Paso atrás. La UD volvió a caer en el Estadio de Gran Canaria tras más de cinco meses sin hacerlo, precisamente en el día en que las gradas estaban copadas con casi 24.000 seguidores. Lobera se estrelló contra el defensivo planteamiento del Guadalajara, que dinamitó el fútbol grancanario negando los espacios y con una fuerte presión que no dejó pensar a los hombres importantes.
Acusó la necesidad de victoria el plantel amarillo, extraño al ver un estadio tan repleto. La presión del graderío pasó más factura a los locales, mientras los alcarreños se instalaron rápidamente en su papel de equipo pequeño, con el que cosecharon un inmejorable resultado. Y por si fuera poco, el habitual acierto de la vanguardia amarilla dio la espalda en esta ocasión, sin que ni Thievy, ni Vitolo, ni Chrisnatus, ni Tato consiguiesen batir a Razak.
Con un manto amarillo cubriendo las gradas del Estadio de Gran Canaria, los jugadores de la UD sentían la necesidad de corresponder a sus seguidores. Sin embargo, el Guadalajara no se entregó fácilmente, utilizando sus armas a balón parado. Alex Ortiz puso el miedo en el cuerpo a la hinchada local, pero Barbosa, una vez más decisivo, se lució con una gran estirada.
Sin la capacidad de contragolpe, ante la férrea defensa alcarreña, los balones largos se convertían en la constante, a pesar de la insistencia de Dani Castellano y Nauzet por rasear el cuero. Tato y Momo cocinaron la primera gran ocasión, que Vitolo estrelló en el cuerpo del portero, único bagaje ofensivo en toda la primera mitad.
De saque de esquina en saque de esquina, el Guadalajara fue cogiendo alas y empezó a sacar partido de su superioridad aérea, pero no contaban con Barbosa. El meta argentino se erigió en el héroe, una vez más, siendo el único amarillo al que las más de veinte mil gargantas que copaban el estadio le transmitían seguridad