Escritura líbico-bereber en la Cueva del Agua, El Hierro, la isla con el mayor número de yacimientos de Canarias con caracteres del alfabeto indígena

Luis Socorro

16 de julio de 2022 09:44 h

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“Los grabados alfabetiformes no existen en Canarias”. Fue lo primero que me dijo Renata Springer, la filóloga de Canarias que más sabe de escritura aborigen, justo antes de iniciar una entrevista conjunta con ella y con Irma Mora, la discípula que ha transformado el estudio de la epigrafía líbica-bereber, una investigación de 1.500 inscripciones alfabéticas en el continente y en Canarias, que se ha prolongado durante una década. Y no le falta razón a la doctora Springer. Alfabetiforme es un adjetivo que la RAE define como “un dibujo tosco, de rayas, que parece imitar alguna clase de escritura fonética”. Los paneles que tenemos en Canarias “son inscripciones alfabéticas, letras, no son formas alfabéticas”, apunta Mora. Ambas investigadoras y arqueólogas, una filóloga y la otra historiadora, especializadas en epigrafía líbico-bereber, tienen claro que los canarios primigenios que colonizaron el Archipiélago sí conocían la escritura. Incluso tenían dos alfabetos, como asevera otra experta, la doctora y arqueóloga Nona Perera: la escritura líbica-bereber y la líbica-latina. Además de la escritura, en este capítulo abordaremos la lengua y el origen de la palabra guanche, ¿amazige o francés?

La filóloga española Renata Springer -de origen alemán y afincada en Canarias desde 1972- certifica que “hay dos escrituras”. La líbica-bereber, “la que he estudiado desde hace décadas, representa a toda la sociedad aborigen y está en todas las Islas”. Comparando los signos, las letras, “vemos que es una escritura bastante homogénea, aunque hay algún signo que no está en alguna isla, porque hay pocos paneles. Entre los propios tuareg, actualmente hay diferencias, pero en Canarias es muy homogénea, lo cual no quita que haya dos o tres signos locales”. Por ejemplo, “un círculo con dos líneas verticales se ve en La Candia, un yacimiento herreño, y en Gran Canaria, en Balos”. Curiosamente, “ese signo cuesta verlo en África, solo lo tengo constatado en la Kabilia” (Argelia).

La otra escritura tiene unas letras o signos de origen indubitadamente romano, de ahí su nombre: líbica-latina. También se le denomina líbica-canaria. Las letras de este alfabeto sólo se han encontrado en paneles rupestres de Lanzarote y Fuerteventura, islas en las que también hay grabadas inscripciones con letras líbica-bereberes. ¿Esta circunstancia implica que hubiera más de una tribu en estas ínsulas? “No necesariamente”, responden al unísono las doctoras Mora y Springer. “Muchos bereberes estaban en contacto con los romanos, algunos trabajaban para ellos, y esa influencia se puede transmitir a la escritura”, indica Renata. Otro factor que explica que hubiera bereberes que conocieran signos latinos es que “los legionarios”, añade Mora, “independiente de su origen étnico, tenían que conocer la lengua latina y a ser posible el alfabeto latino”; por ello, “los bereberes romanizados tenían nociones de la escritura” que trajo una cultura foránea al norte de África.

Nona Perera afirma que “el líbico-latino se inspira en una forma cursiva del latín, que a su vez desciende del etrusco, inspirado por el griego que evolucionó del fenicio”. En este sentido, Irma Mora sostiene: “Mucha gente coincide en que se trata de una escritura de inspiración latina, pero ningún latinista ha demostrado aún que, efectivamente, se trate de un alfabeto latino; no está confirmado, pero si lo parece”. 

¿Hay diferencias entre las dos escrituras? “No se parecen en nada”, responde Springer. “El líbico-canario o latino se parece al latín como indica su nombre”. “Ni un niño los confundiría”, sentencia la experta. Para Nona Perera, “la distinción principal es que el líbico-bereber no escribe las vocales salvo en ocasiones muy especiales –finales de palabra, por ejemplo- mientras que el latino sí que lo hace”. La actual directora general de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias agrega (Canarias7, junio de 2021): “Morfológicamente son muy diferentes. La líbica-bereber es más geométrica, sus signos pueden ser puntos, cuadrados, rectángulos, líneas verticales u horizontales, quebradas… La líbica-latina se asemeja más a la latina actual. No es latina, ni latín, sino un alfabeto inspirado en la escritura latina y que la población libia lo adapta para escribir sus palabras”. En la entrevista que le hemos realizado para este reportaje, Perera aporta un dato muy interesante: “Ambos alfabetos sirven para escribir la misma lengua”.

El doctor José de León es una voz autorizada para hablar de las inscripciones alfabéticas de las islas orientales. De hecho, en 1981 descubrió, junto a Miguel Robayna y Pedro Hernández, las primeras inscripciones de Fuerteventura, en el Barranco del Cavadero. “Comprendimos la importancia del hallazgo, no sólo por ser las primeras de la isla, sino porque se trataba de la misma manifestación arqueológica presente en Lanzarote, lo que reafirmaba el carácter no casual y aislado de este elemento”. No fue su único hallazgo, contabiliza media docena entre ambas islas. Entre ellos, De León destaca las inscripciones de Tenésara, en Lanzarote, “porque atesoran las dos escrituras”, aunque él descubrió las latinas. Para el arqueólogo, el hecho de que algunas inscripciones líbico-bereberes y otras latinas “se encuentren asociadas en un mismo lugar y con técnicas similares, podría apuntar a una relación más estrecha entre las líbicas majoreras con las latinas que con las otras líbicas del resto de las Islas”.

En el Cavadero, José de León y sus colaboradores encontraron paneles realizados con dos técnicas diferentes. Con la denominada incisión, hay letras latinas –técnica predominante para este alfabeto, tanto en Lanzarote como en Fuerteventura-, mientras que con la técnica del picado hay inscripciones líbico-bereberes en ese emblemático barranco majorero.

La investigación más reciente sobre la escritura de los primeros pobladores de Canarias –“está claro que los guanches sí sabían escribir”, afirma categórica Springer; igual de contundente es Mora: “Está clarísimo, no tenemos ninguna duda”- se presentó el 30 de abril de 2021, en la Universidad de La Laguna. Su autora es Irma Mora Aguiar, epigrafista y codirectora de la Cátedra Cultural de Estudios Bereberes de la ULL. A partir de ese día, en el que presentó su tesis doctoral, tutelada por dos ilustres de la arqueología canaria, Juan Francisco Navarro Mederos y Antonio Tejera Gaspar, la doctora Mora se convirtió en una referencia para la comunidad científica, porque su trabajo aporta muchas novedades, entre ellas, lugares concretos del norte de África de los que, a su juicio, proceden los aborígenes –como adelantamos en el capítulo 1º- o al menos de los lugares de procedencia de inscripciones rupestres que “son muy similares e incluso idénticas, en algún caso, a las canarias”. Con su tesis doctoral, como señala la web de la ULL, Mora “retoma el estudio epigráfico de Canarias que, hasta ahora, solo había sido objeto de una tesis doctoral, en 1994, por la filóloga Renata Springer Bunk”.

Contexto histórico

La contextualización arqueológica y epigráfica de las inscripciones líbico-bereberes de El Hierro es el título del trabajo de la doctora Irma Mora. Es el resultado de estudiar 429 yacimientos con 1.503 inscripciones líbico-bereberes, de las cuales 114 son herreñas, durante diez años. ¿Por qué sólo ha referenciado paneles de El Hierro para la tesis? “Aunque he visitado y documentado yacimientos del resto de las islas y podemos afirmar que en las siete se usó un mismo alfabeto líbico-bereber, con lo cual sus usuarios tuvieron que llegar desde una misma zona y durante un mismo período histórico, elegí El Hierro porque es la isla que cuenta con más inscripciones de Canarias. Sus 114 paneles suponen más de la mitad del corpus canario e incluso hay más que los encontrados en el Atlas marroquí. Por otra parte, El Hierro es la frontera occidental de la dispersión líbico-bereber”.

Además de investigar las letras pormenorizadamente, estudiar el contexto histórico fue una prioridad absoluta para la arqueóloga, lo que ha permitido obtener primicias científicas. Con los trabajos de Renata Springer se sabía que en Túnez estaba el origen del alfabeto -de la variante libia- que trajeron los aborígenes. “Es similar a las otras escrituras que hemos visto en África. Se ve que es un alfabeto que llega a Canarias y tiene una relación clara con una variedad que he llamado líbico meridional, que se extiende desde la frontera entre la franja mediterránea y la estepa, desde el golfo de Gabés, en Túnez, hacia el interior por el altiplano argelino hasta la frontera con Marruecos. En esa amplia franja se movían los pueblos gétulos-tribus nómadas-, a través de una ruta de trashumancia y con cierto carácter comercial. Las primeras referencias son del siglo I de la Era”, señala Mora.

Ese perfil nómada de esas tribus que iban inscribiendo su alfabeto mientras atravesaban aquellas tierras, en caravanas probablemente, propició una de las revueltas contra la ocupación de Roma, la rebelión de Tacfarinas–líder bereber-, en una comarca del actual Argelia relativamente cerca de Túnez. “Los romanos se instalan en las zonas fértiles, y los nativos se oponen a que les imponga el sedentarismo”. Los romanos “cortan la ruta entre Túnez y Marruecos”, explica la doctora Mora, “y se producen migraciones, en el siglo II, que están documentadas de la estepa hacia la Mauritania Cesariense”, franja costera entre los ríos Soumman (Argelia) y Muluya (Marruecos). En medio de este clima de revueltas y de convulsión social, “estos nómadas debieron de llegar hasta muy cerca de la costa atlántica a través del valle del Draa”, el río más largo de Marruecos, que desemboca cerca de Tarfaya, el punto más cercano entre Marruecos y Canarias. ¿Desde este punto navegaron a Canarias? Es una de las hipótesis que investigan profesionales como Jonathan Santana, director de IsoCAN, proyecto financiado por el Consejo Europeo de Investigación –ver capítulos 1º y 4º-.

Aunque su especialidad es la epigrafía, la pregunta se la formulamos a Irma Mora. Ella lo que tiene claro, son los datos que ha descubierto en su investigación: las inscripciones africanas más parecidas a las canarias están en el curso de las rutas nómadas descritas anteriormente. “Muy cerca de Bechar (Argelia) y del pueblo de Taghit, en la frontera argelina con Marruecos, y bajando por el río Draa hay paneles que parecen canarios”. El más cercano a la costa “está a unos 100 kilómetros del mar”. Otro dato: “son rupestres como en Canarias, no son estelas”.

¿Y cuándo se produjo el viaje? La población libio- bereber que llega a Canarias, razona Mora, “debió de haber llegado, por la escritura que se emplea, en los primeros siglos después de la Era debido a ese proceso histórico que estaba acaeciendo en el norte de África, en el que se producen migraciones y también se agudiza el comercio caravanero. No sabemos por qué motivo terminaron llegando a Canarias. Para mí es un misterio”. 

Fechar por datación absoluta las inscripciones que se realizaron en piedra es imposible porque no es una materia orgánica, “pero están datadas relativamente por el contexto arqueológico o por el parecido de otras iconografías”. Bechar, por ejemplo, es del siglo V.

Las letras del alfabeto aborigen

La variante líbica-bereber, salvo pequeños detalles, es muy homogénea en el Archipiélago, como señaló Renata Springer anteriormente. En su investigación para la tesis, una de las fuentes de Mora fue la filóloga alemana. En una entrevista a Pellagofio (noviembre de 2021), manifestó lo siguiente: “Renata Springer, en 2017, demostraba la unicidad del alfabeto que llegó a las Islas. Para ello, Springer comparó las inscripciones de dos islas geográficamente opuestas: El Hierro y Lanzarote. Además, en ambas islas predominaban técnicas distintas: el piqueteado en El Hierro, mientras que en Lanzarote se prefirió la incisión. Esta diferencia técnica había sido aludida por otros investigadores para postular la existencia de dos alfabetos y de dos oleadas migratorias. Sin embargo, el estudio de Springer desmanteló esta hipótesis, al demostrar la llegada de un mismo alfabeto líbico bereber al Archipiélago”.

¿Es cierto este planteamiento?, le preguntamos a Springer. “Al comparar las líneas verticales de Lanzarote y El Hierro se quería demostrar que la técnica era un factor cronológico, pero resulta que son los mismos signos. Lo mismo hice con Lanzarote y Fuerteventura, aparecen los mismos signos, pero con una curiosidad añadida: algunos cambios de frecuencia”, es decir, que hay algunas “letras que se usan más en una isla que en la otra”. 

Un asunto recurrente es saber cuántas letras tiene el alfabeto guanche. “No es fácil de contestar”, responde Renata, “tengo contabilizados 23 más dos de escasa presencia”. Irma, por su parte, ha contado “21 originales y luego las variantes. Diecinueve son grafemas que representa fonemas y dos corresponden a ligaduras de dos consonantes. En el líbico-bereber canario se documentan dos ligaduras: ɾt y wɾ. La wr la he visto documentada en tres yacimientos: La Candia en El Hierro, Balos en Gran Canaria y en la Peña de Luis Cabrera en Lanzarote”.

Otro aspecto sustancial del trabajo de Mora fue “la transcripción de los grafemas, el valor de cada letra”. Para ello, “analicé la frecuencia de 18.535 signos o letras y estudiaba su comportamiento según la gramática de las lenguas libio-bereberes. Hemos podido traducir aquellas palabras del campo mostrativo, es decir, adverbios, preposiciones, desinencias personales –género, número-, morfemas en definitiva”. En consecuencia, por ahora no se han podido traducir frases completas.

Pero la investigación de esta especialista natural de La Laguna continúa: “Nos queda por descifrar el campo simbólico, que es el que evoluciona más; mientras la gramática va más despacio, el léxico evoluciona mucho más rápido y, de hecho, en los dialectos actuales hay palabras iguales con significados diferentes”. Otra línea de estudio es el posible paralelismo entre el alfabeto líbico-latino de Canarias –del que sólo hay registros en Fuerteventura y Lanzarote- con manifestaciones similares en el norte africano. “Eso lo tenemos que seguir investigando porque hay inscripciones latinas en Libia que se parecen a las isleñas, pero ese paralelismo no se ha encontrado claramente. Ambos son alfabetos, pero se trata de dos familias totalmente distintas”, puntualiza la doctora Irma Mora.

La doctora Nona Perera también coincide con su colega Irma Mora en la necesidad de seguir profundizando en el estudio. “La importancia de los paneles bialfabéticos de Fuerteventura y Lanzarote son, por ahora, imprescindibles para seguir avanzando y resultan relevantes determinados paneles bialfabéticos de las estaciones del Barranco del Cavadero, Cuchillete de Buenavista o Montaña Blanca de Arriba, en Fuerteventura, y Montaña de Tenésara o Cueva Paloma en Lanzarote”.

Como hemos visto, no hay una foto fija en la evolución de la cultura prehispánica. Con las inscripciones, en cambio, no se percibe tanto. Así “como en origen sí hay una gran evolución, con bastantes variantes, al llegar el alfabeto a las Islas no se producen variaciones apreciables, es bastante conservador”, sostiene Renata Springer. En este sentido, la doctora Perera explica que es “complicado responder” si estas inscripciones evolucionaron a lo largo de la cultura prehispánica, porque en islas como La Palma y Tenerife apenas hay, mientras que en El Hierro, Fuerteventura, Lanzarote y Gran Canaria conocemos un elevado número de estaciones de grabados con escrituras“. Aunque en La Gomera hay pocas manifestaciones rupestres de tipología alfabética, la isla colombina, recuerda Springer, atesora ”el mayor de los paneles del Archipiélago, en el yacimiento de Las Toscas del Guirre“, con 105 caracteres, un enclave arqueológico, además, vinculado con las creencias y la cosmovisión de los antiguos gomeros, como vimos en el anterior capítulo.

La lengua guanche

A pesar de que las crónicas decían lo contrario, ya sabemos que los indígenas canarios sí tenían escritura, como han puesto de manifiesto los expertos a los que hemos consultado. Ahora, para cerrar este capítulo, vamos a profundizar en la lengua de los primeros pobladores de Canarias. Jonay Acosta es un estudioso en la materia. Cofundador de la Cátedra de Estudios Bereberes de la ULL, este filólogo e ingeniero de profesión sostiene que en “las Islas se hablaba la misma lengua porque compartían la misma gramática, aunque se observan diversos dialectos”. De hecho, incluso dentro de algunas islas, como en Gran Canaria y Tenerife, “tenemos diferencias dialectales, lo cual es perfectamente verosímil, dado que se trata de islas grandes que no solo poseían fronteras geográficas, sino también sociales. Todo ello se refleja, por supuesto, en la lengua, tal y como sucede en el español de Canarias en la actualidad. Estas diferencias se aprecian más claramente en la toponimia, siendo la parcela de los guanchismos más numerosa, fiable y arraigada al territorio y, por tanto, más proclive a poner de manifiesto tales variedades. No obstante, estas particularidades solamente afectan a lo fónico, ya que las hablas de las Islas guardan una gran homogeneidad gramatical, tal y como han demostrado Sabir (2001 y 2008) y Loutf (2007 y 2019), entre otros lingüistas”.

Antes de sumergirnos en las investigaciones que han llevado a Acosta a concluir que el guanche fue una lengua y que Canarias es un laboratorio que “puede arrojar luz sobre el bereber continental, que hoy es una familia de lenguas”, el lingüista considera necesario “aclarar que hay tres perspectivas” de las que han aflorado diversas teorías: “La fantasía, los deseos y la realidad. Los primeros estudios se basaron en la fantasía. Por homofonía, una palabra te suena igual que la de otra lengua y la asocias a ella, pero indebidamente porque se pronuncian de forma diferente y tienen distinto significado”. Acosta pone dos ejemplos de la lengua alemana; las palabras Feuer y Butter tienen un sonido soez para un hispanohablante, sin embargo, significan fuego y mantequilla. Un ejemplo real de fantasía lo protagonizó el historiador Ignacio Reyes, cuando amplificó la supuesta existencia de un salmo guanche, diciendo que era bereber puro; teoría que fue acogida por un sector de la arqueología folclórica y nacionalista. El matemático José Barrios, una autoridad en arqueoastronomía como vimos en el capítulo 8º, demostró que se trataba de un texto de los indios hurones de Canadá. Por ello, manifiesta Acosta, “los lingüistas tenemos que ceñirnos a los datos más fidedignos, que son los orales”.

Después de las fantasías, están “los deseos”. Ha habido estudiosos que parten de la siguiente elucubración: “Sé que el guanche tiene una relación histórica con el bereber moderno y digo que es una lengua bereber porque me interesa, porque me gusta esa lengua, porque el bereber fue un pueblo oprimido y los guanches también lo fueron y por eso me identifico con esa cultura”. Este planteamiento sería un deseo: “El guanche es un dialecto del bereber”. Pero después de las fantasías y los deseos, como señala Acosta, “está la realidad, que es a lo que debemos dedicarnos los científicos. El guanche tiene una relación evidente con el bereber, pero”, enfatiza Acosta, “hay muchos problemas dentro de esa relación, como han puesto de relieve expertos como el francés Lionel Galand y el holandés Maarten Kossmann”. 

Tras esta exposición introductoria, el filólogo concluye que el guanche “es un idioma que pertenece a la familia libio-bereber pero no es un dialecto del bereber”. ¿Cómo ha llegado a esa conclusión si no hay documentos escritos, solo inscripciones alfabéticas? “Muy fácil”, responde sobre la marcha Jonay Acosta. “La lingüística histórica es científica y de ella nace la lingüística experimental. De la experimental beben muchas disciplinas, como la genética. Los genetistas se basan, para llevar a cabo el análisis de las secuencias de ADN, en una disciplina lingüística que es la generativa, aplicando el mismo método que usamos los lingüistas para estudiar la sintaxis”.

Y del idioma guanche, como lo reconoce la Real Academia Española, RAE, ¿cómo lo investiga la lingüística? “La lingüística histórica tiene dos vertientes: una, la externa, se encarga de los documentos escritos, de las inscripciones, de todo lo material, y la otra, la lingüística interna, se basa en leyes fonéticas que son universales y estudia las correspondencias que existen entre los dialectos de una misma lengua y, en función de ello, reconstruye una lengua madre”. Así, recuerda este experto, “Saussure reconstruyó parte del indoeuropeo”.

Y para reconstruir el guanche, que hoy es una lengua muerta, Acosta se ha apoyado en las leyes de la fonética y en la toponimia que nos legaron los primeros pobladores del Archipiélago. “Estudiamos lo que ha llegado de la vía oral para intentar descifrar el sonido de las letras, de las inscripciones, y, sobre todo, la toponimia porque al carecer de significado léxico evoluciona menos”. Es un legado que llega por vía oral, “directamente de los guanches. Y si nos han quedado más de 2.000 topónimos es porque durante décadas, después de la Conquista, hubo mucha gente nativa bilingüe”.

La toponimia, sin embargo, está tamizada por el español “pero como conocemos la historia del español, podemos determinar con cierta precisión la evolución de los guanchismos”. Jonay Acosta apunta un hecho fundamental que acota la vigencia temporal de la lengua de los guanches después de la Conquista. “A mediados del siglo XVII se produjo la mayor evolución fonológica de la historia del español”. Antes de esa fecha “Quijote era Quixote y la j aspirada, como la pronunciamos nosotros ahora, no existía; se pronunciaba como en el resto de las lenguas románicas”. Franceses, italianos y portugueses no pronuncian la j como lo hacen los castellanoparlantes. ¿Qué quiere decir esto?, “que el guanche no pasó de mediados del siglo XVII porque si lo hubiese hecho, hoy Adeje, por ejemplo, se pronunciaría Adese o Adeche. En consecuencia, añade Acosta, ”gracias a la lingüística sabemos cosas que no pueden determinar ni la arqueología ni la historia“. Otro ejemplo: ”Por los rasgos fónicos podemos saber la región de origen de un español, distinguir con facilidad a un andaluz de un castellano o un canario. Viendo la toponimia y revisando documentos anteriores al XVII, vemos, por ejemplo, que el libio-bereber de La Gomera era fonéticamente más evolucionado que el de La Palma o Gran Canaria“. 

Jonay Acosta conoció el bereber en una residencia universitaria de Las Palmas en la que convivía con estudiantes marroquíes. Después, llegó a la lengua guanche de la que es un estudioso, y ahora sostiene que “el bereber de Canarias” es un laboratorio para estudiar la evolución del bereber que se habla en el norte de África. ¿Por qué? “Tenemos unos documentos de los siglos XV y XVI que nos ofrecen material lingüístico que no ha pasado por el tamiz del árabe, pero sí ha pasado por el tamiz de lenguas románicas. En la historia de la lengua bereber hay poco material literario, hay diccionarios de la Edad Media, pero son tardíos; el más antiguo es del siglo XII. La lengua de los aborígenes no estuvo contaminada por el exterior por el hecho insular, se mantuvo en buen estado de conservación y eso nos ayuda a esclarecer qué sucede al otro lado de la orilla. Para estudiar el guanche, necesitamos una vista de pájaro de todos los dialectos bereberes actuales; desde Canarias, necesitamos saber cómo se organizaba esa lengua en ese espacio tan inmenso que es el norte de África”.

Y estudiando el bereber de Canarias y el de África, con las perspectivas que acaba de indicar Jonay Acosta, este lingüista puede afirmar que “el poblamiento tuvo que ser después de la era y algo tardío”.

El vocablo guanche

El origen etimológico del vocablo guanche es un asunto pertinente. Maximiano Trapero, catedrático de Filología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, considera, como sostiene la RAE, que “guanches eran todos los habitantes de Canarias de la sociedad prehispánica”, si no, argumenta el científico, “no se explicaría por qué ”el topónimo guanche y derivados están en numerosos lugares de la geografía de las siete islas“. Y si está ”en todo el Archipiélago y no sólo en Tenerife es porque ahí vivían guanches“. Además, defiende que el origen etimológico está en el francés antiguo –ver su investigación ¿Es Guanche la palabra Guanche?: revisión histórica, filológica y antropológica de un tópico- y que llegó a Canarias por Jean de Béthencourt, cuando arribó a Lanzarote a principios del siglo XV. ”El verbo guenchir“, afirma Trapero, ”significa dar la vuelta, girar, y Béthencourt denominó a los nativos de Lanzarote como guanches por su capacidad para esquivar piedras y por esos movimientos a la hora de luchar“. El filólogo se apoya en numerosos testimonios de las crónicas sobre esa habilidad de los antiguos canarios.

En este sentido, Trapero expresa en su investigación que “el argumento lingüístico a favor no puede ser más sencillo: en francés antiguo y francés medio existía la palabra guanche, escrita con esta misma ortografía y pronunciada, en la época en que Jean de Béthencourt conquistó las Islas Canarias, prácticamente igual que la palabra homógrafa del español actual. Pero lo asombroso -y revelador para quien pudiera dudar del origen francés- es que el verbo guenchir y el sustantivo guenche designan, en sus diferentes acepciones, exactamente las acciones y aptitudes que de los primitivos canarios fueron descritas en las crónicas antiguas, como las más llamativas, las más características, a los ojos de un extranjero”. 

El filólogo Jonay Acosta también considera que guanches eran los habitantes de todas las Islas, aunque, como explicará más adelante, “desde el punto de vista etimológico es el habitante de Tenerife”. Pero desde la óptica “léxicográfica son todos los habitantes prehispánicos de Canarias”. Como lingüista, razona, “tengo que establecer la terminología con el objeto de estudio”. Al respecto, “veo que las lenguas que hablaban los aborígenes canarios tienen mucho más en común que diferencias, en consecuencia, necesito un término que las designe a todas; el término que siempre se ha utilizado por los filólogos, por respeto al léxico popular que hace una aproximación precientífica al objeto de estudio, es guanche”. Otro asunto, añade Acosta, “es que se cree una presión desde el campo académico para que este significado popular cambie -y puede suceder porque los cambios desde arriba, desde las élites, ocurren-, pero a día de hoy eso no ocurre: Tanto para la gente mayor como para la juventud, guanches son todos”. Este investigador advierte entre los partidarios de que guanches sólo eran los habitantes de Tenerife –la mayor parte de los arqueólogos consultados por el autor de esa serie periodística, aunque la mayoría también reconoce que el uso de guanche para todos los aborígenes está extendido entre la población de Canarias- ciertos “insularismos, posturas cientificistas más que científicas, que reflejan más los intereses del presente que la realidad del pasado”.

Respecto al origen etimológico del término guanche, para Acosta “lo más verosímil es una relación con la palabra guanachinech y sus variantes. Aparece documentado en las crónicas que es como llamaban a los habitantes de Tenerife, pero el uso la va acortando porque su longitud y el final en ch no encajan en el patrón del español, evoluciona y termina en guanche”. A su juicio, “es la teoría más factible porque su morfología encaja perfectamente en los patrones bereberes mientras que el origen francés no encaja en los patrones románicos”.

Acosta abunda sobre la palabra guanche. “Es, con total seguridad, un acortamiento de guanachinech o guanchineche, pues, gracias a Espinosa, Abreu Galindo y Torriani sabemos, por un lado, que Tenerife se denominaba Achinech, Chineche o Chinechi”. Por otro lado, gracias a la lingüística histórica bereber, “sabemos que guan proviene del libio-bereber wan, 'el de', tratándose de un elemento morfológico característico de la etnonimia norteafricana medieval y canaria”. En consecuencia, guanachinech significaría el 'de Achinech'. Esta hipótesis ya la esgrimió Núñez de la Peña en 1676, de modo que no decimos nada nuevo“. 

Maximiano Trapero, en cambio, no está de acuerdo con el planteamiento anterior. “Si aceptamos que este nombre pertenece a la lengua indígena y significa originariamente 'hombre de Tenerife', sólo podremos apuntar una hipótesis poco firme desde un punto de vista antropológico. Puesto que los primitivos isleños no tuvieron relaciones entre sí, ya que desconocían la navegación, parece poco probable que un grupo humano se dotara a sí mismo con el nombre de 'hombre de Tenerife'; esto implicaría reconocer que el indígena tenía conciencia de formar parte de un pueblo o grupo diferente de las otras islas”. Para el catedrático de la ULPGC, “esto sería, en cualquier caso, pura conjetura”.

Conjeturas o no, ambas posturas son respetables y sólidas. Al margen del origen etimológico del vocablo guanche y de que éste designe a los habitantes de una o todas las islas, la principal conclusión que se puede extraer de este capítulo es que las personas que poblaron y colonizaron el Archipiélago Canario tenían un idioma, no un dialecto, y un alfabeto: el guanche. Y si sabían escribir, no constituían una sociedad prehistórica. ¿Qué es la prehistoria según la RAE? Es un “período de la humanidad anterior a todo documento escrito y que solo se conoce por determinados vestigios, como construcciones, instrumentos o huesos humanos o de animales”. 

La escritura hace 2.000 años existía en el lugar de procedencia de los aborígenes. Sin duda había población analfabeta pero también miles de bereberes que sabían escribir, incluso el latín porque era obligatorio hablarlo para acceder a las legiones. Por ello, como defienden los investigadores Nona Perera y Juan Antonio Belmonte, en su libro Las escrituras del pueblo majo. Claves para el poblamiento de Canarias (2021), a Fuerteventura y Lanzarote llega, además de la líbico-bereber, esa escritura de inspiración latina. 

La arqueología en Canarias, como hemos visto a lo largo de los ocho primeros capítulos de este trabajo, es principalmente materialista, prehistoricista y esta circunstancia, como sostiene Jonay Acosta, “la acerca más a la prehistoria europea que a la antigüedad tardía del norte de África de la que proceden los aborígenes canarios”. Si se potencia el mensaje de que tenían escritura, “y encima una escritura fonológica, que es el mayor grado de abstracción que se puede alcanzar”, remarca Acosta, “quiere decir que tenían un desarrollo intelectual propio de su etapa histórica, no de la prehistoria”. Solo El Hierro, con lo pequeña que es, tiene más vestigios de escritura que todo el Atlas. En consecuencia, reflexiona el filólogo Jonay Acosta a modo de conclusión: “Si consideramos el pensamiento simbólico de esas personas, la lengua, la escritura o la religión, vamos a tener una visión mucho más global que si consideramos solo lo material”. El arte, como veremos en el próximo capítulo, es otro ejemplo de ese pensamiento simbólico al que alude el lingüista de origen herreño.

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