Historia de dos realidades
El Tenerife-Huesca deja dos realidades. Una es la vivida en el Heliodoro, donde casi diez mil personas apoyaron de forma mayoritaria –y me dio la sensación de que con más entusiasmo que en ocasiones precedentes– a su equipo, aprobaron la primera mitad realizada por el conjunto blanquiazul, se disgustaron con el paso atrás que dio el grupo tras el descanso, se enfadaron con algunas decisiones incomprensibles del árbitro y sufrieron en los minutos finales, después de que una irresponsabilidad de Mazán dejara en inferioridad numérica al colectivo que dirige López Garai. Y se fueron a casa moderadamente satisfechos con el fútbol realizado, pero siendo conscientes de que el punto sumado es insuficiente para alejarse de la zona de descenso.
A esos diez mil componentes de lo que, con total incorrección lingüística, podría llamarse 'realidad real', que seguro se acerca a lo vivido en muchos de los hogares tinerfeños que siguieron el partido a través de la televisión, se une una 'realidad publicada', creada a través de opinadores profesionales, tuiteros sospechosamente activos, perfiles falsos, frustrados eternos, escribidores a sueldo y demás fauna, encargada de convertir el entorno blanquiazul en un estercolero durante todo el año, poniendo la diana en el césped, el banquillo, los despachos o el palco en función de los resultados y/o de los intereses. Y que transmite la sensación, sobra decir que alejada de la realidad, de que el Tenerife es un completo caos en el que absolutamente nada se hace bien.
Uno de los argumentos más usados por el 'sector crítico' es ese de que “en mi trabajo, si me equivoco tanto como xxxxx [aquí iría el nombre del jugador, entrenador, profesional o dirigente al que se desee despellejar], ya estaría en la calle”. Y no, querido amigo tuiero, opinador o escribidor a sueldo, no es así: usted se equivoca mucho más en su trabajo –si lo tiene– y no pasa nada. Jamás lo reconocerá y se justificará en la ineptitud de jefes, empleados o compañeros, en la coyuntura económica o en el mal tiempo... pero la inmensa mayoría de las personas nos equivocamos más en nuestros trabajos –o al menos lo mismo– que los jugadores, técnicos, profesionales y dirigentes del Tenerife. Y no estamos sometidos al escrutinio que ellos soportan.
Porque la realidad es que fuera del deporte profesional, y en especial del fútbol, los proyectos no se examinan cada semana. Y en ninguna empresa se exigen cambios drásticos en su rumbo en el primer o segundo mes de funcionamiento de una nueva dirección. En las grandes multinacionales o en las pequeñas y medianas empresas no se cambia de consejero delegado o de encargado cada tres semanas en busca de “mejores resultados”. Porque la 'realidad real' es que, fuera del fútbol y fuera del Tenerife, cada vez que se inicia un proyecto, además de no haber una masa vociferante detrás que dificulta la buena realización del trabajo, se da un amplio margen de maniobra, rara vez inferior al año, para ver si funciona. Y en la política, ya se sabe, el margen es de cuatro años.
Y sí, ya sé que en el mercado laboral existe la figura del 'trabajador a prueba', pero habitualmente, más allá de los contratos basura de hasta un día de duración, el examen se prolonga durante un mínimo de tres a seis meses... sin que nadie, como ocurre en el Heliodoro, al primer día de ver a un nuevo jugador sobre el césped, ya sentencie eso de “no es jugador p'al Tenerife”. Y sí, también soy consciente de que la leyes del fútbol moderno hace tiempo que están escritas, pero me gustaría que antes de criticar a todo lo que huela a blanquiazul, reflexionemos de verdad si en la vida real, en nuestra vida real, aplicamos con nosotros mismos el elevado nivel de exigencia que le obligamos a cumplir a jugadores, técnicos, empleados y dirigentes del Tenerife.
P.D. Me duele la indolencia que detecto en algunos futbolistas del Tenerife, entiendo que no es bueno para la convivencia del grupo el exceso de sinceridad que exhibe López Garai en algunas ruedas de prensa, me molestan las ínfulas con las que se mueve en ocasiones Víctor Moreno y creo que, pese al buen trabajo global de Concepción y su grupo, el desgaste de más de trece años haría conveniente un relevo en la presidencia de la entidad. Pero dicho esto, y pueden llamarme loco, creo en el Tenerife 19-20, un proyecto que con tiempo y confianza –y algunas correcciones– puede dar muchas alegrías a los seguidores blanquiazules. Y sí, aunque ahora suene a herejía decirlo, puede llevarnos a Primera División.
El Tenerife-Huesca deja dos realidades. Una es la vivida en el Heliodoro, donde casi diez mil personas apoyaron de forma mayoritaria –y me dio la sensación de que con más entusiasmo que en ocasiones precedentes– a su equipo, aprobaron la primera mitad realizada por el conjunto blanquiazul, se disgustaron con el paso atrás que dio el grupo tras el descanso, se enfadaron con algunas decisiones incomprensibles del árbitro y sufrieron en los minutos finales, después de que una irresponsabilidad de Mazán dejara en inferioridad numérica al colectivo que dirige López Garai. Y se fueron a casa moderadamente satisfechos con el fútbol realizado, pero siendo conscientes de que el punto sumado es insuficiente para alejarse de la zona de descenso.
A esos diez mil componentes de lo que, con total incorrección lingüística, podría llamarse 'realidad real', que seguro se acerca a lo vivido en muchos de los hogares tinerfeños que siguieron el partido a través de la televisión, se une una 'realidad publicada', creada a través de opinadores profesionales, tuiteros sospechosamente activos, perfiles falsos, frustrados eternos, escribidores a sueldo y demás fauna, encargada de convertir el entorno blanquiazul en un estercolero durante todo el año, poniendo la diana en el césped, el banquillo, los despachos o el palco en función de los resultados y/o de los intereses. Y que transmite la sensación, sobra decir que alejada de la realidad, de que el Tenerife es un completo caos en el que absolutamente nada se hace bien.