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171+1

171 es el número de diputados de una derecha española que ha vuelto a sus peores andadas.

Negar obcecadamente la legitimidad del Gobierno progresista, cuyo presidente fue investido a través de una moción de censura constructiva (mecanismo primordial del régimen parlamentario establecido por la Constitución Española) y, después de los procesos electorales de 2019, articulado alrededor del PSOE, ganador de las elecciones, es situarse en la vereda del golpismo, cuya primera premisa es invariablemente ésta: negar la legitimidad democrática de un Gobierno. De ahí a llamar a resistirle y, si hace al caso, a derrocarle, hay solo un paso.

Primero cuestionaron la moción de censura. En la segunda etapa, la excusa han sido los “socios” parlamentarios, rebautizando a los catalanes como “golpistas” catalanes y como “herederos de ETA” a los diputados de EH-Bildu. El resto de la historia es sobradamente sabida. Hoy, sin ir más lejos, la reunión de Yolanda Díaz y Puigdemont es un “escándalo”. Mañana, si se llega a celebrar, la de Feijóo o de sus lugartenientes con el mismo “prófugo” será para “hablar, pero no para negociar” -como se ha atrevido a vacilarnos una vez más el bocachancla de Bendodo- y estará plenamente justificada en el interés de España.

Porque esta es otra. Les parece tan natural manejarse confundiendo invariablemente sus intereses (y sólo los suyos, de ellos) con los de España, que se olvidan que nada más empezar la Constitución consagra el pluralismo político como valor superior del ordenamiento jurídico, de nuestro modelo de convivencia y de nuestro sistema político.

Entre esos 171 figuran los diputados del PP, los de Vox y los de Unión del Pueblo Navarro. Y están tan compenetrados con un PP extremoderechizado, que a los neofranquistas de Vox les está cediendo en todas las instituciones territoriales que gobiernan en coalición las consejerías y concejalías de seguridad. Ya sólo les falta crear un sucedáneo de la Brigada Político-Social del franquismo.

Y ¿cuál es el +1 de esta alianza reaccionaria? Pues Coalición Canaria. La ATI-Coalición Canaria de Oramas y Clavijo.

De forma que, en realidad, no tenían de cara a la elección de la Mesa del Congreso, ni de cara a la investidura del próximo presidente del Gobierno un “consorcio” con el PNV, como incomprensiblemente vendieron a un analista tan fino como Enric Juliana; sino que están uncidos hasta que la muerte los separe al PP y a los manejos de un Feijóo a la desesperada.

Si Clavijo está atado a Feijóo y Feijóo a Vox y a Abascal, ¿será aplicable a esta coyunda la propiedad transitiva?

De forma que el insigne Clavijo, el defensor de Canarias como “Estado Libre Asociado y si eso significa la Independencia de Canarias, pues eso” -no cuando era boy scout sino siendo ya alcalde de La Laguna y, por tanto, una persona adulta hecha y derecha- ahora se convierte en colega de los neofascistas que añoran la vieja y aislada España autoritaria, mediocre y centralista y propugnan acabar con el Estado de las Autonomías.

Y los perspicacísimos contertulios de la brigada clavijista del amanecer (brigada informativa, se entiende), parece que no tienen nada que decir al respecto.

Que Clavijo es adicto a la censura poca gente lo sabe tan bien como yo. De una modalidad de censura informativa que no consiste sólo en violar el pluralismo informativo impidiéndole a la oposición el acceso a los medios que controla, públicos o privados. No. Además te agreden, un día sí y otro también, sin permitirte defenderte.

O sea que Dios nos libre si esta coalición reaccionaria se llega a hacer con el Gobierno de España, tal y como se han hecho con tantos gobiernos autonómicos y municipales. Porque según la letra menuda de la “agenda canaria”, que es la última cantaleta que se han inventado, el insigne censor pasará a controlar RTVE en Canarias, además de la tele y la radio ATInómicas. Pa´echarse a correr.

Nunca pensé que presenciaría este panorama. Y menos después de tantos años transcurridos desde la Transición y el Pacto Constitucional. Pero aquí están, dispuestos a hacerse con el poder institucional como sea para ponerlo al servicio del otro poder, el del dinero, que es el que les esponsoriza a todas horas. Y si no lo logran, ya Ayuso y Esperanza Aguirre nos anuncian lo que nos espera: Sánchez y sus aliados “nos llevan al combate, como en el siglo XX”.

Y Clavijo y Oramas formando parte de este bloque reaccionario: 171+1.

Al menos habrá servido para que toda la opinión pública española y todo el nacionalismo periférico sepan definitivamente quiénes son estos. Porque hasta para disfrazarse de “nacionalistas canarios”, eso de la ultraperiferia les ha resultado provechoso. Durante demasiado tiempo.

171 es el número de diputados de una derecha española que ha vuelto a sus peores andadas.

Negar obcecadamente la legitimidad del Gobierno progresista, cuyo presidente fue investido a través de una moción de censura constructiva (mecanismo primordial del régimen parlamentario establecido por la Constitución Española) y, después de los procesos electorales de 2019, articulado alrededor del PSOE, ganador de las elecciones, es situarse en la vereda del golpismo, cuya primera premisa es invariablemente ésta: negar la legitimidad democrática de un Gobierno. De ahí a llamar a resistirle y, si hace al caso, a derrocarle, hay solo un paso.