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Las licencias de Maldonado

En 1999, Jorge Garbajosa era un valor al alza en el Tau Cerámica. El ala-pívot madrileño, con casi 22 años, ya formaba parte importante de la rotación del Baskonia y adornaba su palmarés con una Copa de Europa (antigua Recopa) y una Copa del Rey. A finales de ese año, durante su último curso en el equipo vitoriano, el actual componente de la plantilla de los Raptors de Toronto tuvo a Salva Maldonado como entrenador. La relación entre ambos, breve por decisión de Josean Querejeta (presidente del club alavés) al descubrir el estado de cierto melón (en palabras del propio dirigente), estuvo marcada por unas duras declaraciones del técnico en las que dudaba de la capacidad de progresión del jugador.

Probablemente nadie, en aquel momento, apostaba por la suficiencia de Garbajosa para alcanzar el nivel exhibido a lo largo de su carrera. Desde 1999 hasta hoy, en nueve años de continua mejoría, el cuatro de Torrejón de Ardoz ha acumulado méritos y títulos allí donde ha jugado. Doble campeón de la Lega y la Copa italiana con la Benetton de Treviso. Campeón de la ACB y la Copa del Rey con el Unicaja Málaga (siendo elegido MVP de ambas competiciones). Medallas de bronce y plata con la selección española en varios Eurobasket. Y campeón del mundo con España en 2006.

Maldonado se equivocó al medir a Garbajosa. Seguro que todos, en 1999, también lo habríamos hecho si nos hubiera tocado analizar a un ala-pívot peleón bajo los tableros y que esa temporada promedió 9 puntos (sin anotar un solo triple) y 4 rebotes por partidos con el Tau Cerámica. Pero el gran error, la falta más grave, del entrenador catalán fue su incapacidad para sacar el máximo rendimiento del jugador madrileño. Talento, tras lo visto, por pulir tenía en abundancia ante sus narices.

Hoy, en 2008, desconozco donde está el límite de Joel Freeland, que con Maldonado vive una situación similar a la que le tocó encajar a Garbajosa con el mismo técnico. No sé si el jugador inglés, que acaba de alcanzar los 21 años de edad, será capaz algún día de hacer realidad su sueño de jugar en la NBA. No apostaría nada de cierto valor por que llegue a ser un jugador dominante en Europa. Probablemente se quede muy lejos del nivel de Garbajosa. Pero, sinceramente, creo que es una pieza de tremendo valor para el CB Gran Canaria: un diamante por pulir, un 2,08 con detalles interesantes, con fundamentos, con mucho margen de mejora y que, sobre todo, es un activo del club. Un lujo.

La trayectoria de Freeland por la entidad claretiana nunca ha sido idílica. Es más, en algunos capítulos ha rozado el disparate. Tras dominar, con el filial amarillo, la Liga EBA a su antojo, el pívot de Aldershot fue elegido, en el draft de 2006 de la NBA, por los Trail Blazers de Portland en primera ronda y sin haber debutado con el Granca en la ACB. Meses antes de esa elección, el jugador había deslumbrado a los ojeadores de la franquicia de Oregón en un campus para jóvenes promesas europeas celebrado en Italia.

Problemática renovación

Tras participar en las ligas de verano de la NBA con los Blazers, Freeland regresó a Europa y renovó su compromiso con el CB Gran Canaria hasta junio de 2008. Su continuidad no gozó de una aceptación total por parte de Berdi Pérez (director general en aquel momento del club) y, por consiguiente, de Salva Maldonado. Tanto reparo a la prolongación del contrato del jugador, por parte del mandamás deportivo, tiene su origen en un pulso interno (con José Setién) que meses antes había sacudido la entidad.

En su día, Setién (ex consejero del club y ex supervisor de la cadena de filiales) fue el encargado de contratar, para la captación y tecnificación de jóvenes jugadores, a Roberto Orellana, un entrenador con amplio bagaje internacional y que había dirigido al Granca en la campaña 94/95. Esta operación nunca fue del agrado de Berdi Pérez. Y tanto jaleó pilló en medio a Freeland, que en parte ha tenido que cargar con un estigma que le pilla de lejos.

La presencia de Freeland en cancha durante la campaña pasada fue testimonial. Su progresión, casi nula. Tal fue el ostracismo que le tocó digerir al británico que Kevin Pritchard, manager general de los Blazers de Portland, llegó a plantear la posibilidad de un cambio de aires para el ala-pívot durante el último verano. Incluso el propio jugador, desde Estados Unidos, levantó ligeramente la voz para recalcar su convencimiento de ser útil y capaz para jugar con continuidad en la ACB.

Es cierto que Freeland necesita mejorar en defensa. También lo debe hacer Carl English. Y el trato, por parte del cuerpo técnico, a ambos es considerablemente distinto. ¿Ofrecería lo mismo Freeland si contara con la confianza que goza English por parte del técnico? Igual hoy estaríamos hablando de una versión superior de Freeland si, por ejemplo, Maldonado se hubiera atrevido a foguear al británico en la edición 2006/2007 de la Copa ULEB, una competición a la que desde el propio club se le otorgó la condición de torneo menor ante el buen funcionamiento del equipo en la ACB.

El relevo de Berdi Pérez

Y de lejos, pero no tanto, el problema de todo parece residir en un asunto de jerarquía dentro de la entidad. Da la sensación de que Maldonado tiene todas las licencias en el primer equipo para hacer y deshacer a su antojo. Tanto, en el caso concreto de Freeland, como para provocar que el club pierda este mismo verano un activo de un cuantioso valor, aburrido y harto ante la imposibilidad de poner sobre la mesa todo su potencial. Parece, incluso, que el relevo de Berdi Pérez en el club lo ha tomado el propio entrenador y no Himar Ojeda, un ex subordinado del propio Maldonado.

Así que analizado todo esto, supone, a pesar de todo, un exceso señalar a Salva Maldonado como único y gran culpable. No. El tiro apunta más arriba: hacia un consejo de administración atrapado en la inacción, pero al que se le presenta un verano de órdago tras una más que probable temporada de travesía por el desierto (sin fase final de la Copa del Rey, sin Final Ocho de la Copa ULEB y, ahora mismo, lejos de los playoffs por el título de la ACB).

¿Sabe la directiva que el ambiente en el equipo parece estar lejos de lo placentero? ¿Qué haría el consejo si en breve tuviera que elegir entre la continuidad de Maldonado o la de jugadores de peso, cansados de su relación con el técnico, y con contrato en vigor? ¿Estará a la altura de las circunstancias? Por el bien del Granca, que así sea y que elijan lo mejor para una institución que está por encima de todos los nombres.