No cuenten conmigo
No cuenten conmigo para cortar cabezas. Sé que a algunos es eso lo que les pide el cuerpo. Y me consta que a otros muchos es eso lo que les reclama un bolsillo generosamente subvencionado por aquellos que piensan eso de “cuanto peor, mejor”. Allá cada uno con su impaciencia o su conciencia, pero no cuenten conmigo para sumarme a esta bacanal de sangre que pide servir en bandeja de plata las cabezas de Aitor Sanz, de Sipcic, de Moore, de López Garai, de Víctor Moreno o de Concepción. O la de la señora de la limpieza, si se tercia.
No cuenten conmigo para cortar cabezas porque no creo en las crisis prefabricadas que obedecen a intereses espurios ni en las artificiosas sensaciones de fracaso absoluto que se pretenden dibujar alrededor del Tenerife. Entiendo que, por convicción o por dinero, haya gente que reclame la urgencia de un relevo en las alineaciones, el banquillo, la dirección deportiva o la presidencia. Y que proclame a gritos el advenimiento del apocalipsis si no se llevan a cabo de forma inmediata sus exigencias. Ladren con rabia, pero no me pidan que me sume a su histeria.
Y no se preocupen. Ya les digo yo que mañana saldrá el sol aunque Aitor Sanz, Sipcic y Moore vuelvan a jugar con la blanquiazul, López Garai continúe en el banquillo, Víctor Moreno siga en su despacho y Concepción se siente en el palco del Heliodoro. Y pasado mañana también volverá a salir el sol. Y no sólo eso, sino que el Tenerife seguirá compitiendo. Ganando, empatando o perdiendo partidos, pero compitiendo. Como lo hizo el viernes en Girona contra la adversidad y el arbitraje, aunque a algunos les interese ocultarlo por aquello del “cuanto peor, mejor”.
Porque con aciertes o errores en el palco, los despachos y el banquillo, lo cierto es que, sobre el césped, el Tenerife compite. Y no es un equipo roto que vaya a la deriva. Es un equipo mejorable desde los despachos o el banquillo, pero que tiene un déficit de puntos que obedece a la continuidad de una serie de errores de valor gol cometidos por los futbolistas de forma puntual. Y de forma involuntaria, que, llámenme ingenuo, pero un servidor tampoco cree en contubernios entre jugadores para 'cargarse' a un técnico, un director deportivo o un presidente.
Sé que el Tenerife lleva siete jornadas sin ganar y que roza la zona de descenso. Y sé cuáles son las reglas por las que se mueve el fútbol español, más aún en una categoría tan peculiar como la Segunda División. Y quizás por eso me gustaría que, por una vez, mi equipo avanzara en una dirección contraria a la que se mueve el rebaño. Y ante las dudas lógicas que generan los malos resultados respondiera reforzando la confianza en el proyecto 19-20 del que, lo repito, el autor de este texto es un ferviente creyente.
No cuenten conmigo para cortar cabezas. Sé que a algunos es eso lo que les pide el cuerpo. Y me consta que a otros muchos es eso lo que les reclama un bolsillo generosamente subvencionado por aquellos que piensan eso de “cuanto peor, mejor”. Allá cada uno con su impaciencia o su conciencia, pero no cuenten conmigo para sumarme a esta bacanal de sangre que pide servir en bandeja de plata las cabezas de Aitor Sanz, de Sipcic, de Moore, de López Garai, de Víctor Moreno o de Concepción. O la de la señora de la limpieza, si se tercia.
No cuenten conmigo para cortar cabezas porque no creo en las crisis prefabricadas que obedecen a intereses espurios ni en las artificiosas sensaciones de fracaso absoluto que se pretenden dibujar alrededor del Tenerife. Entiendo que, por convicción o por dinero, haya gente que reclame la urgencia de un relevo en las alineaciones, el banquillo, la dirección deportiva o la presidencia. Y que proclame a gritos el advenimiento del apocalipsis si no se llevan a cabo de forma inmediata sus exigencias. Ladren con rabia, pero no me pidan que me sume a su histeria.