Cada 8 de marzo, día Internacional de las mujeres (lo pongo en plural porque somos diversas, con distintos puntos de partida e historias), desde sectores interesados se cuestiona si todavía es necesario un día para reivindicar nuestros derechos. Mientras, jamás cuestionan que haya un día para conmemorar casi cualquier cosa, incluso hay un día para conmemorar la croqueta (todos mis respetos a la croqueta). Cada 8 de marzo, no falta el típico comentario de por qué no hay un día del hombre (spoiler, sí lo hay) y tampoco falla el comentario de quienes creen que es una fecha que nada tiene que ver con la reivindicación de derechos. Hay incluso empresas (normalmente de cosmética) que se apuntan a hacer marketing con este día fomentando estereotipos de belleza y presión social. También hay compañías que tradicionalmente buscan actividades para sus trabajadoras ese día, pero que nada tienen que ver con hacer reflexionar a toda la plantilla sobre la desigualdad. Todo un sistema se articula para desactivar la lucha de esta fecha tratando que nos despistemos.
La movilización del año 2018, con huelga incluida, demostró que el movimiento feminista es muy fuerte, que cuando las mujeres batallamos juntas el orden establecido puede tambalearse. En los últimos años son las feministas remando cada una desde sus espacios cuando se ha conseguido romper tabúes o al menos colocar temas importantes en el centro de debate. También es gracias a esta lucha que ya no toleramos que se nos excluya de los espacios y que, aunque aún quede mucho por hacer, cada vez existan más personas que afeen la ausencia de mujeres en determinados ámbitos donde se nos silencia.
Hay feminismo en esa madre que educa a sus hijas e hijos en el respeto y en la igualdad, dejando elegir libremente sin estereotipos de género sus juguetes, el color de su ropa y otras decisiones de su vida. También lo hay en esas cuidadoras que cada vez son más conscientes de que el sistema tiene que cambiar, que la jornada laboral y de cuidado familiar no puede ser infinita, las que gritan estar cansadas y que no tienen que sentirse culpables por ello. También hay feminismo en esa mujer migrante que emprende un camino de dificultades, muchas veces lleno de violencia, para dar un futuro mejor a su familia o perseguir un sueño, que alza la voz contra el racismo que sufre además del machismo pero es silenciada.
Cuando pienso en feministas claro que se me viene a la cabeza la lucha de Clara Campoamor por el derecho al voto, la fortaleza de Emilia Pardo Bazán, las enseñanzas de las históricas Simone de Beauvoir o Virginia Woolf, pero también viene a la mente el feminismo antiracista de Ángela Davis, los libros clarifiicadores de Chimamanda Ngozie Adichie o Desirée Bela. También los artículos de tantas periodistas feministas que nos ayudan a reflexionar con sus columnas, las teóricas que ponen el foco con sus investigaciones en las injusticias del sistema patriarcal. Pero también vienen a la mente esas mujeres que se unen para luchar por mejores condiciones en el sector agrícola, las camareras de piso que llegaron a enseñarle la faja a Mariano Rajoy para denunciar sus condiciones laborales. También vienen a la mente esas abuelas que no pudieron estudiar y que lucharon por hacer fuertes a sus siguientes generaciones. Y también las que como Carla Antonelli se enfrentaron a prejuicios y a injusticias por perseguir su felicidad.
El feminismo persigue la igualdad entre mujeres y hombres, entre niñas y niños, pero esta igualdad solo puede conseguirse peleando por los derechos de todas, sin dejar a nadie atrás. No tenemos ni siquiera que pensar lo mismo siempre, pero sí podemos hacer el ejercicio de tratar de aunar fuerzas, darnos la mano para buscar lo que nos une. La brecha salarial, la discriminación, el acoso sexual, la doble jornada, la carga mental, la vulneración de derechos a las mujeres migrantes, los delitos de odio que atraviesan a las mujeres LGTBi son opresiones que no se pueden sostener, que se suman todas al machismo que sufrimos por el hecho de ser mujer. Es por ello por lo que se habla de pluralidad y desde las redes feministas de Canarias se invita a pelear unidas por los “feminismos canarios sin fronteras”.