Serrano, Moreno, modelos
Hay otro punto en el que la comparación de las trayectorias de Alfonso Serrano y Víctor Moreno convergen. Siendo generosos, ambos han mirado de reojo —si no le dieron la espalda— a la factoría de Geneto, donde reside el valor peor considerado del tinerfeñismo. El uno y el otro fueron igualmente desconsiderados con el término cantera y todo lo que significa, no tanto porque no se mostraran en público partidarios de proyectar al profesionalismo a algún jugador de las inferiores, que también, como porque se desconoce que hayan promovido el fichaje de ningún talento formado en la Ciudad Deportiva.
Serrano y Moreno tendrán sus motivos y, como corresponde al principio de jerarquía de cualquier organización, no sería exclusiva la responsabilidad de este desprecio, que es no solo hacia técnicos y futbolistas. Lo es también, y no sé si es peor, con el creciente presupuesto que destina el CD Tenerife a tratar de generar valor deportivo y económico a través del trabajo que cuelga de la supervisión de Sesé Rivero.
La corresponsabilidad con los dos últimos directores deportivos de la casa hay que compartirla, además, con la figura de un presidente que tampoco ha considerado la oportunidad de alimentar la primera plantilla con frutos autóctonos. El club hizo de la necesidad virtud en su última caída a la Segunda B, generó ingresos de casi 10 millones de euros con las ventas de los jugadores proyectados por Cervera y Medina, pero llegados mejores tiempos económicos volvió a olvidar su historia y tiró por la calle de la aparente seguridad de acudir a los mercados maduros.
Y lo que hoy tenemos devuelve la cuestión del proyecto de club al foco del debate. Lo apuntó primero Rivero en su breve interinidad y lo ha refrendado ahora Baraja. Llegados Lasure y Joselu, a la espera de cerrar la ventana de invierno, Javi Alonso volvió al sitio donde debió estar desde julio y hemos descubierto a Elliot y al otro Jorge. Que los tres no lo hicieran peor que profesionales con un cierto pedigrí podría esperarse. Pero que hayan mejorado a algunos debería obligar a una reflexión sobre el modelo, una vez descontado el debate comparativo entre Serrano o Moreno, tanto da.
Hay otro punto en el que la comparación de las trayectorias de Alfonso Serrano y Víctor Moreno convergen. Siendo generosos, ambos han mirado de reojo —si no le dieron la espalda— a la factoría de Geneto, donde reside el valor peor considerado del tinerfeñismo. El uno y el otro fueron igualmente desconsiderados con el término cantera y todo lo que significa, no tanto porque no se mostraran en público partidarios de proyectar al profesionalismo a algún jugador de las inferiores, que también, como porque se desconoce que hayan promovido el fichaje de ningún talento formado en la Ciudad Deportiva.
Serrano y Moreno tendrán sus motivos y, como corresponde al principio de jerarquía de cualquier organización, no sería exclusiva la responsabilidad de este desprecio, que es no solo hacia técnicos y futbolistas. Lo es también, y no sé si es peor, con el creciente presupuesto que destina el CD Tenerife a tratar de generar valor deportivo y económico a través del trabajo que cuelga de la supervisión de Sesé Rivero.