Las mujeres que empaquetaban tomates en Gran Canaria deciden contar sus historias en un libro y un documental

El tomate está ligado intrínsecamente a la historia de Gran Canaria durante los siglos XIX y XX. Sin esa fruta sería imposible entender la economía, la geografía, la demografía o la propia identidad isleña a día de hoy. Municipios como Ingenio se crearon en torno a su cultivo, que con el paso del tiempo ha sido ampliamente investigado y tratado. Pero alguien debía empaquetar esa fruta y esas personas anónimas y las condiciones en las que trabajaban han permanecido invisibles a los ojos de la sociedad grancanaria. Hasta ahora.

Un grupo de mujeres que dedicaron gran parte de su vida al empaquetado de tomates decidieron este año unirse y organizarse en una asociación por “la necesidad de recoger las vivencias” de esas personas, dice una de sus promotoras, Gloria Herrera.

Muchas de estas mujeres comenzaron a trabajar desde niñas, teniendo que abandonar la escuela o sin siquiera haberla pisado, “porque no había otra cosa”. Vivían en cuarterías, en unas pésimas condiciones. Ayudaban a la familia como podían con largas e interminables jornadas laborales, sin tiempo de ocio y algunas sin tener siquiera derecho a pensión de jubilación porque no cotizaban a la Seguridad Social. Además, estaban sometidas al trabajo autoritario y machista de muchos encargados de almacén sin que existieran medidas en la empresa que los evitaran.

En 1978 y 1978 algunas mujeres comenzaron a organizarse para reclamar una subida salarial digna y mejores condiciones de trabajo. Se celebraban asambleas en los almacenes donde empaquetaban el tomate. Incluso recurrieron a la huelga para que se las escuchara.

“El objetivo es trasladar a un libro y a un documental todo lo que hemos vivido a lo largo de nuestros años de trabajo para que esto no se pierda y llegue a la gente, pero también para que nos sintamos orgullosas de haber sacado adelante a muchas familias gracias a esa labor”, explica Herrera.

En un principio la idea se limitó a encontrarse entre sí, hacer las entrevistas y reflejarlas en un libro. Pero al acudir al Cabildo de Gran Canaria y contarles su idea, la corporación insular les propuso hacerlo audiovisual, facilitandoles las herramientas para producir un documental en el que las mujeres siguen trabajando y haciendo ellas mismas.

Ya han realizado entrevistas a unas 60 mujeres de Firgas, Arucas, Agüimes, Gáldar, Santa Lucía e Ingenio y tienen pendiente continuar no solo en más municipios de Gran Canaria, sino también en Fuerteventura. Además, han mantenido contactos con investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y de La Laguna para colaborar en el proyecto.

Pero este jueves, coincidiendo con las celebraciones por el Día Internacional de la Mujer Rural, el Cabildo de Gran Canaria ha querido reconocer el trabajo de las empaquetadoras de tomates de casi toda la isla, abarrotando de mujeres el patio de la corporación insular. Tanto, que el personal tuvo que ir a buscar a otros pisos sillas para que cupiesen todas.

“Teníamos una deuda pendiente con estas mujeres, que contribuyeron con su trabajo a la vida económica y social de esta isla. Con las que están aquí y con las que no han podido venir porque aún no se ha podido contactar con ellas; La Aldea, por ejemplo. Somos conscientes de la necesidad de colaborar con los Ayuntamiento para hacer de este proyecto una realidad: Gáldar, Firgas, Ingenio, Agüimes y Santa Lucía ya forman parte del mismo”, ha dicho la consejera de Igualdad del Cabildo de Gran Canaria, María Nebot.

“¿Quién no tiene a algún familiar que no haya trabajado en algo relacionado con el cultivo del tomate?” se preguntó el consejero del Sector Primario y Soberanía Alimentaria del Cabildo de Gran Canaria, Miguel Hidalgo: “La Asociación de Mujeres Empaquetadoras de Tomate están haciendo un gran trabajo por recuperar una memoria dura, por visibilizar un pasado dramático, pero también por dar un futuro. Hoy en día, más de 100 mujeres desde Gran Canaria están empaquetando más de 20 millones de kilos de tomate. Esto no es solo una realidad pasada, también prevalece en el presente y hay que seguir dándole visibilidad”.

Tras sus intervenciones se ha emitido el avance de unos cinco minutos del documental en el que se sigue trabajando y Silvia Court leyó un relato titulado Sombras, donde ha ilustrado el mundo de una empaquetadora de tomate. Luego han subido al escenario Jaqueline García con una guitarra e Isabel Padrón al micro para interpretar varias canciones que emocionaron enormemente a las presentes. “Se me acaban las servilletas” se escuchó decir a una mientras sonreía y se pasaba por los ojos envueltos en lágrimas el dorso de los dedos de la mano.

De repente, aparecieron cinco mujeres vestidas con ropas de la época ante miradas curiosas y gestos de sorpresa. A penas estaba terminando de hablar Isabel Padrón, una de las mujeres iba directa al escenario mientras las demás no sabían si debían o no acercarse: “Aún no, aún no”, le decían a su compañera intrépida, pero María Nebot, que estaba al lado, las animó a ir de una al escenario.

María de Los Ángeles González, que en la actualidad regenta un hostal en Vecindario llamado El Peñón, tomó la palabra ante la sonrisa cómplice del público, pues es de sobra conocida para las asistentes.

“Nosotros comíamos peya gofio, plátanos... Lo que había. La semana se pagaba a seis pesetas y pasábamos mucha necesidad. Pero éramos felices” decía antes de pasarle el micro a otra a quien definió: “la quiero como a mi madre”.

“Se pasaba necesidad. En mi familia éramos 11 hermanos y si había de comer bien, sino pues lo que hubiese en el caldero”. La tercera en hablar comenzó diciendo: Gofio y potaje, gofio y potaje. Y al día siguiente: gofio y potaje“ y las sonrisas de las asistentes que antes habían derramado sus lágrimas durante el visionado del documental y el pequeño concierto se tornaron en carcajadas por la gracia natural con la que contaba las vivencias en las que todas se sentían identificadas.

“Nunca me comí una paella” decía otra, “crecimos comiendo hierbas”. Y las carcajadas volvieron a resonar en el patio del Cabildo de Gran Canaria. “Trabajé tomateros y empaquetaba”, decía la última en coger el micro, “luego fui a hostelería y se acabó el almacén”.

El acto de homenaje, de cerca de una hora de duración, finalizó con un brindis en el patio del Cabildo de Gran Canaria.