37º de temperatura, moral sexual y mujeres desnudas

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En estos pandémicos días de julio las temperaturas han subido a más de 30 grados en Gran Canaria, y hoy en Las Canteras, cerca del Balneario, subió a 37 grados. Las playas se llenan de bañistas y, pese a la amenaza del coronavirus, las mujeres van mayoritariamente desnudas, es decir, sin sostén sujetador y sólo con unas bragas. Lo único fuera de lo común que pasa es la aparición de dos guardias municipales que impiden que unos jóvenes jueguen a la pelota a la orilla para evitar así molestias a las personas que tendidas sobre la arena podrían recibir pelotazos. Pese a las mujeres desnudas no ha habido ningún desmán ni crimen.

ADÁN, EVA Y LA SERPIENTE

Según la leyenda bíblica del Génesis, Adán y Eva, engañados por la serpiente que era la más astuta de las bestias, comieron del fruto prohibido del árbol del Bien y del Mal. Al comer del fruto “se les abrieron los ojos”, según el texto bíblico, y viendo que estaban desnudos cosieron unas hojas de higuera para vestirse. O sea, con un acto de desobediencia les vino la vergüenza de estar desnudos, la desobediencia como acto de libertad frente al dios bíblico y comienzo de la moral sexual. A la primera mujer le dió Yahvé el nombre de Eva que en hebreo significa vida, aquí fuente de vida humana.

Y de aquellos tiempos se supone, en la tradición judeo-cristiana, que viene la prohibición del desnudo. Y más tarde, las modas del vestir y la fortuna de las casas de los grandes modistos. Una de esas modas fue la del bikini femenino o bañador de dos piezas.

En la España dictatorial del nacionalcatolicismo franquista estuvo tal bañador prohibido hasta los años 60 con el advenimiento del turismo a las costas y playas españolas. Después de prohibiciones, detenciones y multas el régimen transigió ante el poderoso caballero Don Dinero traído a las arcas hispanas en forma de divisas que compensaban el raquítico poder adquisitivo de la peseta.

En Gran Canaria sin embargo la prohibición perduró algo más debido a la presencia del obispo don Antonio Pildain y Zapiain, para quien el más importante Mandamiento, cuando no el único, era el Sexto Mandamiento. Tal era su obsesión que no permitía los bailes ni en las fiestas populares e incluso cerró las puertas de la Catedral al Generalísimo Franco durante su visita a la Isla porque no se había suspendido el baile de recepción en el Gabinete Literario. Aquí aprovechó el nacionalista vasco la oportunidad de darle una bofetada simbólica al Dictador y fingiéndose enfermo, cerró la Catedral.

A las demandas de los franquistas canarios de castigar al Obispo el astuto gallego recordó el quijotesco refrán de “con la Iglesia hemos topado” y silenció a sus sanchopancescos aduladores.

Las andanzas moralistas del obispo vasco no terminaron ahí, sino que-como señalé antes-se reanudaron con especial rigor por el año 1960 con la llegada del turismo. Prohibió a los sacerdotes dar la absolución a las chicas que iban a la playa en bikini. Y se impuso o se trató de imponer el llamado “bañador católico” a través de homilías y las llamadas “Hojas de la Parroquia” que aparecían semanalmente en diversas parroquias.

Que yo recuerde fueron María Teresa Prats de Laplace (directora de la revista Mujeres en la Isla) con su hija quizás las únicas que se bañaron en la Playa de Las Canteras con el llamado “bañador católico”, que era bañador de cuerpo entero con falda, tan propio de los años 1920 como ridículos, lo que, en vez de rechazar atraía las miradas haciendo que en los “pares de ojos” (tanto masculinos como femeninos) apareciera la burla apenas contenida.

La batalla de los bañadores de las damas católicas la perdieron parroquias y obispo, triunfando la moda y los argumentos monetarios del Don Dinero turístico. La sangrienta Victoria de Franco que había impuesto un régimen que proclamaba ir “por el Imperio hacia Dios” anulando las leyes republicanas del divorcio e imponiendo un régimen machista con el macho como “cabeza de familia”, perdió también la batalla frente al turismo y la modas europeas. Dos derrotas paralelas.

El Manual de Catecismo del reverendo Don Juan Tusquets (Catedrático de Pedagogía Catequista) del año 1951, dirigido a los catequistas que debían adoctrinar a los niños, dice: “todo pecado contra el sexto mandamiento es mortal” ya que el Buen Jesús “tiene odio contra todo pecado contra el sexto mandamiento”. Y añade que un “niño que muriese después de haber consentido un pensamiento impuro iría para siempre a la cárcel del infierno y quedaría separado eternamente del purísimo Jesús y de la inmaculada Virgen.”(pg.283) Cosa terrible para un niño creyente de aquellos tiempos oír que el Buen Jesús pudiera sentir odio contra él si pecaba.

El desnudo y el sexto mandamiento iban, pues, de la mano camino de los infiernos. Esos eran y son los pronósticos del patriarcado reinante.

Sin remontarnos a los tiempos del Génesis ni al castigo posterior del Diluvio Universal también causado, según parece, por pecados contra el Sexto Mandamiento de Sodoma y Gomorra, recordemos la aventura del cuadro incautado con otros bienes al afrancesado Godoy, Príncipe de la Paz, registrado en el inventario efectuado en 1814 en el Depósito de Secuestros de la calle Alcalá, depósito llamado “almacén de los cristales”.

Se trata del cuadro de la Maja Desnuda que figura en la reclamación de ese mismo año del Tribunal de la Inquisición que la consideraba “obscena” porque “representa una mujer desnuda sobre una cama (…) y ”es su autor Don Francisco de Goya“. La leyenda atribuye tal cuadro a los supuestos amores de Goya con la Duquesa de Alba.

El desnudo reclamaba, como se ve, la intervención de la Sagrada Inquisición, posiblemente por haber renunciado Goya a cualquier referencia a Cupido, tradicional compañero de las diosas desnudas que adornaban el Vaticano y los palacios de los cardenales italianos. Goya colocó a la Maja provocadoramente en un canapé moderno y no en el clásico lecho greco-romano. La mujer mira al espectador con una ligera y sugestiva sonrisa. Según los entendidos, “La maja desnuda” es todavía un ejemplo del estilo dieciochesco del Goya anterior al cambio profundo de sus obras de 1797-98. Posiblemente, pienso yo, en los años posteriores ya bajo la influencia de la Revolución Francesa.

¿CAMBIOS EN LA MORAL SEXUAL Y DECADENCIA?

Hay quien dice : La Moral es inmutable pues de Dios procede, y Él es el mismo ayer, hoy y eternamente. Pero esta afirmación se contradice con una simple mirada al Mundo real que nos rodea: católicos, luteranos, mahometanos, hindúes, confucianos, budistas, agnósticos, ateos, etc. Y no sólo con el mundo actual sino también con una mirada histórica en cada uno de los países, incluyendo España, se puede comprobar el cambio constante de la moral en las distintas épocas históricas.

Ortega y Gasset en un ensayo sobre “La ética de los griegos” escribía : “La ética es la reflexión doctrinal sobre el fenómeno de la moralidad… Hay una ética social y una ética íntima. La primera dicta normas y recetas para resolver los conflictos del hombre con la sociedad que le rodea – la ciudad y os dioses. La segunda se preocupa de resolver los conflictos interiores, de poner orden en la baraúnda de los instintos e impulsos.”

Así la ética griega clásica era social, sin proponer freno alguno a los instintos, El impulso sólo era juzgado inmoral cuando producía efectos antisociales… No fue así en las épocas en que la “moral eclesiastico-cristiana” se impuso, ya que cambió la moral pagana y su tolerancia por la judeo-cristiana, que aparecía como enemiga del cuerpo y los instintos. Una frase de Garrigou-Lagrange sobre este tema muy ajustada al dogmatismo cristiano de entonces:«La Iglesia es intolerante en los principios porque cree; pero es tolerante en la práctica porque ama. Los enemigos de la Iglesia son tolerantes en los principios porque no creen; pero son intolerantes en la práctica porque no aman».

Esta frase presupone que la Verdad Única (su creencia) está en manos de la jerarquía eclesiástica católica, pero es difícil de imponer en un mundo plural en creencias. Y es de un absolutismo patriarcal. Ignora la historia y la prehistoria de la Humanidad en su evolución y en su diversidad. Se ignoran las investigaciones de León Frobenius, de Morgan, de Bachofen que en sus análisis de las mitologías descubrió restos de matriarcado. Johann Jakob Bachofen fue el gran iniciador de los estudios sobre los orígenes del matriarcado (Muterrecht), de la «cultura ginecocrática» en la antigüedad. Pensador e investigador del siglo XIX, docente colega de Nietzsche en la Universidad de Basilea, Bachofen distinguió tres momentos esenciales en la constitución de lo matriarcal en el pasado griego y su pasaje a la nueva forma triunfante del patriarcado.

La prehistoria es la época de la que los mitos hablan y los restos descubiertos por las excavaciones y las partes más antiguas de la ciudades derruidas o más antiguas nos indican que todavía hay mucho por descubrir.

La desnudez – masculina o femenina - no es signo de degeneración moral, ni en la Grecia Antigua ni en las playas modernas. Se puede pensar incluso lo contrario. Y de ahí el culto al cuerpo bien formado y la proliferación de gimnasios y deportes.

La corrupción que hemos visto a niveles políticos no se han evitado ni se evitarán porque los cuerpos femeninos o masculinos vayan cubiertos o desnudos. La moral política exige unos parámetros éticos distintos. Y no pasan ciertamente por la exigencia de la ultraderecha de una pureza sexual prematrimonial y perseguidora de las diferencias sexuales o de elección.

La moral sexual ha cambiado y unas leyes han seguido a los cambios de mentalidad. Tanto en la Pedagogía como en el Derecho familiar. Incluso ya no todos los teólogos hablan de que muchos puntos antes considerados “malos” no lo son en sí mismos ni ya tampoco se prohíben igual.

La moral machista patriarcal imperante en las Iglesias y Estado se resquebraja. Hacia 1884 publicó Federico Engels su libro “El Origen de la Familia, de la Propiedad Privada y del Estado”, tratando de la “emancipación de las mujeres” pero centrándose en los factores que guían la evolución de las sociedades, el pasaje de una sociedad “basada en lazos de consanguinidad”(o parentesco) a un tipo de sociedad dominada por la propiedad privada, los conflictos de clase y el Estado. “El orden social en que se vive en una época o país, está condicionado por dos especies de producción: por el grado de desarrollo del trabajo, de una parte, y de la familia de otra parte. Cuanto menos desarrollado está el trabajo, más restringida es la cantidad de sus productos y, por consiguiente, restringida la riqueza de la sociedad, con tanto mayor fuerza se manifiesta la influencia dominante de los lazos de parentesco sobre el régimen social”. Engels denomina a tal enorme transformación capitalista como “la gran derrota histórica del sexo femenino”. Considerando la propiedad privada de los medios de producción como la raíz común del sometimiento de las mujeres y de la explotación de clase, Engels reconoce desde un principio la suerte de las mujeres ligada a la de los oprimidos. Como Carlos Marx había señalado “el trabajo de las mujeres y los niños fue la primera consigna de la aplicación capitalista de la maquinaria”, no para su liberación sino para aprovechar el abaratamiento de la mano de obra, en el periodo de la industrialización.

Otros Marx, los de la industria cinematográfica de Hollywood, los alocados Hermanos Marx dicen por boca del bigotudo Groucho:“Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”. Por su parte el Vaticano tardó siglos, sin sentido del humor, en poner en marcha nuevos principios o creencias, y muchas veces, la tardanza del cambio de opinión causó sufrimientos sin cuento, pero cuando lo hace gran parte del mundo se expresa con regocijo, sin contar los cadáveres dejados en el camino.

En la conferencia pronunciada por el Profesor Javier de la Torre Díaz en un Aula de Teología 26 de febrero de 2008 se expresó de una forma bien diferente a los viejos teólogos carpetovetónicos cuando dijo: “Lo primero que tengo que hacer, como teólogo, es una reflexión entre Biblia y moral. La Biblia no es un libro único; son muchos libros escritos en distintas épocas, por lo cual no podemos pensar que hay una doctrina sólida y clara sobre qué es lo sexual; hay diversas actitudes y normativas que, además, no son muy diferentes de las de otros pueblos que circundaban a Israel; no hay mucha originalidad en Israel en lo que se refiere a los temas sexuales.”

Estas palabras reflejan un nuevo tono, necesario y contemporáneo.

Y desde otra visión del mundo más cercana al Humanismo no religioso, Desmond Morris, etólogo y zoólogo británico, escritor y pintor, es un escritor uno de cuyos libros adquirió renombre mundial: El Mono desnudo. En su análisis reconoce que las normas de comportamiento humano son bastante complejas y difíciles, ya que el Homo sapiens sigue siendo un mono desnudo que pese a adquirir nuevos y elevados móviles no perdió ninguno de los más viejos y prosaicos. Sus nuevos impulsos le acompañan sólo desde hace unos miles de años, mientras que los viejos le han acompañado durante millones de años... y no es fácil sacudirse rápidamente de encima la herencia genética acumulada durante todo su pasado evolutivo. Si quisiera enfrentarse con este hecho, sería un animal mucho más complejo y tendría menos preocupaciones.

Otro libro de Desmond Morris es “La mujer desnuda” resultante de un acabado estudio del cuerpo femenino, analizando los años de evolución humana, así como visto desde algunas culturas. El libro se divide en capítulos sobre cada parte del cuerpo femenino (desde el cabello hasta los pies), y trata de cómo se ha ido adornando o cómo se han establecido los cánones de belleza a través de un recorrido histórico en el mundo. Para cada uno, Morris explica la estructura y función de la parte del cuerpo en cuestión, analiza su evolución, la importancia social en toda la historia humana, y las modificaciones artificiales y decoraciones empleadas por diferentes culturas hasta nuestros días.

Estas lecturas en nuestro cambiante mundo, expuesto a nuevos desafíos, son una ayuda para no desesperar ni creer que el fín del mundo está a la vuelta de la esquina. Estamos entrando en una nueva revolución tecnocientífica sin que hayan cambiado las relaciones de propiedad que siguen, fundamentalmente, en manos privadas lo cual seguirá produciendo mayores desigualdades a nivel mundial y en cada país, poniendo de relieve la necesidad histórica de cambios sociales que incluyan la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, vestidos o desnudos, sin necesidad de un nuevo matriarcado, pero eso sí, eliminando el patriarcado machista existente.