Juanito Rodríguez: De Taco a la gloria (1989-1991)
Biografía
BiografíaJuan Francisco Rodríguez Herrera (1965) nació en Santa Cruz de Tenerife y a los 18 años ya era la figura del Güímar campeón del grupo canario de Tercera División. Traspasado a la UD Las Palmas, ascendió con los amarillos a Primera División y jugó dos temporadas en la élite antes de irse al Zaragoza, donde conoció la internacionalidad. Adquirido por el Atlético de Madrid, se proclamó dos veces campeón de la Copa del Rey con los rojiblancos. También jugó en el Sevilla y el Extremadura, donde se retiraría como futbolista para convertirse en presidente del club. Ha sido secretario técnico y entrenador de la UD Las Palmas.
De Taco a la gloria
El barrio lagunero de Taco ha sido un buen vivero de futbolistas. Durante muchos años, su principal exponente fue Juanito el Vieja, que ganó una Liga con el mítico Johan Cruyff en el FC Barcelona. No muy lejos de su domicilio comenzó a forjarse la importante carrera del otro Juanito. En el número 80 de la calle La Palma, en pleno centro de la zona de San Luis Gonzaga, en Taco, Juan Francisco Rodríguez daba sus primeros pasos. Nacido el 10 de mayo de 1965, el alevín del San José fue el primer equipo en el que se enroló para jugar competiciones regidas por la Federación Tinerfeña de Fútbol. Juanito ya era alto, un poco más que los chicos de su edad. Por eso y por la sobriedad que destilaba a la hora de jugar el cuero llama la atención. Y una vez cumplida la edad infantil ingresa en las filas del Geneto, donde encontraría el primer obstáculo de su carrera deportiva.
La lejanía de su domicilio hizo que el padre de Juanito le solicitara al presidente de la entidad lagunera, el eterno padre Miguel, la libertad para que el chico pudiera estar más cerca de casa. Con la palabra dada, el presidente del Geneto da marcha atrás en su decisión y obliga a Juanito a cumplir el año que le queda de ficha. El futbolista se niega a regresar y el club le declara en rebeldía. Y el padre Miguel pide medio millón de pesetas por la libertad del jugador, al que amenazan con dejarlo cinco años sin jugar. “Fue la primera vez que me engañaron en el mundo del fútbol”, recuerda el jugador. La mediación del San José en el desencuentro fue crucial y, tras llegar a un acuerdo con el Geneto, Juanito ficha por el club del barrio de Las Cabritas. Y allí llama la atención de Martín Marrero, técnico de un pujante Güímar, aunque éste rechaza el papel de descubridor: “Juanito se descubrió solo. Había que estar ciego para no ver que iba para figura”.
Nada más llegar, pese a sus 18 años, se hace con un hueco en el equipo de Tasagaya y se convierte en titular indiscutible en el centro de la defensa de un conjunto que contaba con la calidad y la experiencia de futbolistas como Jorge Fernández, Ananías, Ito o Toño. Ese Güímar acabó el curso como campeón del grupo canario de Tercera División, tras ganar los 19 partidos que jugó como local. Pero su hazaña más importante llegó en la Copa del Rey. El bombo fue caprichoso y emparejó a los de Martín Marrero con el CD Tenerife, por aquel entonces en Segunda División B. Los blanquiazules vencieron por la mínima en la ida jugada en el Heliodoro con un gol del argentino Mario Luna. La vuelta fue un infierno para los blanquiazules. El Güímar igualó la contienda en Tasagaya y aguantó el resultado hasta alcanzar la tanda de penaltis.
En ella, el guardameta Baso detuvo el quinto lanzamiento del Tenerife y abría la histórica posibilidad de la eliminación blanquiazul a manos de los güimareros. Juanito era el futbolista designado para efectuar el quinto lanzamiento local. Al de Taco no le temblaron las piernas. Tomó el balón en sus manos, lo colocó con paciencia sobre el punto de penalti de aquel terreno de tierra en el que había naufragado todo un Tenerife. Fiel a su estilo, miró a Pello Aguirreoa, esperó el pitido del colegiado y golpeó con potencia el balón al centro de la portería. El meta vasco se había vencido hacia un lado y el balón se estrelló con violencia en el fondo de las mallas. Era la señal de madurez que necesitaba para dar el salto a un equipo de superior categoría. Y cuando el Tenerife de Pepe López se interesó por sus servicios, ya era tarde.
La UD Las Palmas presidida por Domingo Ponce y manejada por Jesús García Panasco se adelantó. “Yo estaba decidido a buscar un trabajo, pero dar el salto al fútbol profesional cambió todos mis planes”, recuerda Juanito, quien en el club amarillo, recién descendido a Segunda División, se encontró con un vestuario plagado de veteranía, pero de buenos compañeros. “Iba muy asustado, pero fue llegar allí y se me quitó el miedo rápido porque enseguida comencé a aprender mucho de todos aquellos compañeros”. El tinerfeño Julio Durán fue el que lo acogió en su casa en aquellos primeros meses como profesional. “Mi padre habló con él y le dio permiso para que me diera un par de cogotazos si me salía del camino”, apunta.
Felipe Martín, que apuraba sus últimas temporadas como profesional, tardó muy poco en descubrir que aquel fichaje era una joya: “Yo ya tenía más de 30 años y veía que, pese a su juventud, ya era un gran jugador que en cuanto llegó a Las Palmas nos dio un rendimiento bárbaro. Hasta se decía que en aquel equipo, que entrenaba Roque Olsen, jugaban Juanito y diez más. Además de ser muy buen chico y muy buen compañero tenía unas cualidades futbolísticas tremendas porque era muy fuerte, tenía potencia en el disparo y en los desplazamientos en largo. Siempre supe que triunfaría en el fútbol”. Y ya en su primera temporada de amarillo, Juanito es básico en el retorno de la UD a la máxima categoría. Y en Primera División, su juego levanta admiración. La huelga de futbolistas de aquella temporada posibilita que el futbolista pueda irse con la carta de libertad a jugar al Real Murcia, que le hace una oferta astronómica, pero decide quedarse en agradecimiento a la UD Las Palmas.
Pero al año siguiente, en el verano de 1987, con sólo 22 años y dos temporadas en la élite, se convierte en una pieza codiciada para los mejores equipos del campeonato. El Real Zaragoza se hará con sus servicios: “Me costó mucho irme porque me sentía como en mi casa y estaba muy agradecido a la oportunidad que me había brindado Las Palmas, pero el traspaso era muy bueno para todas las partes y acabé firmando por el Zaragoza”. A cambio, la entidad maña pagó a la UD 55 millones de pesetas que venían de lujo a las mermadas cuentas de la entidad de Pío XII. En La Romareda, Juanito empezó alternando su posición de central con la de mediocentro defensivo, pero acabó la campaña como titular indiscutible. Y el curso siguiente llegaría la explosión definitiva, tras la llegada al banquillo zaragocista de Radomir Antic.
El técnico serbio le da confianza y libertad absoluta en ese curso 88/89 y Juanito lo traduce en 34 partidos como titular y siete goles (segundo máximo realizador del equipo), que colocan a la escuadra aragonesa en la quinta plaza al final de la temporada tras permanecer invicta las últimas 11 jornadas. Ese gran rendimiento no lo pasa por alto el seleccionador nacional, Luis Suárez, que al inicio del curso siguiente lo convoca para un encuentro clasificatorio para el Mundial 90 frente a Hungría en el sevillano estadio Ramón Sánchez Pizjuán. En ausencia de Andrinúa (Athletic), sale como titular en el centro de la zaga acompañando a Sanchís (Real Madrid) y ve cómo España encarrila pronto el partido con tantos de Manolo –que posteriormente sería su compañero en el Atlético de Madrid– y Butragueño.
Llegado el minuto 40 se produce una falta al borde del área visitante. Míchel, habitual lanzador de aquellos golpes francos y compañero de habitación en aquella primera convocatoria, anima al tinerfeño a que le pegue. “¿La tiro yo? Pues vale”. Juanito no lo duda y busca el palo del portero Disztl con un disparo potente y raso que acaba en el fondo de la meta de los magiares. “En la vida sentiré algo sí”, recuerda Juanito, al que delata el brillo de sus ojos. “Fue lo máximo. Siempre es especial hacer un gol, pero aquello fue hacer realidad el sueño. Cuando empecé, la selección era algo que se me hacía muy lejano, pero siempre pensaba en llegar a vestir esa camiseta y enseguida me acordé de mis padres, que me estaban viendo por televisión. Fueron momentos muy bonitos, muy especiales”.
Una campaña más en el Zaragoza es suficiente para que Juanito negocie su traspaso al Real Madrid, aunque al final no hay un acuerdo y no sólo se frustra su marcha a la entidad blanca… sino que se le cierra la puerta para poder acudir al Mundial de 1990. “Tengo mis sospechas de que aquello fue clave para que yo no estuviera en la lista, pero el fútbol es así”, afirma de forma sincera el tinerfeño. Sorprendentemente no va al Mundial y sí lo hacen centrales como Górriz, o el joven Rafa Alkorta. El zaguero tinerfeño ve aquel campeonato por televisión cuando le llega la llamada del Atlético de Madrid, firmemente decidido a llevárselo a la capital y vestirlo de rojiblanco. “El Atlético entonces era un club muy peculiar, muy especial, pero no lo cambio por nada del mundo”, relata.
Juanito estaría cuatro exitosas temporadas en las filas rojiblancas para conseguir un subcampeonato liguero y dos Copas del Rey –la segunda de ellas, en el Bernabéu ante el Real Madrid– en un equipo histórico con Futre, Schuster, Manolo, Donato o los jóvenes Solozábal y López, que acabarían por desplazarle en el centro de la defensa. Y en su primera aparición en el Bernabéu tras su polémico no fichaje, esta vez en Liga, firma un golazo para sellar el 0-3 con el que el Atleti de Tomislav Ivic tritura al eterno rival y mantiene una racha que llevaría a su portero, Abel Resino, a batir el récord mundial de imbatibilidad y al equipo, con el tinerfeño como jefe de la zaga, a estar 13 partidos sin recibir un gol.
En aquellas cuatro campañas como colchonero tuvo la posibilidad de regresar a la selección, pero sin gozar de continuidad. Y aún con contrato en vigor, el Atléti lo ofrece como moneda de cambio al Sevilla por el traspaso del joven Diego Simeone. Luis Aragonés es el principal valedor de su fichaje y en Nervión encuentra el apoyo de un paisano suyo, Diego Rodríguez, con el que hizo una gran amistad refrendada por el de La Vera, quien recalca que “en Juanito encontré un gran compañero para la defensa y un gran amigo”. Y eso que su primer año en el Sevilla no empieza bien. En el debut liguero, ante el Madrid en el Pizjuán (1-4) y en una misma jugada, comete penalti, es expulsado, choca con su guardameta Juan Carlos Unzúe, se fractura tres costillas… y tarda 25 jornadas en volver a jugar.
Es precisamente una indisposición de su amigo Diego la que le abre la puerta a una titularidad que ya no soltaría hasta que, al final de su segunda temporada en Nervión, a punto de cumplir contrato, se lesiona una rodilla. Sin equipo, pero con la posibilidad de ir a México, Turquía o Grecia a jugar, Juanito se recupera de la lesión y se decide por aceptar la oferta del recién ascendido Extremadura para rodarse y tratar de encontrar nuevo destino en el mercado invernal o al curso siguiente. “Fui a Almendralejo para estar seis meses y me quedé allí cinco años en los que hice de jugador, presidente y secretario técnico”. En el Extremadura colgó las botas y dejó atrás una brillante carrera deportiva.
Tras sacar el título de entrenador nacional, optó por ejercer como secretario técnico y ése era su destino en la UD Las Palmas… hasta que, en una situación de crisis, optó por autonombrarse entrenador. Y desde el banquillo firmó el último ascenso amarillo, esta vez a Segunda División.
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