Este 18 de abril he pasado la barrera octogenaria de mi cumpleaños con un sol primaveral que parecía un regalo de los dioses de la Paz en tiempos de fiebres de pandemia y de guerra. Debido al corona-virus que sigue azotando la Tierra sólo nos reunimos la familia. Es siempre entrañable en esos momentos tener a la familia al lado, sana y salva. Pero tengo que reconocer que pese a esa alegría me venían pensamientos inevitables sobre las muertes acechantes de la interminable Epidemia y de la guerra en Ucrania.
Zelensky habla de Guernika
El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en su comparecencia del 5 de abril ante las Cortes españolas en la rueda de intervenciones parlamentarias occidentales exigiendo ayudas económicas y armamentísticas, así como nuevas sanciones contra Rusia, aprovechó para pedir más apoyo y más armas , además de recordar a los legisladores la imborrable y devastadora destrucción de la ciudad de Guernica en la guerra civil en la España del 1937. Reclamó una mayor participación de Occidente tras la invasión de las tropas de Putin diciendo: “Estamos en abril de 2022, pero parece que estamos en abril de 1937, cuando todo el mundo supo lo que ocurrió en una de sus ciudades: Guernica”. Aquí no se repitió el duro discurso de Zelensky ante la ONU donde afirmó: Los rusos mataron civiles “solo por placer”. Pero sus asesores no tuvieron en cuenta las corrientes políticas presentes en el Parlamento español ni sus ideologías e interpretación de la historia.
Los aplausos parlamentarios no pudieron acallar el tronar de los tambores de guerra que siguen pese a sanciones y suministro de armas. Y en el caso hispano la mención de la masacre de Guernika no sentó bien en las filas de Vox ni entusiasmó a los del PP. Al mismo tiempo, desde Izquierda Unida se criticó posteriormente la prohibición decretada por el gobierno Zelensky de 11 organizaciones políticas de izquierda y la vulneración de los Derechos Humanos.
La mención del bombardeo de Guernika fue, pues, para distintas fuerzas políticas inadecuada e incluso fuera de lugar. Pero algo tenía en común si no con los bombardeos y sus causas, sí con su tratamiento mediático con propósitos propagandísticos. Las partes enemigas se acusaban mutuamente de mentir,
La masacre de Guernika
También en un mes de Abril tuvo lugar el bombardeo aéreo de Guernika (26 de abril de 1937) por parte de aviones de combate de la Legión Cóndor alemana y de la Aviazione Legionaria italiana. Fue una operación militar durante la Guerra Civil española en el País Vasco sin importancia estratégica militar, pero de enorme repercusión política a nivel mundial. La Legión Cóndor nazi al servicio de Franco, fue la responsable de la mayor parte del bombardeo.
Guernica, símbolo de los fueros vascos, tenía antes del ataque una población de cerca de cinco mil habitantes. En aquellos momentos había también un gran número de soldados republicanos, que se retiraban para preparar la defensa de Bilbao, así como muchos refugiados que huían del avance de las tropas franquistas.
Guernika no tenía ningún tipo de defensa antiaérea. Había tres fábricas de armas, una de ellas de bombas de aviación, pero nada de defensa antiaérea propia.
La repercusión internacional que alcanzó este bombardeo, unido a su utilización propagandística, hizo que de tal masacre mundialmente conocida pasase a ser un símbolo antibélico, la masacre de Guernica. Y Franco trató de decir en el colmo de la caradura y desfachatez que había sido obra del Gobierno republicano.
La Legión Cóndor en una gran medida cargó con la responsabilidad de la destrucción de Guernica, pero estaban sujetos al mando de Franco. La intención alemana, junto a la de ganar prestigio nacional y también personal como en el caso del célebre aviador Von Richthofen, era dar a los sublevados fascistas un triunfo rápido, tras el fracaso frente a los republicanos en la batalla de Guadalajara de los italianos enviados por Mussolini.
Se supone que tal acción brutal y masiva de destrucción frente a población civil, era un ensayo de terror para futuras acciones en la planeada próxima guerra por el Estado Mayor de Hitler. La responsabilidad global del mando supremo franquista de Salamanca era evidente aunque, posteriormente, una vez los nazis perdieron la Guerra Mundial, los historiadores fascistas españoles edulcoraron las responsabilidades del Generalísimo. Pero él fue quien consintió la actuación de la Legión Cóndor en el Norte, y su culpabilidad, por tanto, sigue intacta.
El cuadro de Picasso
El Gobierno de la Segunda República le encargó a Pablo Picasso un cuadro para exponerlo en el Pabellón español de la Exposición Internacional a celebrar en París, Francia, en ese 1937.
Durante el bombardeo de Guernica en 1937, Picasso estaba trabajando en un mural encargado para la Exposición de París programada para comenzar el verano siguiente. Unos días después de enterarse del bombardeo de Guernica, profundamente conmocionado por las noticias que llegaban de España abandonó su primera idea para el proyecto del mural y comenzó a trabajar en Guernica.
Cuando su pintura fue presentada más tarde ese verano, en la Exposición de París no llamó mucho la atención. No fue sino bastante más tarde que el cuadro Guernica de Picasso se convirtió en un símbolo de los efectos devastadores de la guerra.
Terminada la Exposición Internacional de París, el Guernica viajó por todo el mundo en una breve gira, recogiendo elogios y llamando la atención sobre la guerra civil española. Con el tiempo, Guernica se convirtió en un símbolo contra la guerra, una encarnación de la paz y un recordatorio de la brutalidad, especialmente sobre civiles inocentes, y la naturaleza trágicamente destructiva de la guerra.
Sin embargo, el enorme cuadro mural Guernica tardó en cumplir su función propagandística directa, aunque la entrada de Picasso en el Partido Comunista en octubre de 1944 hizo que su obra siguiera siendo una manzana de la discordia. En Estados Unidos, Picasso y su pintura monumental provocaron una choque artístico inicial que se reflejaría en las obras de diversos pintores, entre ellos Jackson Pollock. Al mismo tiempo desató la polémica sobre el papel político del arte moderno, que los conservadores equiparaban con el arte comunista, aunque en la URSS probablemente se hubiera visto a un Picasso criticado y destinado a trabajos forzados en lugar de manejar pinceles revolucionarios.
En aquellos años y luego durante la Guerra Fría el jefe del FBI, J. Edgar Hoover, se ahogaba en sus peores pesadillas anticomunistas al ver cómo Picasso solicitaba la entrada en Estados Unidos y era aprobada por los “agentes comunistas” de Washington, Alfred H. Barr, del Museo de Arte Moderno de Nueva York, que tenía otras preocupaciones. Para proteger el Guernica de los ataques del bando de los cazadores anti-comunistas, se esforzó por “neutralizar” la obra, como escribió astutamente Gijs van Hensbergen: “Con el tiempo, todas las referencias a Franco y a la Guerra Civil española desaparecieron discretamente de los rótulos explicativos de la pared junto al cuadro.”
Los intentos de despolitizar el cuadro de Picasso no han cesado, llegando en su absurdo elucubrar, a la tergiversación de la historia y de la propia personalidad de Pablo Picasso.
En el monárquico periódico ABC se llegó a informar en el año 2018 que, según mantenía Juarranz de la Fuente en su libro “Guernica. La obra maestra desconocida”, la obra de Picasso no sería otra cosa que un retrato de familia.
El señor José María Juarranz de la Fuente era catedrático y contradecía los hechos considerados históricos, asegurando que el mural no tiene ninguna relación con lo acontecido en la localidad vizcaína de Guernika y, entre otras cosas, que se titula así por el oportunismo de un artista apolítico y ambicioso que, según él, era Picasso. Recordemos que el cuadro picassiano había un caballo. Había un toro también y una paloma pero no había un cerdo. No había ningún burro con título universitario tampoco.
Vicente Verdú, autor del prólogo del cuestionado libro, destaca “la valentía insólita que despliega el autor para esclarecimiento de la verdad”. Insólita, digo yo, es la osadía de rebatir e incluso insultar al propio Picasso. El “estudio” parte de la idea de que la obra de Picasso es autobiográfica, como por cierto ya señaló Daniel-Henry Kanhweiler, uno de sus marchantes y también importante biógrafo del pintor.
El catedrático Juarranz con desfachatez profusa afirma en 261 páginas, profusamente ilustradas, que dicen culminar 14 años de investigación(?), en las que afirma, repito, que el mural nada tiene que ver con la guerra.
El Guernica, decía el catedrático, “sintetiza tres momentos clave en la vida de Picasso: el terremoto de Málaga en 1884, cuando tenía tres años; la muerte de Casagemas y su conflicto personal en los años 30, con el divorcio de su primera esposa. Y también sintetiza tres momentos clave de su producción artística: la época azul, el cubismo y el surrealismo». ”Si non è vero, è ben trovato“, concluía en el 2018 José María Juarranz de la Fuente en presencia de periodistas, que no dában crédito a lo que oían.
Que la obra tiene que ver con la propia biografía de Picasso es evidente, como evidente e innegable fue su entrada en el Partido Comunista,
En una entrevista con Paul Galliard para la revista americana “New Masses”, que reprodujo “L´Humanité” (Órgano del Partido Comunista Francés) a finales de octubre de 1944, decía Picasso: «Yo preferiría responderles con un cuadro, no soy escritor, pero puesto que no es fácil enviar mis colores por cable, trataré de explicárselo… Mi adhesión al Partido Comunista es la consecuencia lógica de toda mi vida, de toda mi obra. Y es que nunca, y estoy orgulloso de decirlo, he considerado la pintura como un arte de simple satisfacción, de distracción: he querido, a través del dibujo y del color, porque ésas eran mis armas, penetrar siempre más allá en el conocimiento del mundo y de los hombres, a fin de que este conocimiento nos libere a todos cada día más; he intentado decir, a mi manera, lo que yo consideraba más cierto, más justo, lo mejor, y esto era siempre, naturalmente, lo más bello, los más grandes artistas lo saben bien.
Sí, tengo conciencia de haber luchado siempre a través de mi pintura, como un verdadero revolucionario. Pero ahora he comprendido que esto no basta; estos años de represión terrible me han demostrado que debo combatir no solamente con mi arte, sino con todo mi ser… Y así, me he acercado al Partido Comunista sin dudar un instante, pues, en el fondo, he estado con él desde siempre. Aragon, Éluard, Cassou, Fougeron, todos mis amigos lo saben bien; si no me he adherido oficialmente antes ha sido por algo parecido al “candor”, porque yo creía que mi obra, mi adhesión de corazón eran suficientes, pero ya entonces era mi partido. ¿No es este el que más trabaja a favor de conocer y construir el mundo, de hacer a los hombres de hoy y de mañana más lúcidos, más libres, más felices? ¿No son los comunistas quienes han mostrado mayor coraje tanto en Francia como en la URSS, o en mi España? ¿Cómo habría podido dudar? ¿Miedo a comprometerme? ¡Si, al contrario, nunca me he sentido más libre, más completo! Y además, tenía tanta urgencia por reencontrar una patria: siempre he sido un exiliado, ya no lo soy más: a la espera de que España pueda por fin acogerme, el Partido Comunista Francés me ha abierto los brazos, y allí he encontrado a cuantos más estimo, los más grandes sabios, los más grandes poetas, y todos esos rostros de insurgentes parisinos, tan bellos, que vi durante las jornadas de agosto, ¡estoy de nuevo entre mis hermanos!».
Será fácil percibir, bajo sus palabras, la simplicidad y la emoción con las que Picasso habló.
A finales de 1968, el Régimen franquista inició gestiones para la devolución del Guernica a España. El vicepresidente del Gobierno Luis Carrero Blanco le hizo el encargo al director general de Bellas Artes, Florentino Pérez Embid. En 1969, días después de unas unas declaraciones iniciales de Pérez Embid publicadas en Le Monde en que se apuntaba a una posible vuelta del cuadro a España, el diario francés publicó una carta del amigo y abogado de Picasso, Roland Dumas, en la que establecía que el Guernica no volvería a España sino una vez restaurada la República.
Dumas aconsejó a Picasso establecer en un testamento sus condiciones para el regreso del cuadro a España. El pintor, debido a cierta superstición, no quiso escribir un testamento, pero confió la labor al propio Dumas. Este escribió un primer documento el 14 de noviembre de 1970 que envió al MoMA, indicando como condición el restablecimiento de las libertades públicas en España. Sin embargo, el 14 de abril de 1971, otra vez Abril, cuadragésimo aniversario de la proclamación de la Segunda República Española, Pablo Picasso especificó que el Guernica y los estudios que lo acompañaban estaban «destinados al gobierno de la República Española». Tras la muerte de Picasso en 1973 y de Franco en 1975, se reavivaron las voces que reclamaban la repatriación del Guernica, tanto en España como en los Estados Unidos. En abril de 1977 se conmemoró el 40 aniversario del bombardeo de Guernica, y tuvo lugar una multitudinaria manifestación en Guernica para pedir que se instalara el cuadro allí. En octubre de 1977, el Senado constituido tras las primeras elecciones democráticas en España tras la dictadura franquista acordó, a petición de Justino de Azcárate, solicitar al gobierno estadounidense la devolución del cuadro, al considerar que Picasso había dispuesto que «debía quedar depositado en el Museo de Arte Moderno de Nueva York hasta que se instalara en España un Gobierno democrático». El Congreso español aprobó por unanimidad adherirse a la resolución aprobada en el Senado. Por su parte, el Congreso de los Estados Unidos declaró en 1978 que el Guernica debía «en algún punto del futuro próximo y a través de procedimientos legales apropiados, ser devuelto al pueblo y al Gobierno de una España democrática». La devolución se realizó, tras nuevas negociaciones, el 10 de septiembre de 1981, fecha en que llegó a Madrid en un vuelo de Iberia.
Recordemos una vez más las propias palabras de Picasso: “No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo fascista”. (Pablo Picasso)
20 de abril de 1963: asesinato de Julian Grimau
Julián Grimau García, nacido en Madrid el 18 de febrero de 1911, era un miembro del Comité Central del Partido comunista que fue ejecutado el 20 de Abril de 1963 a pesar de la amplísima oleada internacional de protestas y manifestaciones contra la sentencia.
En la desaparecida Alemania socialista, la República Democrática Alemana, se dio el nombre de Grimau a calles y clubs, por ejemplo, en Dresden una de las calles principales llevaba su nombre que, después de la anexión de la RDA por la RFA hacia 1990 perdió su nombre y se hizo desaparecer la placa conmemorativa.
Grimau fue detenido el 7 de noviembre de 1962. La detención se produjo no lejos de la plaza de toros de Madrid, en un autobús en el que viajaban únicamente él y otros dos pasajeros, que resultaron ser agentes de la Brigada Político-Social (policía política franquista). Se había hecho una delación.
Conducido a la Dirección General de Seguridad, entonces en la Puerta del Sol, en el edificio conocido como Casa de Correos, que hoy es sede del gobierno de la Comunidad de Madrid. Fue sometido a torturas sin que pudieran arrancarle otra cosa que su nombre y su pertenencia al PCE. Para encubrir las huellas de la tortura y debido a la inmediata movilización antifranquista fue arrojado al patio interior del inmueble. La caída le ocasionó graves lesiones en el cráneo y en ambas muñecas. Grimau explicó este hecho a su abogado, declarando que en un momento dado de la sesión de tortura a la que fue sometido por sus interrogadores, le agarraron y le arrojaron por la ventana, esposado con las manos delante, razón por la cual se fracturó la frente y las muñecas. La policía, por boca del ministro de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne, declaró públicamente que Grimau recibió un trato exquisito y que en un momento de su interrogatorio se encaramó a una silla, abrió la ventana y se arrojó por ella de forma “inexplicable” y por voluntad propia. Una versión que aceptó el juez de guardia a pesar de los indicios que existían de que no había sido un intento de suicidio.
Grimau no fue acusado por su militancia comunista sino por su actividad durante la Guerra Civil.Resultó ser la última persona procesada y condenada en España como consecuencia de la guerra. La razón probable de ello, fue que el régimen y la voluntad personal del Caudillo Franco era dar una lección a la creciente oposición en momentos de alta conflictividad social y política.
Grimau fue acusado por su labor como policía durante la guerra civil. Esa actividad, como todas las ejercidas por miembros de la administración republicana durante la guerra, era calificada de delito de rebelión militar. Resultaba así que los defensores del orden democrático y la legalidad republicana eran convertidos en rebeldes y los militares golpistas en los verdaderos defensores del Orden. A Grimau se le acusó sin pruebas de torturas y asesinatos en una checa (centro de detención político) de Barcelona.
El juicio militar fue en Madrid el jueves 18 de abril de 1963, con la sala atestada de periodistas. El juicio era nulo de pleno derecho (de acuerdo incluso con las leyes políticas de la época y aun sin saberse entonces que el ponente de la acusación era un impostor que no tenía el título exigido para desempeñar su papel de fiscal). Los delitos de torturas no se pudieron probar: los testigos de la acusación declararon que conocían los crímenes del acusado “de oídas”, es decir a través de rumores o testimonios de terceros que no podían comprobarse. Lo único probado era que fue policía. El delito continuado de rebelión era absurdo dado que Grimau había pasado más de veinte años fuera de España desde el final de la guerra. El fiscal impostor cortó en numerosas ocasiones las declaraciones del acusado y del propio abogado defensor, cuyo alegato no fue tenido en cuenta. Tras apenas cinco horas de juicio, sin deliberación, se dictó la condena a muerte.
El juicio por “rebelión militar”, en el que se aplicaba la Ley de Responsabilidades Políticas de 1938, preveía la sentencia de muerte, pues eran los tiempos de guerra e implantación del terror fascista. Los juicios sumarísimos en aplicación de una ley creada para exterminar a los republicanos y ganar la guerra no se producían desde los años después de ganar la guerra.
El Consejo de Ministros del 1° de abril del año 1963 había aprobado la creación del Tribunal de Orden Público (TOP), para anular la legislación represiva aprobada en el marco de la guerra civil y lavar la cara del Régimen con vistas a Europa. A Grimau le habría correspondido ser juzgado por este tribunal, que no habría dictado pena de muerte sino de prisión. Por ello, para asegurarse de que Grimau sería ejecutado, Franco frenó la entrada en vigor de la ley hasta después del fusilamiento de Grimau.
Julián Grimau pasó en el cuartel militar del barrio de Campamento sus horas de capilla, es decir, las previas a la ejecución de la pena, en compañía de su abogado, de acuerdo con las ordenanzas militares. Hacia las 5 de la madrugada del 20 de abril, fue trasladado en una furgoneta al campo de tiro del cuartel, donde debía ejecutarse el fusilamiento.
Parece ser que fue el propio Franco quien dio la orden de que los ejecutores de Grimau fueran soldados de reemplazo, y así se hizo. Jóvenes, asustados y sin experiencia de tiro, según los testigos, dispararon a Grimau veintisiete balas sin lograr acabar con su vida. Fue el teniente que mandaba el pelotón quien hubo de rematar a Grimau de dos tiros en la cabeza. Según confesó años más tarde a la familia del fallecido, este acto le persiguió durante toda su vida, hasta el punto de que acabó sus días en un psiquiátrico. Julián Grimau fue enterrado en el cementerio civil de Madrid.
Como consecuencia del fusilamiento, en la cárcel donde cumplía condena, FERNANDO SAGASETA, líder de Canarias Libre, pidió el ingreso en el Partido Comunista en una cartA dirigida a la viuda de Julián Grimau.
Pasada la Transición originada a la muerte del Dictador, el 15 de abril de 2002, Izquierda Unida presentó una Proposición no de Ley sobre la rehabilitación pública y democrática de la figura de Julián Grimau, que recibió los votos a favor de todos los partidos con representación parlamentaria excepto el Partido Popular (PP), que a la sazón gobernaba con mayoría absoluta. El PP era contrario a toda iniciativa política acerca de la guerra civil o el régimen franquista. El PP temía que el debate sobre Grimau acabase juicio público al que siendo ministro de Información y Turismo y difamador de Grimau hasta su ejecución, don Manuel Fraga Iribarne, fundador del Partido Popular y entonces presidente de la comunidad autónoma de Galicia. En mayo de 2005, Izquierda Unida presentó una iniciativa similar en la Asamblea de Madrid para rehabilitar la figura de Julián Grimau y en esta ocasión el PP lo apoyó.
En 1964 el cantautor Chicho Sánchez Ferlosio le dedicó una canción que apareció en su elepé Spanska motståndssånger (“Canciones de la resistencia española”), publicado anónimamente en Estocolmo, Suecia. La canción empieza diciendo “He conocido el crimen una mañana, / color tiene mi pena de sangre humana. / Sólo nubes y plomo / lo presenciaron. / Julián Grimau, hermano, / te asesinaron, te asesinaron.”
ESPEREMOS que en este abril de guerras y pandemias dejé de ser un abril de sangre y se convierta en en un abril de Paz. Es un deseo ilusorio, pero de ilusión también se vive y la Esperanza es lo último que se pierde.