ponía de pie y daba órdenes. No le gustaba lo que veía. La actitud relajada de sus jugadores podía darle un susto a los suyos y darle más emoción a la Liga. Pero con el gol parecía que todo estaba hecho. En la mente del aficionado ya se veían imágenes de una goleada.
Pero los de Setién creyeron en sí mismos, haciendo gala una vez más que juegan mejor contra los equipos grandes que contra sus rivales directos. Y un gol de bella factura de William José a pase de Jonathan Viera daba esperanzas.
Hubo momentos que la UD parecía el Barca, tocando en la cercanía del área de Claudio Bravo, pero sin la fortuna de la que hablaba Setién al inicio, que a veces el fútbol te da y otra veces te niega.
Esa pizca de fortuna podría haber encauzado el milagro en un Estadio de Gran Canaria que acabó en pie aplaudiendo a los suyos, quienes lucharon hasta el final, teniendo la última posesión y buscando con ahínco el gol del empate ante un Barca que perdía tiempo y pedía la hora.
La UD Las Palmas continúa una jornada más en puestos de descenso y se sigue complicando la permanencia. En este partido se suma otro 'casi' a la colección de partidos en los que los amarillos juegan bien, con gran actitud, pero siguen sin sumar.
Aunque en esta ocasión, la UD Palmas quiso, lo intentó con todas sus armas disponibles sin achacar nada a la actitud contra el FC Barcelona, un equipo para el que hace falta algo más que ganas para vencer, un milagro que no acabó de llegar.