El Tenerife hizo muchísimo ganando en el estreno liguero al Real Oviedo, no tanto porque los de Cervera les sometieran mas allá de un remate de Borja Bastón que pudo ser empate (m.57), como porque la notable respuesta de público en medio del ferragosto chicharrero confirmó que el proyecto de Rivero que lidera Garitano ha despertado una expectativa que casaba mal con nada que no fuera una victoria.
Así que ganó el Tenerife. Con un simple gol y dos tiros más entre palos. Más brioso que rítmico, más voluntarioso que brillante. Eficaz por encima de todo, la primera fecha post Ramis descarta un síndrome de Estocolmo y confirma lo que la campaña de verano ya había anunciado. Dos extremos y un volante por delante de Aitor Sanz y un Corredera con autonomía para decidir cuándo la línea tira a cuarteto con un ocho adelantado y cuando se arrima al que hace de seis.
En eso, y en el valor de los que se estrenaron esta noche en el Heliodoro, reside el cambio de cara que se le adivina a este Tenerife. Le quedan 41 citas y una temporada interminable, pero por encima de lo que se vaya encontrando jugará de otra forma y haciendo del diez un eje por el que agarren camino las salidas jugadas como el pase definitivo con valor de gol.
El rol parece pintado para este Roberto López, lejos –como el resto– de su mejor ejecutoria, pero al que se le adivinan las cartas ganadoras. Capacidad para venirse al medio campo para iniciar la conducción, caída al área buscando el toque corto y talento para hacer del córner cerrado y con rosca esa baza perdida después de años especulando con el dichoso saque en corto para que otro centre a pie cambiado.
Y aunque el gol no llegó de los pies de Roberto López –al cabo, una jugada larga con un pase de Nacho desde su flanco que recogió Luismi Cruz en el palo largo, remató Amo a la corta y definió Enric Gallego tras rechazar el portero–, por el muchacho que brilló en el Mirandés de Etxebe deberá de fluir la producción del Tenerife. Con más tiempo que hoy, lo que también pueda dar Teto en el mismo rol haría de este puesto un protagonista diferencial de un equipo empeñado, con fundamento, en defender al rival veinte metros arriba de lo visto en el último lustro.
Al uno y al otro, en este debut soñado por cualquiera con temor a defraudar las expectativas, acompañaron una baza conocida (Waldo) en lo que le amanecía al Heliodoro un ídolo (Luismi Cruz). Esto es el extremo veloz al que le pudo la ansiedad en el último pase y el artista ratonero –de El Puerto de Santa María, faltaría más– del que un ojeador del FC Barcelona escribió que no era el bueno del ataque del filial culé. Habrá que averiguar quién era realmente, si no este chiquillo al que se entregó la parroquia solo con una faena de aliño y dos estocadas: antes el pase para el tiro de Amo –¡un central rematando en el área chica!– cuando el gol de Gallego; luego otro requiebre donde el campo se acaba para obligar a León con un tiro a bocajarro. Y siempre la querencia a pegarse la pelota al pie y arrancarse sin miedo.
Enumerados los estrenos esplendorosos, y sin olvidar el aprobado de Medrano tras relevar a Nacho en el entreacto y el partido de Amo –de menos a más, mucho más– en la cobertura junto con León, el Tenerife de los siete zurdos fue capaz de arreglarse con faltas a tiempo las veces que le cogió el Oviedo en las vueltas –es verdad que sobrepenalizado con las tarjetas– y definió a la primera que tuvo, un rasgo de los que acaban bien posicionados si hacen de este nivel de eficacia una seña repetida.
Marcó Gallego cuando se le esperaba, aguantó el tercer capitán sin ser cambiado y cuando lo tuvo peor el cuadro de Garitano –ya en el campo todo el fondo de armario que tenía Cervera: un Paulino adornado, un Romario insípido y un Alemao desbocado discutiendo hasta con el técnico–, le dio con disputarle a tiempo casi todas las pugnas y tener el punto de fortuna necesario antes de los relevos con una espuela envenenada de Bastón que cogió parábola y superó a Soriano, pero no al larguero.
Sin llegar al descanso, por aclararlo, pudo ensanchar la diferencia Aitor Buñuel –titular para recordar a Mellot que los galones vienen y van con el rendimiento– con un cabezazo tras un córner con la firma de Roberto López. Pero incluso siendo escasísimas las ocasiones, el primer Tenerife de Garitano subió un par de grados la temperatura del antiguo Stadium. A falta de otras 41 estaciones, no había mejor forma de empezar el vía crucis.
(1) CD TENERIFE: Soriano; Aitor Buñuel (Mellot, m.46), Amo, José León, Nacho (Medrano, m.46); Aitor Sanz (Sergio González, m.55), Alex Corredera; Waldo, Roberto López (Teto, m.76), Luismi Cruz (Elady, m.89); y Enric Gallego.
(0) REAL OVIEDO: Leo Román; Lucas (Luengo, m.23), Dani Calvo (Mario, m.46), Costas, Abel; Viti, Jimmy, Camarasa, Hugo Rama (Paulino, m.46); Sebas Moyano (Romario, m.81) y Borja Bastón (Alemao, m.63).
GOL: 1-0, m.18: Enric Gallego.
ÁRBITRO: Saúl As Reig (Comité Valenciano). Amonestó a los locales Waldo (m.5), Nacho (m.21), Aitor Buñuel (m.37), Aitor Sanz (m.49), Amo (m.85) y Luismi Cruz (m.87).
INCIDENCIAS: Partido de la primera primera jornada de LaLiga HyperMotion (Segunda División) 23-24 disputado en el estadio Heliodoro Rodríguez López ante 15.919 espectadores. Se guardó un minuto de silencio por la muerte de los accionistas, socios y aficionados del CD Tenerife fallecidos durante la temporada anterior.